El atardecer de los árboles rojos

 

Se llena de total oscuridad la noche
y en el silencio de las palabras
se alejan los unicornios alados
por las estepas solitarias
dejando sólo recuerdos de una voz
gimiendo lejanías y soledades
quedando el eco entre los quietos riscos
endulzando el último segundo
de su presencia necesaria hasta el dolor.

Se apagan las estrellas
en un susurro de  melancolías
no acalladas por el ruido
inconsciente de la gran ciudad
que no duerme ni descansa,
lejanías que no acalla el rio
ni los árboles quietos y curiosos
mirando desde su altura
una lágrima cayendo solitaria y silenciosa.

La distancia trae el eco de las risas
de los juramentos de amor
no olvidados ni dejados en esquinas
cubiertas por el polvo del tiempo
que se alarga hasta el infinito
esperando su regreso junto a la ventana
iluminada por la tenue luz
de una chimenea que crepita alegre
formando corazones de fuego.

Entonces será otoño, amor,
bajo los árboles alegremente rojos,
será otoño cuando se hablen los ojos
y abrazados en una calle cualquiera
sin distancias atroces ni fronteras
mi mano en tu mano, tu mirada sincera,
caminaremos por la acera de la vida
y me besarás por vez primera
en el atardecer sin sonrojos...
de los alegres árboles rojos.
 

Volver           Siguiente