"La fotografía és veritat. I el cinema és veritat 24 vegades per segon"

Jean Luc Goddard

 

CHINATOWN

La primera vez que vi “Chinatown” de Roman Polanski, me encontraba en Estados Unidos. Recuerdo que eran los primeros días del año 2000, días nevados en las que yo y “mi familia americana” nos guarecíamos del espesor de toda aquella nieve que rodeaba la casa. Mi “hermano”, Matt, se encontraba pintando su habitación de azul, así que había desalojado todos sus muebles, entre ellos la televisión y el vídeo que recientemente le habían regalado por Navidad y que, durante aquellos días, permanecieron junto a mi cama. Siempre recordaré los momentos de risueña felicidad de uno de los anocheceres blancos en aquel lugar alejado, cuando descubrí la hermosa y conmovedora Chinatown. Un arrebato lleno de temblores, una confusión de sentimientos que parecían vibrar en la cueva de mis entrañas, me sacudieron cuando, suavemente, los títulos de créditos aparecieron sobre el oscuro y ascendente plano del desenlace.

Cartell de "Chinatown"

Chinatown: la palabra misma surge envuelta de un halo de tragedia cuando la pronuncio pero ¿por qué? ¿qué poder desgarrador tiene esa palabra en mi y en los personajes de la historia, qué veneno esconde para que el detective siempre la rehuya? Muy joven y bastante ingenuo, descubrí replegada tras la palabra la tragedia de un pasado malhadado, la luz apenumbrada de unos recuerdos que iluminan vidas, paredes y rostros. Chinatown es la memoria ensombrecida por el sufrimiento y que con sufrimiento la guardamos en nosotros sin poder desprendernos de ella. Cualquiera podría ver en Chinatown una historia sobre la irreversibilidad del destino de unos determinados personajes, pero sería demasiado simplificador porque si por algo está excelentemente hurdida la trama de la película, es precisamente por su capacidad de mostrarnos que todo podría haber sido evitable, que la historia podría haber seguido otro camino, que Mr. Gittis podría haber reaccionado de otra manera y que Mrs. Mulrway podría haberse ido sana y salva a México. No hay lugar para el destino en Chinatown, sólo para nuestro sufrimiento cómplice, nuestro deseo de poder rebobinar la película para verla una vez más, con la débil esperanza de que la historia pueda cambiar de rumbo. Sí, sé que muchos pensarán que esto es excesivamente ingenuo y romántico, pero se equivocan. Toda película humanamente verdadera nos guarda para nosotros, los espectadores, huecos para nuestros deseos, esperanzas, sufrimientos e impotencia con respecto a la historia. Pero en le fondo sabemos que nada cambiará, que todos los personajes se encontrarán al final en Chinatown y que, en definitiva, la historia se repetirá, como diría Gittis. En la mitología, Prometeo ¿sabía? que, cuando llegase a la cumbre, la piedra pesada que había arrastrado hasta allá arriba, volvería a caerse. La pregunta que nos deberíamos hacer sería: si la Voluntad humana es la de Prometeo arrastrando una y otra vez la piedra hasta la cumbre, y el Destino es la inevitable caída desde lo alto. ¿Cuál se rendirá antes? Tal vez no haya respuesta alguna, pero, por lo que llevamos de Historia, la Voluntad no parece expirar, a pesar de que Gittis nos dé la espalda y se aleje de nosotros al final, perdiéndose en la oscuridad. ¿Qué es, pues, Chinatown? La memoria de nuestro sufrimiento... y la inconsciencia de nuestra futura esperanza.

Un text de Raúl Fernández

 

 

Indiana Jones és un mite cinematogràfic que ha marcat el cinema d'aventures del segle XX i possiblement perviurà també durant aquest segle. Descobreix en aquest primer article sobre l'heroi d'Spielberg, les arrels més profundes que expliquen el seu èxit sense fronteres. És un text meu jiji. Clica aquí


"Lo mejor que le puede pasar a un croissant" és la primera experiència com a director de cinema del còmic Paco Mir (El Tricicle). Norman Marsà ens fa un ressenya per saber-ho tot del film.Clica aquí

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© Atzukak, 2004