A TI MADRE Cuando la tarde se aleja y los rayos del sol se esconden, tu rostro en él se refleja, allá en el bello horizonte. En el crepúsculo de esa tarde, cuando el gélido viento por mi ventana penetra, el fogón lentamente arde y mi mente se queda inquieta. Sin tu amor, no se que darle, me acongoja la torpeza de no saber explicarle que tú ya no vives, madre, ¡dame fuerza!, para... al cielo arrebatarle, aunque sea tu silueta, si no puedo tu cuerpo, madre. M. Calvo |