SALA DE ESPERA

Donde estaba la tierra prometida.

Donde estaba el pan aliciente,

reconfortante, redentor.

Donde nacía el amanecer

luego de una noche agitada,

dolorosa, transpirada.

Donde se respiraba aire

y se dormía tranquilo.

Donde estaba el lugar

que tanto había estado buscando.

Donde la metáfora más pretenciosa

no le llegaba ni a los talones

a la realidad avasallante,

triunfadora, salvadora.

Donde recién comenzaban

a tener sentido todas las palabras,

ya que cualquiera de ellas

gritaba tu nombre

con fanfarrias

o en silencio.

Donde se arrepentía la Magdalena,

donde resucitaba Lázaro,

donde se encontraba

la segunda oportunidad

y valìa la pena

volver a empezar.

Donde quedaba paralítico el dolor,

donde se moría de aburrimiento la pena,

donde se le carcomía de nervios

el hígado a la soledad.

Donde tus lágrimas

eran lagunas calmas

que ansiaban

mis piernas cansadas.

Donde tu lengua

cedía pase al roce inevitable

y este a la sinfonía de latidos

presurosos de nuestros corazones.

Donde por fìn

se terminaba la batalla

y encontraba mi sitio

en el podio.

Donde los laureles

de una buena vez por todas

no pasaban de lado,

sino que se quedaban conmigo

para hacerme compañía

por las noches.

Donde estabas vos

- en definitiva -

esperando.

Esperándome

desde hace tanto tiempo.



CENIZAS

Lo más probable,

es que el día menos pensado,

no esté tarde en llegar

el inoportuno que nos prenda en llamas

todo este paraíso creado.

El asunto va a ser estar precavido,

no con agua de lágrima

para apalear el incendio,

sino

con una sonrisa de fuego en los ojos

para contemplar con serenidad

y hasta con mucho de burla

como nuestros laureles

se vuelven cenizas.

Cenizas capaces

de redimir la oportunidad

de nuevamente

volver a empezar



 

GITO MINORE