Racionalidad, Mercado y Nueva Economía política
Francisco Alcalá Agulló
El crecimiento de la población y el desarrollo tecnológico han alcanzado niveles tan elevados que ponen en manos del hombre la eventual conservación de los recursos naturales del globo, la preservación de la diversidad de sus especies e incluso cierta transformación genética de las formas de vida. Paralelamente, existe la sensación de que la cultura, la ética y los mecanismos de decisión social de los que dependen las opciones que han de tomarse sobre estas cuestiones no han evolucionado a la par, que podrían no estar a la altura de nuestra enorme capacidad de intervención sobre el ecosistema del planeta. Además, se ha producido quizá una excesiva compartimentación de los saberes científicos que exacerba el peligro de esta eventual descompensación entre la ciencia y las instituciones sociales que regulan su desarrollo y aplicación. Para los más pesimistas, la Nave Tierra habría visto engordar extraordinariamente sus motores, fruto del avance científico, sin que el piloto hubiese mejorado sus conocimientos sobre cómo manejarla y hacia dónde dirigirla, y sin que nadie hubiese contrastado si el reforzado consumo de la nave guarda una proporción razonable con las reservas de combustible.
Una buena parte de estos problemas se sitúan de lleno en el ámbito de la economía. En efecto, la ciencia económica estudia la manera en que la sociedad toma opciones -como resultado de la interacción entre innumerables decisiones y acciones individuales- sobre la utilización de los recursos, el desarrollo tecnológico y la distribución entre la población de los bienes disponibles. En lo que sigue pasaré revista a tres cuestiones: 1) la relación entre la racionalidad de los comportamientos individuales y la racionalidad colectiva que de ellos puede o no derivarse; 2) la concreción de esta problemática en el caso de la gestión por el mercado de la explotación de los recursos naturales; 3) la traslación del mismo enfoque metodológico al análisis de los procesos de decisión política y el renovado auge de la Economía Política. Finalmente, realizaré una pequeña reflexión sobre las perspectivas que ofrece la evolución reciente de la Economía desde el punto de vista de la complejidad.
1. Racionalidad individual versus racionalidad social
El objeto de la Ciencia Económica es el análisis de los comportamientos y las instituciones sociales en un ámbito particular -aunque en general muy importante también para el resto de ámbitos- como es el de la producción y la distribución de los bienes que permiten satisfacer las necesidades humanas materiales. El punto de partida de este análisis son los comportamientos individuales, explicados bajo la premisa de la racionalidad; es decir, bajo el supuesto de que de entre todas las acciones viables, los individuos toman las que mejor permiten aproximarse a los fines por ellos perseguidos1. Y una cuestión fundamental a determinar es bajo qué características de un sistema económico -que es el conjunto de instituciones que establecen las vías de interdependencia entre las acciones de los diferentes sujetos- la racionalidad individual conduce a un resultado colectivamente deseable.
El planteamiento más famoso acerca de cómo las acciones guiadas por la búsqueda egoísta de los intereses individuales -en un cierto marco institucional- puede conducir al máximo bienestar colectivo, es la de Adam Smith. Smith ofrece la hipótesis -analizada con rigor y exhaustividad a lo largo de este siglo por la Teoría del Equilibrio Económico General- de que un contexto institucional de mercados perfectamente competitivos actúa como una mano invisible que reconduce la fuerza de los intereses egoístas en favor del bienestar colectivo: "No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios, sino su egoísmo..." (1776, p. 17) "Ninguno se propone, por lo general, promover el interés público, ni sabe hasta qué punto lo promueve. (...) Mas no implica mal alguno para la sociedad que tal fin no entre a formar parte de sus propósitos, pues al perseguir su propio interés promueve el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus designios" (1776, p. 402).
