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BELLEZA DEL TRABAJO EN ALEMANIA
Por Wilhem Lotz
Berlín 1941, Servicio alemán de información, La Alemania de hoy Nº 6
Índice
Reorganización del mundo del
trabajo
Belleza de los lugares de trabajo
Orden y pulcritud
El hombre como medida
Luz y aire
Limpieza y salud
Salas de reunión y casas de recreo
Un nuevo estilo de vida
Reorganización del mundo del trabajo
En el Bosque de Turingia, apartada
de toda vía de tráfico, se encontraba una vieja fábrica
de vidrio. En otro tiempo, este establecimiento había dado pan y trabajo
a centenares de familias. Pero en el año 1929 tuvo que cerrar sus puertas,
a causa de la ruina económica, a igual que tantas otras fábricas
y talleres. El 96 por ciento de la población de los plácidos valles
de la comarca no volvió a encontrar trabajo. El desconsuelo y la miseria
hicieron su aparición y las gentes echaron mano de los medios más
singulares para expresar su desesperación. Entonces destruyeron el viejo
edificio que un día les ofreció la posibilidad de sostener su
pobre existencia, rompieron los vidrios de las ventanas, arrancaron las cañerías
y los cables, y no dejaron más que el desnudo edificio de piedra gris.
Su furia de destrucción la guiaba un odio ciego contra el centro de trabajo
que les había sido quitado. Sabían que su proceder no servía
de nada, pero no querían volver a ver el viejo y feo edificio en el que
habían vertido tanto sudor en penoso trabajo.
Pocos años después, cuando hombres resueltos llamaron al orden
y aconsejaron sensatez, cuando las ideas del Nacionalsocialismo se extendieron
por el país, y cuando se supo que un nuevo Gobierno con fuerza nueva
y verdadera comprensión de las necesidades del trabajador alemán
había tomado el timón de la abandonada nave del Estado, también
los hombres de la montaña cobraron ánimos de nuevo. Todavía
reinaba gran confusión en Alemania, pero Turingia había sido la
primera región alemana convertida al Nacionalsocialismo y podía
empezar la obra de reconstrucción. En la región en que se encontraba
la vieja fábrica de vidrio, se fundó una comunidad de trabajo.
Llegaron algunos pedidos, los carpinteros empezaron a hacer muebles, algunos
hombres que sabían del oficio de sastre confeccionaron uniformes ayudados
por las mujeres, se fundieron plaquetas de vidrio y la comunidad de trabajo
se sintió pronto lo bastante fuerte para adquirir la ruinosa y medio
destruida fábrica de vidrio. Aquí, en este edificio, querían
reunir los hombres todos los talleres, que hasta entonces se encontraban repartidos
en cinco lugares diferentes a distancias de 30 kilómetros. Y lo que estos
hombres habían proyectado en sus duras cabezas, lo consiguieron. Con
trabajo voluntario fueron construidos nuevos talleres dentro de los viejos muros,
todo en sencilla construcción de madera, pero todo claro y práctico.
Principalmente, estos lugares de trabajo tenían que ser bellos, y no
feos y lóbregos como los antiguos.
Se podría suponer que con este género de ayuda propia sólo
se habría construido lo más necesario y que no habría habido
dinero para lo demás. Al contrario, precisamente las cosas que al observador
superficial le habrían podido parecer superfluas, innecesarias y caras,
fueron ideadas y realizadas aquí con particular amor y esmero. Así
fue construida una hermosa sala de reunión; siguieron lavabos y hasta
una piscina de natación, y cuartos bien amueblados para los miembros
del personal que tenían que vivir en la casa. Por todas partes se colgaron
cuadros buenos y se inscribieron sentencias, en fin, en estos nuevos lugares
de trabajo se tuvo consideración con el hombre, con su bienestar y con
su sensibilidad a las cosas bellas. Trabajadores montaron aquí ellos
mismos los lugares de trabajo tales como ellos se los imaginaban, como ellos
los querían.
Por lo tanto, esta obra realizada en el Bosque de Turingia, desde luego pequeña
dentro de la reorientación de las empresas industriales alemanas, tiene
sin duda alguna gran significación simbólica. En el lugar de un
taller lóbrego, montado sólo con lo más necesario, sombrío
y sin calor, sin otra finalidad que la de ganar dinero, entra ahora un pequeño
organismo que es más que centro de trabajo, que representa un verdadero
espacio vital para la comunidad de las personas que aquí trabajan.
Aquellos hombres que en sus apartadas aldeas de la montaña habían
oído seguramente muy poco de las ideas de la 'belleza del trabajo', comprendieron
honda y naturalmente el sentido de este nuevo concepto. Entre
la vieja y fea fábrica de vidrio, que no era mejor ni peor que la mayoría
de aquellos pequeños establecimientos que los obreros solían llamar
en Alemania "barracones ruinosos", y este nuevo centro de trabajo
que los trabajadores habían hecho de ella, se encuentra una transformación
muy honda, un cambio radical de los hombres y de sus ideas. Sin tan hondos cambios
no habrían sido posibles los formidables éxitos alcanzados en
el dominio de la "belleza del trabajo", como resultados del trabajo
voluntario de los jefes y miembros de las empresas, pues ellos son la expresión
y prueba de la reforma del mundo del trabajo en Alemania y de un orgulloso culto
al trabajo y a la organización.
Frente a la teoría meramente materialista de que el trabajo es un mal
necesario, se opuso la voluntad de librar al trabajo de todo rastro de maldición
y conferirle el valor de un servicio honorífico. Todo trabajo útil
es servicio a la comunidad del pueblo y por ello honroso. Y cuando todo miembro
de la comunidad nacional se dé perfecta cuenta de que con su trabajo
no solamente gana dinero para sí mismo, sino que al mismo tiempo ayuda
a la comunidad y la fomenta en su bienestar y seguridad, entonces será
cuando se habrá comprendido su valor ético supremo. Además,
el trabajo de cada cual no puede tener objeto ni sentido y a la larga no puede
aportar dinero ni otros valores, si no está ordenada la comunidad nacional.
