(20) (Silente ofensiva) Ha caído la negra Torre. Los ancianos reciben un freso soplo, mientras se rompen los grilletes de los esclavos. En el crepúsculo se agitan oscuras cabezas de codicia. El mar recomenzado se explaya en sus orillas. Cuando asoma por el bosque el jabalí de corazón ardiente, el Tiempo se demora. Crepita la infausta hora en que se desciende a los Infiernos. La Columna se retuerce en espiral, acaso atisbando lo celestial. Hay cosas que hielan de espanto -tú, el que me ausculta, bien lo sabes- incluso en los ensueños. Horrenda es la plaga de lo Vacuo con su silente y ondulante infamia. Se consume mi Jactancia: ¡qué alegría! Un ejército de almas ilustradas enciende una vasta antorcha de Amor. La Dignidad también es visible en lo más alto de los cielos. El Hastío cayó de espaldas, junto al arbusto del peregrino. La Libertad ficticia es barca sin mar, sin timón ni remos. Tembloroso es el fundamento que presto se aloja en el Olvido. Mujer: cuando pusiste tus desnudos pies en el precioso escabel quedé embrujado por tus lindos tobillos. Tú que me deslizas palabras evocadoras eres príncipe en mi escueto páramo. Con gran dolor vi tu cántaro lleno de dolorosa precariedad. La Guerra anterior a las guerras sólo trajo angustia, dolor y muerte. No te lleves secretamente a la tumba la postrera y hondísima pena. La prosperidad no se mide mediante el humear de Almas. Pero no todo es profundo, no todo se reviste de arcoiris, no todo goza con el dinamismo: ahí está el remanso de las aguas, las tierras agostadas en la canícula, los árboles despojándose de sus hojas ... Pero tú, mujer, si me quieres, baila; baila con las desnudas palabras, baila con versos que susciten la vida; y llévame en volandas hasta que quede suspendido, contemplando el Amor a la Vida. (Poema extraído del poemario "Guirnalda") Juan José Reyes |