Sin embargo, la Ciencia Económica ha dejado en evidencia que en otros contextos institucionales, el resultado global que se deriva de acciones guiadas por el mero interés individual puede distar mucho del que se seguiría de una racionalidad colectiva. La Teoría de Juegos reúne el conjunto de conceptos y técnicas específicos desarrollados para explicar estas cuestiones. El siguiente juego -que tiene la simple estructura del llamado "Dilema del prisionero"- permite ilustrar cómo la racionalidad individual puede conducir a un resultado socialmente ineficiente. Consideremos dos pescadores que acuden a un mismo caladero en el que la abundancia de las capturas a final de año depende de que la pesca en la época inicial de reproducción del pescado sea muy reducida. Cada uno de los pescadores tiene ante sí dos opciones: respetar la época de reproducción (R) o no respetarla (NR). Suponemos que ninguno de ellos tiene ninguna restricción (legal, moral o fruto de acuerdos con capacidad coercitiva entre los pescadores) para adoptar la decisión que consideren oportuna; es decir, se encuentran en una situación de "libre mercado". Si ninguno respeta la época de reproducción de los peces, cada uno de ellos obtiene dos toneladas de capturas al principio de la temporada, y el pescado queda esquilmado para el resto del año. Si los dos la respetan -es decir, ninguno pesca nada al principio de la temporada- ello permite a cada uno de los pescadores obtener tres toneladas al final del año. Por último, si uno de ellos no respeta el período de reproducción y el otro sí, durante dicho período el primero de los pescadores obtiene tres toneladas mientras el segundo no obtiene nada; y en la etapa posterior de la temporada, con el caladero semiesquilmado, cada uno de ellos obtiene una sola tonelada adicional. En la típica forma matricial de exposición de la Teoría de Juegos, las capturas totales a final de año en función de todas las posibles combinaciones de acciones de los agentes son las siguientes (en cada recuadro, la primera cifra indica las capturas totales del pescador 1, y la segunda cifra las del pescador 2):
R |
NR | |
R |
3,3 |
1,4 |
NR |
4,1 |
2,2 |
La Teoría de Juegos predice que en esta situación ambos pescadores optarán por no respetar el período de reproducción2. Por tanto, la racionalidad individual conducirá al peor resultado colectivo al que se podía haber llegado. Cabe insistir en que la razón de este pésimo resultado no es una consecuencia necesaria de que las decisiones se tomen egoísta e individualmente3. El problema es que, en el caso del ejemplo, no se cumple una de las condiciones necesarias para que un sistema económico sea eficiente. La condición que se debería cumplir es que todas las consecuencias positivas o negativas de cada acción recaigan sobre el sujeto que toma la decisión correspondiente.
Cuando esta condición se cumple, los beneficios que individualmente recibe el sujeto decisor como consecuencia de su acción, coinciden con todos los beneficios sociales (se apropia de todos los beneficios); y, a su vez, todos los costes que la acción genera para la sociedad en su conjunto coinciden también con los costes que soporta el sujeto. En consecuencia, el análisis coste-beneficio privado que orienta la decisión tomada por el sujeto coincide con el análisis coste-beneficio social que conduciría a la acción óptima desde el punto de vista social; y, por consiguiente, la racionalidad individual conduce a una decisión socialmente correcta. Por el contrario, cuando esta condición no se cumple, se produce lo que se denomina una externalidad; es decir, uno de los costes sociales no está siendo computado por el individuo -es externo al cálculo del individuo, aunque no a la economía- y consecuentemente la decisión individual no es socialmente óptima. Volviendo a nuestro ejemplo, las consecuencias negativas del exceso de pesca en el período de reproducción recaen sólo parcialmente sobre el que decide no respetar el período. Por tanto, las decisiones individuales no tienen en cuenta todos los costes sociales que generan y se produce un equilibrio socialmente subóptimo.
Al igual que sucede en muchas otras esferas de la actividad económica, las decisiones sobre explotación de recursos naturales se ven afectadas con frecuencia por la presencia de externalidades. Como consecuencia de ello, el mercado puede no conducir a decisiones socialmente óptimas en este ámbito. Esta es la cuestión que abordamos a continuación.
