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Carlos Fajardo
Poesía y posmodernidad
Algunas tendencias y contextos
(A propósito del XI Festival Internacional de Poesía
de Medellín, Colombia, 2001)[i]
POSMODERNIDAD Y FESTIVAL
Si existe un festival internacional de poesía que congregue
cada año gran variedad y pluralidad de voces poéticas, no dudamos en afirmar
que es el de Medellín, Colombia. Su importancia se ha extendido tanto, que ya
en muchos eventos poéticos está presente su nombre y reconocimiento. Para los asistentes
a este macro-festival es una gran oportunidad de encuentro y amistad como de reflexión sobre el estado
actual de la actividad poética. Desde este último aspecto parten las siguientes
notas, sobre todo cuando se están operando cambios profundos en las nociones de
la poesía tradicional moderna, cambios que en los avatares de principios de
milenio constituyen un amplio campo de indagación y preocupación por su
infinidad de expresiones.
Cierto es que los encuentros de poetas abren puertas a
lenguajes extraños o familiares, sirven para alimentar antiguas rencillas entre
los excluidos, o bien, estimular un sinnúmero de elogios entre los escogidos.
La poesía queda así convertida en un campo de exclusiones e inclusiones, donde
el sentido de competencia banal prima sobre su verdadera esencia y
trascendencia, marginando lo más contundente de ella, su fuerza subversiva de
crear y proyectar la presencia o ausencia de la vida, la fundación del hombre
allí donde antes sólo existía el vacío. Pero de esta ingratitud competitiva, de
la cual la alimentamos, la verdadera poesía no está dispuesta a ceder su trasparencia, a ser rebajada por
las visiones estreñidas de unos cuántos autores que hayan sido o no invitados a
los convites colectivos de los encuentros y festivales de poesía. Más que una
carrera de caballos, la poesía es una carrera por afirmar la vida ante la
marcha asombrosa de la muerte.
Grato es reconocerle al festival de Poesía de Medellín, a su
director, el poeta Fernando Rendón y a sus organizadores, el esfuerzo por
edificar un espacio donde la convivencia ética y estética todavía posee un aire
de gracia frente a las desgracias de nuestras realidades. Grato es saber que –
a pesar de las catástrofes o bien por
ellas- este “arte u oficio endiablado”, como lo denominó Dylan Thomas, todavía
surge del fondo del abismo y construye la cima de la imaginación, de la
invención libertaria. Importante reconocer que es también en este tipo de
contactos donde se manifiesta el bricolage
de formas y procesos nacientes y en mutación en la poesía posmoderna, lo cual
bien merece un espacio de reflexión sobre sus proyecciones a nivel global. El Festival de Poesía de Medellín, por su
importancia y magnitud, posibilita que los poetas y los estudiosos de la poesía
encuentren en él todo un extenso territorio para sus averiguaciones e
interrogantes. El presente ensayo trata de aproximarse hacia algunas tendencias
que en la XI versión del Festival se observaron entre la inmensa variedad de
voces. Indaga también sobre las rupturas operadas en los últimos años por la
poesía posmoderna, cuya calidad o no, es uno de los aspectos que aquí se
cuestionan.
La posmodernidad, en todos sus órdenes, evidencia que algo
está pasando en los fundamentos óntico-epistemológicos sobre los cuales por más
de doscientos años nos levantamos, y proyecta su imagen de Big Bang por las superficies y las profundidades de la cultura. No
está exenta la poesía de esta fragmentación en una posmodernidad activa y
vigente. Originada por la crisis de los macro-relatos modernos, hija del
nihilismo decimonónico, la posmodernidad actúa ahora como nómada sin brújula,
se pierde para encontrarse, se expresa en una multiplicidad de situaciones
ambiguas, contradictorias y contingentes en todos los ámbitos de la cultura.
Disidente de las utopías modernas y de las vanguardias, lleva sin embargo, como
hija pródiga y adolescente, el sello de su casa original: la modernidad
nihilista y crítica. Ha cambiado, es cierto, de actitud; ya no cuestiona
propositivamente, se relaja; no critica en pos del futuro, se sintetiza en la
inmediatez temporal; ya no se desengaña con un nihilismo combativo, se alimenta
de su pasiva espectacularidad. La posmodernidad avanza con pies livianos por
pesadas piedras. Su levedad es sospechosa cuando la gravedad de la historia
actual quizá no esté para levar el espíritu hacia intenciones posmetafísicas.
De allí la imposibilidad de que se constituya en una nueva utopía histórica, y
más bien sirva para nutrir una utopía individualista y tecno-virtual ensimismada.
Su fuerza seductora no la extrae de los componentes de la modernidad de
aventura y triunfante, sino del eclipse racional convertido ahora en mercado.
Si algo ha inventado, es un nuevo macro-proyecto o Gran Relato: el consumo,
junto a todas las lógicas del Marketing
transnacional. La política, la cultura, lo ético-estético y lo cotidiano
cambian de piel y se metamorfosean ante semejante proceso que se introduce en
todo cuerpo social. En medio de estas mutaciones la poesía habita. Es este el
tiempo de realizar los inventarios de sus ganancias y pérdidas; es este el
tiempo para mirarse en el espejo de sus voces, reclamando como nunca la
presencia de una inteligencia crítica, escrutadora y valiente; tiempo de hacer
cuentas y procurar rescatar lo que a la poesía le es más beneficioso: su
profundo amor por la indagación y el cambio. Pero si estos son tiempos de
alteraciones paradigmáticas ¿dónde situarse para escuchar el agudo sonido que
produce la gran explosión de las visiones poéticas? Quizá viviendo tanto en el
adentro como en el afuera de las conflagraciones. Así la poesía, que es
crítica-creativa por antonomasia, no deberá bajar los brazos ni ser víctima de
los tiempos de relajación en esta perpetua fluidez de la posindustrialización
en red. No de otra materia y espíritu está creada la verdadera poesía. Desde su
sitio de vigía solitario, ve cómo el ritmo de la globalización económica y de
la mundialización cultural la rondan y seducen, la manipulan y rebajan a simple
acompañamiento trivial, a ornamento efímero y telón de fondo insignificante. He
aquí su contradictoria tragedia: por una parte, todavía hace escuchar su
grandeza como interrogadora, imaginativa y fundadora de realidades; por otra,
se constituye en cenicienta fáctica para las leyes de una racionalidad atroz e
instrumental. Entre la subversión y la conciliación colaboracionista, vive su
drama. Entre su condición de fiera crítica y una timidez flaca seducida por el
mundo del mercado ella fluctúa. Estas son algunas de las tendencias que en el
Festival Internacional de Poesía de Medellín, Colombia, se fueron descubriendo.
