Llegué
a aquella casa
de otros recuerdos míos,
de
tiempos de dulce sonreír,
donde
me acogía la nostalgia,
la
luz, el polvo de los retratos
que
alimentaban las caricias
en
un profundo ir y venir;
de
la puerta de la aurora,
otra
más clara en el día,
un
poco menos en la noche,
pero
inmensa otra vez;
donde
mi viejita adorable
se
sentaba en su sofá,
levantaba
su linda mano
para
acariciar mi cara
y
mi renovado corazón;
donde
una simple palabra suya
era
una oración,
de
nuevo su estrella
era
mi canción.
Llegué
a aquella casa
de
otros recuerdos míos,
de
enormes pasillos,
tan
grandes como su amor:
ese
aire exhalaba por muchos años
los
cariñosos cuidados
de
música encantada y callada
y
el suave murmullo
de
su dulce caminar;
los
minutos y horas
de
la mañana,
resplandecían
siempre con sus pasos,
a
un nuevo despertar;
sus
ojos eran mi esperanza
y
mi ánimo,
la
fuerza, hoy, de mi alma
que
nunca dejaré de amar;
el
consejo maternal,
que
arrullaba mi alma,
hoy,
vive, en verdad.
Llegué
a aquella casa
de
otros recuerdos míos....