ðHwww.oocities.org/es/ciribarne2000/Dossier.htmwww.oocities.org/es/ciribarne2000/Dossier.htm.delayedxÉ{ÕJÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÈÀ˜zïOKtext/htmlPÃyTázïÿÿÿÿb‰.HWed, 05 Jul 2006 11:19:13 GMTMozilla/4.5 (compatible; HTTrack 3.0x; Windows 98)en, *º{ÕJzï La adaptación paso a paso

Informe extraído de los foros


 

  1. La adaptación paso a paso
  2. Desarrollo de 0 a 2 años
  3. Desarrollo de 2 a 7 años
  4. Desarrollo a partir de 7 años
  5. El encuentro
  6. Establecer un vinculo afectivo
  7. Psicomotricidad
  8. Integracion sensorial
  9. Enfermedades que acechan

La adaptación paso a paso

 

Al esperar la llegada de un nuevo miembro a la familia, nos imaginamos cómo será todo una vez esté con nosotros. Si además procede de otro país, habrá muchas cosas que nos preguntemos sobre su adaptación y su desarrollo; aquí os ofrecemos algunos datos que os servirán de ayuda.

 

Carmen Romaní  -  Esther Herranz Miranda

 

 

La eclosión de la adopción internacional en nuestro país es muy reciente; por eso, con no más de 6 años de tradición en España, es difícil realizar un estudio exhaustivo sobre el tema, teniendo en cuenta nuestra falta de experiencia. Sin embargo, se puede decir en nuestro favor que somos de los primeros países en cuanto al número de solicitudes de adopción, lo que quiere decir que si bien no llevamos demasiado tiempo dedicándonos a este tema, el tiempo que le hemos dedicado desde entonces, ha sido total.

Para empezar, hay que señalar que es fundamental la edad que tenga el niño en el momento de la adopción, ya que va a condicionar el tipo de relación que se puede establecer con él. Es importante tener en cuenta que las pautas evolutivas que tenemos como referencia en nuestro entorno social y cultural, es decir: lo que estamos habituados a que hagan o sepan los niños a cada edad, no se pueden aplicar directamente.

La capacidad de comunicación verbal, el nivel de razonamiento o el interés por un tipo de juego u otro pueden variar enormemente de unas culturas a otras y de unos niveles de desarrollo a otros.

En el caso de adoptar un bebé, éste no es tan consciente de los cambios que se están produciendo; además, su forma de reaccionar ante ellos suele ser a nivel psicosomático y emocional. Sin embargo, un niño de mayor edad sí tiene conciencia de lo que ocurre, aunque a veces no sepa poner en palabras aquello que siente. Aún así, no siempre suele ser más difícil la adaptación cuanto mayor sea el niño; esto depende también de la edad del abandono y sus circunstancias específicas. Las experiencias previas al momento de ser adoptados son esenciales en la adaptación; hay niños que han pasado toda su vida en un orfanato, y los hay que han pasado por varias familias o centros, sufriendo el consiguiente fracaso que les ha hecho ir cambiando de entorno en cada ocasión. Así, a mayor edad, mayor probabilidad estadística de que haya más sufrimiento, más historia, o más desamparo, pero hay niños que pese a todo han crecido con una familia sustituta o en un orfanato donde la experiencia ha sido grata y ha sido grata y emocionalmente estable, y cuya adaptación es muy buena.

El niño adoptado probablemente tendrá unos hábitos adquiridos y diferencias culturales que en ocasiones le habrán servido en el entorno en el que ha vivido para conseguir aquello que necesitaba: atención, comida... Así que nos podemos encontrar con reacciones que resultan sorprendentes porque son totalmente distintas a aquéllas a las que estamos acostumbrados. Sin embargo, aceptando esa situación atípica inicial y corrigiéndola sin criticar, reñir o avergonzarse, es fácil habituar al niño a las nuevas costumbres. También es fundamental la estimulación que haya recibido allí donde haya estado, porque afectará a su desarrollo físico y cognitivo.

Otro factor importante es la preparación que haya tenido para el momento de la adopción: en algunos países o algunas cuidadoras más sensibles a este tema, preparan a los niños para la llegada de sus padres, pero en otros no. Además en niños muy pequeños no es posible esa preparación, lo que hace que no sepan quiénes son, qué quieren de ellos y cómo comportarse ante los padres que los vienen a buscar, lo que hace que sufran un bloqueo.

Los vínculos afectivos que haya podido establecer también son otro de los factores fundamentales, ya que si ha podido establecer una relación afectiva intensa y más o menos estable, ésta supondrá una parte esencial de su experiencia temprana, favoreciendo la normalidad de sus relaciones futuras. El modo de vincularse afectivamente con los demás es algo que se aprende durante el primer año de vida, lo cual quiere decir que en función de su experiencia inicial el niño se relacionará de una manera u otra. No es lo mismo que se hayan establecido unos vínculos seguros y estables, a que hayan sido inseguros o no se haya llegado a conseguir vínculo de ningún tipo.

 

PROBLEMAS FÍSICOS

Se puede afirmar que en la práctica totalidad de los niños de adopción internacional es razonable encontrar un retraso en talla y peso. Es natural, ya que los niños no suelen venir de un entorno favorable; en el mejor de los casos proceden de una crianza en una institución o una casa de acogida.

En algunos países, las instituciones tienen unos mínimos niveles de calidad, como es el caso de muchos orfanatos, donde la atención sanitaria, la higiene y la alimentación son buenas, pero existen otros casos en los que la situación es todavía muy deficitaria.

Relacionados con la escasa calidad de algunos orfanatos, son típicos los frecuentes casos de estrabismo,  asociados al crecimiento de los niños en entornos muy pequeños, a veces incluso sin llegar a salir al exterior y por tanto siempre fijando la vista en objetos cercanos. Esta afección suele darse en ciertos tipos de orfanatos, que recuerdan a los de los años 50, en los que para evitar que el niño molestara a los demás, se colocaban sábanas a los lados de su cuna para que no viera su entorno, lo que impedía que llegara a fijar su vista de manera normal.

También son muy frecuentes las infecciones respiratorias; se suelen dar en centros masificados, donde una ventilación insuficiente y una mala alimentación, con su consecuente carencia de vitaminas, facilitan el contagio de niño en niño.

El retraso psicomotor es una deficiencia que suele afectar a niños cuyo régimen de vida en los centros no es el adecuado; por ejemplo, en instituciones donde trabaja poco personal, los niños apenas salen al exterior y permanecen en las cunas o en los parques. Así, niños en edad de caminar aún no lo hacen, o no son capaces de sentarse sin la ayuda de un adulto. A este respecto hay dos retrasos que se señalan como dos de las consecuencias más comunes de la privación de atenciones que supone criarse en algunos orfanatos: el retraso de la deambulación, referente a niños que no han tenido oportunidad de salir del orfanato o incluso de su habitación, y el retraso en aquellas dimensiones del desarrollo que están más asociadas a la interacción personal, como el lenguaje y la capacidad de establecer conductas relacionales complejas (la empatía, la capacidad de asumir y respetar normas, etc).

Es muy frecuente encontrar perfiles de antecedentes médicos por países; por ejemplo, en algunos países existe un grave problema social de alcoholismo, lo que hace que en un alto porcentaje de los niños adoptados haya antecedentes de alcoholismo materno o paterno, hecho del que se derivan ciertas consecuencias: bajo peso, síndrome de alcoholismo fetal, agitación psicomotriz, hiperactividad...  En el caso de otros países, como ocurre en algunas zonas de Asia, son frecuentes las enfermedades de tipo endémico, por lo que algunos niños provenientes de esas zonas pueden llegar con algún tipo de parásito intestinal.

Afortunadamente este tipo de afecciones son de fácil y rápido tratamiento y no suelen conllevar problemas de ninguna clase.

 

PROBLEMAS EMOCIONALES: EL APEGO

 Es natural que en los primeros momentos la vinculación con los nuevos padres sea más ansiosa; los niños en esos momentos necesitan mucha más atención, buscan su contacto físico constantemente y se angustian con su marcha, aunque sea temporal.

Al principio algunos tienden a asociar al nuevo padre o madre con otra figura más de adulto que aparece y desaparece, y por eso en algunos casos se muestran más indiferentes hacia ellos o bien muestran el mismo apego por cada persona que conocen, incluso llegando a dar la sensación de que se irían casi con cualquiera. Sin embargo, el niño sano no es aquel que tiende a una sociabilidad tan sorprendente desde el primer momento, sino el que llora al salir del orfanato, ya que una reacción así indica que allí ha creado vínculos. Podemos encontrar reacciones muy distintas al llegar a casa: por ejemplo, que el niño muestre falta de expresividad, y bloqueo en sus reacciones ante los estímulos, sin respuesta a las caricias ni intentos de interacción.

Los vínculos establecidos con la figura de sus cuidadoras tal vez no hayan tenido una estructura clara, ni una relación entre lo que el niño hace y las consecuencias que obtiene; no habrá tenido en su entorno a nadie accesible como fuente de seguridad y apoyo, por eso niegan tanto que necesiten el afecto de los demás como que deseen dar a la vez el suyo a nuevas personas.

También es normal que presente conductas de autoestimulación, automatismos o movimientos estereotipados, es decir, repetitivos y sin sentido aparente, adquiridos para compensar la falta de estimulación externa. Otras veces son una manera de aislarse de un entorno que no pueden controlar o sobre el que no saben cómo actuar.

Poco a poco, estas conductas van desapareciendo, pero pueden resurgir en momentos determinados en los que el niño se enfrente a situaciones  nuevas que le provoquen tensión o frustración y ante las cuales todavía no sepa comportarse. En casos así, no hay que preocuparse más de la cuenta; simplemente el niño necesita tiempo.

Por otra parte, si el niño ha tenido la oportunidad de poder establecer lazos afectivos con una figura de apego, la separación de ésta va a tener unos efectos claros. Generalmente los niños suelen pasar por tres fases: la fase de protesta, en la que luchan activamente por recuperar la figura de apego, mostrando gran ansiedad y rechazo de los cuidados que les ofrecen otras personas.

 

ACEPTANDO LÍMITES Y NORMAS

Cuando el niño llega a casa, todo es nuevo para él, por eso al principio tiene necesidad de tantear el terreno poniendo a prueba todo lo que le rodea, incluyendo a sus padres. En este período, el niño, en su afán por descubrir hasta dónde puede llegar, puede hacer cosas que a los padres les incomoden; esto es normal, ya que esta fase consiste en el conocimiento mutuo y para lograrlo se debe actuar, no importa si correcta o incorrectamente. Lo que el niño consigue con esto es tomar referencias físicas y sociales sobre todo lo que ve: qué puede hacer, qué no debe hacer, qué está bien, qué está mal... Los padres deben establecer los límites desde el principio. Nunca se debe consentir algo que más tarde se vaya a prohibir, porque el niño no entenderá por qué lo que al principio era válido, no lo es pasado un tiempo.

A la hora de establecer estos límites hay que diferenciar aquellas conductas que han servido al niño para vivir en el orfanato y aquellas que emite para probar a los nuevos padres y ver hasta dónde le está permitido llegar.

 

EN EL COLEGIO

El colegio es uno de los entornos en los que se obtienen resultados más sorprendentes en cuanto a la adopción internacional; es cierto que si se trata de niños de tres o cuatro años, tendrán que recibir uno o dos años de clases hasta que alcancen el nivel de conocimientos básicos de los niños de su edad, pero también es cierto que existe una alta velocidad de aprendizaje en el niño adoptado; generalmente a los tres meses de llegar a nuestro país ya son capaces de comunicarse sin demasiada dificultad. Es importante no olvidar la procedencia del niño; si viene de un entorno donde ha sufrido ciertos tipos de carencias, no debemos esperar que actúe como si esto no hubiera ocurrido; debemos ayudarlo en su adaptación con dedicación y paciencia, y probablemente nos  sorprenderemos ante el entusiasmo con el que aprende. Es fundamental también la ayuda extraordinaria que reciben en el colegio por parte de los profesores, que, en su gran mayoría, se desviven por ayudarlos en su integración.

Como es natural, el éxito escolar dependerá de la edad a la que el niño es adoptado, es decir, la edad a la que se inserta en la escolarización normalizada. Estadísticamente, considerando grandes poblaciones, los parámetros del logro académico de los niños adoptados no siempre son comparables a los de la población general, y hay que aceptar los déficits con los que algunos niños llegan.

Cuando alguien pretende adoptar a un niño, tiene que ser consciente de esto, ya que personas muy exigentes en el ámbito académico pueden ser poco idóneas por albergar una serie de expectativas que quizás el niño no pueda cumplir.

En general, con niños hasta 4 años, los resultados suelen ser extraordinariamente buenos.

En los casos en que hay diferencias físicas entre los niños por distintos rasgos étnicos, a veces hay casos de rechazo, o algún caso de apodos, por ejemplo que le llamen chinito, o cubano a un niño peruano, pero en general no hay problemas en este sentido. Hay veces también que la diferencia es un mérito, y la mayor parte de los padres corroboran que la experiencia de integración social es muy positiva: los niños tienen amigos y afortunadamente, en poquísimos casos de seguimiento más allá de un año se ha encontrado problemas de integración. Hay niños tímidos, los hay probablemente demasiado extrovertidos, pero no es frecuente que nos encontremos más dificultades de relación que con otros niños.

 

CUÁNDO Y CÓMO HABLAR DE LA ADOPCIÓN

Este tema debe tratarse con naturalidad desde el primer día. La adopción internacional, por suerte, ha acabado con el mito del secretismo, y la experiencia demuestra que los niños crecen con esa información sin traumas. Cuando un niño comienza a hacer preguntas, es esencial decir siempre la verdad, pero sin dar más información de la que solicitan. Hay veces que los niños no quieren aceptarlo y, como esfuerzo de hiperadaptación, fantasean con la idea de que siempre han estado con sus padres adoptivos.

En estos casos, hay que explicarles la verdadera situación con mucho cariño y paciencia, sin admitir cosas que no son ciertas. Lo ideal es que el niño crezca oyendo historias sobre su adopción, viendo fotos del viaje y de la llegada a casa, al igual que otro niño conoce cómo fue su parto o las pataditas que daba. Además hay que ayudarlos a crecer sabiendo que son distintos y que es maravilloso serlo, dejando claro que no significa ser ni mejor ni peor, y eso a veces tiene que surgir de un esfuerzo consciente de jugar con el niño y decirle: eres chinito y por eso eres precioso.

