Cinco carreteras estatales
conducían a Edo, la capital del Shogun, todas ellas con
controles destinados a hacer cumplir las leyes de Iemitsu.
El Shogun había
mejorado las vías para que sus mensajeros pudiesen llegar
rápidamente a cualquier parte de Japón; estas calzadas
también facilitaban a los Daimyos y a sus guerreros samurais
sus desplazamientos a Edo.
No obstante para la mayoría
de los Nipones viajar resultaba una empresa muy ardua, un sinnúmero
de normas controlaban quien entraba y salía de la ciudad
de Edo. Casi todo el mundo necesitaba un pasaporte, entre las
escasas excepciones se contaban los artistas itinerantes que demostraban
su identidad haciendo gala de su talento, o los luchadores de
Sumo cuyo perímetro abdominal era una prueba mas que suficiente
de su profesión. A los labriegos se les denegaba sistemáticamente
el permiso para desplazarse entre aldeas; el gobierno prefería
que se quedasen cultivando los campos. Quienes carecían
de documentación en regla, a menudo trataban de esquivar
los controles desviándose por las vías secundarias;
si se les sorprendía, recibían un cruel escarmiento.
Dada la gran cantidad
de leyes y prohibiciones uno nunca sabia cuando estaba infringiendo
un edicto del Shogun.
Los viajes cobraron auge
ahora que los caminos eran mas seguros, cada vez mas japoneses
se desplazaban entre las diversas poblaciones. La vía mas
transitada era la conocida como Tokaido que recorría los
cuatrocientos ochenta kilómetros que separan Kioto de Edo.
Cincuenta y tres posadas
jalonaban la calzada de modo que aquellas poblaciones con paradas
por las que pasaban las cinco grandes carreteras
Niponas crecieron hasta
convertirse en ciudades importantes. En ellas había ventas,
burdeles, restaurantes, boticas, en suma en ellas se desarrollo
una cultura de la ciudad de paso.
Las mujeres no lo tenían
tan fácil a la hora de viajar en el siglo XVII, en primer
lugar porque tenían que tener el permiso de su familia
que normalmente pensaban que mas vale que se quedase en la casa
limpiando y cocinando.
Los permisos de viaje
de las mujeres eran mucho mas complicado, en muchos controles
se denegaba el paso a las mujeres ya que estas debían someterse
a un minucioso registro, había que cachearlas, pero algunos
controles carecían de agentes femeninos para llevar a cabo
el cacheo. Los funcionarios estaban alerta, ya que algunas mujeres
se hacían pasar por muchachos.
A la gente del periodo
Tokugawa la impulsaba la curiosidad, comenzaba a considerar a
Japón una Nación.
Los diarios de viaje se vendían
en grandes cantidades.
El cuaderno de viaje mas conocido
en Occidente, que ha llegado hasta nuestros días, es el
del gran Poeta de Haiku,
Matshuo Bashô.
Oku
no Hosomichi,
Sendas de Oku
奥の細道
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