“fuego en el pecho”

 

DESEO.

 

Que te aparezcas de la nada,

que no tengas más excusas

que ser parte de un milagro.

Que me sorprendas

con tanto imprevisto.

Que te acerques hacia mí,

que sólo te haga falta

desplegar tu mano mágica

sobre mi espalda rasgada

para que todo

comience a tener sentido,

sentido tenerte.

Que me suspires

cerca del oído

y sólo digas ya era hora

desde ahora no más demoras

y, sin que llegue a escucharte,

ya tenga tu boca

sobre mi pecho

tragándose mis latidos tuyos.

Que nada te detenga,

ni mis súplicas

ni las del destino.

Que sólo seas vos

esta maraña de sensaciones

hechas de ilusión y realidad

y te metas en mi cama
y me arranques de esta trampa

atándome a tu engaño.

Y, una vez que me derritas,

ya no seas fantasía,

para que mañana,

cuando intente despertar,

no seas sino vos

la que me sirvas

el desayuno

en medio del sueño.

Y yo ya no necesite

recortar pedazos de pasados

para consolar

mi presente sin futuro,

sino que sea tu existencia

la única medida de tiempo

que rija

la eternidad

que depare el hecho

de vivir bajo el amparo

de tus alas,

sobre tu calor

de tus labios,

y al lado

de tu cuerpo de mujer

durmiendo en el mismo

colchón que yo,

corazón.


 

RESPLANDECE.

 

No te hagas eco

del gris de la calle,

del lento correr de las horas,

de lo pesado

que suelen

caer las lágrimas.

Resplandece,

sacale el brillo a tu coraza.

Brilla siquiera por un momento,

que nunca se olvida

el nacimiento de una estrella,

con los pies

sucios de fango.

No te dejes llevar

por el río de silencios

que arrasa a la ciudad

mientras descansa

su sueño pesado.

Resplandece,

que nunca se borra

en la memoria

el fulgor de haber sido

- aunque sea una sola vez -

la luz que despabiló

el insomnio de alguno.

No tengas miedo.

No sólo se trata de vivir.
Arriesgate,

no te quedes afuera

mirando como otro lo hace

o esperando que otro se anime.

Dale sentido

a este ordinario

y aburrido pasatiempo

en esta tierra.

Sacale jugo a tu existencia.

Resplandece,

vale la pena.



LA PARTIDA DE UN ANGEL

 

Sécate esa lágrima

y que ni se te ocurra

dejar escapar un suspiro.

Sólo date vuelta,

desplegá tus alas

y volá.

Volá espléndida y suavemente

hacia las nubes.

Y cuando llegues allí,

buscalo a Dios

y comentale que le fallaste.

Contale que en la Tierra

supiste reír

y acariciaste alturas

más altas que sus dominios,

quizás.

Contale que hasta fue necesario sufrir

para conocer a que sabe

el aroma de lo provocativamente

prohibido,

y que aprendiste

a gemir de felicidad.

Contale que le fallaste,

que al llegar a este planeta

te enamoraste de un tipejo mal aseado

tan parecido a este que te escribe

- aunque sin la pena de perros en sus ojos,
que le dejó esta partida casi obligatoria. -

Pedile perdón,

el viejo te va a saber comprender,

y una vez que lo hagas

quedate a su lado,

o dedicate a tocar el arpa

por las nubes,

pero ni se te ocurra

bajar otra vez.

No sabés

lo tristemente mal producidas

que son las segundas partes

de estas típicas novelitas romanticonas.

Quedate ahí,

haceme caso,

escondete detrás de una nube,

y, si querés,

para matar el aburrido tiempo celestial,

observá.

Observá como este simple tipejo

todas las noches se embriaga

recordando que una vez

estuvo a punto

de juntar cielo y tierra

en un mismo escenario :

Esta cama de dos plazas

que todavía tiene que terminar de pagar

- en cómodas cuotas de sangre ajena

y lágrimas pesadas como mercurio. -




DORMI CONMIGO.

 

Dejame contarle al mundo

que a veces llueve oro

detrás de la ventana.

Dejame contarle

que a veces

la noche tiene tantas luces

que hasta el invierno

parece Año Nuevo.

Dejame ser todopoderoso,

indestructible, eterno.