Cuando estas ideas llegaron por primera vez hasta la clase trabajadora, advirtió
cada cual que con ellas se llegaba a una valoración completamente nueva
pues en el fondo del alma del hombre alemán estaba, aunque enterrada
en ideas y opiniones erróneas, la fe en su valor y el amor al trabajo,
a un trabajo racional, útil para todos. El alemán siente alegría
en el trabajo, en la creación y la organización; esto es algo
que lleva en la masa de la sangre, y por eso comprendió sin necesidad
de muchas palabras, sólo por los hechos, que irrumpía una nueva
era.
También ha cambiado radicalmente la actitud ante la técnica y
ante la máquina. El miedo a una técnica creciente, de finalidad
propia, es tan erróneo como su negación absoluta y el huir de
ella, o la maquinomanía. Cuando leemos leyendas y cuentos de tiempos
lejanos, tropezamos con temas que parecen profecías de lo que hoy puede
la técnica. Advertimos que la técnica es al fin y al cabo sólo
un medio e instrumento para llevar a la realización antiguos sueños
de la humanidad. Desde este punto de vista, este aparente poder con su ley propia
se transforma en un simple instrumento de la voluntad, que está inseparablemente
unida al hombre y dormitó siempre en su alma. Reconocemos hoy más
que nunca que el hombre tiene que seguir siendo el amo de la máquina,
la que tiene que servirle y ser obediente a su voluntad. Precisamente el hombre
alemán se dedica a su trabajo con un sentimiento particularmente desarrollado
por las cosas mecánicas y una poderosa inclinación a la organización
técnica. La conveniencia de la técnica y de la máquina
puestas al servicio del hombre, se advierte de una manera muy evidente en los
hechos siguientes. Cuando el nacionalsocialismo llegó al poder, fueron
paradas por de pronto casi todas las máquinas automáticas, para
que entrara en su lugar el trabajo manual, en atención al gran paro que
reinaba en todas partes. Pero en cuanto aumentó la demanda bajo la nueva
vitalidad del pueblo y el consiguiente saneamiento de la economía, fue
intercalada de nuevo racionalmente la máquina en el aparato de la producción,
como auxiliar y facilitadora del trabajo. En el curso de nuestras observaciones
veremos cómo el hombre fue colocado en el centro del mundo del trabajo
y advertiremos cómo llegó a ser dueño de la máquina
y del aparato técnico.
Esta nueva valoración del hombre como miembro de la comunidad y el esmerado
cuidado de su espíritu y de su cuerpo, sólo podían surgir
en una época en la que no fuera negado más el valor de la vida
y el valor de esta existencia, sino en la que se viera algo bello en el trabajo
y en la organización de la vida. Esta afirmación de la existencia
y esta alegría de vivir, van paralelas con el respeto a los otros, a
los camaradas, y especialmente a todos aquellos que trabajan, que como trabajadores
del brazo y del cerebro ayudan a levantar la comunidad feliz del pueblo.
Belleza de los lugares de trabajo
Pero también la comunidad
está obligada a hacerle a cada uno la vida todo lo bella y agradable
que sea compatible con la actitud enérgica y varonil del pueblo alemán.
Ningún placer blando, sino orgullosa alegría en lo que ofrece
la vida de un gran pueblo, anima al espíritu que ha tomado estas medidas
provechosas precisamente para el hombre que trabaja. Para el trabajador alemán
es bueno precisamente lo mejor, suele decir el Dr. Ley, el creador del Frente
Alemán del Trabajo. El trabajador tiene la posibilidad de viajar, de
recrearse, de cruzar los mares en los barcos más hermosos, de disfrutar
de las artes más bellas, de educarse, de instruirse y de aprender. Este
es el sentido más hondo de las organizaciones "Fuerza por alegría",
que el trabajador esté orgulloso de lo que le puede ofrecer la comunidad
de la nación, a lo que él colabora, para producir y asegurar estos
valores. Naturalmente, también en Alemania hubo muchas personas que al
oír hablar por primera vez de "belleza del trabajo" exclamaron
en seguida que el trabajo no había sido nunca bello ni podría
llegar a serlo jamás. Desde este punto de vista, ya antes del advenimiento
del nacionalsocialismo al poder se había hecho mucho en Alemania, y en
otros países europeos, para mejorar la suerte y la vida del trabajador.
Alemania poseía un seguro social muy elogiado en el mundo entero. Grandes
empresas construían casas para sus empleados e igualmente había
varias colonias y lugares de esparcimiento y veraneo para obreros y empleados.
También había una protección contra accidentes del trabajo
y en las empresas en que se realizaban trabajos peligrosos se disponía
de medidas de seguridad. Pero cuando se analizaban objetivamente las razones
que movían a tales empresas a tomar disposiciones de esa naturaleza,
se comprobaba generalmente el predominio del egoísta motivo económico.
Con las colonias para obreros se perseguía guardar para sí los
buenos obreros especializados, se quería aumentar la producción
y la ganancia, de modo que en realidad se trataba casi siempre de un cálculo
capitalista envuelto en el manto social. Aquí era cuidado el hombre no
como hombre, sino como máquina de trabajo. Además, estas organizaciones
constituían casos aislados y se encontraban a lo sumo allí donde
había mucho dinero.
