Poemario

I
Corre el humo del viento pectoral
Como el difunto que no encuentra sosiego
El polvo de los recuerdos se va haciendo montaña:
Cirios que ciegan candelabros que huyen...
Así pasa este triste tiempo tendido
En los brazos de la noche En las sombras del sueño
Centinela soy en el túnel del crepúsculo
El aire se extiende y quiebra emociones
El alma apenas se moja con los pañuelos del cierzo
Los ojos apenas ven las ásperas formas que pululan.


II
Clavada el alma en maderos oscuros
El tiempo a veces borra la ternura
Hasta las delgadas líneas que refractan los espejos
Hasta el invierno que acumula para repartirse
Nada aunque persiga es posible
Yo me alimento de difuntos y abismos
Nada me parece si no inauguro ombligos
Si no hay levadura en la luz de las semillas
En la noche desbordo los caminos:
Caen las palabras en una hamaca de piedras.


III
Estar de paso siempre noche y día
Escuchar la campanada e ir en su búsqueda
Luces apenas perceptibles en la niebla
Crepúsculos solitarios en la marcha
Estar de paso siempre como los pájaros
Que golpean su pecho en el estrépito del aire
Estar de paso solo como la noche
Sin posible regreso al atlas de las brasas:
Descender siempre con los ojos colgados
En la más fría red de telarañas.


IV
En el buche de las horas vacilan mis brazos
Hoy como ayer el remolino de los pensamientos
Cae en nudo de murciélagos
Es que nada nos pertenece ni sombras ni equipajes
El corazón se llaga en su sed ensimismada
Entre sombra y sombra que me aprisiona
Se rompen las sienes en los témpanos de lo oscuro
Amanece y sin embargo extensa es la red
Que aprisiona y honda la cárcava que espera
Por mi canto por mis raíces por mi equipaje.


V
“Dime cómo podré caminar desde ahora”
cómo hacer florecer las rosas del aliento
vivir sin injusticias y desalientos
beber leer amar sin tantos cansancios
tenerte y callar asumir tu presencia
persuadir a la noche en su hondura manifiesta
dime cómo reconozco los pies cuando busco el alba
tus poros silbando entre bramidos y jadeos
dime mientras nuestras irradiaciones
no caigan en las cáscaras sumergidas del naufragio.


VI
“Hay un mundo esptantoso” ¡Un suspiro!
Sensación cónica sensación de hoguera
Sensación de ningún viento sensación de nada
Pozo de la realidad en que me hundo
Pozo nauseabundo la realidad
Que nos sumerge en su húmedo océano
Hay un mundo espantoso ¡El crepúsculo se agita!
La luna sofoca su lúgubre piel
Mientras mi itinerario de fría herrumbre entra a la Nada:
Al reloj de la noche sostenido en el puño.


VII
Sin pozo donde beber la lluvia
Monocroma del verano con grietas
Esta conciencia vertiginosa del ocaso
Que absorbe las herraduras del olvido
Estoy absorto ahora ante la luz
Estoy absorto también por ser y no ser:
Cauce interminable de un anhelar oscuro
Hacia féretros desmoronados en su arquitectura
Como un jardín de fragancias delirantes
El rumor pasa más lento que un suspiro extenuado.


VIII
“!Qué silencio se ha hecho de pronto!”
El corazón ha perdido sus violines
Y sólo es atuendo de melancolías
Aquí pasó todo pero han quedado los nudos
De las voces las sombraa absortas
Los brazos ávidos y el sudor errante
Mi memoria envejece en sus cerraduras
Mi manera de mirar se ha vuelto distraída:
Ha siglos que suspira ante el follaje
Ha siglos que mi sique sangra.


IX
He de ir he de marcharme al final
Todo a un poderoso laberinto de asombros
Mi espíritu envuelto en la hojarasca del silencio
En los tiempos que absorben otras formas
Hace falta claridad para salvar el pensamiento:
Hace falta que la vida sea sueño
Que tiempo y espacio no nos nieguen
Por eso a veces asumo la lección de la audacia
Y horado este mundo vacío:
La vida con sus temblorosas pústulas.

X
Todos los silencios caen en mi pecho
Mientras las realidades se desvanecen en los pies
Ahora mi lenguaje está maltrecho
Y susurran los gusanos de la desesperación
Cuerpos y almas frente a mí caminos
Un día dejaré todo un día hasta mi nombre
Caerá en el pozo de las imperfecciones
Alma me digo aunque no exista
Ve y descubre la luz entre viento y marea.