2. Los Recursos naturales y el mercado
¿Qué posibilidades hay de que el mercado encamine las decisiones de los agentes económicos hacia una administración socialmente racional de los recursos naturales? ¿Las acciones guiadas por el mero interés individual conducen en este campo al despilfarro y la imprevisión colectivas? No necesariamente. Tomemos, por ejemplo, el caso del petróleo. Cualquier noticia que indique su posible agotamiento antes de lo esperado, hace que su precio se eleve. Esta elevación conduce al incremento del precio de los productos intensivos en el uso de petróleo -y, por tanto, a la reducción de su consumo-, impulsa el uso de tecnologías ahorradoras de este recurso e incentiva el desarrollo de nuevas fuentes de energía. La perspectiva de que pueda llegar a agotarse en algún momento, induce a los grandes capitales especulativos a comprar reservas de petróleo ya que podrán alcanzar precios todavía más elevados en el futuro. Pero esa demanda especulativa tiene como consecuencia elevar más todavía el precio del petróleo e incentivar aun más el proceso antes mencionado de ahorro y de búsqueda de sustitutos. Así pues, la especulación y la perspectiva de futuras escaseces pone en marcha, a través del mercado y de su mecanismo de precios, toda una serie de comportamientos que contribuyen a los necesarios cambios tecnológicos y a la paulatina sustitución del petróleo por otras energías. Cuanto más ávidos de beneficio estén los especuladores y mejor calculen el progresivo agotamiento de las reservas petrolíferas, más seguridad tendremos de que la elevación de su precio se irá produciendo a tiempo y con la suficiente intensidad como para incentivar adecuadamente los procesos de evolución tecnológica y de sustitución energética.
Ahora bien, este funcionamiento del mercado en modo alguno asegura siempre una explotación socialmente racional de los recursos naturales. La Teoría Económica ha analizado con detalle las circunstancias bajo las cuales el mercado no funciona correctamente -es decir, coordina ineficientemente las decisiones que simultáneamente toman los innumerables agentes que participan en la economía- y se hace necesaria la intervención de la Administración Pública. Una de las circunstancias bajo las cuales no cabe esperar resultados socialmente correctos es la ya señalada de las externalidades. En general, las empresas tienen que pagar por todos los costes sociales que generan -es decir, los costes privados y los sociales coinciden- pero en ocasiones alguno de ellos no es internalizado. Consideremos el caso de los residuos industriales. Si una empresa vierte sus residuos al solar de un vecino, tendría que pagar por ello -estaría internalizando este coste- lo cual le incentivaría a usar una tecnología más limpia para ahorrar costes. Pero si el vertido se produce al aire o a un río, no hay que pagar nada -el coste se externaliza- y por tanto no hay incentivos al uso de una tecnología más limpia. Cuando se producen estas externalidades, el mercado crea un marco de incentivos socialmente incorrecto, y los agentes económicos tienden a tomar decisiones socialmente ineficientes. En estas circunstancias, la Administración debe actuar para corregir el fallo del mercado.
El tipo de intervenciones que pueden adoptarse en estos casos también ha sido objeto de extensa investigación por parte de la Teoría Económica. Los impuestos ecológicos son una forma de internalizar los costes sociales de la contaminación en el cálculo de las empresas. La creación de derechos de propiedad sobre el mar mediante la ampliación de las aguas jurisdiccionales es una vía de evitar la esquilmación de caladeros de pesca debido a que cuando no son de nadie, el mercado conduce a la sobreexplotación de los mismos. Ahora bien, la corrección de los fallos del mercado exige que entren a decidir los poderes públicos; lo cual plantea un nuevo problema de eficiencia y de racionalidad colectiva. En principio, nada asegura que las opciones adoptadas a través de las instituciones políticas sean socialmente óptimas; es decir, los mecanismos políticos de decisión colectiva pueden ser también muy ineficientes. El análisis de este problema es uno de los campos de investigación que ha dado pie al resurgimiento de la Economía como Economía Política.