Detenidos frente a tantas mutaciones y procesos nuevos, se escriben estas
reflexiones como una aproximación al abanico diverso y extraño de la actual
poesía.
CAMBIO DE PARADIGMAS,
CAMBIO DE SENSIBILIDADES
En tiempos de crisis y relajación vanguardista, la poesía
posmoderna parece caminar hacia una búsqueda demasiada ambivalente, donde su
compromiso con las ideas de exploración e indagación naufragan sobre una superficialidad extravagante y sin resultados
altamente estéticos. De la experimentación vanguardista pasa a un
experimentalismo ligero y efímero de lo eficaz y lo útil. Eficaz para la
inmediatez del instante publicitario; útil para la estetización del consumo a
nivel global. Si es cierto que se agotaron las vanguardias, sus conceptos de
cambio, su ideología de la ruptura y heroísmo histórico; si entramos a un
tiempo donde los conceptos de trascendencia, sublimidad, autenticidad,
originalidad, monumentalidad e individualidad creadora, tan importantes en la
edificación de las estéticas y poéticas
modernas, se han desgastado, también es cierto que esta relajación de las
vanguardias ha posibilitado el surgimiento de nuevas categorías estéticas desde
las cuales se construyen hoy por hoy algunas obras. Cambio de paradigmas:
improvisación versus disciplina,
discursos blandos versus discursos
duros; ligereza versus
experimentación; hedonismo permanente versus
revolución permanente; ornamento versus
monumento estético; entronización del instante versus compromiso futurista; marketing
estético versus sublimidad;
inmediatismo versus proyecto; mínimo
de resistencia, máximo de indiferencia. (Cf. Fajardo Fajardo Carlos. El abismo Presentido. Cartografías de las
sensibilidades de fin de siglo. En Revista Espéculo. Universidad
Complutense de Madrid. http://www.ucm.es/info/especulo/numero13/cfajardo.html).
De esta manera debemos observar el panorama de la poesía de
finales del siglo XX y principios del XXI como un prisma que se deconstruye
constantemente, provocando cambios de miradas y ajuste de nuevos instrumentos
para su observación e interpretación. Imposible entrar a ella con los viejos esquemas de la modernidad
triunfante; imposible abordarla con las teorías literarias tradicionales del siglo
XX. Aquí hay algo que requiere un estudio más agudo y de mayor correspondencia
con su desenvolvimiento; un análisis que esté acorde con las múltiples
fragmentaciones que en la concepción orgánica del arte se ha operado y con la
exploración de nuevas sensibilidades manifiestas en la poesía de última hora.
Heterogeneidad, pluralidad, discontinuidad, simultaneidad, bricolage, inestabilidad, dispersión, imprecisión, lo contingente,
indecibilidad, lo arbitrario, entre otras, son algunas de las nuevas categorías
que se manifiestan en el arte y la poesía contemporáneos, las cuales conectan
con otras visiones sobre el mundo y diversifican su estudio.
Es desde aquí de donde se debe entender el nacimiento de un
arte y una poesía no “orgánica” en el sentido clásico y moderno, sino híbrida,
multifacética y polifónica que procura construir un “no estilo”, o bien, una
gama de múltiples posibles expresiones.
Al disolverse la “Magna Aesthética”, se propone el fin de los sistemas
poéticos totales de donde nacen ciertas micro-estéticas en contraposición a las
macro-utopías vanguardistas. La poesía actual no posee la llamada “voluntad de
estilo” que tanto desveló a los modernos. Ante la homogeneización de las
formas, desea la heterogeneidad del “Todo es apto” y del “Todo se acepta”;
frente a la racionalidad unitaria de los Universales Estéticos, se impone el
reto de descentrar los referentes legitimadores de la modernidad artística; en
relación con el concepto de “pincelada individual distintiva” (F. Jameson)
formula la Multimedia de la estetización cotidiana, asumida como
un “nuevo estilo” o “estilo del no estilo”, un nomadismo estético.
Sin embargo, debemos anunciar los peligros de la feliz
aceptación del slogan “todo es apto”, instaurado como posibilidad libertaria en
la poesía.[ii] De allí que nuestra
inquietud está en averiguar hasta qué punto esto favorece la producción de una
poesía de alta calidad, o más bien, sirve para dar licencia a una mediocridad
legitimada por un concepto demasiado ambiguo como confuso. Si “todo vale” en la
poesía –justificado por la quiebra de los grandes proyectos de una estética
universalista y unitaria - ¿vale que aceptemos una poesía que colabora con la
basuralización cultural? ¿Dejamos que las hibridaciones lleguen al extremo
hasta aceptar cualquier proceso
multimediático, pirotecnia del lenguaje y pastiche estético como buena poesía?
Cierto es que aquí se hacen manifiestas más las leyes del mercado y del consumo
que las visiones poéticas. Triunfo de los imaginarios posindustriales del
consumo, uso y desecho, globalizados como algo cotidiano. La poesía entra a ser
parte del juego transnacional que ofrece “una gran variedad de lo mismo”. Sea
mediocre, ligeramente aceptada o no, lo importante es que se consuma y elija
entre la multitud de productos del hipermercado cultural. La relajación de
calidad entonces impera, imponiéndose como norma la masificación para entrar al
juego de la oferta y la demanda. De todo esto, la poesía es, entre todas las
artes, la que menos sale beneficiada.
Por su exploración esencial, la poesía exige lectores no
públicos; indagadores amorosos y no masas indiferenciadas, lo que registra un
nuevo drama para la estética tradicional moderna. La masificación banal
desfavorece en gran parte a la intimidad de la poesía y a su recogimiento en el
silencio, mas aún cuando ésta exigencia de silencio creador se muestra como
algo problemático para una sociedad azotada por el ruido mediático. La poesía –
al menos el paradigma de poesía construido por la modernidad triunfante – sufre
así otra suerte de transformación y va siendo alejada cada día de un “público
lector”, marginada (esta vez con mayor fiereza que siempre) de los centros de
atención, rezagada por industrias culturales más fuertes y eficaces en el
mercado. Al sentirse sitiada en su soledad, la poesía posmoderna, en su gran
mayoría, ha entrado al juego global, pero muchas veces deponiendo sus armas y
resignándose a ser manipulada, explotada, seducida por los imaginarios del
éxito, la fama, la celebridad y el sensacionalismo que, como simulacros
culturales, ofrece lo mass mediático. De nuevo, cambio de paradigmas, cambio de
sensibilidades.
