LAS CIUDADES


Cuando llega la noche,
emergen las estrellas
formando un manantial
en el firmamento.
Las ciudades,
cual más, cual menos
tienden a resaltan
sus torres ya encendidas.
La más alta de todas de ellas,
es nuestra majestuosa Torre Entel
con sus centelleantes juegos
de luces de colores llamativos
que   intentan escudriñar
la gran bóveda celeste
en busca de las comunicaciones.
El campanario de concepción,
entre tantos otros de nuestro Chile,
son las torres algunas de ellas
habitadas de las ciudades,
donde se apiñan seres humanos,
buscando la tranquilidad nocturna,
mientras,  afuera deambula
la gente noctámbula de  la noche
en busca del esparcimiento.
Esas son las ciudades,
con sus luces, que brillan
y las destacan como punto
de referencias.
Torres y edificios mancomunados
en las vidas nocturnas,
amparadas a las luces
de la gran ciudad.
Esas son las ciudades y sus gentes,
y esas son sus torres.
mientras el día duerme,
la noche luego despierta
y la gente se mueve raudamente
a sus aposentos, otros
comienzan a vivir el noctambulismo.

 

TRISTEZA OTOÑAL

La tarde se ve fría y helada,
donde la tristeza se consume
por las brisas de la otoñada.

Mis pensamientos
son como las cascadas
que corren por las inmensidades
de la noche.

Busco el apacible calor
que me de fuerzas para
encontrar lo perdido

El cielo, perdió sus estrellas,
y la luna desapareció...
pero, a pesar de todo,
tus manos se ven
como suaves sedas blancas
y tú pelo suelto
que me enloquece.

Tú corazón  limpio y sincero
a la luz de un consuelo
en esta apacible otoñada.

Ya no siento frío... tampoco
hay tristeza... no necesito las estrellas,
ni menos la luz de la luna...
con solo tu reflejo femenino
en la apacible otoñada,
me entrega la dulzura
del gran querer en mi vida.


REQUIEBROS

¿Por qué hay que buscar
algún sentido,
que inquieten a la vida ?
¿Para qué llorar o lamentar
el amor,
que está en el olvido?.

Otroras fueron las realidades,
abismales son las etapas
de vidas espejales del sentido.
Bendecir o maldecir a aquellos
momentos que ocurrieron
en el ayer.

Amor que murió en el destino,
como espectro que no vivirá,
para hundirse en el abismo
de la locura, de la evocación.
Vendaval, centinela inconstante
de la vasta huellas del pasado.

Pasa el tiempo justiciero,
que destrozó mí corazón,
quedando guardado en el baúl,
un recuerdo más del encanto.
Testigo mudo del dolor,
que no vale la pena
siquiera intentar recordar.

                    POETA ARNOLDO FUENTES

                                ANGOL-CHILE