Cálamo entristecido

Como sombra espesa
la desesperanza
me escurre desde mis ojos,
se impone y congela
mi sentir, el latir
arrebatado de mis
visiones,
mi energía es solo
un suspiro ya
y mis manos se
tornan débiles,
hasta mi cálamo
entristece al sentir
el vacío de palabras
dulces, de esbozos
candentes por romper
conceptos enquistados
y me acompaña en
mi pesadez,
solo viéndome que veo
hacia la nada,
donde solo se reflejan
mis pensamientos de
nada, de lo estático
de lo quieto,
como esperando,
solo eso,
esperando.


Me pesan las manos
para escribir, mis articulaciones
endurecen y se oxidan,
hasta el alma me pesa,
me pesa mi pensamiento,
hasta la mirada me cansa,
la razón se me cae como
cascajo,
como lluvia caliente,
como ente latente y mudo
trepándome la hiedra.

Siento el cerebro
como hecho nudo,
amarrado a cadenas
de escenas matizadas
de violeta y grisáceas
masas deformes
que se precipitan como lastre,
que se pierden en las bocas
como cavernas que todo se
lo tragan, hasta el silencio
es atrapado en la negrura.

Siento cada gota de sangre
que se endurece a cada segundo,
siento cada lágrima que escapa
y se evapora, huyendo y queriendo
liberarse de su encierro.

Maldita hondonada
en la que se cae a veces,
como barranco oscuro,
como la nada,
riendo con sarcasmo
la negrura de la gran boca
tragándoselo todo a uno.
Más no es lo que importa
de momento,
pena es no tener una palabra
que plasmar con mi cálamo
entristecido,
con mis manos heladas,
con mi corazón desdeñado
con mi cerebro cocido
cual barbacoa.


Autor: Jesús Acosta / 2000