LA POESÍA LIGHT:
IMÁGENES DE PASARELA
Paralelo a la caída de las utopías modernas de aventura, se
resquebraja también la imagen del poeta. Entra en escena un poeta discreto, más
espectacularizado que comprometido, arrojado a las esferas de lo efímero y
sensacionalista. Víctima de la memoria inmediatista, a éste se le olvida y
archiva pronto, cambiándosele muchas veces por otras estancias seductoras.
Apabullado por los mecanismos de lo audiovisual, queda confinado a deambular
sin rostro en medio de una estética posindustrial que favorece al pragmatismo
utilitarista, efectivo y eficaz de la seducción telemática. La publicidad desea
ciudadanos y consumidores que aplaudan no contenidos ni argumentos sino lo que
fascina por su inmediatez. De allí el dilema del actual poeta: ¿utilizar
también el marketing publicitario, la teatralización seductora para atraer a
las “mayorías"? ¿Integrarse a la
espectacularización como un componente
más del Jet, la moda, el turismo y las agencias globales, o proseguir con los
paradigmas de ruptura, autenticidad y pulsión individual, tan caros a los
neo-románticismos vanguardistas?
Efectivismo efímero versus
poesía efectiva y transformadora.
Enorme pluralidad de las búsquedas; individualización masiva
de los gustos. Al poeta actual se le exige ser creador de “mensajes ligeros”,
ingrávidos y favorecer la ley del mercado que propone “dar a cada uno según sus
preferencias” (A. Heller), preferencias desde luego administradas por la oferta
de gustos ya establecidos.
De manera que al poeta, hijo de estos nuevos contextos, se
le arrincona y se le ofrece a cambio de su provocadora fuerza de invención
contestataria, el plácido sabor del éxito, del exhibicionismo, alimentando un
narcisismo e individualismo incivil ensimismado. De este modo, pasa de las Batallas de Ideas a las Batallas de Imágenes Visuales en Pasarelas.
“Para ser aceptados por la circulación, deben ir a favor de la corriente, casi
mecerse en ella. Sólo así se convierten en noticia. Levantar banderas cara al
viento que sopla es un riesgo inútil, derriba a esos que intentan avanzar
contracorriente” ( Masso T. Ramón, 2001, 77). ¿Poesía de colaboracionistas y
conciliadores? En el poeta posmoderno light,
la pulsión crítica provoca más bien re-pulsión.
Para lograr este acontecimiento publicitario, o motivar la
seducción y el aplauso a una obra a veces de sospechosa calidad, se atiende más
al número de públicos que la mencionan que a sus lectores reales; a un
triunfalismo inmediatista que a su verdadera permanencia poética. Es decir, se
debe estar de acuerdo con la lógica de la cultura light, la cual posee sus pedagogías y literaturas de la disipación.
Libros de encargo, diseñados previamente para un cierto público consumidor que
no desea, por supuesto, compromisos ideológicos; editoriales que impulsan
literaturas y poéticas de autoayuda, sensibleras, efectistas y descaradamente
pobres estéticamente. La obra poética pasa a ser diseñada, pensada no por el
poeta, sino por el director, empresario y ejecutivo de la editorial. ¿Muerte
del sujeto creador? También aquí se manifiesta el bricolage estético-poético entre el poeta y su agente de
publicidad, promotor y diseñador. Estetización masiva del sujeto autónomo y
creador moderno.
Como resultado tenemos una poesía que ingenuamente desea
hacer parte del mercado de famosos, y que –insistimos- quiere dar al público lo
que éste espera. Poesía de un lirismo trivial, paralelo a la puesta en escena
de un intimismo chismográfico entretenedor, telemático light. Así, la iconosfera tecnológica, con su discurso de impacto
inmediato, se introduce en una poesía de corta vida, como las noticias. Al
pretender competir de igual a igual con el mercado de las demás industrias
culturales (T.V., cine, moda, turismo, vídeo, word music, etc.) la poesía entra a una especie de disolución y
pérdida de su función de interrogadora y fundadora de realidades. Teme de esta
forma expresar lo inexpresable, descifrar lo cifrado, llegar a la “otra
orilla”. Pierde, pues, su capacidad
mistérica y poético-simbólica de traspasar el umbral y llevar, hasta las
últimas consecuencias, a la imaginación creadora. La poesía, al caer en la
cultura light, disuelve la fuerza exploratoria
y transgresora de los órdenes históricos y metafísicos para sumirse con una
placidez relajada y somnífera en un juego de imágenes y fantasmagorías con
lugares comunes sin consistencia, siendo víctima de una escenografía lumínica,
creada por el simulacro del mundo del mercado.
En esta atmósfera, la esencialidad poética como indagación queda
reducida a ruina, mientras que la exaltación a la des-realización de lo
cotidiano, llevada al límite, es un augurio de éxito. La cultura mediática
invade cada vez más a la poesía que, como todos los productos culturales, se ha
convertido en “objeto de diversión, de risa y de aplauso o silbido” (Masso T,
158), amistándose con algunas formas de farandularización del arte en esta
época transnacional.
POESÍA, TEATRALIZACIÓN Y FARÁNDULA
La palabra poética ha cedido su puesto a la imagen visual.
El discurso poético al espectáculo fetichista fascinador. Como toda publicidad
y producto de mercado, busca el efecto en un público que aplauda, seducido por
la puesta en escena de sus happenings
artificiales. Así, la poesía circula como artefacto del mercado puesto en
escena, teatralizada en performances,
instalaciones y reality show muchas
veces de baja factura estética. A dedicarse al puro juego escénico –tal como lo observamos en varias ocasiones los
asistentes al Festival de Poesía de Medellín – y no asumirse también como juego escritural, se anula en ella la
atmósfera lecto-escritural y al texto producido con palabras. Estas quedan, por
la teatralización, reducidas a telón de fondo, perdiendo su protagonismo
esencial de creadoras de realidades simbólicas y lingüísticas. ¿Qué pasa
entonces con la lectura privada o en público del poema? Se le discapacita como
productor de sentidos simbólicos, confinándosele a una acción íntima,
supuestamente superflua e inútil, pues sólo lo masivo y espectacular es
efectivo en estas cartografías publicitarias.
