Ataduras Una luna de vino tapizó las manos, los dedos, los oídos. Las narices espiaban desde un espejo blanco. Los ojos eructaron en mi esqueleto de hilo. Entonces, até mis pies a mi lengua, mis muslos a mis tobillos. Me anudé, me refuté. Caí, caí, caí... .Más allá de la caída, Li P besó mis entrañas y comprendí la anarquía de lo oscuro María Milagros Roibón |