Las instituciones benéficas de algunas casas americanas han llegado a
ser conocidas por una abundante propaganda. Los grandes consorcios del Nuevo
Mundo hablaban mucho de estas instituciones y las mostraban en sus prospectos
como medios de propaganda, para demostrar sus grandes sentimientos sociales.
Pero un examen más detenido demostraba aquí también que
el trabajo era considerado y apreciado solamente como medio de ganar dinero.
El trabajo era una cosa de la que no había que avergonzarse y hasta podía
convenir el ufanarse de haber trabajado, pues sin el escalón del lavaplatos
no debía haber ningún millonario. Pero, y esto era lo significativo,
se vanagloriaba uno sólo después de haber conseguido algo, después
de haber ganado dinero y alcanzado así una vida más cómoda.
Por eso las instituciones benéficas perseguían mejorar la situación
del obrero principalmente en el tiempo libre, para que se advirtiera que el
ganar dinero podía conducir a una buena vida.
Pero lo sucedido en Alemania desde 1933 no se ha limitado a algunas empresas
fuertes, sino que se ha extendido a la totalidad de los talleres, de las fábricas
de toda importancia, a las oficinas y a las administraciones, en fin, a todos
los centros de trabajo. Ante todo había que mejorar y embellecer el trabajo
mismo, pues de nada sirve embellecer y cuidar el tiempo libre, si el tiempo
mucho más largo que el trabajador pasa en el lugar de trabajo es para
él un tormento en un medio indigno. Con esto no se puede elevar su orgullo,
así no es posible demostrarle el valor de su trabajo.
Cuando se emprendió la misión de embellecer los talleres y lugares
de trabajo, surgió el peligro de introducir con este embellecimiento
un elemento extraño en los centros de trabajo, pues ¿es que podía
haber alguna belleza en un taller o en la sala de una fábrica?
Hay talleres que son realmente bellos. Viejas herrerías de aldea, talleres
de grabado en madera perdidos en la montaña y antiguos molinos, tienen
su encanto peculiar. Son bellos a su manera, porque tienen una atmósfera
propia, porque se siente en ellos el espíritu del artesano y el amor
con que en ellos se trabaja. Mas aquí se encuentran la belleza y el romanticismo
de un tiempo pasado. Y si se analiza en estos lugares si el alumbrado es bueno
o si se han tenido en cuenta las exigencias de la higiene, se advierte en seguida
que esta soñadora belleza no podría ser modelo para lo que hoy
se persigue. Sólo en una cosa está aquí lo ejemplar: en
el amor y el cuidado que se pone en todo, en la humanidad que aquí nos
rodea. ¿Dónde se encuentra la nueva belleza? El mundo de las chimeneas
humeantes y de los altos hornos en actividad, y el romanticismo de la industria,
se han cantado y representado muchas veces. Desde luego, causa gran impresión
la gigantesca visión de la incansable actividad en la región del
Ruhr y en otros centros de la industria alemana. Pero la sombría grandeza
de estos cuadros no está ya conforme con nuestra idea de los centros
donde deben trabajar hoy los hombres. Dentro de algunos años estos lugares
tendrán un aspecto muy diferente, su romanticismo habrá desaparecido.
La semioscuridad de las salas cede cada día más a la claridad,
las humeantes chimeneas son sustituidas por instalaciones que no despiden humo
ni polvo, ni ennegrecen la comarca. La sombría y fea belleza del humo
habrá pasado pronto, sentida sólo en el ánimo del observador
que disfruta en ella inconscientemente el contraste con su propia existencia
bien cuidada.
La nueva belleza del trabajo, en cambio, ha de ser sentida por los hombres que
trabajan en la fábrica.
Orden y pulcritud
La primera condición para la "belleza del trabajo" es la eliminación de todo lo feo, ante todo, de la suciedad y la basura. Herramientas, utensilios, materiales y artículos de almacén, estarán siempre en el orden debido y a mano. Por eso los primeros trabajos exigidos de las fábricas y talleres por el servicio "Belleza del trabajo" después de su fundación en el año 1934, fueron medidas de descombro y limpieza. El alemán lleva en la sangre un pronunciado sentimiento de orden y limpieza, de modo que estos requisitos fueron cumplidos en todas partes pronto y con gusto. Por todas partes se reunió el personal después del trabajo, para tomar escobas y palas y despejar y limpiar concienzudamente los talleres. Con toda intención se exigió que estos trabajos fueran voluntarios. Directores, jefes de servicio, ingenieros, obreros y aprendices, competían unos con otros en la limpieza de sus centros de trabajo. Así desaparecieron escombros y basuras de los patios de las fábricas y las calles de éstas quedaron limpias y cuidadas. Las paredes fueron pintadas de nuevo, para que los recintos tuvieran más claridad y recalcaran su limpieza. Se quitaron los viejos carteles y letreros, se colocaron en orden práctico las herramientas y sobre todo desaparecieron en seguida los vidrios sucios; los vidrios opacos fueron sustituidos por otros claros, pues el trabajador tenía derecho a disfrutar de vista libre durante su trabajo. En el sistema antiguo se creía que tal vista podía distraer del trabajo. Pero el trabajador alemán está educado en el trabajo y en el sentimiento del deber, y la breve mirada que se permite desde la ventana durante el trabajo le anima y así no tiene ya la impresión de encontrarse ante la máquina como un preso. Fuera de estos primeros trabajos de limpieza y orden, se procuró embellecer los recintos mediante toda clase de pequeñeces agradables a la vista: aquí se pusieron flores, allí se pintaron sentencias en las paredes y allá fuera en el patio se plantaron pequeños jardines y cuadros de flores.