Nietzsche, quien fue crítico de la “teatrocracia”, de la
“moral de rebaño” y de lo masivo, intuyó de forma sorprendente el paso de un
nihilismo combativo artístico a este nihilismo del desencanto pasivo. “La
teatrocracia, escribía, es una forma de democracia en las cosas del gusto, es
una rebelión de las masas, un plebiscito contra el buen gusto”.
El poema como tal (escritura, lectura, voz interior,
diálogo, escucha…) se sorprende al ser suplantado por un happening constante y unas performances
mediocres que hacen juego a la estruendosa sociedad del ruido posindustrial
globalizada. En busca del aplauso, del éxito, la marca y un futuro de
adulaciones por parte del establecimiento, el poeta se rebaja a ser bufón de la
corte mediática para no ser víctima de un pronto olvido. Asegura con ello su
imagen pública y olvida la lucha por la indagación poética. Lo público entra a
gozar de privilegios, apabullando la soledad solidaria que sostiene toda vida
poética. En este proceso sólo se observa la batalla por tratar de dejar en el
escenario una imagen teatral más eficaz, exhibicionista, más extasiada que la
del “competidor “ de turno, es decir, el otro poeta. Cada recital donde la
“teatrocracia” está presente, se vuelve una competencia de aplausos. El valor
del poema o del poeta se obtiene por la capacidad de seducción que impone su happening. Lo cuantitativo espectacular
supera lo cualitativo de la palabra. Ello no significa, para nada, que el
poeta, por el número de aplausos que recibe, sea una alta voz en medio de esta
espesa nebulosa teatral. Más bien significa que, por una parte, a la poesía le
ha tocado entrar al juego de las leyes de la publicidad y espectacularizar su
gracia, negando quizá la capacidad de seducción que ella lleva en sí misma
desde el recogimiento creador y, por otra, que el público posmoderno es un
público educado y moldeado en su sensibilidad por lo mediático, alfabetizado en
la cultura del espectáculo y del aplauso sensacionalista. El Festival de Poesía
de Medellín mostró algunos casos que son buenos ejemplos de lo aquí expuesto.
A todo esto, ¿qué pasa con la poesía del silencio? ¿ Con la
poesía de la intimidad dialogante,
surgida del recogimiento entre texto, autor y lector, edificados en una
sola entidad estética? ¡Se impone una poesía estridente, que sólo entusiasma
por su languidez teatral y que manifiesta una desfachatez relajada,
despreocupada por la edificación de una gran poética!
En esta edad del comerciante y del bufón, la poesía se faranduliza con su juego de palabras y
escenas fáciles de digerir, mostrando un deprimente espectáculo. Despoetización
de lo poético y poetización de lo light.
Esto no quiere decir que nos opongamos a la fusión de las artes y a la
hibridación de los géneros, lo cual, realizado con alta calidad y con gran
conocimiento del proceso, sirve para superar algunas fronteras estéticas y
favorece el descubrimiento de nuevas posibilidades artísticas. Lo que aquí se
cuestiona es la facilidad con que se entrega toda pulsión poética a las leyes
de una espectacularización mediocre, la
cual concibe el arte como adorno decorativo y ornamento artificial.
En esta estetización se acepta toda acción como una acción
artística y ya conocemos sus resultados. Se produce una “Estética del acontecimiento”, donde cualquier cosa o ejercicio
físico puede convertirse en objeto artístico y ser considerado de buen gusto y
agradable. (Cf. Marchán Fiz, A qué llamamos arte. Sf. 106-107). “Estética del
acontecimiento” inmediatista como los Ready-Mades.
Pero si en Duchamp este acontecer libera al objeto o a la acción física de todo
propósito práctico y funcional, constituyéndose en artefacto artístico, puesto a vagar sobre el “planeta de la
estética” (Marcel Duchamp), no pasa lo mismo con la poesía light farandularizada. Antes que sustraerse del mundo funcional del
mercado, ella queda más bien fascinada por el utilitarismo pragmático de su
acción en el Spot publicitario. La
estetización cumple aquí su cometido: fusiona utilidad, arte y mercado. El
argumento kantiano del “arte como finalidad sin fin”, sin propósito práctico y
útil, se supera aparentemente en la estética y poética light gracias a la hibridación de los géneros que se manifiestan en
la globalización económica y en la mundialización cultural. La poesía se funde
así con la alta costura, los autos, el turismo, las Top Models, el Hit parade. Es decir, farándula, poesía
y mercado se constituyen en mundos paralelos, si no similares, gracias al
macro-proyecto en red del consumo. (Cf. Fajardo Fajardo, Carlos. El arte y la cultura en las esferas globales
y mundializadas. En Revista Espéculo. Universidad complutense de Madrid.
http://www.ucm.es/info/especulo/numero17/global.html ).
Al ponerse de actualidad estas fusiones, es la palabra viva
del poema y del poeta la que declina ante la imagen visual. El lenguaje poético
es reemplazado lentamente por una teatralización casi esquizofrénica,
subsidiada por una cultura telemática, la cual logra realizar algo impensable
en la tradición poética moderna: saltar de las Top Models del Fashion
internacional a los nuevos Top models
poéticos y políticos, es decir, superar la palabra por la imagen contundente y
fascinante. Escuchemos a Paul Virilio: “Para el Top internacional el dilema de
la comunicación audiovisual se ha resuelto por la amputación pura y simple de
la palabra” (1999, 82).
POESÍA Y CIBERCULTURA: LOS CIBERPOETAS
Hemos entrado a familiarizarnos con los impactos que las
tele-tecnologías y la cibercultura producen en las esferas artísticas. Esta
revolución microelectrónica cambia cantidad de categorías con las cuales hasta
ahora habíamos pensado la poesía. Interesante observar cómo en los encuentros y
festivales de poesía en todo el mundo (especialmente en el de Medellín) se le
está dando especial participación y escucha a estas nuevas formas de
exploración poéticas, las cuales más que analizarlas con un moralismo
tecnofóbico, debemos acercarnos a ellas rescatando las posibilidades de los
diferentes lenguajes que en el fondo proponen los ciberpoetas. Ni apocalípticos
ni integrados queremos ser al realizar una aproximación a estas tendencias
tecno-imaginativas; ni conciliadores ni radicalmente resistentes, sólo tensos y
expectantes, asumiendo la vigilancia con ojos críticos, pues si algo poseen
estas iconosferas es su capacidad de seducción y embrujo. De allí que aceptemos
la frase de Mc Luhan, pronunciada en 1973, a los tecnofóbicos radicales: “los hombres de formación literaria no
entienden la TV, ni la radio” y es probable que actualmente no entiendan la
Internet.