3. La Nueva Economía Política
Como decíamos, la Teoría Económica ha venido identificando e investigando la amplia serie de circunstancias bajo las cuáles el mercado resulta una institución ineficiente en la coordinación de la actividad económica. Cuando alguna de ellas se produce, se hace necesaria la actuación del Estado. Surgen entonces dos tipos de problemas: 1) ¿qué actuaciones debería adoptar el Estado?; y 2) ¿hasta qué punto los mecanismos políticos de decisión social existentes conducirán a las actuaciones públicas correctas? La investigación acerca de los fallos de mercado ha ido típicamente en paralelo con el análisis de las actuaciones que podrían compensarlos, dando respuesta a la primera de las preguntas. Pero la Ciencia Económica había venido dejando de lado la segunda cuestión desde la segunda mitad del siglo XIX. Es entonces cuando la Ciencia Económica dejó de ser Economía Política para convertirse, simplemente, en Economía. Aunque existieron importantes excepciones, el estudio de los procesos de decisión política en la esfera de lo económico dejó de constituir una vertiente más del análisis económico.
Afortunadamente, esta tendencia ha registrado un cambio radical en los últimos tiempos. Los nuevos modelos aplicados a los procesos políticos toman de la Economía su enfoque metodológico: bajo el supuesto de que el electorado y el conjunto de sujetos políticos actúan movidos por sus intereses individuales, se estudia qué consecuencias sobre las decisiones públicas, sobre la adecuación de los gobernantes elegidos a las preferencias mayoritarias y sobre el bienestar colectivo tienen diferentes estructuras políticas4. Estas estructuras son las que definen el conjunto de interdependencias y de incentivos que rigen las decisiones de los distintos agentes; y la evolución misma de estas estructuras es también estudiada como la resultante del juego de intereses. La Teoría de Juegos ofrece las herramientas conceptuales y matemáticas específicas para este análisis. Más de dos siglos después, los nuevos modelos parecen haber asumido los planteamientos de David Hume, quien en uno de sus Escritos Políticos titulado "Que la política puede ser reducida a una ciencia", afirmaba: "Tan grande es la fuerza de las leyes, y de las diversas formas de gobierno, y tan escasa su dependencia del humor y el temperamento de los hombres, que a veces se pueden deducir de ellas consecuencias casi tan generales y ciertas como las de las ciencias matemáticas".
4. Reflexiones finales sobre Economía y Complejidad
Aunque la identificación de la corriente principal de la Economía con algo parecido al llamado Pensamiento Único o con alguna otra caricatura de ciencia suele ser el fruto de un llamativo desconocimiento sobre los contenidos de la misma, es cierto que durante bastante tiempo el Análisis Económico ha mantenido una visión excesivamente simplista o limitada de algunos fenómenos. En las últimas dos décadas, sin embargo, la evolución y la ampliación de sus horizontes han registrado una progresión muy notable. La Teoría de Juegos y la Economía de la Información -que analiza los comportamientos en condiciones de incertidumbre y de diferencias en los datos que tienen los distintos sujetos- han sido en gran medida responsables de ello. El renovado interés por la problemática de la Economía Política es sólo uno de los posibles ejemplos de cómo la Economía viene incorporando nuevas cuestiones a su análisis, reconociendo las interdependencias de su objeto de estudio con muchas otras instancias de las sociedades humanas. Simultáneamente, ha venido incrementandose la preocupación por incorporar supuestos de comportamiento más complejos en la psicología de los agentes económicos5. Por otra parte, también se ha producido una "exportación" de métodos y herramientas a otras ciencias. La Teoría de Juegos y su aplicación al campo de la biología evolutiva es nuevamente el mejor ejemplo6. La relación entre la Ética y la Economía, por último, constituye un terreno fundamental en el que cabe prever un notable desarrollo en el futuro. Como diversos autores han señalado —A. Sen (1989), y Hausman y McPherson (1993) entre otros— ambas disciplinas tienen mucho que ganar con su relación mutua, tanto en los aspectos positivos de explicación de los fenómenos sociales, como en los normativos. El hecho de que el Premio Nobel de Economía de 1998 se haya concedido al mencionado Amartya Sen resulta significativo del creciente eco que estas cuestiones están obteniendo.