 

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Desarrollo de 0 a 2 años

A esta edad están para comérselos y a todos los padres nos gustaría que no crecieran y siempre nos necesitaran y buscaran tanto. Los logros que consigan en este período serán cruciales para un desarrollo posterior óptimo. En este momento es cuando se fijan las bases de su futura personalidad y es muy importante lo que reciben del mundo adulto. Si habéis adoptado un bebé, conseguir la normalización antes de que termine esta etapa será vuestra mejor baza.

Amalia Cortés y Adoración Menéndez

 

 

 

La llegada de un niño adoptado a su nueva familia supone el inicio de una andadura en la que tanto el menor como sus padres atravesarán una serie de fases de integración. En todos los casos se darán unos procesos de cambio y evolución que nos invitan y nos permiten extraer algunas pautas generales orientativas de lo que puede ser la adaptación, pero ante todo debemos contar con la individualidad y el aspecto diferencial de cada uno de los miembros que forman la nueva familia, lo que hace de cada proceso una experiencia única e irrepetible.

Los padres, en los meses anteriores a la llegada de su hijo, habrán de irse separando de la imagen de su niño ideal, de sus posibles hijos biológicos no nacidos o perdidos, o de ese otro hijo más, que se fantasea completando la familia ideal. Será importante profundizar en el conocimiento de las limitaciones propias y de la pareja, de los temores, de los deseos de cada uno, a fin de que en los momentos difíciles, que los habrá, ambos padres puedan apoyarse en lugar de competir o rivalizar.

Sabemos que esta preparación es difícil de aceptar para algunas personas que consideran que no es algo que se solicite de los padres biológicos, pero es más fácil de comprender si se lo plantean como una primera fase de integración para ellos. Un tratamiento individualizado a su caso les facilitará el reconocimiento de su propio hecho diferencial, no sólo el del menor por llegar, consiguiendo así una buena predisposición.

 

Las experiencias de los niños

En general podemos admitir que es cierto que los procesos de integración familiar son más fáciles y rápidos cuanto menor es la edad del niño adoptado, pero también podemos afirmar que esto no es sólo debido a que la historia y las experiencias previas del niño sin sus padres sean más cortas en el tiempo, sino también al grado de seguridad con que los padres reciben a su hijo. El "agujero" del desconocimiento de su historia es menor y eso les tranquiliza.

Esta seguridad se la trasmiten a su hijo, constituyendo el más idóneo punto de partida para una buena adaptación.

La intensidad con la que cada niño haya vivido sus experiencias anteriores, deja marcas únicas, ligadas a factores más complejos, siendo el factor más evidente el tiempo. Como en todos los menores adoptados, independientemente de la edad, en el proceso de adaptación de los niños de 0 a 2 años, debemos de contar con ese "agujero", que ha creado  una marca propia en cada menor y que junto con las características personales de los padres, provocará inevitablemente en su encuentro los efectos particulares de cada familia. Con la premisa común de que es en este momento cuando comienza el cambio, podemos rescatar algunos aspectos de la evolución del mismo:

Por lo general partimos de la idea de que los bebés institucionalizados han vivido una serie de carencias físicas y afectivas, que provocan ciertos efectos. De este modo es habitual que el nivel de desarrollo de los menores, tanto físico como psicomotriz, en el momento de su llegada a la familia, esté por debajo de los parámetros normales para su edad. Estos bajos niveles y otros aspectos propios de sus carencias, se van normalizando con sorprendente rapidez, ya que el cuidado, la atención y el afecto recibidos en su nuevo entorno, son el mejor de los estímulos. Podemos comprobar cómo pronto comienzan a moverse y sujetarse con más seguridad y cómo ganan peso y estatura. Su mirada a veces perdida y ausente empieza a fijarse y su expresión cambia.

El bebé va integrando la imagen de los otros y de sí mismo a través de la mirada que se le dirige, fundamentalmente la de la madre. Sin embargo, es normal que el niño, en su proceso de adaptación, también sufra regresiones y síntomas nuevos, y que algunos de los hábitos y habilidades con las que venía, como los ligados a la alimentación, sueño e higiene, muy regularizados en los niños institucionalizados, tengan un retroceso.

En la medida en que van percibiendo el gran cambio de entorno, la atención personalizada que reciben, el afecto y el contacto continuo con sus padres, a los que empieza a reconocer como tales, comienzan a sentirse seguros de su posición en el núcleo familiar y aparecen los primeros síntomas, reclamando por un lado la atención de la que han carecido y por otro manifestando los sentimientos de angustia y dolor que hayan podido acumular en su corta historia. Cuando el niño ha sido adoptado a una edad muy temprana, los síntomas más habituales son de hiperactividad, retraso en el desarrollo, trastornos del sueño o de la alimentación, enuresis, o terror hacia determinados estímulos o situaciones, que van remitiendo paulatinamente.

Si esto ocurre, no hay que sorprenderse, ya que forma parte del proceso de elaboración del cambio por parte del menor.

Si se saben manejar los límites y la ansiedad que esta situación pueda provocar, pronto se adaptará a los nuevos hábitos familiares.

La adaptación mutua

A la hora de enfrentarnos a estas situaciones debemos tener presente la situación excepcional por la que está pasando el bebé, el compromiso adquirido con él, y también que las dificultades no sólo están ligadas a sus circunstancias, sino que también están las dificultades personales de los padres y su particular ritmo de adaptación al nuevo hijo. En este sentido podemos señalar algunas pautas que faciliten y ayuden en el proceso de integración familiar:

- Cada niño tiene su ritmo propio de evolución, tanto física como psicomotriz, y las comparaciones hacen que aparezca la ansiedad en los padres y se fuerce el ritmo del menor, provocando lo contrario a lo que pretendemos. Un ejemplo común sería el siguiente: si el niño tiene un peso por debajo de los percentiles, la tendencia de la madre puede ser estar demasiado pendiente de su alimentación, actitud que el niño detecta y hacia la que se resiste, provocando un rechazo a la comida o a determinadas comidas. Si se respeta el ritmo que él necesita y no el que los padres necesitan, generalmente por su ansiedad, pronto regulará sus hábitos.

- Es importante dosificar los estímulos que han de recibir. Habitualmente, los más pequeños se han movido en un entorno muy reducido. Para ellos todo es nuevo: determinados sonidos, grandes espacios, olores, movimientos, hasta el contacto corporal con los que le rodean, mucho más habitual del que han tenido hasta el momento; por eso es tan importante que el niño vaya reconociendo a sus padres y su casa como su nuevo entorno. Más adelante y poco a poco entrará en juego el resto del círculo familiar y social, ya que en un principio demasiadas caras nuevas a la vez pueden confundir y asustar al niño. Un exceso de estímulos, para los que no está preparado, puede provocar tanto sobreexcitación como inhibiciones frente a lo que se le ofrece.

- Los límites que debemos establecer en los niños hasta 2 años, van ligados fundamentalmente a los hábitos de alimentación, sueño e higiene, y al "sí y no" en relación a sus primeros comportamientos.

Es fundamental que la pareja se ponga también límites preservando sus espacios.

Para que el niño crezca sano, desde el punto de vista psíquico, ha de percibir a sus padres como pareja y también ha de saber que hay un espacio que para él está vetado, donde no entran los hijos. Esto se facilita si desde el primer momento se acostumbra a dormir en su cuarto, incluso cuando pueda empezar con trastornos del sueño o miedos (que hay que calmar atendiendo al niño pero sin invadir el espacio de la pareja).

- Los padres no deben de asustarse de sus sentimientos: es humano sentir en un principio a su hijo como un extraño en algunos momentos. Pueden sentirse excluidos de la relación entre el otro miembro de la pareja y el niño. En estos casos es importante la comunicación entre la pareja para asumir estos sentimientos como parte del proceso de integración familiar.

- En el caso de las adopciones monoparentales, hay que cuidar que la relación con el hijo no descuide otras posibilidades de relación que hasta el momento han sido valiosas y que igualmente pueden serlo para el niño. Así, el niño entenderá que hay otras personas y otros intereses en la vida de su madre o de su padre, facilitándole el no caer en la fantasía de ser el único, que puede más adelante provocarle problemas en sus relaciones.

- Los factores de origen, tanto culturales como raciales del menor, sólo son importantes en su desarrollo en la medida de cómo sean aceptados en el entorno directo que le recibe. Con unos padres y un círculo cercano familiar y social que acepte el hecho diferencial de cada persona, el niño crecerá con una perspectiva amplia y flexible de aceptación de lo individual propio y ajeno, más allá de las condiciones más manifiestas ligadas a su procedencia biológica. Esto no evitará los malos encuentros con personajes o comentarios xenófobos, pero lo hará posicionarse frente a ellos con seguridad suficiente como para no sentirse invadido por estas cuestiones y no le supondrán más adelante ninguna traba en su desarrollo.

- Debe quedar siempre abierta la posibilidad de recibir ayuda para orientarse cuando se sienta que alguna situación desborda o angustia más de lo normal. Es habitual que los temores propios de las circunstancias hagan que se dé más peso del necesario a cuestiones que no lo tienen y que simplemente con el solo hecho de consultar con un profesional se ordenen de nuevo las cosas.

 

Recomendaciones dietéticas durante el primer año de vida

0 A 3 MESES

Ocho tomas diarias de leche materna a intervalos de aproximadamente tres horas (aunque algunos autores opinan que debe ser el apetito del niño el que determine el horario). Algunos estudios recomiendan que la madre alimente al niño desde las primeras horas de vida, lo que potenciará la unión madre - hijo y permitirá al niño beneficiarse de las ventajas de la leche materna.

4 A 5 MESES

Cuatro o cinco tomas de leche, dependiendo del descanso del niño por las noches. Algunos estudios recomiendan también la diversificación de la alimentación.

Alrededor de los 4 meses, se pueden ir introduciendo cereales sin gluten, algunas frutas y verduras, patata y arroz. La introducción de los alimentos sería de uno en uno y con una separación de al menos 5 días para detectar posibles alergias o intolerancias en el niño.

6 A 7 MESES

Se introducen la mayor parte de los alimentos en su dieta. A parte de la leche, que se le dará por la noche, se introducirán de forma paulatina papillas, purés, etc, en las comidas y meriendas.

7 A 8 MESES

Sigue siendo muy importante el aporte de leche (500 ml / día). Purés, caldos vegetales con arroz, etc, en las comidas, así como papillas de frutas. Para cenar se puede dar leche o alimentos más consistentes, como papillas de cereales, sopa con pescado blanco, etc.

9 A 12 MESES

Seguir con la leche o papilla de cereales.

Para comer; puré de verduras, arroz, pollo, o ternera. Fruta entera o triturada con yogur natural o un queso fresco en la merienda. A la hora de cenar; sopa con pescado hervido o la plancha, leche, o papilla de cereales sin gluten. Alrededor de los 10 meses se pueden introducir el huevo y el pescado.

 Juan A. Rodríguez

 Master en nutrición

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Desarrollo de 2 a 7 años

La fantasía más habitual de todos aquellos que emprenden la aventura hacia la adopción es la de un niño lo más pequeño posible. Sin embargo hay variables que imponen en muchas ocasiones que los niños que se adoptan tengan cumplidos los tres años.

 

Amalia Cortés y Adoración Menéndez

 

 

 

En Adopción Nacional, los bebés y niños pequeñitos a adoptar son muy pocos, lo cual es un índice positivo de nuestro desarrollo. Por ello las listas de solicitudes se cierran y la espera para los que están incluidos en ellas suelen ser de varios años. Se pueden adoptar niños mayores o con algún tipo de dificultad física o psicológica.

En Adopción Internacional, la mayoría de los países de origen de los menores da prioridad a su adopción nacional, imponiendo a los adoptantes extranjeros que esperan adoptar a los niños más pequeños más condiciones. La principal de estas condiciones suele ser la edad. Así sólo las parejas más jóvenes podrán acceder a los niños menores de tres años.

Muchas de las familias adoptantes, cuya edad media suele rondar los 40 años, tienen que renunciar a su idea inicial y aceptar las posibilidades reales que puede ofrecerles el país por fin elegido.

Esta elección del país, con sus condiciones legales, sus características raciales, culturales sociales y demográficas facilita ya a los padres una imagen más aproximada del niño que por fin les será asignado.

La adaptación de un niño adoptado que ya haya cumplido los tres años, no es más difícil. Simplemente es diferente en algunas de sus características. Para quien sí puede ser más difícil es para los padres, sobretodo en aquellos casos de una primera maternidad y paternidad.

El ir aceptando la idea del encuentro con un niño con una historia anterior de años, quizás con recuerdos y vivencias nada gratas, que tal vez irán reapareciendo de una forma u otra en la nueva vida, es ya un primer acercamiento a este niño y un primer paso para facilitar su adaptación.

Prepararse a fondo en la psicología de los niños de estas edades, en las peculiaridades propias de los niños adoptados durante estas fases de la adaptación es fundamental para generar confianza en los futuros padres y augurar una feliz y rápida adaptación en los menores.

Aunque cada vivencia es única y cada encuentro entre padres e hijos es una experiencia donde intervienen multitud de factores personales y circunstanciales que la hacen irrepetible, también el compartir con otras familias que están en la misma situación o con aquellas que ya tienen a sus hijos en casa es muy enriquecedor.

En estos encuentros es más fácil que los adoptantes descubran que sus miedos son distintos a los de otros futuros padres y como muchas veces ni unos ni otros miedos tienen nada que ver con lo que luego ocurre en la realidad que viven los niños que ya han llegado a sus familias.

Comprobarán que a todos los niños que llegan les suceden cosas, pero seguramente de un orden que no tiene nada que ver con el imaginado como terrible.

A todos los hijos, sea cual sea la condición de su origen, siempre les suceden cosas a lo largo de su crecimiento.

 

NUEVOS VÍNCULOS

En cualquier caso, si la familia no puede superar el miedo o la inseguridad que provoca la historia anterior del niño de más de 3 años, es mejor aceptar las propias limitaciones y renunciar a una adopción de estas características o al menos no precipitarse y darse el tiempo apropiado para ir mejor preparado al encuentro con este ser con su pequeña gran historia.

Por lo general, todos estos menores tendrán perfectamente adquirida su lengua de origen aunque no posean todos los recursos para expresarse correctamente.

Comprenden todo lo que se les dice, pero en su mayoría apenas habrán convivido con sus padres biológicos: desconocen el concepto papá y mamá.

Aquellos que sí lo conozcan puede que lo tengan asociado a experiencias negativas de maltrato o abandono. Por lo tanto, estos conceptos, tan ligados al sentimiento, se irán llenando de la expectativa de algo bueno y muy esperado. Pero en definitiva también desconocido y como tal ligado a inseguridad y temor.

Sólo tras el definitivo encuentro, ya formalizada la adopción, y a medida que el niño y sus padres vayan estableciendo el vínculo familiar, las palabras papá y mamá encontrarán su definitivo y reconfortante sentido para el menor.