El hombre como medida
Lo que se ha desarrollado hoy de
estas primeras medidas es el convencimiento, transformado en acción,
de que una empresa industrial no consiste solamente en talleres y almacenes,
sino que forma un organismo en el que junto al grupo de los recintos de las
máquinas e instalaciones de transporte han de tener su debido lugar aquellos
espacios que pertenecen al hombre por el fenómeno vital y por las necesidades
psíquicas y físicas. Nos referimos en primer lugar a los lavabos,
a las salas de reunión, a las plantas de recreo, a los campos de deportes
y a otras cosas de que hablaremos más adelante. El taller ha llegado
así a ser un espacio vital para la comunidad que en él trabaja.
En el plano de un edificio nuevo de esta naturaleza se incluyen no solamente
las medidas corporales del hombre en la posición de trabajo y el curso
del trabajo, sino el mundo vivo de su comunidad da nuevas medidas para la estructuración,
y estas medidas se tienen en cuenta en el plano. Este viene a ser así
la expresión de una idea de orden y de una voluntad para aquel que sabe
leer planos. Más adelante se compararán los planos de las fábricas
de ayer y las de hoy, para demostrar cómo se cuidaba antes de los hombres
y de las máquinas humanas, y cómo se atiende ahora al hombre que
trabaja, que domina a la máquina, a un ser con alma, al camarada.
Fue necesario, por lo tanto, imponer estos nuevos conceptos del hombre que trabaja
en el taller, y del taller, como espacio vital de una comunidad a las personas
responsables de la estructuración y construcción de las fábricas
alemanas: a los jefes de servicio, a los ingenieros de talleres y sobre todo
a los arquitectos que se dedican a la construcción de edificios industriales.
En un arrabal de Berlín se encuentra una fábrica que no solamente
tiene una chimenea dorada ? de mosaicos dorados ? sino que presenta ventanales
y torreones
como un castillo medieval. Al leer en las actas de la fábrica que su
constructor fue nada menos que Schwechten, el arquitecto de la Iglesia Kaiser?Wilhelm?Gedächtniskirche,
sorprende que una personalidad tan destacada ejecutara ya en aquel entonces
una construcción industrial. Mas ¿qué pensarían
los trabajadores de aquellos tiempos al ver que les era ofrecido un castillo
feudal como centro de trabajo? Seguramente lo miraron como un engaño
y no pudieron llegar a sentirse a gusto en él.
Hoy vuelven a ser encargados de la construcción de fábricas y
talleres arquitectos de significación y prestigio, y el trabajador reconoce
que estos edificios están cimentados en el respeto al trabajador y que
son expresión elocuente de la importancia que tiene su trabajo.
No es ciertamente lo principal que tenga un gran nombre el arquitecto que construye
al trabajador su centro de trabajo, esto no tiene importancia, pero no es indiferente
que el arquitecto haga su plano como mero encargado de un constructor más
o menos ambicioso o sintiéndose como encargado de los compañeros
de trabajo, cuyo carácter, valor y necesidades ha de entender.
La fábrica de la chimenea dorada fue seguramente, en aquel entonces,
un caso aislado, pues sabemos muy bien qué edificios tan miserables,
feos y sucios se construían en aquellos tiempos. Pero, al igual que los
"barracones ruinosos", aquellos feos y descuidados talleres, odiados
por los obreros, demuestra la falta de todo contacto entre el edificio y el
trabajador.
Ya hemos dicho que el hombre como medida de todas las cosas, tiene también
influencia capital en la estructuración de los centros del trabajo. El
sitio de trabajo tiene que armonizar con las medidas corporales, lo mismo que
la silla de trabajo, los focos del alumbrado, la colocación de las máquinas
y la disposición de las herramientas. Todo ha de estar relacionado con
las medidas principales del cuerpo humano: los guardarropas, la altura de los
grifos sobre los lavabos y sumideros, la forma de las mesas y sillas en las
salas de reunión y descanso, etc. Pero el hombre no es un ser exclusivamente
corporal, pues vive, piensa, ve y siente. Esto le diferencia de las máquinas.
Necesita aire, precisamente aire bueno en la estancia, y necesita luz, pero
no sólo la necesaria para poder trabajar, sino una luz suficiente y tan
buena como lo exija la salud de sus ojos y de sus nervios. Para mantener sano
su cuerpo necesita también el cuidado corporal, necesita la posibilidad
de lavarse, necesita comida y comedores, lo mismo que necesita salas de descanso
y de reunión para su recreo.
En una importante fábrica del Extranjero, en la que se elaboran productos
químicos y técnicos de calidad, se encuentra una disposición
de los sitios de trabajo que a primera vista causa extrañeza La labor
exige que en grandes salas sean realizados por muchas mujeres trabajos de control
y clasificación. Estas mujeres están sentadas las unas al lado
de las otras en departamentos separados, teniendo delante y a los lados paredes
de separación a la altura del cuerpo. El jefe del servicio declaró
que sin esta separación las mujeres se estorbaban mutuamente con charlas
y miradas, con lo que se distraían del trabajo. Por consiguiente, aunque
a disgusto, se había tenido que optar por esta medida.
Naturalmente, también en las fábricas de Alemania se realizan
algunos trabajos delicados de comprobación que conviene sean hechos en
departamentos aislados. Pero el trabajo que se realiza en dicha fábrica
del extranjero se haría en Alemania por todas partes en talleres descubiertos,
por ejemplo, en serie en la mesa giratoria. La medida que a los alemanes nos
causa allí tanta extrañeza se explica por la clase de los trabajadores.