La poesía posmoderna hace parte de toda esta gama de cultura
audiovisual y se integra a la fotografía, el cine, las ilustraciones
informáticas, páginas web, a revistas digitales, hipertextos, etc. Se ha
desplazado de Guttemberg hacia la galaxia digital. Los poetas actuales,
educados y casi alfabetizados por la cultura mediática, se han nutrido de la
exaltación de la imagen, “su modo de sentir y percibir es audiovisual, sus
respuestas reorientan a los emisores” (Massó, Tarruelda, 2001, 57). Este
proceso educativo ha llevado a reconsiderar las teorías poéticas pensadas antes
de que la cultura estuviera inundada de
“guerras blandas” y redes o por la inmediatez, lo instantáneo, la
ubicuidad y la aceleración telemática.
Entre los conceptos poéticos que se comienzan a mudar, es el
de autenticidad personal, solitaria y contestataria al mundo burgués
capitalista, tan propios del poeta vanguardista. El joven ciberpoeta no teme
hacer parte de la imagen pública y convertirse en noticia o marca efímera. Tal
vez no desea permanecer en la memoria histórica, sino en la memoria fugaz de las redes blandas. Su
trascendencia está marcada por lo que puedan perdurar sus textos en la red. La
memoria aquí muta también de significado: es una memoria global instantánea,
heterodoxa, simultánea, inmediata, ubicua, contraria a la memoria grávida,
crítica, que construyó los conceptos de “actor social”, “necesidad histórica” y
“heroísmo histórico”, tan caros a los siglos XIX y XX.
Con el predominio de la iconoadicción, el poeta ciber
también ha ido mutando el concepto de lecto-escritura. La sensibilidad hacia lo
mediático establece ciertos códigos que se integran al acto escritural, códigos
observados en las páginas web y revistas digitales. Tránsito de lo verbal a lo
icónico. De la homogeneización lecto-escritural a la heterogeneidad hipermedia.
Poesía para lo presente. El “ahora” adquiere mayor importancia que el “aquí” en
la omnipresencia del tiempo real para los ciberpoetas. Cambio de noción sobre
el tiempo. Al suprimir casi toda preocupación por el futuro, sólo queda la
entrega total al instante, a la perpetuidad fugaz. La poesía se hermana con los
deportes límites, extremos. Poesía extrema, a veces con matices tremendistas.
La vivencia del “instante” ha sido exaltada, a través de la
historia de la poesía moderna, como una fuerza permanente de afirmación vital
por parte del poeta. La conciencia de la mortalidad y de la inevitable
presencia del fin, lleva implícito la angustia que promueve una rebeldía
metafísica artística. Vivir la “eternidad del instante”, “vivir en poeta”,
“atreverse a vivir la poesía” más que frases son posiciones ético-poéticas
donde se invita asumir la intensidad de la vivencia como sujeto autónomo,
temporal e histórico. La poesía moderna hizo de tal actitud una propuesta
contestataria, contracultural, poniendo en tela de juicio la vida pacata,
normativa y esclava de las leyes burguesas. Sin embargo, el “ahora” del joven
posmoderno, no integra la fuerza de
rebeldía metafísica ni histórica. Vive el instante sí, pero un instante que no
se perpetúa ni eterniza. No existe aquí esa “consagración del instante” como la
denomina Octavio Paz. Las luchas del poeta moderno por instaurar presencias
donde antes existían ausencias; por eternizar, a través del lenguaje, lo que se
fuga, toman otros matices en la ciber poesía y en la pantallización cultural.
El tríptico del mercado global: consumo, uso y desecho, ha sido asimilado por
las sensibilidades hasta ser producido como imaginario cultural y estético. La
poesía posmoderna fluye familiarizada con esta atmósfera posindustrial, la cual
no desea trascendencia artística ni permanecer en la memoria histórica. Artes
límites, artes extremos. La perpetuidad del instante, que tantos traumas causó
a los artistas modernos, se rechaza o ignora con una mueca cínica –que no
irónica – en estos mapas ciber estéticos con sus tecnologías de la aceleración.
Poesía y tecno-imaginación; poesía de procesos multimediáticos
(palabra, sonido, expresión, movimiento, duración) la cual fragmenta los
regímenes estéticos tanto clásicos (objetuales) como modernos (subjetivos),
predominando el proceso sobre el
objeto y el sujeto e imponiéndose el zapping
hipertextual como medio para elaborar la obra de arte. [iii]
Los ciberpoetas actuales están captando una telépolis
transnacional y su percepción se procesa en red, construyendo el sueño de estar
en todas partes y en ninguna. Poetas de un mundo desgravitado y telepresencial.
La tecno-virtualidad y la tele-globalización están produciendo unas poéticas
que no habíamos ni siquiera sospechado. Flujo, aceleración, velocidad,
posibilitan que hablar desde la
percepción del objeto real – que tanto nos dijeron los antiguos y modernos – se
comience a escuchar como algo extraño. ¿No se estará gestando una poética con
sensaciones virtuales y percepciones telemáticas en red? La virtualización del
mundo, aceptada por el colectivo, hace parte de la cotidianidad del ciberpoeta.
Poetas en línea construyendo metáforas sobre el ciberespacio y los ordenadores.
Si los juzgamos con los paradigmas de la modernidad estética, seríamos
probablemente injustos con los cambios de sensibilidades que están proyectando
formas diversas en la obra de arte. Habrá que esperar algún tiempo para que
estos nuevos lenguajes y procesos se afiancen y desechen tanta basuralización
de la literatura light como la que en
algunas revistas electrónicas actualmente encontramos.