A veces les es difícil discernir que los padres no sean unos nuevos cuidadores, o que no haya varias mamás y papás, que se sustituyan. Por ello es recomendable en un principio que el círculo de personas allegadas con las que el niño tenga relación no sea muy amplio y que la convivencia más intensa y los cuidados más directos sean directamente de la madre y el padre. En este sentido la nueva ley de protección a la familia ampara este aspecto con los permisos oportunos.

También tiene su importancia el reconocimiento del entorno como suyo.

La casa y su cuarto son el lugar de referencia del que parte y al que va a volver después de cada nueva experiencia en esta su nueva vida: sus padres, su familia, su casa, su cuarto, sus cosas. Es frecuente que los niños de esta edad quieran conservar algo de su vida anterior, a veces es un juguete, una prenda de ropa. En muchas ocasiones adquieren el valor de objetos transicionales que calman la angustia ante el cambio y le ayudan a desprenderse de su vida conocida y soportar mejor los avatares de esta nueva y desconocida.

Es importante entenderlo así y respetarles en su deseo. Poco a poco estos objetos dejarán de ser imprescindibles y el niño se irá separando de ellos.

Los niños suelen llegar muy disciplinados y con muchos hábitos de orden y autonomía. Pero en la medida en que van sintiéndose atendidos y queridos necesitarán probar hasta dónde llega ese cariño y esa atención. Es muy fácil consentirlos de más y ponerles límites de menos, debido a lo presente que tienen los padres y familiares ese reciente pasado de carencias. Pero en este punto los padres tienen que hacer el esfuerzo de pensar qué carencias están atendiendo con el exceso de mimo, las que el niño necesita o las que necesitan ellos mismos. Es prioritario que el niño detecte claramente quién tiene la autoridad y cómo se ejerce y qué ocurre cuando uno se salta las reglas. Esto le ayudará dentro y fuera de la familia a establecer comportamientos adecuados desde el principio.

Es fundamental favorecer el desarrollo de esta autonomía que el niño trae y estimular la relación del menor con otros niños de su edad. Cuestión ésta en la que no suelen tener ninguna dificultad en estas edades.

 

COMUNICARSE

En el caso de que el menor proceda de un país con diferente lengua, los niños al principio carecen de la posibilidad de ser entendidos cuando expresan sus dudas y temores. Sólo durante un par de semanas serán necesarios los gestos o las expresiones puente que los padres hayan aprendido del idioma de origen. Unos padres atentos encontrarán rápido un código de comunicación con su hijo y detectarán cuándo le ocurre algo, qué es aquello que le gusta, qué le da miedo.

Aprenderán palabras de las que usa y descubrirán su significado e incluso se quedarán en el lenguaje de la familia durante largo tiempo. Los niños sumergidos en la nueva situación, aprenden a hablar con la misma voracidad que comen o que juegan. La velocidad con la que el niño aprende y usa el lenguaje y las formas y gestos familiares va paralela a su crecimiento en centímetros, su ganancia de peso o la normalización de sus datos analíticos en sangre. En esta primera fase, muy emocionante y vertiginosa, la seguridad y el afecto que le proporcionan los padres y el entorno familiar hacen que el menor deposite inmediatamente sus afectos en los nuevos personajes protagonistas de su vida y durante esta primera etapa preferirá no nombrar su vida anterior, ni hablar en su lengua de origen que aparentemente pasará al olvido.

Durante estas primeras semanas o meses y aunque aparentemente todo sea normal, el niño está realizando un gran esfuerzo emocional y esto puede hacer postergar otros aspectos de su desarrollo, como los ligados al aprendizaje. Hay que dar tiempo para que las cosas se vayan ordenando y hay que saber que no se puede pretender que en unos meses el menor esté al mismo nivel que otros niños de su edad en las destrezas y los hábitos escolares. Es importante elegir un centro que estemos seguros de que respetará el ritmo de evolución del menor sin etiquetarlo ni aplicarle programas de refuerzo prematuramente. La comunicación con los tutores es muy importante, pero como lo es en la vida de cualquier niño escolarizado, ni más ni menos.

Lo principal durante todo el primer año de estancia del menor en la familia es su integración en ella. Los padres han de constituirse en los nuevos y definitivos puntos de referencia y su brújula.

Son los que le proporcionan afecto, cariño, cubren sus necesidades, le dan seguridad y le imponen los límites, que tienen que aparecer muy claros desde un primer momento.

Una vez pasada esta primera fase de la integración, cuando el niño también ha adoptado definitivamente a sus padres, pueden aparecer los primeros comentarios y referencias de la vida anterior en su país. A veces con cariño recordando a algún amigo, a veces con rabia preguntando a los padres por qué no fueron antes a buscarlo. A veces el niño fabulará y contará historias procedentes más de su fantasía que de la realidad.

Pero todas forman parte de su verdad, de sus sentimientos vividos.

Es importante escucharles en la medida en que ellos pidan ser escuchados, nunca pedirles que hablen pero sí demostrar que estamos dispuestos a oír lo que quieran relatar. Hay que encontrar alguna respuesta para todas sus preguntas y sobretodo respetando su vida anterior, tratando de ofrecer una visión digna de la institución que lo acogía y de los padres biológicos que tuvieron que abandonarle para que él o ella accediera a un futuro de amor y seguridad con su verdadera familia. La de hoy y para siempre.

 

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Desarrollo a partir de 7 años

Si hay que reflexionar mucho antes de decidirse a optar por la paternidad adoptiva, en el caso de que la criatura tenga más de seis años hay que pensar aún más y ser consciente de que probablemente, la adaptación se complicará. Se trata de una apuesta valiente que sin duda, a pesar de las previsibles dificultades, se va a demostrar gratificante para todos.

 

Amalia Cortés y Adoración Menéndez 

 

 

 

En ciertos países, la adopción de niños pequeños por extranjeros es muy limitada, ya que la mayoría de los menores de corta edad encuentran su familia en la adopción nacional, siendo sólo posible en dicho destino la adopción de niños mayores. En otros casos es la edad de los padres, cuando sobrepasan ambos los 45 años, lo que les impide el acceso a la adopción de un niño de más corta edad. Y en otros felices casos es el resultado de un acto generoso y valiente, de una decisión meditada y consciente en la que se han analizado todas las variables.

En cualquiera de los tres supuestos, la decisión de adoptar un menor con más de 6 años es una opción que debe ser muy meditada. La familia debe estar provista de toda la información previa acerca de los posibles riesgos y dificultades que pueden surgir. Es bueno que conozca de primera mano la experiencia de otros padres con niños de estas edades. Y sobre todo, debe prepararse exhaustiva y personalizadamente hasta la llegada del menor.

Cada experiencia es única, dado que se trata del encuentro y la interrelación entre los factores históricos y personales de la familia adoptante y del menor que reciben. El seguimiento de la adaptación de los menores de esta edad que ya llevan un tiempo con sus nuevos padres muestra por un lado el esfuerzo a realizar y por otro las grandes satisfacciones cuando las etapas van cumpliéndose correctamente.

Partimos de la convicción de que ofrecerse como familia para un niño mayor es una fuerte apuesta, en la que se contemplan diversos factores positivos y negativos. La familia que decide adoptar un niño mayor tiene asegurado uno o dos años de sensaciones y experiencias ambivalentes.

Estos menores tienen una historia de años, con recuerdos que permanecen en su memoria. En todos los casos son una historia y unos recuerdos de carencias, y en muchos de ellos hay vivencias traumáticas y de malos tratos.

 

MIEDO

Los niños son conscientes del cambio que supone para ellos la adopción. Y este cambio es casi siempre abrumador:

Por una parte hay un gran entusiasmo y agradecimiento; en ocasiones llevan toda su vida esperando una familia.

Por otra, existen grandes temores a lo nuevo, a no estar a la altura de lo que se espera de ellos, a ser rechazados, lo que de antemano les coloca a la defensiva y con una actitud de cierta desconfianza.

Esta primera infancia de privación o de experiencias traumáticas, lleva a menudo a los menores a una situación paradójica: son a la vez niños muy inmaduros, que presentan durante largo tiempo conductas o actitudes regresivas (jugar a ser un bebé, hablar como un bebé, descontrol tardío de esfínteres....) y a la vez se les observa precoces en su acceso a distintos temas, la sexualidad por ejemplo. (Es muy habitual la menarquia precoz entre las niñas, sobretodo las procedentes de Hispanoamérica) Los padres deben de estar preparados para entender estos desequilibrios en la maduración de su hijo o de su hija y acompañarlo por estas etapas, a menudo desconcertantes, por las que deberá ir pasando para reparar toda su pequeña pero a veces tremenda historia.

Es preciso señalar la diferencia entre los niños que han estado siempre o desde muy pequeños institucionalizados, sin tener apenas contacto con su familia biológica, y que por razones de índole legal o de sus circunstancias de salud no han sido adoptados a una edad temprana, y aquellos niños que acuden a las instituciones ya mayorcitos provenientes de una familia desestructurada y conflictiva tras la intervención de los organismos públicos para apartarlos del abandono o las malas condiciones familiares. El primer caso es más habitual en países del Este y el segundo en los países de Centro y Sudamérica.

En los dos supuestos nos encontramos a un menor que habrá desarrollado vínculos de afecto fuertes y que va a tener que elaborar un duelo por la separación y pérdida de lo que ha sido su mundo hasta entonces. Pero hay diferencias.

Suele ser más duro y difícil cuando los niños han convivido durante tiempo con su familia. Las relaciones, experiencias y vínculos afectivos van a dejar una huella más fuerte de superar.

Cuando los niños han sido institucionalizados desde muy pequeños, la influencia de la historia familiar no tiene porqué ser significativa. Su historia a elaborar será la que ha transcurrido con otros niños o con sus cuidadores y en general estará exenta de malos tratos y experiencias traumáticas. Serán la privación, la carencia de estímulos y la poca atención afectiva individualizada los temas principales.

En la mayoría de los países de origen las condiciones de los menores son de mucha pobreza pero dignas. Hay que desmitificar la imagen del orfanato terrible en el que los niños son maltratados.

Esta situación, aunque desgraciadamente se da en algunos destinos, no es ni mucho menos lo habitual.

 

PACIENCIA

A la vez que la elaboración de la separación de su mundo anterior, el menor ha de incorporar vertiginosamente todo lo nuevo que aparece en su vida. Al principio, la alegría de todos por su llegada, los regalos, las atenciones de familiares y amigos, contribuyen a alimentar en el menor la idealización de su nueva familia, pero tras esta "luna de miel", a veces es difícil aceptar el segundo momento en el que comienzan las obligaciones y los límites. Los padres aparecen por fin con sus defectos y sus rasgos particulares de ser, que a veces chocarán con los del menor, quien tendrá que aprender a quererlos como son y no como él habría esperado que fuesen.

Puede decirse que esta caída de la idealización inicia la marcha de la verdadera familia, una vez que el menor adopta también a sus padres. Será un período a veces largo e incómodo. El menor se rebela ante este hecho con quejas, no le gusta la casa, no le compran lo que él desea, no quiere hacer los deberes, se muestra agresivo rechazando la nueva situación con comentarios hirientes hacia sus padres... Los padres frente a esto deben reaccionar con paciencia, pues forma parte del proceso de adaptación y de la elaboración de los conflictos del menor.

Estos comentarios y actos muestran la ambivalencia de sus sentimientos ante la nueva situación y por lo general buscan el límite de los padres con una provocación en la que hay que intentar no caer sino entender, respondiendo con afecto, pero manteniéndose firmes en los límites. De esta, manera irán sintiéndose seguros en su nuevo medio y sus sentimientos de culpa por lo hecho o dicho no les provocarán tanta confusión y ansiedad.

La integración social y escolar del menor es una gran preocupación en los padres que adoptan un niño "mayor".

Hay que darse al menos un curso escolar de tiempo antes de sacar conclusiones acerca de las capacidades y posibilidades intelectuales del menor. El rendimiento y la motivación hacia lo intelectual se apoyan siempre sobre la estabilidad emocional y la integración familiar y éstas deben ser las prioridades absolutas de los padres y de la escuela.

Por lo tanto habrá que contar con un desfase inicial de rendimiento entre el menor y su clase, y considerarlo como parte de la normalidad del proceso.

Los niños que comparten nuestro idioma tienen más fácil esa primera integración y comunicación, aunque está comprobado que los niños con diferente idioma de origen aprenden en muy pocos meses a desenvolverse adecuadamente en el idioma familiar.

Los padres pueden presentar al niño la posibilidad de no olvidar su lenguaje de origen, aunque no es aconsejable si el menor manifiesta un rechazo manifiesto, ya que ello será índice del rechazo inicial a toda su vida anterior. Sería, pues, contraproducente en ese momento una imposición en este campo.

 

SATISFACCIÓN

Se trata, en resumen, de niños con una estructura de personalidad. Sus conflictos a elaborar pueden ser muchos y serios según su historia anterior y su estructura y recursos propios, y necesitarán la fuerza y el afecto de su nueva familia para seguir creciendo. Los padres no deben dudar en solicitar el apoyo y la orientación por parte de profesionales cuando la situación lo requiere, y sobre todo al principio de la llegada a casa del menor parece necesario el seguimiento de la familia en todos los casos.

Pronto a estos niños les llegará la pubertad y la adolescencia y será una nueva prueba a pasar en la que se revisa y reestructura toda la personalidad del menor. A pesar de los momentos y fases difíciles, la gratificación que supone sacar adelante a un niño o niña que durante años ha tenido tantas carencias, la fuerza de enfrentarse a ellas, y el dar la oportunidad de una nueva vida frente a un futuro muy incierto, es lo suficientemente importante como para apostar por ello.

Por nuestra parte, como profesionales encargados del seguimiento y la preparación de los padres, queremos señalar que todos los niños y niñas mayores de 6 años que van llegando o que llevan ya meses y años con su familia, evolucionan hasta el momento dentro de la normalidad, lo que supone también para nosotros una gran satisfacción personal.

Aunque no todas las familias puedan ser idóneas para recibir en su familia un niño mayor, con seguridad hay muchos felices encuentros por realizar y nuevas familias por constituir.

 

Para entenderlos mejor



Es habitual que en el comienzo del proceso de adaptación se observen alguna de estas tres posibilidades en la forma en que suelen responder los menores a la separación y a la elaboración de sus duelos: Los niños que desde un principio muestran su añoranza, habitualmente hablando de los personajes de su vida anterior, queriéndoles llamar o reclamando ir a verles. Aunque esto genere la ansiedad de los padres, el temor al rechazo y a no ser aceptados por el hijo, hay que escuchar entre líneas lo que esta actitud está diciendo. Si dejamos hablar al niño pronto descubriremos que la fantasía casi siempre está ligada a un querer mostrar a los personajes de su vida anterior, su vida actual; a tener un contacto pero no renunciar en ningún momento a su nueva familia y a su nueva vida, es decir a una manera más de despedirse del pasado. Si la respuesta de los padres es ponerse a la defensiva frente a lo que plantea el niño y no dar el tiempo suficiente para escuchar lo que éste quiere realmente expresar, todo será más confuso, largo y difícil.