La fábrica se encuentra en una región en la que no existe tradición
alguna de trabajo industrial. Los trabajadores son como los caballos salvajes,
que se tienen que ir acostumbrando poco a poco, a través de generaciones,
a la naturaleza y a la marcha del trabajo. El visitante alemán advierte
así con qué requisitos naturales puede contar en su camarada alemán
de trabajo, el que por el carácter social heredado y por la tradición
y la educación sabe apreciar debidamente el valor y la finalidad del
trabajo. El aumento de la producción, que se consigue allí con
medidas que nosotros no necesitamos, se ha de conseguir, y sólo se puede
conseguir, entre nosotros, con el hombre exclusivamente. A él se lo hemos
de pedir, lo que sólo podremos hacer después de haberle convencido
de la necesidad social y política de lo que esperamos de él. El
hacerle reflexiones y comprender, y proceder en consecuencia, es de más
importancia que todas las medidas técnicas, las cuales, por lo demás,
sólo son necesarias cuando se han desarrollado de conformidad con el
importante factor "hombre". De otro modo no tendrá valor la
organización técnica ni la mejora del proceso del trabajo. Exactamente
de la misma manera, el jefe de servicio de la fábrica extranjera tuvo
que tomar sus medidas en vista de la voluntad negativa, aunque sólo provisionalmente,
del hombre.
Con este ejemplo se ha querido demostrar que en una empresa se puede alcanzar
todo rendimiento únicamente cuando se encuentran bien adaptadas y armonizadas
todas las partes que forman el organismo constituido por el hombre, la máquina
o la herramienta y el proceso del trabajo. Todo jefe de servicio que vea solamente
un mecanismo en estas partes engranadas las unas a las otras, rebajará
el hombre a parte de un aparato y su cuenta no le saldrá jamás
en la práctica.
He aquí otro ejemplo, para la mejor comprensión: Durante la visita
a una fábrica de conservas de pescado, el jefe explicó con orgullo
las mejoras que había introducido. Las latas eran transportadas hasta
las mesas de embalaje automáticamente, mediante una construcción
muy ingeniosa. Las mesas de trabajo disponían de enjuague automático.
Las rejillas para los pies estaban dotadas de calefacción. Las latas
a llenar eran colocadas por una depresión a una altura que permitía
durante el trabajo una postura no fatigosa. Y muchas cosas más. Al preguntarle
si podía indicar hasta qué punto participaban estas instalaciones
en el aumento de la producción que registraba la fábrica, declaró
que estas instalaciones no eran lo esencial, que lo mucho más importante
era que todo camarada de trabajo sintiera constantemente en la fábrica
que él, el jefe, se esforzaba en conseguir todas estas facilidades de
trabajo. Cuando las mujeres veían cómo él mismo examinaba
personalmente el trabajo, se daban cuenta de que había quien cuidaba
de su bienestar, y entonces trabajaban voluntariamente más, para justificar
la confianza. Entonces se interesaban tanto por las innovaciones, que hacían
uso de ellas con todo celo.
No se ha de suponer, de ninguna manera, que la organización "Belleza
del trabajo" haya sido creada solamente con el fin de conseguir un aumento
de la producción, pues la "belleza del trabajo" fue reclamada
ya mucho antes que resultara necesario el gran aumento de la producción
de la economía alemana. Pero cuando esta necesidad surgió antes
de la guerra y durante ella, resultó que no solamente la institución
"Belleza del trabajo", sino también el nuevo espíritu
que se había formado en relación con ella en las fábricas
constituían la mejor de ?las bases para el aumento de la producción.
Pues "Belleza del trabajo" no había sido nunca un objetivo
egoísta, ni había sido establecida como cálculo para alcanzar
mayores beneficios económicos, sino única y exclusivamente para
favorecer al trabajador alemán.
Después de haber citado los primeros trabajos de limpieza y descombro
en las fábricas y talleres, hemos descrito algunos ejemplos para dar
una idea de la magnitud del concepto "Belleza del trabajo", únicamente
con el fin de demostrar que el hombre se encuentra en el centro de todos estos
esfuerzos. Ahora vamos a hablar de algunas campañas de propaganda y de
la labor de la organización nacional socialista "Belleza del trabajo"
en determinados dominios, para volver luego al final sobre las misiones arquitectónicas.
Pues, aunque la principal misión de la organización en los primeros
años fue la de mejorar en todo lo posible las fábricas y talleres
existentes, el objetivo capital ha de ser ahora la creación de nuevos
edificios ejemplares, para demostrar con ellos el ideal de la fábrica
alemana.
Luz y aire
Así como el orden y la pulcritud
son las bases necesarias del sitio donde cada uno trabaja existen otros elementos
que pueden mejorar las condiciones del mismo.
Fototécnicos alemanes y la industria fototécnica alemana han establecido,
en muchos años de trabajo, principios a los cuales se ha de atener el
alumbrado de los talleres con el fin de proteger el gran tesoro del hombre,
sus ojos. No se trata solamente de crear buenas condiciones de alumbrado artificial,
sino también de conseguir una luz diurna conveniente. Pero todos estos
buenos y bellos principios eran observados raras veces, por lo que se impuso
la necesidad de asociar la teoría a la práctica, o sea, de hacer
nuevos ensayos, para poder llevar a todo taller un buen alumbrado. Con ayuda
de impresos de enseñanza, de películas y conferencias de propaganda
y, no por último, de una red de centros de consulta extendida por toda
Alemania, fueron convencidos los jefes, maestros y personal de las fábricas
y talleres, de la necesidad de establecer condiciones irreprochables de alumbrado.
De esta manera desaparecieron casi de todas partes las bombillas eléctricas
descubiertas con pantalla de lata esmaltada. Se estudiaron y construyeron lámparas
apropiadas para diversas ocupaciones y sitios de trabajo. La importancia de
un buen alumbrado diurno, el establecimiento de los sitios de trabajo en proporción
correcta con las ventanas, el montaje adecuado de las lámparas en la
estancia y las medidas apropiadas para evitar el deslumbramiento, todo esto
se estudió y se recomendó a las fábricas y talleres después
de su esmerada comprobación y, lo que es particularmente importante,
se aprovechó y se observó en gran escala. Todos estos principios
del buen alumbrado de los lugares de trabajo fueron mantenidos igualmente cuando
la guerra obligó al oscurecimiento exterior de fábricas y talleres.