Esta evolución de la Economía, junto con una aproximación a la misma algo más rigurosa y documentada por parte de algunos científicos sociales hipercríticos, puede dar lugar a avances muy valiosos en nuestra capacidad para comprender la dinámica de las sociedades humanas y para facilitar la resolución de algunos de sus problemas.
Bibliografía
-Alcalá Agulló, F. (1990) "Modelos y postulados en la explicación económica", en W.J. González Aspectos metodológicos de la investigación científica (2ª edición). Ediciones de las Universidades Autónoma de Madrid y de Murcia.
-Conlisk, J. (1996): "Why bounded rationality?", Journal of economic literature, 34, 669-700.
-Hausman D.M. y M.S. McPherson, (1993): "Taking Ethics seriously: Economics and contemporary Moral Philosophy", Journal of economic literature, 31, 671-731.
-Elster, J. (1998): "Emotions and Economic Theory", Journal of economic literature, 36, 47-74.
-Hammerstein P. y R. Selten (1994): "Game Theory and Evolutionary Biology", en R.J. Aumann y S. Hart, Handbook of Game Theory, Vol.2, 929-993.
-Levin J. y Nalebuff B. (1995) "An introduction to vote-counting schemes", Economic Perspectives, 9, 3-26.
-Lewin, S. (1996): "Economics and Psychology: Lessons for our own day from the early twentieth century", Journal of economic literature, 34, 1293-1323.
-Miller, G.J. (1997): "The impact of Economics on contemporary Political Science", Journal of economic literature, 35, 1173-1204.
-Rabin, M. (1998): "Psychology and Economics", Journal of economic literature, 36, 11-46.
-Sen, A. (1989): Sobre ética y Economía, Alianza Madrid.
-Smith, A. (1776): Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, F.C.E., México, 1958.
-Smith, J.M. (1982): Evolution and the Theory of Games, Cambridge U.P..
Notas
1. Véase Alcalá (1990) para una exposición más detallada de esta cuestión.
2. Que ambos pescadores tomen la opción NR constituye el único equilibrio (en estrategias dominantes) del juego, debido a que cualquiera que sea la acción que tome el otro, cada sujeto siempre consigue más capturas no respetando la época de reproducción (por ejemplo, si el pescador 2 decidiera R, lo mejor que podría hacer el pescador 1 desde el punto de vista de su interés particular es NR; y si por el contrario, el pescador 2 decidiera NR, nuevamente, la acción indiviualmente racional para el pescador 1 sigue siendo NR).
3. De hecho, podemos transformar el ejemplo introduciendo un tercer sujeto -el propietario del caladero- al que los pescadores tienen que pagar un 10% de las capturas que obtengan en el mismo. Como propietario, este sujeto puede decidir en qué épocas del año autoriza la entrada de barcos. En el nuevo equilibrio del juego, la maximización de beneficios del propietario del mismo le llevaría a cerrarlo en la época de reproducción. Esto mejora los resultados de todos. En concreto, después de pagar al propietario -que cobraría en total 0,6 toneladas de pescado- cada pescador obtendría ahora 2,7 toneladas. ¡El egoísmo y la privatización del lago conducen ahora a una explotación colectivamente óptima del caladero!
4. Para una panorámica de esta literatura, véase Miller (1997) y Levin y Nalebuff (1995).
5. Véase, por ejemplo, Conlisk (1996), Elster (1998), Lewin (1996) y Rabin (1998).
6. La referencia clásica es Smith (1982); y una panorámica de esta línea de investigación puede encontrase Hammerstein y Selten (1994).
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