Los niños que silencian todo lo relativo a su vida anterior y a sus vínculos anteriores por miedo al rechazo. Una vez que el menor se siente lo suficientemente seguro en su nueva familia, comienza a hablar y hay que estar preparado para ello. Esto a veces puede llevar bastante tiempo y la tendencia de los padres es pensar que el niño se ha olvidado, está muy a gusto y lo tiene todo superado. Sería negar parte de la realidad de su hijo, el cual cuando esté en condiciones de poder hablar agradecerá que se le posibilite el hacerlo. Es conveniente que los temas de adopción, la experiencia de otras familias, la llegada de otros niños se comenten con naturalidad en la casa, sin presionar nunca al niño para que hable, pero mostrando la propia disposición y el interés para escuchar todo aquello que él o ella quieran decir.

Los niños que pasado un tiempo no hablan de nada relativo a su vida anterior y que desde un principio han mostrado un rechazo muy significativo a todo lo relativo a ella, nos muestran lo traumático de su historia pasada.

En este caso hay que estar atentos y tomar las medidas oportunas para ayudarle a enfrentarse a estas marcas, de forma que no influyan de forma.

 

 

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El encuentro

Te lo has imaginado mil veces. Pero cuando llega, los nervios se apoderan del más templado. Ya está ahí. La emoción te embarga. Mira con expresión de susto. No sabe qué pasa. No te atreves ni a tocar las manitas. Muy despacio Sacas un juguete... una galleta. Intentas una caricia... Definitivamente, llora. Es el encuentro. El momento de decir: "¡Hola, hijo! ¡Somos tus papás!".

 

Esther Herranz Miranda - Psicóloga

 

 

 

Cuando en las reuniones con la psicóloga de la entidad que nos tramitó la adopción, hablábamos sobre el momento de encuentro con nuestra hija, yo contaba que en mis sueños se producía en un jardín lleno de flores y que la niña vendría corriendo a abrazarse a mí llamándome papá... Así lo imaginaba siempre. A mi mujer, ni siquiera la ubicaba en el lugar. Éramos sólo la niña y yo. Cuando de verdad ocurrió, las cosas fueron totalmente diferentes: La niña, de 15 meses de edad, todavía no andaba, así que no pudo correr a mis brazos; la entrega no fue en el jardín sino en un salón de actos lleno de sillas y, para colmo, el que se quedó sin saber qué hacer fui yo, mientras mi mujer controlaba en todo momento la situación" Idealizar, soñar y fantasear sobre el momento de encuentro con el hijo es algo frecuente en la adopción internacional. Es una expresión del gran deseo de los padres de que todo vaya bien. Pero no siempre las cosas son fáciles y hay que estar preparados para afrontar las pequeñas o grandes dificultades que puedan surgir.

 

INFORMACIÓN

En los días anteriores al viaje, algunos futuros papás comienzan a preocuparse pensando en si van a ser capaces de enfrentarse con éxito a la situación, y viven con ansiedad la incertidumbre de no saber cómo va a reaccionar el niño, si se entenderán, si habrá química entre ellos... No hay ninguna duda de que después de tanto tiempo deseando que llegue, el encuentro con el hijo es un momento emocionalmente muy intenso para todos, cargado de alegría, pero también de ansiedad y temor.

Es muy importante que hayáis podido poner una carita concreta a ese hijo que durante tanto tiempo habéis intentado imaginar. Poder contemplar, aunque sea en una foto de mala calidad, su mirada, sus manos, la forma en que se mantiene de pie, el color de su piel, los rasgos étnicos de su rostro o cualquier otro detalle, servirá para que podáis haceros una idea real no de cómo será, sino de cómo es ya vuestro hijo. Esa idea seguramente será muy distinta a como alguna vez habéis imaginado.

Disponer de fotos recientes y de información sobre el niño os ayudará a elaborar expectativas más realistas y cercanas a la realidad. Conocer datos relativos a la historia familiar y legal del niño, es decir, cuáles son los motivos de su abandono y propuesta de adopción, si ha sufrido algún tipo de maltrato físico o psicológico, cuáles son los centros por los que ha pasado, cuánto tiempo lleva en el orfanato, a qué edad se produjo el abandono, si tiene hermanos, así como disponer de información relativa a su estado de salud y desarrollo físico y psicológico.

Sería ideal conocer también gustos, preferencias y costumbres que os puedan ayudar en ese primer encuentro, por ejemplo cuáles son sus juguetes y actividades favoritas.

Desgraciadamente, conseguir toda esta información es una utopía, ya que habitualmente los centros encargados del cuidado de los niños en espera de adopción internacional no disponen de los recursos para poder facilitar estos datos. Lo habitual es que la información sea poca y además sin garantías de una total fiabilidad.

 

EL NIÑO

Después del viaje en avión, el alojamiento en el hotel, las dificultades con el idioma, los nervios de última hora... llega el momento del primer encuentro. En él vais a participar los papás, las personas que hacen la entrega y el propio niño. Se unen multitud de sentimientos, de emociones, de expectativas, de miedos... "¿Dónde me he metido?, ¿Sabré hacerlo bien? ¿Y si no me acepta?" Tampoco hay que ser pesimista y pensar que todo va a salir mal, pero sí hay que ser realista para poder afrontar la situación con éxito.

La reacción del niño en el momento de encuentro puede variar enormemente dependiendo de múltiples factores.

Tres de los más importantes van a ser la edad del pequeño, su estado emocional y la preparación que haya tenido para la adopción.

La edad del niño: en el momento de la adopción va a condicionar mucho el tipo de relación que se puede establecer, la forma de acercaros a él, los primeros momentos juntos y las expectativas ante su comportamiento. Hay que tener en cuenta que las pautas evolutivas que tenemos como referencia en nuestro entorno social y cultural, es decir, lo que estamos habituados a que hagan o sepan los niños a cada edad, no se puede aplicar directamente.

La capacidad de comunicación verbal, el razonamiento o el interés por un tipo de juego y otro pueden variar mucho de unas culturas a otras y de unos niveles de desarrollo a otros.

Su desarrollo emocional: los vínculos establecidos con las personas que se han hecho cargo de él hasta ese momento probablemente no hayan tenido una estructura clara, ni una relación entre lo que el niño hace y las consecuencias que obtiene; quizá no haya tenido en su entorno a nadie accesible como fuente de seguridad y apoyo. Pero también puede suceder que el niño haya tenido la suerte de tener una cuidadora especial o haber estado en una familia de acogida con la que ha establecido vínculos.

Si es así, si el niño ha establecido lazos afectivos con una figura de apego, la separación de ésta no va a ser tan fácil.

Para el niño, esa persona es su fuente de seguridad y referencia y vosotros unos extraños a los que no conoce de nada. ¿Por qué va a irse con vosotros? En esta situación es habitual que los niños lloren, se agarren a sus cuidadores o intenten desprenderse de los abrazos que sus padres le ofrecen.

Cuando un niño ha establecido una relación afectiva, la separación de su figura de apego suele tener unos efectos claros.

Al principio puede aparecer una fase de protesta, en la que el niño luchará por recuperar su figura de apego, mostrando gran ansiedad y rechazo de los cuidados que les ofrecen otras personas.

Una segunda fase, es la llamada fase de desesperación, en la que disminuyen las manifestaciones de aflicción y aunque continúa la ansiedad, comienzan a aceptar los cuidados que otros le ofrecen. Por último, una tercera fase de reapego en la que parece adaptarse a la situación y puede comenzar a establecer nuevos vínculos.

En niños más mayores que no han tenido la oportunidad de establecer relaciones afectivas, podéis encontrar dificultades para establecer vínculos nuevos, desconfianza, esfuerzos por actuar del modo más independiente posible. Niegan tanto que necesiten el afecto de los demás como que deseen dar a la vez el suyo a nuevas personas. Otra reacción totalmente contraria pero igualmente posible, es la de los niños que se abrazan ansiosamente a los recién llegados buscando calor, seguridad y protección.

La preparación: En ocasiones los responsables de los servicios de adopción, las cuidadoras, o las familias de acogida en el país de origen, se encargan de que los niños reciban información y preparación para ser adoptados, en función de su edad.

Se les cuenta que pronto van a venir unos señores que serán sus papás y que le querrán mucho. Pero en otras ocasiones esta información no existe o es muy deficiente y el niño no sabe con qué ni con quién va a encontrarse, y lo que es peor, no sabe cómo tiene que comportarse ni qué es lo que se espera de él.

Cuando la adopción se produce en niños muy pequeños, el temor por los cambios que se están produciendo en su vida, y a los que no sabe darle explicación se traduce en reacciones psicosomáticas: fiebre, alteraciones en la piel... Es la forma no verbal en la que el niño nos muestra que le están afectando los cambios. Un niño más mayor es capaz de expresar de una manera más activa esos temores, aunque no siempre lo hacen.

Por supuesto que estos tres factores no son únicos. También dependerá mucho de su estado físico, de su propia personalidad, de su experiencia con otros adultos. No hay que olvidar que los niños pueden tener carencias tanto de alimentación como de estimulación física y psíquica, además de afectivas. Todo ello va a afectar a su desarrollo evolutivo y capacidades.

No podéis viajar pensando que os vais a encontrar a un niño de dos, tres o seis años con un desarrollo similar a vuestro sobrino o vecino de la misma edad.

En algunos países se programan una serie de visitas durante unos días para que el niño vaya conociendo y adaptándose a los que serán sus padres. En otros, la entrega se produce de manera inmediata, sin adaptación. Los padres nunca debéis olvidar que no es el niño el que se tiene que adaptar a vosotros, sino que la adaptación es mutua. Esto muchas veces se pasa por alto. Vosotros también tenéis que reajustar muchos de vuestros hábitos y costumbres ahora que sois tres. Para ninguno va a ser un proceso inmediato, sino que llevará un tiempo determinado.

 

CONDUCTAS

Los niños pueden mostrar falta de expresividad, bloqueo en sus reacciones ante los estímulos, falta de respuesta a caricias e intentos de interacción. A veces también aparecen conductas de autoestimulación, automatismos o movimientos estereotipados, es decir, repetitivos y sin sentido aparente, adquiridos para compensar la falta de estimulación externa. Otras veces son una manera de aislarse de un entorno que no pueden controlar o sobre el que no saben cómo actuar. Poco a poco estas conductas van a ir desapareciendo, pero pueden resurgir en momentos determinados en los que el niño se enfrente a situaciones nuevas que le provoquen tensión o frustración y ante las cuales todavía no sepa cómo comportarse.

¿Son normales estas reacciones? ¿Por qué se comporta de esa forma? ¿Qué debemos hacer?, son algunas de las preguntas que os podéis hacer en los primeros momentos.

Para responder a ellas os puede ayudar intentar poneros en el lugar del niño para comprender lo que supone para él la adopción por una familia de otro país.

Cuando el niño conoce a su nueva familia tiene una gran ambivalencia y confusión de sentimientos a causa de todos los cambios que está sufriendo. Esta confusión puede manifestarse de muy diversas maneras: llanto sin causa aparente, rechazo de las manifestaciones de afecto, frialdad, agresividad, excesiva actividad o inactividad...

Algunas de las costumbres del niño os pueden sorprender, ya que tendrá unos hábitos adquiridos que le han servido en el entorno en el que ha vivido para conseguir aquello que necesitaba (atención, comida...) Sólo repite aquello que le ha servido en el lugar donde vivía. Ahora empieza vuestro turno para enseñarle otras formas de actuar.

 

QUÉ HACER

En el caso de las parejas, es importante que recibáis al niño los dos juntos. Va a ser la primera impresión que el niño tendrá de vosotros y debe ser lo más sencilla, natural y relajada posible. Intentad estar tranquilos para poder transmitir serenidad a vuestro hijo.

Si para vosotros este momento es difícil, imaginad por un momento qué puede suponer para el niño. Seguramente estará asustado y no sabrá qué está pasando.

Para el niño el lugar donde vive es el entorno que conoce, la única referencia que tiene, y de repente, un día le sacan de allí y se encuentra con dos extraños que no conoce de nada, que visten raro, que tienen un aspecto físico diferente a lo que está acostumbrado, hablan distinto, lloran y además quieren abrazarlo y achucharlo.

¿Qué significa todo esto? Para hacérselo más fácil es importante tener en cuenta algunas cosas: Si el niño llega en brazos de su cuidadora no arrebatárselo, dejad que sea ella la que os lo ofrezca. Que el niño no perciba tensión en ese cambio de brazos.

Si ya anda, agacharos y poneros a su nivel, para poder mantener contacto visual y que no tenga que levantar la cabeza para miraros desde abajo.

No invadáis su espacio. En cada cultura el espacio personal de cada persona es diferente y además no sabéis si el niño está acostumbrado al contacto corporal como muestra de afecto. Habladle dulce y tranquilamente.

En algunos países os encontráis con la barrera del idioma, pero podéis franquearla utilizando un tono de voz sereno y tranquilizador. Utilizad la comunicación no verbal. A través de vuestros gestos, miradas y caricias trasmitís la alegría y el cariño, pero ¡cuidado!, también la ansiedad y la tensión.  

Averiguad cómo se pronuncia exactamente su nombre y llamadle así.

Podéis aprender alguna expresión tranquilizadora en su idioma, puede ayudaros en determinados momentos. Acariciad, si os lo permite, sus manos. Si os rechaza no mostréis vuestra frustración y disgusto.

Dejad que os toque la cara, la nariz, las orejas. Simplemente quiere conoceros.

Si queréis llevarle un regalo, no llevéis algo muy exagerado. Será mejor algo sencillo y pequeño, que el niño pueda agarrar y transportar y que sea adecuado para su edad.

 

DESPACIO

No os desalentéis si no hay flechazo inmediato.

El cariño y el amor surgen y crecen con la convivencia. Los niños despiertan ternura y sentimientos de protección y vosotros llegáis con muchas ganas de querer y ser queridos, pero debéis dar al niño y a vosotros mismos un tiempo para empezar a construir juntos los cimientos de vuestro amor como padres y como hijo. No os apresuréis. Es mejor ir poco a poco y dejar que los sentimientos vayan ocupando su lugar.