Dejame escribir

la canción que aún no escribí,

esa que tarareo de memoria

sólo para tu oído

y luego me la olvido.

Dejame convertirme

en ave, en ángel,

en suspiro de gigante.

Dejame ser dueño

del momento.

Dejame ser un visionario,

que entre tus piernas

encuentre el secreto,

que entre tus labios

encuentre el secreto,

que entre tus ojos

encuentre el secreto.
Para por una vez por todas

poder contarle al mundo

(con la seguridad que otorga

la sabiduría de tus letras)

que a veces es posible.

 

Se buena,

concédeme un deseo.



DORMI CONMIGO.

Para que si mañana

amanezco nuevamente solo

poder, por lo menos,

quedarme con el recuerdo

de tus postales del paraíso.

Para que si mañana

amanezco a tu lado

poder convencerme

que todo el dolor de este parto

tuvo sentido.

Y así, de la forma que fuese,

contigo o sin tí,

a partir de mañana

pueda yo dedicarme

a trovar por el mundo

que el AMOR existe

y comparte un cartel gigante

con las letras de tu nombre.

Sé buena.

No me dejes
con esta desesperación

que trae aparejada

la ignorancia

y el deseo ardiente

de querer conocer

qué hay más allá

de este silencio.

 

Concédeme un deseo.

Dormí conmigo esta noche

y volvamos metáfora

lo que cualquiera vería

como un simple

descanso del día

- en esta ciudad

ajena a mi desgracia

o a mi felicidad - .

Volvamos poesía

esta almohada compartida

y celebremos

con un HIMNO DE GEMIDOS

la retirada triunfante

de esta soledad,

(para que por lo menos

por un momento

no haga más mal

del que ya ha hecho).

 

 

DENTRO DE LA PIEL.

 

Podría dedicarme a contar las estrellas,

a hacer sombras chinescas.

Podría mandar un currículum

a la NASA,

solicitando el puesto

de barrendero importado de Sudamérica.

Podría desovillar y ovillar

mil veces

una madeja de 100 kilos de lana,

cantando “la felicidad jajaja”.

Podría quitar las telarañas del cuadro,

desinfectar el inodoro y el bidet,

pegarle una lavada a los vidrios de la ventana.

Podría hacer un curso de títeres,

de cocina, de mimo, de yoga

en algún centro cultural barrial.

Podría hacer flexiones de brazos,

leerme la Biblia

o la guía telefónica,

drogado.

Podría recitar poesía

para un público ausente.

Podría meterme

adentro de la piel.

Podría calcular

cada cuánto pasa el colectivo

por la puerta de mi casa,

después de las doce de la noche.

Podría ser feliz

pensando que soy un gato

que vaga por las terrazas

a la espera del inevitable balazo.

Podría suponer que creo en Dios,

o que alguna vez

nos volveremos a encontrar en el paraíso.

Podría mandar varias cartas

al programa de Susana,

a ver si alguna vez en mi vida gano algo.

Podría imaginarme desnudo

cruzando la Nueve de Julio.

Podría salir a buscar trabajo

de peón de albañil,

o de ché pibe

en una agencia de Remises.

Podría enamorarme de un maniquí.

Podría alquilarme una porno.

Podría salir vestido de mujer

a dar vueltas a la manzana.

Podría pelearme con mi sombra

y decirle cosas ridículas.

Podría ir a una disco

y bailar arriba de un bafle

con un cartel que diga

“REALMENTE ESTOY AL PEDO EN EL MUNDO”.

Podría meterme

adentro de la piel.

Podría ir ahorrándome

unos pesos

comprando la nueva promo

de Coca-Cola.

Podría decir que soy Superman

y tirarme del balcón a ver si vuelo.

Podría sentarme a reflexionar.

Podría ir a rezar

a la Iglesia de Luján

oraciones sabidas de memoria.

Podría comprarme

un billete del Loto

a la espera de que la fortuna

golpee mi puerta.

Podría conseguirme una puta

por $15.

Podría dejarme las rastas

y pintarme de negro,

o hacerme judío, mormón,

vegetariano, drogadependiente,

skinhead, punk,

concheto, hippie esotérico,

asesino en serie,

pacifista,

defensor de indios,

feminista,

policía.

