Hoy todo me
cansaba
y me salí de dentro
y me quedé solo, sin piel,
sin voz, sin esqueleto.
Los días morían
atrapados en el cuerpo,
uno tras otro,
en esa cárcel
llamada calendario
que se deshoja cada mes
y al año sufre doce otoños.
Y volé transparente,
cegado por la luz de un espejo
que me llamaba:
-Ven, poeta, no temas.
Agarra el papel, la pluma,
todos tus bártulos y ven.
Aquí te espero, poeta-
Pero yo me negué
a ir
porque no se debe
complacer a la muerte.
¿PARA QUÉ
DESANUDAR LAS ESPINAS?
El agua caía en
vertical desde el filo de la piedra,
llenaba los bolsillos de dedos, de sombras, de horas.
El trágico desvelo del dolor, el amor descarnado
que recorre paso a paso el alma. El aire,
el aire sin mundo, la primavera terrible del jadeo,
el placer tras el pálido destello de un palacio.
Todo se reduce a
un sueño,
al ojo abierto de una estrella
que mira desde el cielo,
al torbellino etéreo de un velo
que mendiga puertas, vigas, tejas,
y construye esa babel de silencio
que al final siempre se derrumba encima.
Esa es la
condena, la araña, el luto,
la alcoba sin luz donde muere el fuego,
la gota oscura que rompe el río
y muerde el hilo definitivo del miedo.
¿Para qué
desanudar las espinas?
La rosa es un delirio de abismos
que crece entre las grietas del muro,
la rosa es el celofán en equilibrio,
la lágrima de un muerto
que aflora a la superficie,
el pétalo podrido de un beso.
NO IMPORTA
QUE EL TIEMPO SE DEMORE
No importa que
el tiempo se demore,
que cabalgue el lomo lento del aire
que se suba a la espuma y sueñe
entre madejas de alas el rastro del viento.
Eres tú, mariposa, la niña
que vuela entre mis sienes,
la que escribe sonrisas verticales
en el témpano desnudo del vértigo,
la que duerme el laberinto de espejos
y amenaza crecer entre mis dedos.
Eres tú, mariposa,
traviesa amapola de seda,
la que nunca se escapa del mapa
cuando la pienso,
la que vuelve patera mi alma
cuando la siento
allá lejos,
perdida,
al otro lado del océano.
Faro, vendaval
de rompientes,
espuma que ciñe el aire
y vuelve encaje el oceáno,
eres luz derrochada
en el ojo de la sombra,
martirio solitario del agua,
babel blanca de olas
donde duerme la esperanza.
Norte, sur, este
y oeste,
tu mirada poderosa atraviesa
la rosa de los vientos
y enhebra el éter
a los cuatro puntos cardinales.
Faro, largo
abanico de luz
que, en la noche oscura,
conquista el horizonte,
dios y señor de los arrecifes
que alegra la soledad de la vela
y circunda la tierra,
eres algo así
como un sueño de piedra
que late en las venas,
carnaval nocturno
que se viste de estrella.
HOY EL DOLOR
SABE A ANDÉN
Hoy el dolor
sabe a andén,
a vía muerta, a tren sin carril,
a corazón hueco de asesino
y bomba desahuciada.
Hoy la vida
huele a nudos,
a nudos de sangre coagulada
y mar batido de angustia,
a estampida de miedo.
La muerte camina
en espiral,
es soledad espesa atrapada
en un lento amasijo de hierros,
es una pócima fatal, un largo otoño
que revienta el aire
y gira en remolinos ciegos.
¿En qué estación
se bajó la conciencia?
¿De qué almanaque
robó su tiempo el asesino?
¿Qué tren será capaz
de atropellar a la muerte?
Duele, el dolor,
duele,
saca punta a la médula
y rebaña la cal del hueso.
Duele, el dolor, duele
a laberinto de círculos
y profunda tiniebla.
Sólo ceniza, sólo
sombras disueltas
en la fugitiva latitud, en el aire.
Sólo el eco
forma parte del tiempo
y prolonga el disfraz de la tiniebla
o pule la oxidada arista del metal
o vuelve confuso el mármol.
El viejo
remolino del reloj
te atrapa, te lleva lejos, demasiado lejos,
allá donde las llamas del dragón se hielan
y las manos desnudas del abismo
estrangulan sin pudor el calendario.
¿No ves cómo
se vuelve azulada la polea
y una risa hermética de nudos apretados
retuerce sin tregua el cuello del destino?
Inútiles, caen
a tumbos los versos,
resbalan por la lengua del búfalo,
rodean el vértice de la nada
y se estrellan lentos en un muro de papel.
Entonces se detienen las alas
y las horas dejan de volar
y el corazón late brillos de cometa
y galaxias nuevas de origen oceánico
se mueren en el mismo momento de nacer.
Así es la
chispa que ilumina el círculo,
breve y fugaz como una gota que estira la nariz
y huele a barranca húmeda.
Febrero
2004©
Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España
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