En ocasiones, el niño puede ignorar, o incluso rechazar a uno de los miembros de la pareja. A veces es simple química, como nos ocurre a todos. Otras tendrá relación con las experiencias previas que haya tenido con personas de uno y otro sexo.

En el caso de que ocurra esto, no forcéis la situación, ni utilicéis el chantaje.

El niño requiere tiempo para adquirir la seguridad que necesita. Podrá tardar tres días, tres semanas, tres meses... pero el momento llegará.

Si el niño es pequeño, conviene averiguar si tiene un objeto de apego, es decir algún objeto o juguete especial que le dé seguridad. Aunque no lo parezca, ese trocito de tela, un pañuelo, el osito de peluche gastado, para el niño significa mucho más. No todos los niños tienen por qué tener un objeto en el que hayan proyectado sus vínculos afectivos, pero si el vuestro lo tiene y puede llevárselo, le estáis facilitando la adaptación a los cambios.

El primer encuentro es sólo el principio de vuestra historia. Quizá vuestro encuentro emocional no coincida con vuestro encuentro físico, sino algún tiempo después, al intercambiar una mirada o cuando acepta u os ofrece una caricia. No siempre el encuentro es un momento bonito, pero tampoco es siempre malo. Siempre es especial.

 

Mucho amor

A nosotros nos tocó vivir el momento amargo del encuentro con nuestra hija. Nunca olvidaremos su carita de susto, sus ojos repletos de lágrimas, su llanto, su nerviosismo. Sus diminutos brazos se aferraban con todas fuerzas al cuello de su cuidadora.

Le ofrecimos un peluche. Con una mano se agarraba a su cuidadora y con la otra sujetó el muñeco.

Salimos a la calle a dar un paseo, pero no había forma de calmarla. Subimos a la habitación y consiguió dormir. Un gran logro.

Pensábamos qué podía pasar por su pequeña cabeza. Cientos de preguntas. ¿Quiénes son éstos? ¿Qué dicen? Yo no los conozco. ¿Qué quieren? Yo me considero muy nerviosa pero en esos momentos aguanté el envite, no sé cómo. Nuestra hija no tenía alegría, no sonreía, sus ojos estaban tristes, incluso yo diría que continuamente vidriosos por las lágrimas. Paco no podía acercarse a ella. Era un mero espectador del drama que se vivía en nuestra habitación.

Yué iba y venía a la puerta repitiendo una y otra vez la misma frase. Preguntamos a Carlos -nuestro guía- por su significado. Él nos dijo que creía que quería salir a la calle. Así que salimos al frío y la lluvia a ver si veíamos sonreír a nuestra hija.

Las noches eran interminables. Su nerviosismo por estar en la habitación aumentaba con el cansancio. Yué se quedaba dormida en mis brazos y cuando creíamos que ya había conciliado el sueño e intentábamos ponerla en la cuna, despertaba llorando desconsolada. Tendida sobre mi pecho y vientre, yo con las piernas sobre la butaca, pasamos varias noches.

Uno de los días Yué no paraba de llorar. Repetía una y otra vez la misma frase. Pensamos que podía estar enferma y sentir algún dolor.

Paco la llevó en brazos con nuestro guía. La niña parloteaba en chino. Carlos habló amablemente a Yué que tenía ya dos añitos. Y explicó a Paco que como era muy pequeña, no la entendía muy bien. Pero que estaba seguro que no le ocurría nada. ¡Qué cuco fue Carlos! Nos preguntábamos: ¿Estaremos haciendo daño a la niña? ¿Nos llegará a aceptar? ¿Qué podemos hacer? Mi marido me recordaba las charlas con Begoña y Esther, las profesionales de ACI, que nos habían hablado del posible rechazo. Me hizo ver que debíamos luchar, que todo cambiaría. "Contra la adversidad del rechazo, paciencia y sobre todo mucho amor".

El cambio fue tan inesperado como increíble. Como en días anteriores hacíamos el tonto intentando jugar con ella. Sacamos una baraja de cartas y las tiramos al suelo cantando una canción. De pronto, el infranqueable muro que existía entre nosotros se vino abajo. Empezó a jugar, a reír, a corretear por la habitación. No podíamos creerlo. El broche final del día fue oírla decir "papá" y "mamá" con todas sus energías.

Dormimos relajados. Bajamos a desayunar sonrientes y felices. Por fin Carlos, viendo ya que todo iba bien, llamó a Paco y le contó lo que tanto nos había martirizado: Mi hija, decía continuamente: "Quiero volver a casa." En ese momento ya no me importó"       

  Paco y Pepa, felices padres de Yué

 

Juegos, lágrimas y risas

 "Sara entró en el hall del hotel de la mano de una trabajadora del orfanato. Seria y alerta. Arrodillada, a su altura, mi mujer le dijo en un precario chino que éramos sus papás, que era muy guapa y que la queríamos mucho. Ella reculaba con carita de angustia, atenta a las indicaciones de la cuidadora y haciendo a la vez un esfuerzo sobrehumano para agradar. En el autocar, camino del registro, su expresión absorta y disgustada me producía un nudo en el estómago. Tenía dos años y medio y parecía muy consciente de que las cosas cambiaban. Pero yo temía que ni ella ni yo fuéramos capaces de saber cómo afrontarlo. En la oficina del registro había otro niño chino. Un pequeño de la misma edad que Sara. Lo había adoptado un matrimonio noruego.

Durante la espera, Sara miraba su foto de la asignación y dibujaba con su madre. Su expresión seguía siendo aún circunspecta, pero interesada. Inflé un globo y me puse a hacer tonterías. Mi hija comenzó a reír y el pequeño "noruego" se lanzó a por mí pasando de sus nuevos padres. Jugaba con los dos, indistintamente. Sara, abrazada por su madre, se reía a carcajadas. El niño corría detrás de mí alborozado. Entonces no sé por qué, comprendí que todo iría bien. Un ratito más tarde de nuevo en el autocar, Sara lloró al verse sola con nosotros, sin el personal del orfanato. Otro globo amainó el temporal.

En el hotel, una nueva llantina de diez minutos ante la magnitud de lo ocurrido.

"No llores,- le dije, de todo corazón -, si ya verás qué bien lo vamos a pasar: Vamos a jugar mucho, nos vamos a divertir mucho. Te queremos muchísimo y tú nos vas a querer mucho a nosotros. Te lo prometo." Sara me miraba entre lágrimas y algo le llegaba porque se calmó y empezó a sonreír otra vez. Habían pasado cerca de tres horas desde nuestro encuentro inicial.

Desde ese momento, hace ahora dos años, seguimos jugando juntos. Y lo pasamos muy bien."

 Santiago Téllez

 

Poco a poco

"Había pasado una semana intensa en experiencias y especialmente en emociones, pues viajamos a Ucrania sin tener un niño preasignado. Esperaba desde hacía tiempo este día con incertidumbre.

No sabíamos si era niño o niña, rubio o moreno... ni tan siquiera sabíamos la edad.

Una mamu - encargadas de cuidar a los niños- apareció con Carlos de la mano y le dijo: "son papá y mamá". Carlos no nos miraba ni sonreía, acababan de levantarle de la siesta y todavía estaba medio dormido. Él no nos miraba de frente, lo hacía de reojo, como quien no se fía mucho de la situación. Me acerqué y me agaché, le saludé intentando buscar su mirada y acercando mi mano a la suya suavemente. Él se dejó tocar. La mamu despacito, le empujó hacia mí. Comencé a tararear una canción y se dejó abrazar.

Me senté en un sillón con Carlos sobre mis piernas y mirándome sin mirarme, poco a poco se fue acomodando y se quedó dormido sobre mi regazo. En ese momento comprendí que él me había aceptado al menos como alguien agradable.

Después de aquello estuvimos tres semanas yendo todos los días a verlo. Teníamos horario escolar, unas horitas por la mañana y otras por la tarde. Carlos no hablaba ni comprendía lo que nosotros hablábamos. Pero poco a poco fuimos conectando con la mirada, con el cuerpo y con las emociones a través de las caricias, los cuidados, los juegos y las canciones. Poco a poco nos fuimos acercando el uno al otro. Carlos se dejaba abrazar, besar y comenzó a reír a carcajadas cuando le besaba entre juegos y llegó un día que comenzamos a mirarnos a los ojos. No sé cuándo sucedió. Lo que sí sé es que desde entonces no he parado de mirar esos ojitos oscuros de mi hijo."

Montserrat Morán

 

Paciencia

 "El 14 de agosto en el Registro Civil de Guangzhou. Ese era el momento tan esperado. Allí estábamos con nuestros hijos Álvaro y Diego.

Empezamos a oír a una niña que lloraba muy fuerte. Aída Qingfen, de 14 meses de edad. Una carita preciosa que lloraba y no quería desprenderse de los brazos de la cuidadora y del director del orfanato.

Eso sí: admitió que María José le diera un biberón. Y empezamos a ver que con nuestros hijos, aunque seguía llorando, los aceptaba mucho mejor que a nosotros.

Así estuvimos 4 días. Lloraba en la habitación del hotel, en el autocar, en el restaurante, en la sillita, en los brazos, en la cuna, en la cubierta de un barco. Aunque de tan agotada que debía estar, por las noches dormía de un tirón.

El quinto día visitamos el orfanato. Aída estuvo en los brazos de la cuidadora y del director, pero también nos pedía los brazos a nosotros. Se despidió con tranquilidad de ellos y subimos al taxi.

Fue allí, en el camino de vuelta, cuando notamos un cambio en ella. Empezó a hacer, una a una, todas las gracias que le habían ido enseñando los días anteriores Álvaro y Diego.

A partir de ese día todo empezó a cambiar. Aunque quería estar sobre todo con sus hermanos, a María José y a mí empezó a aceptarnos. La primera sonrisa, el primer abrazo.

Y los últimos días en China nuestra hija empezó a ser como realmente es: una niña muy cariñosa y sociable.

Paciencia. Si sólo dijera una palabra sería esa. Lo único que tenía era extrañeza. Y lo único que podemos hacer es sacar toda nuestra paciencia.

Adolfo, María José, Álvaro y Diego

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Establecer un vinculo afectivo

Llegar a establecer una relación de amor y confianza requiere mucha ternura y mucha paciencia. Para nuestro nuevo hijo, somos habitantes de un planeta extraño, una imposición que además plantea exigencias nuevas. Establecer un vínculo afectivo con alguien que, además, pueda haber tenido experiencias muy poco agradables con otros adultos, requiere grandes dosis de amor. Aquí van algunos consejos prácticos.

E. Fodor y M. Morán. 

 

 

 

Hola, ya estás aquí conmigo, te estuve esperando durante largo tiempo. Quiero conocerte más a fondo y ayudarte a descubrir el mundo del que ya formas parte.

Conseguir que llegues a sonreír a la vida.

Me gustaría enseñarte a ser feliz y a disfrutar de las cosas que te rodean". Todas las madres pensamos algo parecido cuando por primera vez vemos a nuestros hijos. Pero, ¿qué sensaciones tendrá el niño en ese momento? Para comprender lo que el niño experimenta en este primer encuentro podemos imaginar que de repente nos trasladamos a un planeta desconocido. Allí no conocemos a nadie y todas las cosas son nuevas e increíblemente extrañas. En estas circunstancias nos gustaría tener a nuestro lado, alguien que nos quisiera y estuviera dispuesto a enseñarnos cómo sobrevivir y cómo ser plenamente feliz.

La primera emoción que se experimenta en esta situación es una profunda sensación de soledad. Para paliarla, necesitaríamos alguien en quien creer que nos ofreciera un ambiente de confianza.

Los niños pequeños al crecer, desarrollan un sentido duradero de en qué medida el mundo es digno de confianza o desconfianza. Erikson, en su día, definió este concepto como "confianza básica", satisfacción de las necesidades básicas del niño por medio de la ternura, la comodidad y el alimento.

El apego o vínculo afectivo se establece satisfaciendo la necesidad de caricias una adecuada alimentación e higiene y una óptima calidad de comunicación a través de gestos, sonrisas y vocalizaciones afectuosas.

Si este vínculo se establece, serán niños capaces de confiar en el futuro y establecer relaciones intimas satisfactorias; de lo contrario, predominará la desconfianza y verán el mundo como algo hostil y caótico y tendrán dificultades en sus relaciones interpersonales.

 

APEGO

Además de la confianza básica, aparecerá también la empatía: concepto y vivencia muy relacionados entre sí.

 

Ya hemos hablado de la confianza básica pero ¿Qué es la empatía? La empatía es identificarse emocionalmente con otra persona, sentir sus sentimientos. En todas las relaciones interpersonales, pero especialmente en la educación de los hijos, un buen nivel de empatía con el niño es indispensable. El desarrollo de la confianza se dificulta cuando hay carencias afectivas en la primera etapa del niño como orfandad, abandono o malos tratos, ya que no hubo posibilidad de establecer una empatía duradera entre el adulto y el niño. El apego establece un modelo de relación que va a condicionar las relaciones futuras a lo largo de su vida. En un principio el niño reconoce preferir una persona específicamente, pero no rechaza a los desconocidos, luego comenzará a reaccionar ante las caras desconocidas y se manifestará con llantos y mostrará alegría cuando vuelve a ver a la persona por la que siente apego. En la evolución del apego, primero el niño debe sentir una fuerte dependencia para luego pasar a una saludable independencia, lo que le permitirá ser una persona autónoma con buenos lazos afectivos con otras personas. Será capaz de independizarse por periodos cada vez más largos si la persona de apego demuestra ser confiable, es decir, ser predecible en todo momento y en cualquier situación, de lo contrario, el comportamiento exploratorio tan necesario para el aprendizaje se paralizará por causa de la ansiedad.

El deseo de proximidad del niño se produce a través del tacto y el contacto físico como caricias y masajes; al mantener el contacto ocular con el niño se le transmitirá todo el amor que se siente por él, la admiración y una constante aprobación de su pequeño ser.

Para lograr esta evolución, los padres con su comportamiento podrán favorecer u obstaculizar el camino.

Un comportamiento consecuente y con sentido común ofrecerá al niño un mundo ordenado y previsible que le dará el poder de confiar en el otro y en sí mismo.

Unos padres que dependen de sus propias prioridades y del humor que tengan en cada momento para atender al niño, le ofrecerán la sensación de vivir en un mundo incierto, caótico, de no ser entendido en sus demandas y generará inseguridad en sí mismo y desconfianza sobre los demás.

También hay comportamientos que emiten señales de rechazo. En realidad, en la vida suele darse frecuentemente una mezcla de aceptación y rechazo. Pero si el niño percibe la indiferencia de las personas más importantes para él, como sus padres, desarrollará un apego inseguro. Esto se manifestará así: Por un lado el niño se "pega" a sus padres y no demuestra interés por explorar el mundo, convirtiéndose así en un tipo de dependencia ansiosa que va a permanecer en el futuro como un rasgo de su carácter obstaculizando su desenvolvimiento autónomo.