"Alumbrar por dentro ? oscurecer por fuera" llegó a ser el
lema durante el trabajo de guerra.
De igual importancia para el bienestar y la salud del trabajador es el establecimiento
de buenas condiciones de ventilación en las fábricas y lugares
de trabajo. También en este terreno se han hecho extensas investigaciones
e innumerables ensayos. Ya en la parte arquitectónica de los recintos
de trabajo se puede y debe tener en consideración una buena ventilación.
Se ha de cuidar de que la ventilación sea constantemente buena y evitar
las corrientes de aire. En muchos sitios de trabajo es necesario dar salida
directamente a los gases y el polvo. En muchas fábricas es preciso montar
instalaciones termógenas, que aporten aire frío cuando hace calor
y aire caliente cuando hace frío. En este terreno, la industria alemana
ha desarrollado instalaciones nuevas y prácticas, en parte también
con la colaboración de la organización "Belleza del trabajo".
En el dominio del buen alumbrado y de la buena ventilación, ha ocupado
la organización "Belleza del trabajo" un puesto de mucho éxito
como mediadora, pues ha cuidado de que tengan entrada en las fábricas
y talleres los buenos y útiles artículos de las industrias fototécnica
y aerotécnica y ha señalado las necesidades particulares del trabajador
en este dominio, consiguiendo así a la vez que la industria haya podido
desarrollar otros aparatos y otras instalaciones del mayor provecho para estos
fines.
Limpieza y salud
Todas estas mejoras fueron guiadas
por el empeño de proporcionar las mayores facilidades posibles al hombre
en su centro de trabajo. Mas el cuidado del hombre en su taller u oficina ha
de extenderse también a otras comodidades que puedan aumentar su bienestar
corporal y espiritual, en primer lugar a vestuarios, lavabos, cuartos de baño,
retretes e instalaciones sanitarias. Una gran campaña, bajo el lema "Gente
limpia en taller limpio", dio por resultado que hasta los talleres más
modestos instalaran algunos cuartos con lavabos, duchas y baños. A iniciativa
de la Organización, desarrolló la industria instalaciones especiales
de lavabos y además se exigió la separación del cuarto
de aseo del vestuario. En algunas empresas en que es inevitable el trabajo sucio,
como en las de minería, se estudió exactamente y se incluyó
en un sistema práctico el problema del cambio de ropa, de la debida conservación
de la ropa de calle y del lavado y la manera de guardar la ropa de trabajo.
Así se llegó a la instalación de los llamados "caminos
en blanco y negro" en las empresas de minería, denominación
debida a que el trabajador tiene que recorrer el mismo camino desde su entrada
con la ropa limpia de la calle hasta que se pone la ropa de trabajo, pasando
por cuartos de aseo. A la vuelta tiene que pasar además por un camino
de irradiación, durante el que es irradiado con luz ultravioleta.
Huelga decir que en determinadas empresas se han previsto medidas especiales,
por sus particulares condiciones de trabajo, etc., p. ej., en la navegación
marítima. En ésta, los hombres tienen que vivir durante semanas
y semanas en el barco, por lo que se ha reclamado y conseguido que el simple
marinero lo mismo que el oficial dispongan de camarotes y cuartos de reunión
cómodos y agradables.
Un gran espacio en el organismo de las empresas de hoy lo ocupan asimismo los
jardines y los campos deportivos. Durante los descansos y después del
trabajo, obreros y empleados se pueden dedicar a la cultura física. Por
eso encontramos hoy en muchas empresas piscinas de natación al aire libre
o cubiertas, y campos especiales donde los equipos de trabajo se reúnen
para celebrar determinadas solemnidades. Los jardines han sido instalados no
sólo en el suelo, sino también en tejados y verandas, y es frecuente
ver durante el descanso del mediodía, después de comer, hombres
y mujeres descansando en bancos y sillas.
No es posible describir aquí en todos sus pormenores el desenvolvimiento
alcanzado por las instituciones sociales en las empresas alemanas, desenvolvimiento
considerado hoy como la cosa más natural del mundo. A la obra de reforma
perteneció también el embellecimiento y mejora de las entradas
a las fábricas, de las calles de acceso, y en general el embellecimiento
arquitectónico y de jardinería. Por lo tanto, el camino de los
trabajos de la organización "Belleza del trabajo" condujo por
sí mismo a que se dedicara particular atención al problema del
edificio industrial; la Organización misma presentó entonces ejemplos
de instalaciones industriales en las que se observan todos los pormenores necesarios
para el bien del trabajador y representan organismos grandes y bellos en los
que las instalaciones sociales y los recintos de trabajo forman un todo armónico
de nueva belleza.
Salas de reunión y casas de recreo
Hasta ahora no hemos manifestado
que gracias a la .reforma social formidable ha sido posible, en la mayoría
de los casos, ofrecer al trabajador una comida caliente al mediodía.
En casi todas las industrias se han instalado cocinas modernísimas y
donde esto no ha sido posible, como en las empresas pequeñas, se utilizan
los servicios de una cocina central que prepara la comida para muchas industrias
a la vez. Este desarrollo trajo consigo la necesidad de disponer para el trabajador
de piezas especiales en las que pudiera tomar sus comidas durante los descansos,
ya que la costumbre de traer su comida de casa al sitio mismo de trabajo, no
contribuye a fomentar la actitud moral que merece el trabajador alemán.