Podría deprimirme

con los problemas sentimentales

de la Suller,

alegrarme porque se viene la Navidad,

sentirme indignado

porque nos boicotearon la final

del Mundial del ’90,

cuando al Diego le cortaron las piernas.

O podría meterme

adentro de la piel,

y permanecer inmóvil

deteniendo mi mirada

en un punto fijo de la noche.

Podría masturbarme.

Podría ver que dan por Cable.

Podría tomarme el bondi

hasta el Correo Central

y pasear por el Centro.

Podría sonreír para la foto.

Podría quedarme quieto

aguantándome la respiración.

Podría comer sandía con vino.

Podría ser libre

en un sueño de pastillas

o de bebidas.

Podría escribir poesía.

Podría presentarme en una productora de películas

para hacer la versión Argentina y berreta

de Romeo sin Julieta

por falta de presupuesto.

Podría encerrarme en un manicomio.

Podría acusarme con la policía

por un crimen inventado para la ocasión.

Podría encadenarme a la cama.

O podría meterme

adentro de la piel

y permanecer inmóvil

durante todo el tiempo

que sea necesario

hasta que mengue todo este dolor

con los ojos y los párpados

hacia adentro,

para que ni las paredes

se enteren

de que en el fondo

me desangro

en un llanto desconsolado.

 


 MURIENDO LENTAMENTE.

 

Y ahora cómo le explico

a este tonto corazón,

que todo este juego absurdo

estuvo escrito así

desde un principio.

Y ahora cómo le explico

que era mentira

la eternidad a tu lado,

la perpetuidad de tu aliento,

la inmortalidad de tus besos.

Si todavía no sé cómo decirle

no pierdas las esperanzas,

a sabiendas de que todo está acabado.

Si todavía no sé cómo frenarlo,

cuando alocado por tu ausencia

se abalanza contra la tormenta

e intenta bañarse

para despabilarse,

de lo que supone una pesadilla,

demasiado parecida a la realidad.

Si todavía ni siquiera sé cómo sugerirle,

que se vaya haciendo a la idea

de que quizás algún día

seas sólo patrimonio del recuerdo.

Decime,

decime cómo le explico

a este tonto corazón,

semejante maraña de sentimientos,
semejante patraña divina.

Cómo le meto en la cabeza,

que no jodió a ningún dios,

pero que así estaban

echadas las cartas de antemano ?

Cómo le explico

que todo esto le sirve de experiencia,

que todo este tiempo

no fue perdido,

que toda esta historia

no fue en vano,

sino que fue un puente

entre una etapa y otra

de la misma vida ?

Si todavía no sé cómo contenerlo,

entre tanto sobresalto

y sorpresa que se lleva a diario.

Si todavía no sé cómo calmarlo.

Mintiéndole que todavía

queda algo por luchar,

mientras se me debilita

con cada golpiza sucesiva.

Si cada vez que intento

abrir la boca para sugerirle

que quizás algún día no estés,

me jura que de Amor se muere.

Cómo le digo,

decime vos cómo le digo,

que no fue él, ni las circunstancias,
sino el destino que así lo quiso.

Que tu ausencia no es provisoria,

que lo seguís queriendo

pero allá lejos,

que vos cruzaste el puente

y nunca te vas a olvidar de él,

que no te cansaste de su latir viejo

sino que simplemente

un corazón nuevo

nunca viene nada mal.

Cómo se lo digo ?,

decime vos cómo se lo digo.

Si cada vez que intento sugerirle

que quizás algún día no estés,

jura que se muere de amor.

Cómo le digo,

que ya te fuiste ?,

sin morirme lentamente

a sabiendas de lo que estoy

matando de un tirón.

 Gito Minore

Gito Minore: Naciò en Abril de 1976 en Buenos Aires, Argentina.

Publicò sus primeros libros de poemas "Emociones Alternas" y "La copa rota" en 1995.

En 1996 publicò "Noventas" al que le siguiò "Walking Alone" en 1997 y "Fuego en el Pecho" en 1999.

En 2002 grabò junto al mùsico Gustavo Zavala su primer cd de poemas recitados "Fuego en el Pecho", recientemente reeditado por el sello Kain y Abel diskos ( Bolivia ).

Todas sus obras fueron publicadas de forma independiente.


·        Copyright Gito Minore 1999

 

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                                                           Capital Federal.

                                         Buenos Aires. Argentina.                                                      

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