Clima:
cómo cambian los tiempos autor:
Prócoro Hernández Oropeza Nuestra
civilización pretendidamente avanzada puede estar alterando el delicado
equilibrio ecológico que ha evolucionado tortuosamente a lo largo de 4
mil millones de años de existencia de la vida en la tierra. Carl
Sagan Miles
de millones El
clima ha cambiado radicalmente. Recuerdo que hace unas décadas, las
lluvias llegaban a su tiempo. Los campesinos sabían cuando debían
preparar sus tierras para la siembra y en cuanto caían las primeras
lluvias empezaban a sembrar. Y cuando estas tardaban le ofrecían misas y
reverencias a su Santo Patrón, San Isidro El Labrador o lo sacaban en
procesión por el campo, con música y cohetes. Las
lluvias eran fuertes y prolongadas, a veces caían con granizo. Los
campesinos sabían distinguir entre una nube de lluvia y otra de granizo.
Cuando avistaban una de granizo surgía la preocupación porque eso
significaba peligro para sus siembras, sea milpa, frijol, arroz o cebada.
Entonces se preparaban; unos detonaban cohetes muy tronadores, especiales
para deshacer nubes, otros hacían fogatas con ciertas ramas verdes para
ahuyentar la nube. Más
antes, en algunos pueblos de México había un “Conjurador”. Esta era
una persona con ciertos conocimientos o dotes, se decía, para conjurar
tormentas y en especial, nubes negras que presagiaban granizos. Recuerdo
que cuando caía una granizada fuerte se cubría la tierra de bolitas
blancas, con espesores hasta de treinta centímetros y llegaban a durar
hasta dos días. Este
Conjurador, al avistar la tormenta, salía con su machete, simulando un
duelo con seres invisibles y profiriendo palabras ininteligibles libraba
su batalla. A veces le ganaba, otras no. Como quiera que fuese, los
campesinos, al levantar sus cosechas le daban un diezmo porque éste había
contribuido con sus conjuros. Era
hermoso escuchar el canto de los grillos, el croar de las ranas y sapos
después de una torrencial lluvia. Pero sobre todo el zumbar de los ríos
y arroyos que se prolongaba durante la noche. Antes
nada se sabía de fenómenos como “El Niño” o “La Niña”, ni
sobrecalentamiento de la tierra, ni polución, gases invernadero y el cáncer
era una enfermedad rara; el SIDA no existía. Las estaciones estaban en su
lugar. Había tiempo de lluvias, tiempo de siembras, de cosechas, de frío;
el verano era verano y el invierno, invierno. Pero ahora puede llover en
enero o febrero y no ver nubes en mayo. De pronto nos enteramos que cayó
nieve en Guadalajara o en Cuernavaca, la antes ciudad de la eterna
primavera. No
hay duda, el clima está cambiando. Datos proporcionados por científicos,
nos dicen que las temperaturas que hoy conocemos
no sólo son las más cálidas, sino las más elevadas de los últimos
150 mil años. Para el extinto y reconocido astrónomo Carla Sagan, si
bien es verdad que el tiempo inclemente no requiere un calentamiento
global, todos los modelos informáticos señalan que este iría acompañado
de un incremento significativo de mal tiempo: graves sequías tierra
adentro, grandes frentes tormentosos e inundaciones cerca de las costas,
mucho más calor y mucho más frío a escala local. Pero
estos cambios no sólo afectan a los hombres, también repercuten en los
animales y microbios portadores de enfermedades. Dice Sagan que los
recientes brotes de cólera, malaria, fiebre amarilla, dengue y síndrome
pulmonar de hantavirus están relacionados
con alteraciones metereológicas. Según últimos estudios, el
incremento del área terrestre ocupada por zonas tropicales y
subtropicales y la consecuente proliferación de mosquitos portadores de
la malaria determinará cada año, para este siglo, entre 50 millones y 80
millones de más casos de paludismo. Todos
estos cambios, según lo futurólogos, podrían ocasionar, entre otros,
una crisis agrícola global precipitada por las sequías, hecho que
comenzará a hacerse significativa hacia el 2050. Como la tierra se
calienta, el nivel del mar asciende, por lo que es posible que hacia el
final del siglo XXI se haya elevado decenas de centímetros, y quizás
hasta un metro. En
el cambio climático intervienen muchos factores, entre los que se destaca
el uso de combustibles fósiles, petróleo y gasolina, la tala de bosques,
el crecimiento desordenado de las ciudades y la explotación irracional de
los recursos naturales. Pero el problema fundamental ahora, no es buscar
culpables, sino vencer la inercia y la resistencia al cambio. sobre todo
de las entidades multinacionales industriales, económicas y políticas
que dependen del petróleo, en primera instancia; pero también de los
ciudadanos que inconscientemente destruyen bosques, tiran basura,
construyen fincas donde no se debe y el gobierno por hacerse el ciego y no
adoptar medidas preventivas y correctivas. Técnica
y científicamente hemos avanzado mucho. El hombre ha pisada la superficie
lunar y se han enviado sondas espaciales que sobrevuelan planetas muy
alejados de nuestra vista. Pero aquí en la tierra estamos destruyéndola.
Estima Sagan que el dióxido de carbono, derivado de los combustibles fósiles,
que hemos lanzado a la atmósfera permanecerá allí durante décadas. Y a
pesar de los muchos esfuerzos que se hagan por reducirlos; esto es, si mañana
mismo se detuvieran todas las emisiones de dióxido de carbono y otros
gases, el efecto invernadero seguiría aumentando, por lo menos hasta el
final de este siglo. Me
pregunto, ¿qué serán de nuestras jóvenes generaciones y de sus hijos?
Ahora para practicar el sexo deben protegerse con un nylon, mañana quizá
anden por la calle con máscaras antiguas o con ropa especial para
protegerse de los rayos ultravioleta. ¿Qué herencia vamos a dejarles a
nuestras generaciones, a las que los futurólogos han calificado con un X.
X, el misterio, la cantidad desconocida, el futuro incierto?
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