Ante la ciudad global, en un futuro cercano, el
poeta será ciudadano virtual. Por la velocidad ¿perderá la capacidad de
pertenencia y participación a un territorio y de distancia? Junto a esto, los
conceptos de realidad y grandiosidad de la naturaleza se disuelven fácilmente
por las tecnologías electromagnéticas. El anonimato y la soledad del poeta
futuro estarán dados por la sensación de encarcelamiento en un mundo reducido y
casi liquidado en su extensión
planetaria por las redes. Si el sentido actual de anonimato es el
confinamiento en medio de la expansión activa de las ciudades, al poeta futuro
se le abrirá la posibilidad de dominar
en el “ahora” las distancias y, por lo tanto, de disolver la idea de espacio
extensivo. De allí el cambio de concepto de anonimato: un poeta anónimo virtual
en la megápolis global intensiva. Poetas de la velocidad que nos hablarán y se
horrorizarán quizá de las guerras
electrónicas, de las democracias virtuales, de bombas informáticas, de las
clonaciones y de la difícil tarea de distinguir entre humanos y replicantes por
los avances de la bio-tecnología.
Nuevos escenarios esperan a los poetas. Escenarios de flujos
y redes en las telépolis desterritorializadas, descentradas e híbridas. Sus
imágenes, los códigos de habla urbana, surgirán de la virtualización de lo
social. Los poetas actuales, y más en el futuro, están generando un gran gusto
por lo ingrávido, lo leve, contra la monumentalidad de la estética moderna.
Multimedia de sentidos, poesía en multimedia, creando imágenes blandas,
volátiles, veloces, donde el zapping es un deber ser para su lecto-escritura.
Poeta collage, poesía en bricolage.
Poesía de lo inmediato, de la memoria instantánea global,
decíamos arriba; poesía del acontecimiento telepresencial donde las presencias
reales se suprimen por pixeles en aceleración. Poesía del tiempo-luz, de la
energía en información. “El arte ya no habla más del pasado, ni representa el
futuro, se convierte en el instrumento privilegiado del presente y de la
simultaneidad” (Virilio, 1998, 138).
POESÍA EXPERIMENTAL POSMODERNA
Poemas Performances, Poesía Fónica, Polipoesía, Poesía
Fractal, Holopoesía, Poemas Objetos, Videopoesía, Poemas Plásticos…son algunos de los
multiprocesos de experimentación que se están produciendo en las poéticas
posmodernas. Hijas de la hibridación de los géneros y proyectadas en una
escenografía cultural de la descentralización y ruptura con la concepción
unitaria y orgánica del arte moderno, son estas poéticas la mayor garantía de
expresión de libertad imaginaria, cuyos antecedentes se pierden en la niebla de
los tiempos. Se sabe que casi todas las vanguardias propugnaron por llevar a
cabo un “experimentalismo” en las producciones artísticas, muy unido a la idea
de experimento científico-técnico de principios del siglo XX. Dadá,
Surrealismo, Futurismo, Expresionismo, Ultraísmo, Creacionismo, lograron
fusionar géneros y discursos diversos que se creían incompatibles, pero que
producían un efecto seductor, mágico y maravilloso. Así, las diversas artes se
conjugaron para crear una polifonía multi-estética, multi-sensitiva. La Poesía
Experimental, manifiesta en la posmodernidad, ha continuado indagando en los
procesos de hibridación de los géneros.
Estos procedimientos sincréticos han creado, por ejemplo, la
llamada Poesía Sonora, cuyos orígenes
se remontan a tiempos antes de Cristo, con las composiciones denominadas Tautogramas, donde el punto fuerte de
los versos “reside, justamente, en la lozana
sonoridad y no en el significado” (Dick Higgins, Catálogo de la
Exposición Poesía Experimental, 2001, 18). En la poesía sonora, es el elemento
acústico “el que determina su valor estético y formal” (Higgins, 18)
constituyéndose este valor en el componente básico que produce el significado.
Aquí, el sonido es el que genera el sentido poético. En palabras de Higgins, “
cuando está representado a lo vivo, el poema sonoro se sirve de otras
cuestiones que parten de su integración a otros medios y lenguajes: espacio,
gestualidad, vídeo, interacción con el público. Sin embargo, todos estos
elementos deben participar dirigidos por el proyecto del poema sonoro e
integrado en un proceso de montaje,
de relación intersígnica intermedial” (19). Tal como se plantea, la poesía
sonora retoma la estructura de multimedia donde se conjuga el arte con la alta
tecnología, junto a las acciones más primigenias y rituales del cuerpo y los
sentidos. El poema, así comprendido, pasa del texto escritural, e incluso oral,
al texto multimediático. El resultado de estas interesantes y seductoras
fusiones lo encontramos en la Poesía
Performática. Los poetas Clemente Padín (Uruguay), Enzo Minarelli (Italia) y Fernando Aguiar (Portugal),
invitados al XI festival Internacional de poesía de Medellín, son grandes
exponentes de dicha poesía.
En las “puestas en escena” de sus acciones poéticas,
Clemente Padín hace dialogar lo irónico, lo lúdico, la sátira, logrando gratas
sensaciones extremas donde es el espectador el que resuelve el poema visual, lo
completa, pues Padín lo invita a pasar a la otra orilla por medio de la
innovación, la evocación y lo imaginario. El lector de este texto visual, se
transforma en poeta al ser inducido a producir el poema como símbolo, es decir,
como sugerencia y seducción. La gracia simbólica de los poemas performances de
Clemente Padín, se nutre de una cotidianidad exaltada por el devenir de lo
trágico-cómico. De allí su visión de la vida como fortuitos y azarosos
encuentros o desencuentros plurales, manifiestos en su exhaustivo trabajo.