Por otro lado, el niño puede demostrar indiferencia a la presencia y ausencia de sus padres. En este caso, también tendrá una pobre conducta exploratoria, se convertirá en una persona solitaria que evitará relacionarse o establecer intimidad con otras personas.

Todas estas contrariedades pueden influir en su aprendizaje y su evolución general.

Lo recomendable sería establecer una dependencia saludable como un paso intermedio hacia la independencia.

Todos aquellos niños que han experimentado en las primeras etapas de su vida grandes carencias afectivas, como en caso de adopción, se aconseja que puedan recorrer el camino perdido reparando aquellas carencias que en su día no recibieron.

 

LA BUENA RUTINA

Tenga la edad que tenga el niño, debemos armarnos de paciencia, humor, diplomacia y mucha información sobre el desarrollo infantil. No precipitarse en achuchar sin ton ni son y llenarle de regalos, como tampoco atosigar al niño con demasiadas exigencias. Observar y esperar hasta que nos hacemos con él. Ha tenido una existencia anterior que es imborrable. Ahora, tanto él como la nueva familia comienzan una fase de integración. Nada mejor que organizar una rutina diaria donde esté presente el juego, las risas, las canciones e incorporar poco a poco el contacto físico.

Aquí os exponemos un plan de "actividades reparadoras" para la rutina diaria.

Los objetivos son:

- Establecer los cimientos sólidos para el desarrollo de la personalidad

- Favorecer el desarrollo psicomotor, intelectual y social del pequeño.

- Reconfortar y arropar al niño al ofrecerle seguridad para una estable y ordenada relación con el adulto de referencia.

Para facilitar el aprendizaje del concepto papá y mamá es necesario evitar llamaros entre vosotros papá y mamá, los niños pequeños que han crecido en una institución no saben lo que es una mamá o un papá.

Y ya veréis cómo se sorprenden cuando descubren que existen otros hombres que se llaman papá y que cada niño tiene el suyo.

No hay nada más placentero que redescubrir el mundo junto a nuestros hijos y ver su carita de sorpresa día tras día.

 

Despertar

Por las mañanas al despertar podéis abrir juntos las cortinas mostrándole el sol, el cielo, las nubes o todo aquello que vuestra mirada pueda abarcar desde su cuarto, explicándolo con palabras sencillas y bonitas.

Coméntale también cuál será el próximo paso en su programa diario así él aprenderá a anticipar los hechos, se sentirá más seguro y obtendrás su colaboración.

Mientras haces estas actividades puedes tenerlo entre tus brazos y aprovechar para acariciar suavemente su cabecita, piernitas, espalda o tripita, nombrando las partes de su cuerpo y mientras aprende los nombres fomentas también el contacto físico. Mírale con mucho amor y llamándolo por su nombre dile lo guapo/a que es.

También le puedes decir: "me siento muy feliz de ser tu mamá" o "sabes, yo soy mamá y tu mi hijo/a (nombre del niño)”. Podéis poner una música suave y dar vueltas y vueltas por la habitación como bailando un vals abrazaditos los dos. Aprovecha este momento para seguir contactando físicamente.

Si el niño no quiere ser abrazado, colócate en el suelo con tu cara a su altura imitando sus movimientos diciéndole lo mucho que lo quieres. Antes de vestirlo, con un balón de playa, juega a darle pataditas, lanzarlo o a “cucu-tras”, escondiendo tu cara y luego la de él.

Este juego fomenta la comunicación y el lenguaje a través de las risas y el contacto ocular, como también le ayuda en el desarrollo de su motricidad y coordinación. Es en fin, un trabajo para abarcar todas las áreas del desarrollo.

 

 

 

Comidas

Antes de las comidas, es conveniente que preparéis juntos el sitio donde va a comer y la comida, contándole en todo momento lo que estáis haciendo. Dale la cuchara, enséñale cómo usarla, pero no insistas, muchas veces cogen con los deditos los trocitos pequeños o meten la mano en la comida para poder comer solos. Déjale. No intervengas; él tiene que aprender a comer solo. El niño disfruta tocando la comida porque su sentido del tacto está muy desarrollado. Al poder tocarla a sus anchas será un niño que probará con gusto los nuevos alimentos y no será difícil para comer.

En caso de un niño adoptado que ya come solo y demuestra ser muy autónomo, no te sorprenda que de un día a otro deje de serlo o que se ponga remolón.

Es una buena señal, te está considerando "su mamá", quiere vivir este apego tan amoroso y necesario del cual él no pudo disfrutar. Cógelo en brazos y dale la comida diciéndole: "ahora jugamos que eres un bebé muy pequeñito"; luego colócalo en otra silla a tu lado diciéndole: "ahora jugamos que eres muy mayor muy mayor". Podéis repetir las veces que sea preciso, según la necesidad del niño. Es posible que el mismo niño te diga: "ahora soy un bebé, ahora soy mayor". En este caso, sigue su juego durante el tiempo que sea necesario. No podemos dar un tiempo determinado para estos juegos ya que el niño poco a poco irá reparando sus propias carencias. Lo importante es que las veces que siente la necesidad de ser bebé, tú estés bien dispuesto con paciencia y cariño.

Si duerme la siesta, tendrá que ser en su cuarto y en su cama. Con la cortina cerrada con su osito o muñeco y explicándole que ahora todos vais a dormir la siesta o, en su defecto, él y su osito, y que luego iréis de paseo. (Explicar la actividad que vayáis a realizar).

Nunca le prometas algo que no puedas cumplir. El niño tiene muy buena memoria y no te perdonará que le hayas mentido. Solamente lograrás que pierda la confianza que ha depositado en ti.

 

 

De paseo

Al ir de paseo deja que lleve sus juguetes o al menos alguno especial que le haga ilusión. No le condiciones a tus deseos pensando: "¡qué lata llevar el triciclo o el cochecito! ¡Luego soy yo el que tengo que cargar con ello!". El niño va a jugar y a disfrutar y no a frustrarse ya de antemano. Acuérdate que le estamos enseñando el sentido del humor, la alegría y no a estar contrariado, con prisas y tensiones. Otro de tus problemas a la hora de que el niño lleve un juguete al parque puede ser: "este juguete no, ya que siempre armas el follón por no querer compartirlo con nadie, eres un egoísta".

Vete olvidándote de ese pensamiento, ya que ningún niño quiere compartir sus juguetes.

Los adultos tampoco queremos compartir nuestras motos, bicicletas, coches, casa... no te empeñes diciéndole en todo momento que deje sus juguetes al amiguito. Al contrario, dile: "hijo, comprendo que ese osito no quieras prestarlo, es tuyo y sólo tuyo, es tu preferido", ya habrá cualquier otra cosa que podáis compartir para jugar todos los niños juntos.

Trata de inventar algún juego entre todos.

Los niños que se sienten respetados en sus sentimientos auténticos, serán más generosos de mayores. Demuéstrale en casa la generosidad, así él podrá imitarlo.

A la hora de cenar, es válido el mismo comportamiento que a la hora de comer.  

 

 

La televisión

En caso de ver un video de dibujos animados o la televisión antes de dormir, escoge algo divertido, colorido y con un tema agradable. Olvídate de todas las películas en las que las madres desaparecen o los lobos se comen a los niños.

Es bueno compartir con el niño el momento de ver la televisión como una actividad social. Se pueden hacer comentarios sobre lo que estáis viendo y así fomentar el lenguaje. No utilices la televisión como un canguro, ésta tiene un efecto hipnótico, y luego le costará volver a tomar contacto con la realidad.

Dejarle solo frente a la televisión le hará sentirse abandonado, como si al fin lograses quitártelo de encima.

Ver la televisión junto a tu hijo hará que disfrute a tope del momento al escuchar tu voz, sentirte cerca corporalmente y compartir la misma actividad; además, fomenta el lenguaje y el desarrollo de su inteligencia.

Explícale que después del vídeo o cualquier otro juego viene la hora del baño, la cena o dormir. De cualquier forma es necesario establecer siempre la misma actividad para que él sepa y pueda anticipar el próximo suceso.

Antes del baño o ir a dormir, es conveniente que los juegos que hagáis sean suaves para no excitar demasiado al niño e ir relajando su tono.

 

 

El baño

En el baño no tengas prisa, es un momento delicioso para el pequeño. Hay tantos juegos para realizar en el agua...

Ríe y disfruta con él. Utiliza toda tu creatividad con vasitos, tazas, traspasando agua de un lado al otro, animalitos de goma, libros de plástico, figuras que se puedan pegar en los azulejos... Tienes una oportunidad para abrazarle al sacarle del agua, ponle una crema hidratante con suaves masajes sobre su cuerpo y pies.

Puedes poner alguna música relajante o cantar si se te da bien. Es el momento oportuno para tenerle abrazado con mimos y caricias antes de acostarle. Si tiene miedo al agua, acostúmbrale poco a poco colocando sus pies en el agua salpicando y jugando. Puedes lavarle con esponja, sin necesidad de sumergirlo en la bañera, hasta que se acostumbre.

Si observas que de repente se pone a llorar cuando quitas el tapón de la bañera y antes no lo hacía, es posible que sea porque siente miedo al ver escapar el agua por el agujero creyendo que él también va a colarse y desaparecer. En unas semanas, se le habrá pasado este temor y entonces podéis quitar juntos el tapón, explicándole que por este agujero solamente sale el agua.

Los niños pequeños ante lo desconocido sienten miedos irracionales, como por ejemplo cuando escuchan el ruido del aspirador al limpiar la casa.

Tienes que pensar que él todavía no sabe asociar los conceptos, por eso es tan necesario que tú le expliques todo lo que sucede a su alrededor. Es muy probable que los niños que vienen de instituciones tengan miedo a un montón de cosas que para nosotros son rutinarias, pero hay que tener en cuenta que posiblemente nunca han visto una batidora, un ascensor, una aspiradora...

 

 

Dormir

Al acostarle debe ser en su cama y con la cortina cerrada. Cuéntale un cuento; puedes usar escenas bonitas que han pasado durante el día. Dale su juguete favorito y su chupete. Explícale que al acabar el cuento, apagáis la luz y ¡a dormir!

Deja la puerta un poco abierta para que pueda oír un suave murmullo por la casa, pero no lo saques de la cama pase lo que pase. En caso de que comience a llorar, vuelves a entrar y le explicas que tiene que dormir igual que el osito, le vuelves a dar el chupete y le dejas otro al lado de la almohada por si lo necesita. Entras y sales tantas veces como sea necesario, pero sin sacarle de la cama y das todas las explicaciones necesarias: es de noche, está todo oscuro y es la hora de dormir.

Puedes aprovechar el pensamiento mágico de los niños a estas edades: escondes un juguete bajo su almohada y le dices: "mira, vamos a colocar esto aquí, te cuidará toda la noche y soñarás con unos balones de colores volando por el aire".

En ningún caso se debe dejar llorar al niño, pues crecerá creyendo que el mundo es un lugar solitario y que él no merece ni ayuda ni atención. En el caso de los niños adoptados, lo más probable es que esto haya sucedido; por lo cual, cuando el niño llega a la nueva familia tiene que aprender que puede confiar en los adultos y especialmente en sus padres.

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Psicomotricidad

Lograr que el desarrollo del niño sea armónico es una tarea compleja en la que adquiere especial importancia en los primeros años de vida, el desarrollo psicomotor, ya que psiquismo y motricidad están íntimamente fusionados. He aquí una guía para ayudarles a estimular su desarrollo físico y emocional y conseguirlo... jugando.

 

Elizabeth Fodor y Montserrat Morán

 

 

 

Tu hijo es único, ninguno se parece a otro. Cada uno tiene su temperamento, su ritmo de crecimiento y establece una relación especifica con la madre que influirá en su futuro desarrollo motor, mental y emocional- afectivo. El desarrollo global de la personalidad lo obtendrá a través de su corporalidad. Generalmente solemos decir: "tenemos un cuerpo", en lugar de "somos un cuerpo". Pocas son las personas que están integradas y sincronizadas con sus movimientos corporales, pero al niño pequeño sí que le podemos enseñar, en los primeros años de su vida, el aprendizaje de la utilización de sus músculos con una óptima calidad.

Como señala Roberts: "En el pequeño la cualidad de la función muscular parece jugar un rol vital, no solamente en el estado neurológico actual, sino también en la futura integridad de toda la función neurológica" y es importante conocer dicha cualidad desde las primeras etapas de la vida para poder así obtener una óptima calidad de funcionamiento muscular.

El tono muscular está regido por el sistema nervioso central, y los movimientos simplemente reflejan el estado del sistema nervioso. Si se pretende obtener un cambio en el sistema muscular, previamente debemos lograr el cambio correspondiente en la corteza motriz donde se establecerán las pautas que activan a los músculos.

 

TONO MUSCULAR

El tono muscular se suele definir: Normo, hipo o hipertónico. Los niños prematuros o aquellos que hayan estado largas temporadas en incubadoras, suelen ser hipotónicos.

Al tocar la masa muscular se siente fofa, el llanto es más débil, es más difícil obtener el contacto visual, pueden mostrar falta de curiosidad o tener problemas en la alimentación. Todo esto traerá como consecuencia frustración, ansiedad en la madre que disminuirá la interacción normal entre madre e hijo.

Los bebés nacidos fuera de término, tardíos o de madres muy ansiosas, irritables, fumadoras o medicadas suelen ser hipertónicos.

Son bebés muy nerviosos con movimientos excesivos y rígidos, tienen problema en mantener prolongado contacto visual con sus madres. El contacto visual es la base para el desarrollo de las capacidades de comunicación en el niño pequeño.

El bebé tiene una capacidad de aprendizaje fascinante, muy pronto imitará los movimientos faciales y los sonidos de su madre. Es conveniente repetir los balbuceos emitidos por el bebé en forma de contestación y así se establecerá un diálogo fluido entre madre e hijo, así como proporcionar al niño unos estímulos visuales auditivos y táctiles adecuados.

Los niños adoptados posiblemente hayan prescindido de todo esto, por lo tanto adquieren una importancia relevante todos aquellos juegos que implican contacto visual para poco a poco ir abarcando todos los sentidos oído, olfato y especialmente el tacto y a través de todos ellos fomentar el contacto corporal que servirá para favorecer la interacción entre los niños y sus padres desde los primeros momentos, para recuperar el tiempo perdido sin preocuparnos de la edad que tenga el niño en el momento de la adopción.

 

INHIBICIÓN-EXCITACIÓN

Partimos de la base de que los niños hasta los dos años y medio están atravesando la etapa de la inteligencia sensoriomotora según Yean Piaget; es decir, el niño aprende a través del movimiento corporal y los sentidos.