XI
Ni el mar ni los ríos desfiguran sus aguas
Eternos e inmensos en su empeño
Nunca en acecho nunca persiguiendo
Están allí en su límpida fluidez
Más interminables que los ríos del tiempo
Yo me adhiero a ellos conmovido
Pero también porque pertenezco a su grito:
A esa voz de estrépitos y desplomante
De hoguera líquida de olas y retumbos
Yo me adhiero a la locura de la libertad
Con su lenguaje de furtivos sueños
Con sus piernas chapoteando en todos los sitios
Hasta ser definitiva comida para todos.



XII
Creo en el aire y sus raudales
En esa voz que gime completamente móvil
Entre los árboles eco de reminiscencias
Dejad entonces que persevere aquí mi paz
Mi paz y mis leyes y mis censuras
Al fin he aprendido la lección sin brida
Del agua y la tierra con suma sensatez
Dejadme continuar el tiempo es corto
Desde hoy empiezo a temblar por esta edad insonme
Y a ver la luz en cada noche que pasa.

XIII
El agua murmura en sus secretos
La vida en sus propios ahogos
Alma mía de niño con capirucho y piscucha
Que nunca alcanza al pájaro en su sino alado
Junto a los ríos cuelga mi alma
El destino es como un deseo desconocido
¡Ah la noche asumiendo mi conciencia!
¡Ah la noche murmurando siempre como olas
apenas descifro las palabras [intensidad y altura]
como el soneto de Vallejo que me atollo en el gemido.


XIV
Horas que disgregan nuestra sique
Horas que florecen como el anhelo
Días que van como hojarascas
Días resplandecientes como espejos
Semanas que vuelan y estallan
Semanas audibles y multicolores
Meses como una página en blanco
Meses como una pintura de Joan Miró
Años que brotan como mariposas
Años chamuscados como nuestra Patria.


XV
El sol está hecho de vocales ardientes
La luna de húmedas cenizas menguantes
Las estrellas de religiosa pedrería
Los cometas de un oleaje de destellos
Y frente a todo esto la palabra:
¿De dónde surgió con espejos y entuertos?
¿De la lava zodiacal de la sed?
¿De los tiempos y sus ficciones?
¿De la realidad con sus múltiples ventanas?


XVI
“Mi casa fueron mis palabras, mi tumba el aire”
la noche me habla me habla el alba
y en ambos instantes del destino
la palabra me empapa suavemente
con sus aguas y rizados chupamieles
son mi casa dice Octavio Paz
¡Qué más decir! ¡Qué agregar! Aquí está todo
por ello son tan habituales que en el aire
van aladas hojas de álamos
que recojo o despojo del murmullo del tiempo.


XVII
Pasó la tormentosa noche del alma
Pasaron tempestad y huracanes fieros
Durante días me enfrenté al crepúsculo
Durante noches combatí a los relámpagos del alma
A bordo de mis sueños las desgracias
Era tal todo que no sonaban las campanas
Días enteros tenían nubes funerarias
Desde la casa o el monte la zozobra
Los cuerpos salpicados con las ventiscas del plomo
Y la noche entera tendida sobre la vida.


XVIII
De cada estación van quedando rescoldos
Quemados por nuestras emociones
El verano me arroja meridianos
El inverno gajos de lluvia golopante
Y horizontes de pájaros abismales
vuelvo a las estaciones como volver
A ver sombras refractadas en espejos
Aquí o a llá me lleno del tiempo
También de las raíces del musgo y las sombras
También de los múltiples destinos de los labios.



XIX
“La vida es sólo lo humano que camina”
lo demás es pálido tizne del cuerpo
pero lo humano también es el misterio
gajos de húmedo asombro
levadura de la sangre que desnuda
lo humano también es esa puerta
que abre los fuegos y respiros del alma
el amor hondo encarnado y ensimismado
en el más audible sonido de la sique.


XX
Descubrí que en tu subconsciente
Se libra una batalla inconfesa
Yo no sirvo para lidiar en catacumbas
Prefiero la luz diáfana de los vitrales
La luz resplandeciente de la hoguera
Es mejor el ojo abierto en la aventura
Porque el alma se espacia en lo alado
Y no en esa prisión sin surtidores
Sigue tú esperando esas cadenas
Y deja mi pálpito en su propio vértigo.


