Entre beso y boca
Bocas de columnas y laureles,
bocas con lazos de almohadas edificadas,
pétalos acuerpados por sus mieles.
Boca amansada al mito de su sueño,
beso de placer y de panales,
junco de ese beso sin dueño.
Saliva de su abrazo que llena su tormenta,
boca arrastrada de racimos de azahares latentes,
beso que ofrece brasas soñolientas.
Aferro el beso al hijo de su tibio lienzo,
brisa que lame bocas de madreselvas,
matorral de bocas por tapiar comienzo.
Guantes y lanas que a su beso me toca,
cuerpo que impregna labios y enredaderas,
¡al nectar de mi sed minaré tu boca!.
Besos como principe de mediodías,
del tronco a la tierra trepando ponientes,
adinerada boca de surcadas alegrías.
Cuarzo macizo de labios ya enjutos,
manando piel de naipes acelerados,
besos de proferidos buques a otros puntos.
Saliva que a su ramal da alba de umbrales,
saliva corrigiendo el manzano más espumoso,
saliva que hace llover flujo a los corales.
Bocas de sonoro bordón de violines,
bocas como ópalos a los pliegues de los palacios,
bocas que alientan el sándalo y los clarines.
Besos fusionando un cetro de azabache mañanero,
besos pariendo luces y pastando zafiros,
besos de alcoba de fecundante romancero.
Labios de cornalino labial y mondas panderetas,
labios que ciñen nanas de porosos oleajes,
labios de nópales con timones de altas torretas.
Lenguas de arrecifes de jadeos venturosos,
lenguas de sintaxis de volcanes almidonados,
lenguas gelatinando corceles caballerosos.
Pululante alcázar de humedecida ropa,
estruendoso vendaval de dentellada roca,
¡al nectar de mi sed minaré tu boca!.
De tanta estrofa se ahoga mi puño y su hueso,
entablillando canela de altas mejillas,
sumun de huracanado y vasto beso.
Felix
|