Cada movimiento depende de la interrelación (interacción) de dos procesos nerviosos, esto es, la excitación y la inhibición activa; el proceso de inhibición pasiva es congénito, por ejemplo: la dificultad para dormirse es congénita, mientras que el proceso de inhibición activo debe establecerse durante el desarrollo.

Esta última forma del proceso de inhibición, se manifiesta en unos movimientos disciplinados, controlados y precisos de las fuerzas motrices sencillas como gatear, andar, correr, saltar... entonces el proceso de excitación se fomenta más y formamos unos niños ágiles que disfrutan moviéndose, pero que pueden resultar demasiado vivos, inquietos y distraídos. Por lo tanto, es imprescindible que ejerza unas actividades manuales delicadas, en las cuales el proceso de inhibición activo debe estar representado.

El desarrollo de los movimientos de las manos, adquiere una importancia especial.

En el proceso de la utilización de sus manos el niño las mirará, cambiará juguetes de una a la otra y coordinará la mirada con el objeto. Durante este proceso se ve influenciada el área cerebral encargada del desarrollo del lenguaje. Por lo tanto, dando al niño la oportunidad de utilizar sus manos estamos fomentando también toda su parte intelectual.

Diferenciamos entre la fuerza motriz manual delicada y la fuerza motriz sencilla. Los brazos y las manos le sirven para dos funciones primordiales: por un lado presenta una gran ayuda al moverse el niño, trepar, andar a gatas, hablamos de la fuerza motriz sencilla... y por otro realizan movimientos que implican un trabajo más delicado; es la fuerza motriz manual delicada. Desarrollando la fuerza motriz manual delicada el niño se convierte en un hombre en el más amplio sentido de la palabra. Cuando ya adquirió la madurez para coger y soltar los juguetes voluntariamente, sabrá escoger su juguete preferido y es el momento del aprendizaje del concepto "dar y recibir", ya que es una actitud aprendida y una de los más importantes en las pautas sociales.

 

ESTÍMULOS

Proporcionar al niño estímulos visuales, auditivos y táctiles, compartir sus juegos con risas, alegría y mensajes positivos con un gran poder afectivo tanto de parte de sus padres como de sus educadores, debe de ser nuestro objetivo más importante.

Como dice William Wordsworth: "...el niño es el padre del hombre...", pues hagamos todo lo posible para que nuestros hijos sean adultos equilibrados, inteligentes, que tengan una autoestima elevada y que estén seguros de sí mismos. Guiémoslos hacia una independencia sana.

La independencia comienza en su forma más elemental con el gateo, cuando el niño puede voluntariamente acercarse o alejarse de los juguetes, objetos o personas. Irá aumentando con la marcha y, según sea el comportamiento de los padres, se independizará paulatinamente, para sentirse en su salsa, sobre los tres años.

La autosuficiencia es un camino lento, con sus etapas de progreso y retroceso. Este proceso es clave para la maduración del niño y por ello es un punto clave para su vida. Los padres necesitan orientación para evitar actitudes que puedan obstaculizar esta evolución. Es bueno que el niño haga cosas por sí mismo (no importa si no le salen perfectas), eso le ayudará a fomentar su autoestimulo para intentarlo una "próxima vez".

Siempre que sepa que ALGUIEN (papá, mamá...), está ahí por si él los necesita. Sólo si el niño cuenta con una figura  estable se sentirá seguro y deseoso de independizarse.

También es bueno saber que mientras el bebé indica algo con su dedo, pero mantiene sus ojos en la cara de mamá, no significa que esté interesado en lo que señala, sino que hay algo nuevo que ha descubierto y esto le da inseguridad. Él está pendiente de la cara de mamá: si ésta le devuelve una sonrisa y le habla suave, él volverá a recuperar la confianza (no hay peligro); pero si la madre, con pánico, le dice: "no vayas por ahí que está la carretera y es peligrosa", él se asustará y se pondrá a llorar (no por la prohibición, sino por la expresión de la cara de mamá y su voz).

 

CÓMO JUGAR

El niño desde que comienza a gatear y dar sus primeros pasos, está lleno de energía.

Esta energía motriz se vuelca en el juego y le permite desarrollar su creatividad y experiencias para resolver problemas a través de su corporalidad. Tendrás que acondicionar el espacio del que dispones. Una o dos veces por semana, durante una hora aproximadamente, puedes explicarle que la sala se convierte en su sala de juego donde vais a disfrutar los dos o toda la familia juntos.

Retira todos los objetos delicados, coloca los protege enchufes para tener un sitio amplio y seguro. Puedes colocar una tabla de madera aglomerado de 80x60 cm. apoyándola en el sillón para que pueda gatear o andar hacia arriba, girar y bajar, sentarse y explorar todo tipo de movimientos.

Es necesario colocar cojines alrededor pues en caso de caerse no se hará daño. Debe descubrir por sí mismo el ancho de la tabla y hay que dejarle resbalar hasta los cojines sin intervenir, pero vigilando para evitar que se haga daño. Festeja con grandes carcajadas cada uno de sus logros. En lugar de una tabla de madera de aglomerado podéis usar la tabla de planchar, pero cuidado que es más angosta.

Pasar a gatas por debajo de las sillas, o la mesa, ponerse de pie cogido de la mesa, andar con paso lateral alrededor de la misma... enseña al niño las maravillas del desplazamiento motor. Colgar un balón o una pelota con una cuerda en una lámpara de pie a la altura del niño para que al pasar por debajo pueda tocar con la mano.

Girar en ambas direcciones alrededor de la lámpara. Jugar a: "cucú tras" detrás del sillón y al juego: "que te pillo".

La mesa, puedes cubrirla con un mantel y esconderte detrás o debajo. También abrir la puerta de algún armario para meterte dentro, entrar y salir, cerrar y abrir la puerta de la habitación, usar la mesa como una casita colocando cacharros, cucharitas y frutas de plástico para jugar a las casitas.

Si es un mueble con cajones, esconder juguetes siempre diferentes dentro y dejar que al abrir pueda cogerlos. El juego siempre tiene que ser con buen humor y con grandes risas y festejando, aplaudiendo con las manos sus logros diciendo: "¡qué bien!, ¡lo has hecho fenomenal!, ¡eres un campeón!".

Una vez terminado el juego, juntos vais a recoger explicándole que por hoy se ha terminado, pero otro día volveréis a jugar.

Así tendrá claro que sólo en estas ocasiones se utiliza la sala para jugar. Esto tiene que quedar muy claro. Entonces tienes que ofrecerle otro juego, puedes aprovechar para darle la merienda, jugar a manualidades, cantar juntos: "a guardar, a guardar" así asociará el acto de guardar sus juguetes con la palabra expresada y el fin del juego.

Se debe permitir que el niño, desde pequeño, colabore con el adulto en hacer todas las actividades de la casa, hay que incorporar al niño a la vida cotidiana. Mientras estáis jugando déjale ir hasta el final de sus iniciativas; no importa tanto el objetivo en sí, como las actividades que le ha permitido realizar.

El niño desarrolla sus capacidades motoras y psíquicas interiorizando sus experiencias.

Un niño que se ve interrumpido y contrariado y no puede llegar hasta el final de su experiencia no podrá concentrarse en sus actividades.

Para evitar el fracaso escolar es fundamental que el niño domine tanto su fuerza motriz como la concentración. La capacidad de concentración es una capacidad aprendida y se convierte con el tiempo en un don precioso. Hay que respetar su ritmo, sin prisas, el niño no entiende el concepto del tiempo y las prisas le causan ansiedad y falta de atención.

Obsérvale cuando juega concentrado con unas cajas o cuencos. Tal vez para ti no tenga ningún valor en sí el jaleo que se trae con las tapas y cacharros, pero para él es la actividad que él mismo se ha impuesto y esta experiencia es fundamental para su porvenir, para convertirse en un estudiante motivado, interesado y concentrado en sus deberes y más tarde en un adulto lógico, coherente y automotivado, en una palabra, en un ser humano.

 

OBJETIVO: DIVERSIÓN

El niño pequeño busca, a través de la diversión, del juego, experimentar y aprender para llegar a comprender cómo funciona la vida. El juego es en realidad su trabajo, es lo que tiene que hacer. Cuando un niño no juega, deberíamos preocuparnos: seguramente está enfermo o tiene problemas.

El niño desarrolla su personalidad a través de su corporalidad. Los padres debemos hacer todo lo posible para procurar un medio ambiente y los objetos adecuados según la edad del niño para ejercitar su ingenio ya que esto será fundamental para un correcto y saludable desarrollo físico, mental y afectivo.

En el desarrollo físico: el juego fortalece sus músculos y protege así sus articulaciones y huesos además fomenta el buen humor, diversión y la risa con lo que producirá mas endorfinas que le harán sentirse bien para así fomentar la producción de defensas contra las enfermedades.

En el desarrollo mental: el juego fomenta la inteligencia, el deseo de aprender, de resolver situaciones, desarrollar el sentido común y descubrir una conducta inteligente.

En el desarrollo afectivo / emocional: el tiempo de juego es para compartir experiencias, descubrirse y crecer juntos (padres, hijos, educadores, amigos...). Desarrollar y experimentar la empatía, la autoestima, la confianza, la solidaridad, para obtener un cierto equilibrio emocional que al llegar a la edad adulta nos sirva para tener una buena autoestima, seguridad y confianza en uno mismo y ser capaces de evaluar correctamente el medio en que nos movemos.

Los más pequeñitos tienen que aprender cómo mantener sus cabecitas erguidas y relajar el cuerpo contraído para adquirir flexibilidad en el tronco y extremidades.

Al final del primer semestre tendrán sus músculos dorsales y abdominales correctamente desarrollados para poder adquirir la postura de sentado. Miran sus manos, cambian juguetes de una mano a la otra, coordinan la mirada con el objeto, se ríen y dan volteretas.

En el segundo semestre el bebé aprende a gatear, a ponerse de pie y caminar. Tienen conciencia de sí mismo y de los demás.

Hasta que cumpla su segundo año el niño aprenderá a andar con seguridad, a empujar y tirar de los objetos mientras los arrastra y subir y bajar escalones; vaciará y llenará cajas, le divierte jugar con pelotas y comienza a comer solo con las manos y poco a poco con la cuchara; en un gran papel hará garabatos; comenzará a nombrar algunos objetos y partes de su cuerpo y le gusta cada vez más jugar al escondite. Es el momento de comenzar a poner límites de una forma coherente y permanente.

 

Independencia

Consejos para mantener la armonía: Si no desea ir en la silla, no te enzarces en una batalla y déjale andar empujándola.

No hagamos que el niño viva el proceso de independencia con sentimientos de culpabilidad, diciendo: "ahora te vas con tu amigo y dejas sola a mamá, pobrecita".

Para que las ventajas de hacerse independiente sean mayores que los inconvenientes debes estar presente, pero sólo cuando el niño realmente te necesite, le responderás con cariño reconfortándole. Sólo así recuperará la confianza en sí mismo.

En caso de caerse, observa su reacción, deja que se levante solo y si se hizo pupa, recógelo diciendo las palabras mágicas: "sana, sana, culito de rana". Mimos mejor que argumentos.

El juego es en realidad su trabajo, es lo que tiene que hacer. Cuando un niño no juega, deberíamos preocuparnos.

Seguramente está enfermo o tiene problemas.

 

Juegos estrella para cada edad


SENSACIONES. DE 0 A 12 MESES

El parque de atracciones.

Este juego es de los que más les gusta a los bebés. Es un ejercicio muy completo y al ser tan entretenido, no será extraño que terminéis todos riendo a carcajadas. Túmbate boca arriba sobre el suelo o una cama. Encoge las piernas formando un ángulo de 90ª con respecto a tu cuerpo. Sobre tus dos tibias recuesta al niño boca abajo mirando hacia tu cara. Mueve tus piernas acercándolas y alejándolas de tu cara. El bebé nota que se aproxima a ti y luego se retira. Procura no sujetarle el cuerpecito así podrá percibir su equilibrio. Ahora vas a sentarle sobre tus rodillas. Necesitará que lo agarres por la cintura con las dos manos para no caer. Mueve tus piernas hacia arriba y hacia abajo. Mira al niño a los ojos y sonríele. Anímale a que se divierta y disfrute. Baja suavemente al niño sobre tu tripa, deja tus piernas flexionadas para que el niño apoye su espalda sobre ellas y muévelo como si saltara sobre tu tripa con suavidad. Poco a poco ve parando hasta sentarlo sobre tu abdomen y con su espalda apoyada en tus piernas te incorporas lentamente balanceándote despacito hasta sentarte.

Como verás es un juego divertido y muy beneficioso tanto para los padres como para el niño. En este ejercicio el contacto corporal tan intenso a través de un juego divertido, fomentará la unión entre tu hijo y tú con cariño, amor y risas.

 

DESCUBRIMIENTOS. DE 12 A 24 MESES

Atravesar caminos.

Necesitamos: cinta adhesiva de pintor.

Cuando el niño es muy pequeño podemos jugar a construir caminos con las cintas sobre el suelo para pasar por ellos. Al principio la distancia entre las dos cintas es suficiente para que quepan los dos pies del niño, según vamos viendo que lo puede hacer con soltura pasaremos a pegar las cintas más próximas de forma que no le quepan los dos pies juntos en el medio, así fomentaremos que coloque un pie delante de otro y pueda andar sobre una sola cinta pegada en el suelo. Al festejar lo bien que pasa entre las cintas y reconocer que para él es todo un logro, vamos a reforzar su autoestima.

Construir carreteras.

Necesitamos: cinta adhesiva de pintor, cochecitos, construcciones de madera y cajas de cartón.

En el ejercicio anterior nos quedó un camino hecho con una cinta por la que pueden circular cochecitos que podrán pasar por los caminos que hemos construido para luego añadir las piezas de construcción para realizar puentes y más tarde las cajas para construir túneles, donde pasarán coches de bomberos o ambulancias con su respectivo sonido. Si se le ocurre a tu hijo pasar el coche por debajo de una silla o por encima de la caja, refuerza su creatividad haciendo un comentario positivo como: "¡Vaya, qué buena idea! ¡Tu coche vuela para pasar por encima de una montaña!"

 

SORPRESAS. DE 24 A  36 MESES

Salta, salta, salta, pequeña langosta...

El niño a partir de esta edad comienza a intentar saltar sobre sí mismo para poco a poco hacerlo desde un escalón o una cuerda sobre el suelo. Para fomentar esta nueva habilidad puedes colgar varios objetos a una altura que le obligue a ponerse de puntillas para darle con la mano, uno por vez. Puedes jugar al clásico juego de la comba con una cuerda o con la cuerda fija en el suelo jugar a saltarla. Luego puedes pintar dos líneas sobre el suelo para saltarlas cada vez más separadas.

