Niña y su aldea Niña de mi alma, la aldea encontró tu sal, encontró la corona de tus arrinconados ojos, porque con tu labio sinfónico hasta me mojo, tu brisa fugaz, primera pobladora del mar. Tu aldea es fuente de toda tu piel leve, se acarician tus calles como yo a tus caderas, y mientras hago manso cabello de tu ladera, tu me siembras panderos de besos breves. Qué torbellinas casas donde tiemblan tus fisuras, mi niña ha sido grava al parto de sus aceras, tus trenzas apremiaban las envidiables riveras, allí donde esté el pie al bailoteo de tu hermosura. Queda cascada mi sonaja, garganta de este hombre, queda a la espera el remontado polvo de tus andares, por la tonada de tu nardo inevitable, que mil enamorados de esta aldea griten tu nombre. Felix |