A esta exigencia, basada más bien en consideraciones prácticas,
se añadió pronto la idea de crear una pieza que sirviera principalmente
de sala de desayuno, que fuera un lugar de recreo y un sitio en el que se pudiera
reunir todo el personal. Estas ideas e incentivos se llevaron a las empresas,
a los jefes de talleres y a los trabajadores mismos. No cabía hacer mucho
más, pues no se querían imponer pretensiones jurídicas,
toda vez que la realización tenía que ser voluntaria, por considerarse
éste el único suelo en el que podrían madurar estas ideas.
Esta fe en la fuerza sana y creadora y en la buena voluntad, no experimentó
desengaño, y si se necesitara una prueba más de que la idea nacionalsocialista
ha despertado nueva confianza precisamente en los hombres de las empresas industriales,
ahí están, como testimonio elocuente, las muchas creaciones e
instalaciones de las colectividades de trabajo.
La casa de recreo de la empresa industrial alemana no es un tipo basado en ordenanzas
ni en normas arquitectónicas. Cada empresa tiene su carácter y
otras condiciones para la ilustración de la colectividad. Las medidas
y la situación de los edificios y piezas dependen de las condiciones
locales, de la extensión de los talleres, de la situación de las
viviendas, de las costumbres locales y de la situación en la campiña
Pues para la gran ciudad rigen otras condiciones que para una región
campestre. Para la cantera se tendrán que considerar otras necesidades
que para un edificio de administración, pues no se trata solamente de
levantar edificios, sino que éstos han de responder a una necesidad,
han de cumplir un fin y han de ser un hogar digno para la colectividad. Así
una construcción de esta naturaleza sirve a una gran misión, pues
como hogar de una colectividad tiene que ser su medio y su marco. Es preciso
que forme con su vida un todo indisoluble y sea hacia fuera un signo simbólico
de ella.
Al mismo tiempo será una parte de la casa y una parte de la campiña
en que se encuentre. Pero esto no se ha de entender solamente en sentido exotérico,
sino también en el contrario, en el esotérico. El edificio ha
de pertenecer a las gentes que viven y trabajan en esta campiña, y la
vida en esta casa las ha de arraigar todavía más al país.
Así sucede que en estas casas de recreo se observa a veces sorprendente
riqueza en tradicionales motivos y formas de construcción que muchos
consideraban perdidos. Por todas partes se emplean los materiales del lugar
en la antigua disposición. Esto no tiene nada de común con un
falso romanticismo, camino por lo demás no recomendado. Se ha demostrado
que los hombres que trabajan en tales empresas están más íntimamente
unidos a sus campiñas de lo que todos suponíamos. Y se advierte
también que los trabajadores, sean cuales fueren los materiales que trabajan,
se dan debida cuenta del trabajo de los artesanos y del constructor del edificio.
Siendo las piezas y casas una parte de la empresa a que pertenecen, será
necesario que las mismas armonicen con la arquitectura de los edificios de los
talleres y de la administración. Pero en su exterior se distinguirán,
no obstante, por su carácter particular. Hoy es la cosa más natural
del mundo que una empresa industrial tenga sus salas de reunión. Una
casa dedicada a la industria y el comercio no se compone solamente de salas
de trabajo y oficinas de administración, sino también de una sala
de reunión, de vestuarios y lavabos, de instalaciones de recreo y deporte
al aire libre y de un campo de grandes reuniones. Estas son partes orgánicas
y hoy necesarias de una empresa industrial en la Alemania nacionalsocialista.
Lo mismo que las piezas y los edificios destinados a la administración
y a la fabricación se han de encontrar instalados en el debido orden
orgánico, en igual forma han de estar debidamente ordenados los lugares
de la colectividad, en armonía correcta y natural con el conjunto de
la planta de la fábrica. En todo proyecto de fábrica estarán
estos nuevos elementos en el lugar que les corresponde.
La colaboración del trabajador en la construcción de estas casas
suyas y en la instalación de salas de recreo en las empresas en que por
falta de espacio o por otros motivos no se pueda pensar por de pronto en una
construcción especial, no se extiende solamente a la colaboración
voluntaria en los trabajos de urbanización y construcción, sino
también a dar consejos, a presentar ideas y a exponer deseos. Las deliberaciones
de los hombres del Consejo de Confianza con los jefes de servicio, las consultas
de los trabajadores entre sí, todo esto pertenece al acontecimiento del
proyecto y de la ej . ecución de la construcción, al cual toman
parte todos los que trabajan en la casa correspondiente. Ninguno quiere quedarse
atrás, cada cual contribuye con algo y así se consigue mucho que
habría podido parecer al principio un sueño temerario. Estos gratos
tiempos con su buen humor, quedan en la memoria de todos y su recuerdo se une
para siempre al edificio ya terminado.
La organización "Belleza del trabajo", con su Sección
de Arquitectura, ha construido en los últimos años algunas Casas
de Recreo de fábricas, con el fin de ofrecer líneas directivas
generales con estos "edificios tipos". Estas líneas no se han
de extender a elementos externos, sino al carácter arquitectónico.
Para la instalación se desarrollaron diversos modelos, que construyen
las industrias y oficios correspondientes. Así se idearon modelos de
mesas, asientos, armarios, lámparas, etc. Igualmente se proyectaron percheros,
correderas para cortinas y otras pequeñeces, de modo que se dispone de
un surtido abundante. Pero no ha sido la intención de la organización
"Belleza del Trabajo" el introducir tipos determinados o llegar a
una reglamentación estrecha en el dominio de la instalación interna.