La Poesía Performática
de Enzo Minarelli transita por varias posibilidades. El teatro, la poesía
sonora, el vídeo, la poesía digital, sirven a éste para explorar las múltiples
posibilidades de lo poético. En su trabajo sonoro, entran el humor, las
técnicas vocales, los susurros, los gritos junto a las tele-tecnologías
actuales. Al poner en escena la Polipoesía,
funcionan como catalizadores el sonido, la imagen y la palabra hasta lograr una
atmósfera de sensaciones que más que decir sugieren lo que es un poema. La Polipoesía, término creado por este
poeta, “es concebida y realizada para
el espectáculo en vivo; se apoya en la poesía sonora como prima donna o punto de partida para establecer relaciones con la
música (acompañamiento o línea rítmica), la mímica, el gesto, la danza, la
imagen, la luz, el espacio, las vestimentas y los objetos” (Enzo Minarelli,
Catálogo de la Exposición Internacional de Poesía Experimental, 2001, 19). La
polipoesía polifónica, polilinguística, polifuncional, llega a ser en Minarelli
una manera de mostrar la infinidad de posibilidades desde las cuales la poesía
posmoderna actual está explorando sus lenguajes como fragmentación,
descentramiento y ruptura con las tradicionales poéticas orgánicas, unitarias y
cerradas de los modernos. (Confróntese,
por ejemplo, el CD- rom de polipoesía “Cinema/Museo; In/forma di Catalogo”,
Cento, Italia, 2001. El CD. de Poesía
Sonora “coralmente me stesso”, Cento, Italia, 1998 y el Larga Duración “The
Sound Side of poetry”, Cento, Italia, 1990)
Por su parte, el poeta portugués Fernando Aguiar, considera
que la poesía performática “contiene ese aspecto de sincronismo de
acción/reacción que hace vivo el poema. Las personas asisten al nacimiento y al
término del poema. Observan a quien crea y la ejecución del poema, ayudando, a
veces, a su creación (…). Posibilita la información integrada recíproca e
instantánea. Apela a la participación. ( Catálogo…19). Se aprecia aquí que la
práctica del poema deja de ser un acto solitario y pasa a convertirse en un
acto público, espectacularizado en tanto entra a ser representado en vivo y en
directo. Este espectáculo de la poesía performática llega a ser ambiguo, puesto
que puede caer en la mediocridad facilista del poema light – tal como lo anunciamos arriba - o bien puede producir un
gran sentido de calidad estética, en donde la exploración del lenguaje, la
disciplina creativa y el conocimiento de los procesos multimediáticos lleven al
poema performático a un estallido simbólico imaginativo mayor. Desde luego,
este último es el caso del poeta Fernando Aguiar. Palabra, teatro, plástica, texto oral y escritural, diseño
gráfico, música, hacen parte de las “puestas en escena” de sus poemas. Este
performer-poeta ha explorado distintas expresiones que pasan por la poesía
concreta, la poesía visual, los poemas-objetos, llegando a la poesía bricolage y a las fusiones que se logran
maravillosamente en sus experimentaciones. El poema es más que un texto
escritural u oral llega a ser un multitexto, rizomático, descentrado,
discontínuo, simultáneo, paradojal, contingente y laberíntico, sintonizado con
las categorías de las estéticas posmodernas. La gran explosión o Big Bang que se produjo en las estéticas
unitarias y universalistas, elevó la alteridad, el discenso, la variedad y la
heterogeneidad a conceptos artísticos. El poeta rompe con lo uniforme y asume
una “vida en plural” (Fernando Pessoa). Del sujeto centrado, autónomo, al
sujeto múltiple y plural. El poeta Aguiar acepta el desplazamiento de una
sensibilidad a otra; teje nudos, redes y no linealidades ni fundamentos
últimos. Sus rasgos están en la multi-identidad y diversidad. Fernando Aguiar
manifiesta en su obra, sin traumas ni sentimientos de culpa, estos estupendos
desplazamientos estéticos. (Confróntese, por ejemplo, sus libros “Os Olhos que
o nosso olhar nao vé”, antología de poesía, 1972-1980. “Poemografías.
Perspectivas da poesía visual portuguesa”, Lisboa, 1985. “Minimal poems”,
Alemania, 1994; “Indicis”, Barcelona, 1995; y sus obras Poesía sonora IV, 1996;
Soneto a cuatro voces, 1986, rede de canalizacao, 1983; Discorso (s)
Polipoesía, 1991…).
Por otra parte, en la llamada Videopoesía observamos cómo se integran las tele-tecnologías en la
creación de poemas. Aquí “el movimiento incorporado al texto es la principal
contribución que el lenguaje del vídeo trajo a la poesía… Se amplía la noción
de tiempo de los vocablos y se quiebra la linealidad de la lectura, revelando
los textos según la programación del autor, con las palabras en movimientos
distintos del tradicional de arriba abajo y de izquierda a derecha” ( Álvaro
Andrade García, catálogo de La Exposición de poesía Experimental, 19). La
videopoesía facilita superar al texto tradicional lineal y cerrado, puesto que
provoca una lectura pluridimensional de distintas formas cuantas veces se desee. “Texturas, colores y
formas revistiendo y haciendo de fondos para las palabras, permiten la
superposición de elementos de las artes plásticas en el encadenamiento
sintético de los poemas. La videopoesía acerca inmensamente esas dos formas de
expresión, tradicionalmente tan afines” ( Andrade garcía, 19). Tal es el caso
del Videopoema digital Árbol Veloz
del poeta uruguayo Luis Bravo, invitado al Festival de poesía de Medellín, en
el cual encontramos intersecciones entre poesía visual, música y poesía
hablada. Multimedia que construye una cierta Estética del video-clip donde observamos el dinamismo de un collage electrónico, imágenes en
movimiento, secuencias en un tiempo no lineal, superposiciones de palabras con
iconografías simultáneas, fluidez y aceleración que expresan la vida cotidiana
de las actuales ciudades. Luis Bravo proclama en este videopoema digital, la
Velocidad como el actual mito de nuestra posmodernidad dentro del cual animación y escenario,
fotografía y dibujo, lectura hipertextual y cortes transversales son aspectos
fundamentales para la ciber-poesía.
Hija de la cibercultura, la Holopoesía es la máxima expresión artística de la era digital
computacional. Poesía producida gracias a la realidad tecno-virtual y realizada
en el espacio inmaterial tridimensional en constante transformación. Según el brasileño
Eduardo Kac, la Holopoesía, en contraste con la poesía visual, “pretende
expresar la discontinuidad del pensamiento; en otras palabras, la percepción
del holograma no tiene lugar ni lineal ni simultáneamente, sino en fragmentos
que el observador ve en función de las decisiones que toma, es decir,
dependiendo de la posición que adopte respecto al poema” ( Catálogo Exposición…
20). Aquí los fractales son los integrantes mayores del Holopoema. Son
creaciones de sintaxis nuevas, discontínuas, irregulares, indescifrables, no
medibles por las tres dimensiones no euclidianas y cuya morfología posee el
carácter estético de lo maravilloso.
