Khayyam, tú o
él, quizás yo,
no dejéis de coser las tiendas de la
sabiduría
en la
dolorosa travesía.
El ángel Edea jamás podrá cortar su columna
vertebral
ni sanar su
corpus coló zum sin ti, o él quizás Khaymah.
Los cantos del dolor no tienen
textos
sino sonidos
ultramarinos que junto a los suspiros
de las
sirenas engendran las melodías más bellas
capaces de
curar eternos males.
Al fin hay nada, al principio nada, igual que en la
meta.
¿Se da forma sólo al contenido?
Sólo tú puedes hacer de ello algo
ligero
como el aire
que no ves,
dulce como el amor que no tocas e infinita
como el
universo que no comprendes.