Estos modelos, lo mismo que los edificios "tipo", sólo pretenden
servir de guía o dar una idea de lo que se desea. Ante todo se ha perseguido
la mayor solidez posible de la construcción. Estos modelos han merecido
mucha aceptación y se encuentran por todas partes en las nuevas salas
de reunión. También se advierte muchas veces que han sido creados
de nuevo objetos análogos, que concuerdan con los modelos en intención
y carácter. Ha llegado a ser una buena costumbre el consultar a los artesanos
de la localidad, para la instalación de las piezas. Pero también
los trabajadores de la casa colaboran a menudo precisamente en la instalación
interior de las habitaciones. Muchas veces se construyen en los propios talleres
lámparas, picaportes o la caja de la radio.
La sala de reunión y las instalaciones de la colectividad dependen, desde
luego, en su extensión y tamaño de la naturaleza e importancia
de la casa y del número de personas ocupadas en ellas, pero las mismas
se han de encontrar en toda empresa industrial. Hasta en el más pequeño
de los talleres puede haber una instalación modesta de esta clase, como
se advierte en muchas empresas pequeñas, en las que se encuentran con
frecuencia un campo de deportes, un jardín, un comedor y lavabos y vestuarios.
Y de alguna manera se habrá cuidado entonces de crear con pocos medios
un recinto instalado de tal manera que se pueda celebrar en él una pequeña
fiesta o una reunión especial de la colectividad. Pero en todas las empresas,
grandes y pequeñas, se piensa en la ampliación y en la mejora,
y por todas partes se nos habla de proyectos y de posibilidades y se pide el
consejo del ponente de la organización "Belleza del trabajo".
Todo esto demuestra que los trabajadores se sienten en su fábrica en
su casa, que el taller no es ya el lugar de esclavitud, sino su mundo, su taller,
que les pertenece a ellos y que ellos se forman a su gusto.
El Dr. Ley, jefe de la Organización del Reich, ha nombrado el año
pasado centros de recreo durante el tiempo libre "Fuerza por alegría"
a varios restaurantes y locales de reunión de pueblos y ciudades, particularmente
adecuados para fiestas y reuniones colectivas, Entre ellos se encuentran algunas
Casas de Recreo de fábricas, principalmente las que se encuentran en
el campo o en lugares donde ofrecen la única posibilidad para la reunión
de gran número de personas para la celebración de una fiesta o
de una junta. Estos centros destinados al tiempo libre están dotados
de salas, escenario y buenos guardarropas. Representan una forma ampliada de
la casa de recreo, están al servicio de una colectividad de importancia
y son el centro de la nueva vida social. Con tal nombramiento y distinción
se amplía la idea de la Casa de Recreo al mayor concepto del Centro de
fiestas y solemnidades. En todas partes donde la comunidad se erige un monumento
visible en espacio y construcción, se desarrollan también nuevos
usos y nuevas costumbres de vida.
Un nuevo estilo de vida
"Honrad el trabajo y respetad
al trabajador" dice una sentencia de Adolf Hitler, que se ve escrita en
grandes letras en muchos talleres. En la Alemania de hoy todo el mundo es un
trabajador, sea cual fuere el puesto que ocupe: ministro, director, artesano,
artista, cerrajero, escribiente o embalador. Otra sentencia del caudillo de
Alemania dice: "De ahora en adelante sólo habrá una nobleza,
la nobleza del trabajo". Así ha quedado demostrado que el matiz
proletario del concepto "trabajador" y la actitud de lucha frente
a otra clase social, se han borrado para siempre en Alemania. Así han
dejado de tener razón de ser y han caído en el olvido todas las
tentativas literarias de construir una Cultura proletaria. En Alemania no hay
más que una cultura y una forma de vida, las del hombre alemán.
Es de comprender que de todos los esfuerzos encaminados a transformar el taller
en una célula vital de la comunidad, tenía que resultar un estilo
de vida del trabajador alemán. Tal como ha desaparecido la fábrica
romántica, pero sucia y abandonada, igualmente ha dejado de existir aquella
figura que se solía representar como prototipo del trabajador internacional
como producto de la lucha de clases en los carteles electorales, el hombre con
la mirada extraviada y melancólica, con el traje destrozado, que habita
con sus hijos hambrientos y su mujer que se queja eternamente en una miserable
barraca. Todos los extranjeros que han pasado por Alemania, han manifestado
siempre haberse visto sorprendidos de que el trabajador alemán fuera
tan bien vestido, con cuello blanco, con corbata y con buen calzado. Así
ha sido siempre el trabajador alemán y cuando careció de lo más
necesario por la miseria y el paro, no por ello padecieron menoscabo su amor
a la limpieza ni su anhelo de valores más elevados.
Hoy el trabajador oye música de alto valor en la gran sala de reunión
de su fábrica, exposiciones artísticas llegan a él, a la
fábrica, y come en buena vajilla, en comedores artísticos y amueblados
y decorados con gusto exquisito. En el campo deportivo de la fábrica
se dedica a los deportes, lee los libros de la biblioteca de la fábrica
y oye conferencias sobre su oficio y sobre temas generales. Así empieza
en el taller una obra de educación e ilustración que influye sobre
su espíritu, sobre sus sentimientos artísticos y sobre su gusto.
Todo esto no deja de tener influencia sobre la estructuración de su vida
personal, sobre su hogar, sobre sus costumbres y sobre sus modales. Con esto
entra en vías de realización algo grande, o sea, el desarrollo
de un nuevo estilo de vida del trabajador alemán, que empieza en el taller,
donde él forja valores para la comunidad. La eterna correlación
del hombre y el ambiente, se manifiesta en este proceso del desarrollo de un
nuevo estilo de vida. El lugar del trabajo no es el lado sombrío de la
existencia, sino una parte del espacio vital. La unidad armónica de la
vida y el trabajo, la comunidad y el individuo, es la garantía del desarrollo
de una forma nueva de vida, genuinamente alemana.