XXI
Hay algo en la plenitud de la noche
Los sentidos que se llenan de todo el silencio
La tierra que se enfría junto a mis ojos
El agua que discurre sin que pueda entenderlo
Las preguntas que me asaltan postreras sombras
Como una túnica que debo ponerme
Hay algo más en la plenitud de la noche
El corazón con sus quejidas sombras
Y esa tristeza de los sueños muertos
Que son como la placenta en que gravito.


XXII
Sobre esas garzas blancas que desfolian
Los campos con entusiasmo y audacia
He visto las lluvias de abril
Caer sobre esos tapetes de la tierra
Gota tras gota rodando en los árboles
Ellas traen el germen de la vida
De esta agua susurrante las plantas van saliendo
Como pequeñas lenguas desafiantes
De esta forma el campesino renueva las faenas
El corazón vuelve a ser fuerte como el arado.


XXIII
Jamás le he preguntado al agua
Por su dormitorio zapatos e intimidades
Jamás le he preguntado a los pájaros cómo duermen
Al viento que no advierte las ventanas
A mi prójimo que es mi espejo
Mi defecto es buscar pan en la aurora
Y el cierzo que retiene sigilosamente la noche
En las rendijas augurales del infinito
Jamás he dejado de pensar en el instante
De los minutos y en la ilusión fugaz de las misivas.


XXIV
A veces también los ojos se nos mueren
Los destinos abundan en la noche
El alba nos parece demacrada
Mientras la realidad sigue en los sueños de la memoria
A veces sólo bajo el poder de la vigilia
Participamos de los silbidos del tiempo
Ahora los días saben a espera interminable
A fina ceniza de tantos mausuleos
Ahora el tiempo es como una reliquia
Vivo viéndolo como la magia de un libro.


XXV
Materia infecunda del sollozo
Esta locura de la noche en mis párpados
También “mis soledades juntas” descalzas
Saliendo o entrando a los labios del desvelo
De pronto cae fuego, ceniza y locura
El tiempo es un ruiseñor volcánico
Dolido por las manos del viento
A veces sangra con sus uñas mutiladas
Montaña de gritos
Que llena de corrosiva herrumbre.


XXVI
Nada es más breve que el tiempo
Y sin embargo ya viví miles de años
He visto noches germinar en días
La ciudad amurallada de ardiente sal
Y el dolor dando gritos incendiarios
Emergí de funestos mataderos
La guerra que secó ríos y graneros
Hasta la tierra más lejana cesta en ruinas
Se cortaron vidasárboles
La angustia cobija impetuosa.


XXVII
“Yo me quedo más solo que tu olvido”
Carlos Pelicer

Yo me quedo más solo que tu olvido
En esta tierra de múltiples heridas
La orfandad ha sido como mi arcángel
Doméstico como mi aya y sortija
Caminé con el rostro de la pobreza
He sido esa pobreza con alforjas
Desde las estelas del cierzo matutino
Hasta la boca negra de la noche
Ha sido el ataúd en que viajan
Las Esperanzas las alegrías y los sueños.


XXVIII
“No sé que vida[...] podrá encenderme”
Emilio Prados

Busco el fuego en los párpados del día
Cruzando las ausencias del tiempo
Llego al borde de la herida
Cuerpo destrozado en las dudas
No sé qué vida sellará mi cuerpo
Entre las miles de vidas del viento
No sé qué árboles frente a la noche
Abrirán sus ardientes raíces
Para este cuerpo que temblando sangra
En el puntal de su entrecejo.


XXIX
“Si a mi madura soledad entraras”
Leopoldo Marechal

Si no entras a mi soledad madura
Es que apenas percibes las olas que tiemblan
Y las campanadas del mar en sus retumbos
Mira la noche que ha deshojado el follaje
Y el panorama en un latido circular
Mira bajo tus párpados los siglos
Como un río de vidrios apagados
Mira cómo el horizonte cada vez
Se torna en poderosísimo navío
Al que debemos entrar con pájaros en los brazos.



XXX
No hay instantes la vida es todo los instantes
Posibles Sólo hay que ponerle lengua de violines
Tomar una aspirina oir trinos en ramillas
Que se prolonguen hasta la cópula de las iglesias
No hay un instante en la lengua que roza los pezones
Del cierzo azul de la fantasía
Son todos los clamores que se encienden
Con la avidez más clara de las alas.

André Cruchaga