Los Holopoemas, igual que las figuras neobarrocas posmodernas, están dotados de
dinamismo, inestabilidad y metamorfosis rítmicas graduales. “La percepción
espacial de los colores, los volúmenes, los grados de transparencia, las
transformaciones de la forma, la posición relativa de las letras y las
palabras, y la aparición y desaparición de formas es inseparable de la percepción
sintáctica y semántica del texto” (Catálogo..20). Poesía virtual. Poemas
cuatridimensionales que integran no sólo lo espacial, sino lo temporal. De allí
su fluidez, su fugaz percepción y la no permanencia en el tiempo. Poesía para
la memoria instantánea global, promocionada e impulsada por la cibercultura.
(Véase,por ejemplo, los Holopoemas de Eduardo Kac, Zero, 1991; Havoc, 1992;
Holo/Olho, 1983).
Como se observa, son múltiples las manifestaciones de la
denominada Poesía Experimental en la posmodernidad. Sus rupturas, a veces
radicales con las formas tradicionales de la poesía tanto clásica como moderna,
son innumerables, llevando a los conservadores a dudar de su valor poético. No
caemos en estos últimos. Creemos más bien que la poesía, como expresión de la
libertad imaginaria, tiene licencia para marchar por los campos abiertos de la
creación, aunque sólo legitimamos dichas creaciones en tanto su calidad poética
se mantenga; de lo contrario, como muchas veces sucede con la basuralización
cultural, aceptaríamos la relajación acrítica y una sensibilidad de lo
incontestable y la conciliación.
Carlos
Fajardo Fajardo nació en Santiago de Cali. Poeta y ensayista. Filósofo de la
Universidad del Cauca. Magíster en
Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana y candidato a Doctor en
Literatura de la UNED (España). Cofundador de la Corporación Si Mañana Despierto,
dedicada a la investigación de la literatura y creación de imágenes e
imaginarios. Se desempeña como profesor en la Universidad Distrital y
Universidad INCCA de Colombia. Ha publicado entre otras obras Origen de
Silencios. Fundación Banco de Estado, Popayán (1981), Serenidad Sitiada,
Si Mañana Despierto Ediciones, Bogotá (1990), Veraneras, Si
Mañana Despierto Ediciones, Santafé de Bogotá (1995), Atlas de callejerías.
Trilce Editores, Santafé de Bogotá (1997) y varios ensayos nacional e
internacionalmente. Ganador del premio de poesía Antonio Llanos, Santiago de
Cali 1991; Mención de Honor en el Premio Jorge Isaacs 1996 y 1997, Mención de
Honor Premio Ciudad de Bogotá,1994. Su libro Charlas a la Intemperie. Un
estudio de las sensibilidades y estéticas de la modernidad y posmodernidad, fue
publicado en noviembre del 2000 por la Universidad INCCA de Colombia.
Carfajardo@hotmail.com
[i] El festival Internacional de Poesía de Medellín, Colombia, se realiza anualmente. En el año 2001 congregó cerca de 110 poetas de los cinco continentes. Este ensayo, por supuesto, sólo desea pronunciarse sobre algunas tendencias o momentos que se están manifestando como procesos en las poéticas contemporáneas, las cuales pudimos observar en Medellín; sobre todo aquella poesía impactada por los movimientos de la globalización económica y la mundialización cultural y por los cambios de paradigmas que se operan en una modernidad en crisis. No es nuestro propósito abordar la totalidad de las voces escuchadas en el Festival. Nuestro objetivo está más bien en afianzar el análisis de las distintas sensibilidades que han entrado ya a formar parte de la poesía del siglo XXI. Tampoco damos nombres o realizamos una crítica particular de los poetas. Nuestra misión es generar problemáticas y seducir a otros para que las prolonguen.
[ii] Esta búsqueda libertaria del poeta, está en sintonía
con la democracia Iluminista, con el subjetivismo romántico y la autonomía del
sujeto creador para trabajar con los materiales y formas que desee, lo que
afianza una ética de la tolerancia activa en el arte. De allí que esta
categoría del “todo es Apto”, la cual la posmodernidad hace suya, tiene en
realidad profundas raíces en las concepciones estético-poéticas modernas, pero
su tratamiento ha sido tan masificado que sus resultados dejan mucho que
desear.
[iii] Estas fragmentaciones que desaparecen de forma casi total
las ideas de creador individual, generan la idea de autor colectivo integrado al programador. El poeta puede ahora
hacer uso de cualquier medio para llevar a cabo su obra. Del oficio autónomo
artístico, se pasa al de generador del Zapping.
De tal manera que, hoy por hoy, la obra poética, como bien lo ha escrito
Marcelo Walter Bruno, “no puede esperar
ser una obra acabada (cerrada) ni mucho menos pulida; ésta es siempre
‘infinita’, un análisis ‘exterminado’ en oposición a un ‘terminado’ (1996:
164). No existirá original de la obra, ni copia. Cualquier imagen será
programada, modificada, obtendrá su valor por el hecho de ser procesada y
transformada cuantas veces se desee. Secularización tecnomediática y colectiva
donde el Aura de lo personal y lo original del arte, en la época de la
reproductividad tecnológica, va desapareciendo paulatinamente. Arte global y
globalización del arte, peligrosa o milagrosamente masivo, tejido y prisionero
en la red de redes y sus sistemas. ( Fajardo Fajardo, Carlos. Hacia una estética de la cibercultura.
En: Revista Espéculo. Universidad Complutense de Madrid.
http://www.ucm.es/info/especulo/numero10/est_cibe.html )
BIBLIOGRAFÍA CITADA
AGUIAR, Fernando. Os olhos que o nosso olhar näo vé.
Lisboa: Associacâo Poesía Viva, 1999.
CATÁLOGO Exposición Internacional de Poesía
Experimental. Medellín, junio de 2001.
MARCHÁN Fiz, Simón. La diferencia estética en la
“Fuente” y otras distracciones de Mr Mutt.. Separata. Salamanca: Ediciones
Universidad salamanca. Sf.
MASSÓ Tarruella, Ramón. La cultura Light. El éxito
de los personajes famosos, los anuncios y las noticias.Barcelona: CIMS 97, S.L.
2001.
PROMETEO. Revista Latinoamericana de Poesía. Memoria
del XI Festival Internacional de Poesía de Medellín. N° 59-60.(jun. 2001) Medellín: Prometeo, 2001. 469 p.
VIRILIO, Paul. La Bomba informática. Madrid:
Cátedra, 1999.
ZERAQUI, Zidane y otros. Modernidad y posmodernidad.
La crisis de los paradigmas y valores. México D:F:: Noriega editores, 2000.