LA PENA DE MIS OJOS


       Se han tornado tenues mis ojos,
       bajo el designio y gélido penar,
       gélida es mi fiesta y gélido respirar,
       como cicatriz de frío alacrán
       vengativo con despojos.


       Confusa tierra que ha de beber
       el veneno de aquel aspirante mortal,
       apartando mi cuerpo, ofrenda a la tierra,
       donde clave su fúnebre pasaje, mi libertad,
       donde sonriendo, ni me pueda ver.


       Nadie que pise la tierra donde moribundo anido,
      me podrá salvar,
      nadie me echará manojo de imán esperanzador,
      nadie sostendrá el hundimiento de mi frente,
     porque sangrantemente, habré caído.


     Arma de fuego, cañón de fácil gatillo,
     cuchillo a sus venas, miedo que arropa mi pena,
     mi pena desenterrada, cuenta sus granos de arena,
    ¡qué triste es mi noche, cuando su vida se ha ido!


                               




           
                             ETERNA ESPERA


      ¿Donde los coronados ojos tuyos barrieron el 
       horizonte?
      ¿qué bóveda de querencia tuya no me aferré?,
       Donde mi piel hace resonancia sollozable,
       temblequea mi amordazada boca, su triste yunque de  los montes.


      ¿A dónde se halla tu existencia, tu revolotear pelo?,
      ¿o es el arrullo de mi conciencia, mi florido tejado,
      que de carcajeante espera, se ha desparramado?,
      sin compañera, es mi cántaro de zumo delito,
       y el sable, lo que cose su velo negro.


       De abiertos ojos moriré si no es posible encontrarte,
       mi soledad dará de su regazo: burbujeante desgana,
       aletargando lunas de inquietud, temblorosas desdichas,
       miedo ante un cósmico temblor, donde puedo acariciarme        


       Pero el rubor opaco me desalienta a cada paso que voy   dando,
       mi paciencia, batallón donde no hay conquista,
       ni florecerá la sinfonía de mi alegría, sino mi pena,
       pena porque te sigo esperando, compañera, te sigo  esperando     
  

                                  


           
                            La sombra de la noche

        Cuando la noche sonríe, la sombra
        dorada y fatal aullante, fluye mi carne
       y libera mi alma,
       y es cuando la noche ofrece su palco a la muerte,
       y es cuando me  ofrece su cuchillo
       y me da de él su cena.
       Dame pues, negro manto de apetecer sombrío,
       lo que me espere más allá de las dos materias,
      de mi cuerpo y de mi alma.


      La noche violenta la sombra,
      y la sombra es la sangre de la noche,
      y entre sombra, sangre y noche,
      encharcan la chispa y su gota oscura,
      soledad intrusa, riendose del día, pero impura,
      brota un desalentado antojo, pulcra oscuridad,
      parte de mi querencia comestible,
     lanza cuya entraña,
     a su belleza me arrimo y desarrimo,
     y sobre sus lacrimógenas pestañas,
     califican su pálido color, un trono apetecible,


     Qué sombra tan agonizante,
     qué difusos latidos alientan la noche,
     triste sonoro silencioso metal tallado,
    dientes quebrados sobre pasos de llantos,
    y sobre el color del costado de un toro,
    a esa sombra yo me debato.


    Describo tu manto oscuro y a tu hermana melancolía,
    silencio, boca de negro piano
    ausentado de su pulso sonoro,
    y no hay luz, porque la noche
   se vertió sobre el día.


    Invoca tu enemiga la luz,
   dandome brisa donde resurja mis cenizas,
   que mi alma vague llorosa en vosotras,
   ¡que sois mi familia!.
   Noche: tú eres la madre,
   sombra tú eres la hija.

                             TRIADA POETA FELIX