EL HURON

Muchos son los animales que el hombre ha domesticado para su beneficio, pero en ningún caso la relación entre hombre y animal se hace tan estrecha, como en aquellos en los que se traduce en las distintas artes venatorias. A esta sútil relación se ha llegado a través del paso de los tiempos, que ha permitido el desarrollo y perfeccionamiento de las técnicas y, gracias a un íntimo conocimiento de la biología de aquellas especies, que por sus aptitudes y carácter han posibilitado su utilización en la caza. Sin duda han sido muchos los intentos de asociación entre hombre y animal para la caza, en muchos de ellos no se ha llegado a establecer la relación indispensable, bien por su carácter, bien por su merma de aptitud para la caza cuando son domesticados. En otras ocasiones la domesticación se ha establecido, pero la relación se ha perdido como ha ocurrido con la gineta, utilizada por egipcios y romanos para la caza de ratas y ratones. En los tiempos que corren, al menos en el mundo occidental, la finalidad de la caza ya no es la consecución de alimentos y por ello las más sublimes de éstas asociaciones venatorias como son la utilización del guepardo y las aves de presa, han quedado para unos pocos locos nostálgicos. Sin embargo, se han mantenido y gozan de buena salud, aquellas otras que no necesitan de tanta dedicación como el macho perdiz y los hurones, tema que hoy nos ocupa.

Del ancestro, anatomía y biología El origen del hurón en incierto, su semejanza con el turón común (Mustela putorius) ha hecho pensar durante mucho tiempo que éste podría ser su ancestro, con el que comparte además gran parte de su dotación cromosómica. Sin embargo, los últimos estudios parecen indicar que podría derivar del turón de estepa (Mustela eversmanni). Los hurones son menos corpulentos y menos vigorosos que los turones, mientras que en éstos el tamaño, tanto entre los machos como entre las hembras, no presenta una gran variabilidad, en los hurones los tamaños son muy dispares sobre todo entre las hembras. Hay hembras de muy pequeño tamaño que no superan los 300 g de peso, mientras que otras sobrepasan holgadamente los 700 g. El peso de los machos es superior, alcanzando los grandes los 1.500 g.

El pelo es más ralo que el de los turones, más claro, con una borra menos densa. Carecen del característico antifaz de los turones y las orejas son más cortas. Se distinguen claramente dos razas de hurones, una de pelo oscuro más similares al ancestro, y otra albina, totalmente blancos o de un blanco amarillento. La raza blanca alcanza en términos generales menor tamaño. Los hurones como todos los Mustélidos poseen un báculo (os penis) o hueso peneal, y al igual que los Cánidos, macho y hembra permanecen prendidos durante un tiempo en la cópula.

Los hurones llegan a alcanzar los siete u ocho años de vida, aunque no es frecuente que lleguen a esta edad, bien por accidente, por pérdida, o simplemente porque como ya se verá cuando tratemos la caza, a partir del segundo o tercer año son desechados. Tanto hembras como machos entran en celo en su primer año de vida. En las hembras el celo es muy notorio por la tumefacción que alcanza la vulva. El periodo de celo es variable desde enero hasta mayo, aunque es frecuente que los celos de invierno no terminen en gestación, aún cuando las hembras acepten al macho. Se trata por lo tanto de falsos celos. A decir de los viejos huroneros, cuando las hembras entran en celo y no disponen de macho, no les baja la "calentura" terminando en ocasiones por morir. Lo cierto es que cuando la hembra en celo se pone con el macho, a los dos o tres días se aprecia claramente como la vulva ha reducido su hinchazón, aunque posteriormente podamos descubrir que no quedó preñada. El periodo de gestación es de unos 45 días, al término de los cuales la hembra

Del utillaje en la caza con hurón

Los accesorios necesarios para el manejo de los hurones son de lo más sencillo y de confección artesanal y casera. Para el transporte se suele utilizar una talega de loneta a la que se le practica un agujero para respiración. Cuando se va de caza con más de tres o cuatro bichos, son prácticos unos cajones para el transporte en el coche, aunque en el campo los pasemos a la talega. Esta talega tiene en la parte superior un largo cordel con el que se anuda la boca, al mismo tiempo que permite colgársela de bandolera, pudiendo de esta manera transportar un hombre dos o tres bichos al mismo tiempo que mantiene las manos libres. Otro apero indispensable cuando se caza de noche, en cazaderos de monte muy cubierto, o en grandes vivares, es el cascabel. Lo óptimo es un cascabel de pequeño tamaño y muy sonoro, yo particularmente aprovecho los cascabeles que se utilizan en cetrería para la localización de los pájaros, pero como entiendo que no están al alcance de todo el mundo, cualquier cascabel o campanilla que se encuentre en el mercado puede valer. Por ejemplo, los que llevan los collares de perro, practicándoles con una lima unas muecas en la abertura adquieren buena sonoridad. Estos cascabeles se ponen en el cuello del hurón, bien con una cinta que no quede muy ceñida o bien con una goma, que pueden ser de las que ofrecen en los bancos o de las que se adquieren en las lencerías. Particularmente me gusta más la goma que la cinta, dado que en caso de enganche con una raíz, la goma acaba cediendo, mientras que con la cinta, al sentirse enganchado el bicho comienza a dar vueltas y a estirar con lo que acaban ahogándose. Para el bicho de cuerda el utillaje es también sencillo como muestra la ilustración.

La lazada se conoce como nogal, que será más o menos amplia dependiendo del tamaño de la cabeza del bicho, que ha de pasar sin estrecheces pero no quedar holgada. A continuación hay dos cintas que pasando por detrás de los brazos son atadas en la cruz, nuevamente sin estrecheces ni holgaduras. Finalmente se encuentra la pihuela, otra cinta que con un nudo corredizo se ajusta al tarso del bicho. Antiguamente se utilizaban cuerdas de cáñamo del grosor de un bolígrafo y con una longitud de seis a ocho brazas, rara vez más largas porque les cuesta mucho trabajo moverlas a los hurones.