Cuando el niño sea capaz de andar sobre una cuerda o cinta pegada al suelo puedes animarle que suba en los bordillos de la calle para mantener el equilibrio.

  

Juegos de pelota

Los juegos de pelota son inseparables de los niños y tienen un desarrollo acorde con el desarrollo motor del niño y con el concepto de dar y recibir.

Arrojar la pelota: En un principio el niño pequeño aprende a arrojar la pelota con la palma de la mano hacia abajo desde detrás de su oreja. La segunda parte consiste en que a la vez que coloca la mano con la pelota detrás de su oreja se gira y lanza y por último el niño de pie extiende el brazo hacia atrás y transfiere su peso de un pie al otro para lanzar la pelota.

Atrapar la pelota: en un principio el niño pequeño junta sus manitas mirando hacia arriba y extendiendo sus bracitos, pretendiendo coger la pelota cuando se la lanzamos; pronto los niños aprenden a juntar sus brazos para atrapar la pelota contra el pecho. En la última etapa, el niño coge con las manos y se dobla para absorber el impacto. Un juego sencillo para los niños en la primera etapa es colgar un aro y traspasar la pelota entre tú y tu hijo a través del aro; además, aquí también reforzaremos el concepto de dar y recibir. Cuando el niño sea mayor y haga un día caluroso, podemos jugar a salpicar con un barreño el agua, tirando la pelota con fuerza.

Así el niño aprenderá a arrojar con fuerza la pelota.

 

Para más información ver los libros: "Todo un mundo de sensaciones" "Todo un mundo por descubrir"  Editorial Pirámide

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Integracion sensorial

A veces los niños tienen dificultades para aprender, en su comportamiento, en su relación con los otros o en sus sentimientos hacia ellos mismos. Si es un hijo adoptado nos tememos una discapacidad o un problema grave. Es muy posible que se trate sólo de una dificultad para procesar las sensaciones que recibe de su entorno. Esto es la integración sensorial.

 

Bárbara Viader Vidal

 

 

 

Hablemos un poco del sistema nervioso central de los niños.

Todos nosotros dependemos de una integración sensorial funcional, que nos permite llevar a cabo las actividades cotidianas de trabajo, ocio y autocuidado.

Los problemas a nivel de procesamiento sensorial pueden influenciar directamente en nuestra habilidad para funcionar correctamente en nuestra sociedad, pero son dificultades muy sutiles que son difícilmente reconocibles.

Especialmente en los niños es fácil atribuir ciertas conductas o reacciones a otras causas (es un niño perezoso, hace lo que quiere, es desobediente, es un niño mimado, testarudo...), cuando en realidad se trata de dificultades sensoriales. Por este motivo, es muy importante identificar las dificultades de procesamiento sensorial, para permitir que el niño alcance niveles de desarrollo correctos, y minimizar el sentido de culpabilidad de la familia adoptante.

Si nos centramos en el cerebro de un bebé, sabemos que está formado por una red básica de interconexiones neuronales que irá ampliándose a medida que el niño experimente nuevas sensaciones y explore su entorno. La plasticidad que presenta el cerebro en los primeros años de vida, implica que el sistema nervioso de los niños se nutra y se enriquezca de todas las experiencias sensoriales, motrices y emocionales que recibe.

 

BLOQUEO

Durante la primera infancia, el sistema nervioso de los niños ha de procesar constantemente estímulos sensoriales de todo tipo, y ésta no es una labor nada fácil. Desde el nacimiento, todos estamos preparados para recibir y asimilar estímulos del entorno, pero existen ciertas causas que bloquean el procesamiento sensorial, y estas dificultades permiten explicar posibles comportamientos posteriores como atraso motriz o de lenguaje, falta de atención o comportamiento hiperactivo, agresividad...

Estas causas pueden ser largas hospitalizaciones, estancias en orfanatos o, simplemente, puede tratarse de una dificultad por parte del niño para procesar toda la información sensorial que recibe del entorno, sin que haya ninguna anomalía añadida en su desarrollo. No son niños enfermos ni discapacitados, simplemente son niños que presentan dificultades para asimilar de forma correcta todos los estímulos que reciben del ambiente.

Este proceso de asimilación de los estímulos se conoce como integración sensorial y como ya se ha dicho, tiene lugar de manera natural en la mayoría de los niños.

El mal funcionamiento de la integración sensorial es mucho más común de lo que nosotros pensamos y es un problema muy incomprendido por nuestra sociedad.

Esta dificultad en los niños afecta directamente a su capacidad para aprender, a su comportamiento, a la manera de moverse y de relacionarse con los otros, y afecta también los sentimientos hacia ellos mismos.

 

RESPUESTA INADECUADA

Estas informaciones que alcanzan el cerebro, son analizadas y utilizadas para interactuar de forma correcta con el ambiente y así poder responder adecuadamente a la presentación de estímulos sensoriales, logrando niveles de desarrollo correctos.

Cuando el niño no logra procesar de forma correcta la información sensorial, se producen grandes dificultades para alcanzar niveles de desarrollo superiores puesto que el niño no tiene una correcta integración sensorial.

Podemos decir que el niño tiene una indigestión sensorial a nivel neurológico.

Es muy fácil comparar estos dos sistemas, pues el digestivo necesita alimentos para nutrir a nuestro organismo y poder crecer y estar sanos. El sistema nervioso necesita alimentarse también, pero de sensaciones, que le permiten madurar y adquirir niveles de desarrollo y habilidades de aprendizaje correctas. Si el sistema nervioso recibe demasiadas sensaciones, o simplemente no sabe qué hacer con las sensaciones, se produce una "indigestión" a nivel neurológico y el niño no puede aprender ciertas habilidades (de lenguaje, de motricidad, a nivel académico...) o su comportamiento es incorrecto (falta de atención, hiperactividad, agresividad, rabietas...).

 

QUÉ SIENTEN

Os propongo que todos juntos hagamos un ejercicio muy sencillo que nos permitirá sentir lo mismo que puede sentir un niño que no sabe procesar los estímulos sensoriales de su entorno.

Relajaros e intentad imaginar lo siguiente:

Encended la radio y no sintonicéis ninguna emisora; mantenedla en un sonido estático y subid el volumen.

Pedid a alguien que encienda y apague las luces cuando él quiera.

Sentaros en una silla rota (que tenga una pata más corta que las otras) y apoyaros en una mesa que también baile (imaginad una de las que están en los restaurantes y que nos hacen sentir muy incómodos).

Ahora poneros un jersey apretado y áspero, en lugar de una camiseta cómoda; poneros también unos calcetines al revés, y unos zapatos un número más pequeño.

Con todos estos aspectos en juego o sólo con un par de ellos, coger un libro e intentar aprender algo... Procurar mantener la calma, no os pongáis nerviosos y prestar atención a alguna persona que os intente explicar alguna cosa...

Con este ejemplo, intento ilustrar de una manera exagerada qué es lo que pueden sentir los niños que tienen dificultades para procesar estímulos sensoriales.

Para ellos, puede haber ciertos estímulos que les resulten agresivos y les dificulten el aprendizaje o la adquisición de habilidades de lenguaje, sociales, motrices, etc.

No ha aprendido a dirigir correctamente los estímulos, con lo cual no aprovecha la información que está recibiendo.

Después de realizar este ejercicio, resulta mucho más sencillo, entender por qué los problemas de procesamiento sensorial interfieren en el aprendizaje de los niños. Aunque vuestro hijo no tenga ninguna discapacidad ni ninguna enfermedad y en apariencia esté completamente sano, esto no quiere decir que no pueda tener ciertas dificultades en el procesamiento de la información sensorial.

Esto explicaría las dificultades de aprendizaje, el retraso en el lenguaje o en la motricidad, la torpeza, los problemas relacionales, o la baja autoestima que presentan muchos niños en nuestra sociedad actual.

 

NIÑOS ADOPTADOS

Los niños necesitan una estimulación sensorial adecuada, que les facilite la adquisición de las habilidades motrices esperadas, un mejor autocontrol y un buen concepto de sí mismos. Estas mejoras a nivel interior se reflejarán exteriormente con un buen aprendizaje en la escuela, una autorregulación de la cantidad de actividad, un aumento de la atención o una mejora en las habilidades motrices, según las necesidades de cada niño.

Los niños que han vivido un periodo más o menos largo de estancia en un orfanato, han carecido de estímulos sensoriales durante los primeros meses de vida, (a veces incluso durante los primeros años).

La reacción de un niño los primeros días cuando sale del orfanato puede ser de plena excitación y descontrol, o de total inhibición y falta de motivación. Estos dos extremos tienen una explicación fácil y es que los niños necesitan un periodo más o menos largo para poder asimilar toda la información sensorial que reciben de golpe de su entorno. Algunos niños reaccionan de forma hiperactiva, porque necesitan recibir muchos estímulos de golpe para sentirse tranquilos; pero en cambio hay niños que reaccionan opuestamente y se quedan paralizados, porque aunque estén viviendo las mismas sensaciones que los otros niños, su cerebro no las sabe aprovechar y hacen un efecto rebote (entran y salen sin producir ningún efecto).

Mediante la teoría de la integración sensorial, podemos explicar, pues, muchos de los comportamientos observables en los niños adoptados.

Nos imaginaremos cuatro situaciones extremas, para poder comprender cómo funciona este proceso. Esto no significa que muchos de los niños adoptados reaccionen de forma correcta ante los primeros contactos con los estímulos sensoriales del entorno.

 

MARTA

Marta tiene dos años y hace ya medio año que está con su nueva familia. Fue adoptada en China cuando tenía 22 meses y actualmente los padres están muy preocupados porque la niña no está nunca quieta. Se mueve constantemente, parece no tener miedo a nada y se sube a todas partes.

Le gusta mucho girar y sobre todo, saltar.

Adora los columpios del parque y los toboganes, y el momento de salir del parque se convierte en un gran problema. Los padres se preguntan si la niña será hiperactiva...

Si observamos la situación de Marta desde un punto de vista sensorial, ella es hiposensitiva a los estímulos sensoriales vestibulares (relacionados con el movimiento) y por eso se mueve constantemente.

Ella percibe los estímulos del movimiento, con menos intensidad que los demás niños, y por eso necesita estar en continuo movimiento, para poder percibir un poquito de estímulo vestibular.

En su caso, es capaz de dar quince vueltas sin marearse, cuando el resto de niños con diez vueltas ya están mareados.

Los estímulos vestibulares para Marta, son mucho más suaves que para el resto de niños, y por eso no puede estarse quieta.

 

PEDRO

Pedro tiene diez meses y hace tres semanas que está con su nueva familia. Ahora su situación ha cambiado mucho, porque ha pasado de vivir en un lugar frío de Rusia, sin colores, sin movimiento, sin cariño... a un entorno donde tiene todo lo que le faltaba.

Pedro reacciona con brusquedad a su nueva situación, llorando y gritando, y quedándose tieso cada vez que sus padres le cogen en brazos.

No se deja acariciar, no tolera que le peinen ni que le laven la cara y grita cuando le cortan las uñas. Sus nuevos padres no saben qué hacer, ya que ante nuevos estímulos agradables como música de bebé o un nuevo juguete de colores, el niño todavía llora más desesperadamente...

Si analizamos la situación que está viviendo Pedro, comprenderemos que su sistema nervioso ha pasado de un entorno donde los estímulos eran prácticamente cero a un entorno donde hay miles de estímulos, de tal forma que su cerebro debe trabajar muchísimo más y el niño está agotado.

Es por este motivo que llora y grita ansioso, porque para él tantos estímulos resultan agresivos aunque a nosotros nos parezcan estímulos agradables. Puede que la música se asimile a una radio mal sintonizada, que el tacto sea como un estropajo de cocina... Necesita adaptarse al nuevo entorno, recibiendo estímulos de forma muy gradual y controlada, para no provocarle estas reacciones de caos en su cerebro.

 

FRAN

Fran tiene cuatro años y hace tres meses que ha dejado el centro de acogida y convive con sus nuevos padres.

En este caso nos encontramos con un niño muy dulce y cariñoso, pero que no habla nada y además es extremadamente patoso. Sus padres muestran preocupación por el retraso en estas dos áreas, porque según les dijeron en el centro donde estaba, recibía una buena estimulación a nivel visual, táctil, las cuidadores le mimaban mucho...

Ésta es la única información que tienen sus padres, y no comprenden por qué el niño no habla y muestra esta descoordinación motriz tan importante.

Si analizamos los principales sistemas sensoriales responsables del desarrollo motriz y del lenguaje, observamos que de esto se encarga el sistema vestibular (estímulos a través del movimiento).

Pero Fran no ha recibido nunca estímulos relacionados con el movimiento, pues no ha sido acunado, nunca ha paseado con el cochecito, no ha subido a ningún columpio ni tobogán...

La principal fuente de entrada de la estimulación vestibular en los niños, es a través del movimiento de balanceo en los brazos y en la cuna, del movimiento del cochecito en los cientos de paseo durante sus primeros años de vida, y en la exploración y el juego en el parque.

 

ANDREA

Y por último tenemos a Andrea, que tiene tres años y hace un mes y medio que está con sus nuevos padres. El cambio de entorno parece no afectarle para nada... no reacciona demasiado a nada.

Está todo el día con la mirada perdida, sin reaccionar a ruidos ni al contacto, y tampoco sonríe ni se mueve demasiado.

Al principio sus papás estaban contentos porque era una niña muy buena, pero  ahora ya empiezan a preocuparse porque parece una niña autista, que no establece ningún tipo de contacto ni de comunicación...

Pero Andrea se encuentra perfectamente tanto a nivel mental como físico, y no tiene ninguna alteración. El problema es que Andrea no es capaz de asimilar la gran cantidad de estímulos sensoriales que está recibiendo, de tal forma que no aprovecha ninguno. Su cerebro se encuentra en la misma situación que si no recibiera ningún estímulo, porque no puede procesarlo. Es el efecto rebote que comentábamos anteriormente, pues Andrea ha creado una barrera que no deja entrar a los estímulos y de esta forma evita crear un caos en su cerebro, como en el caso de Marta. Ella necesita recibir los estímulos de forma muy controlada, para empezar a levantar esta barrera invisible, y permitirla entrada a unos pocos estímulos. Nosotros tenemos cinco sistemas sensoriales que conocemos muy bien: gusto, olfato, oído, tacto y vista. Es por eso que hay niños que presentan esta reacción exagerada (como Pedro), a sólo algunos de los sistemas sensoriales o no presentan ninguna reacción (como Andrea). Otros niños que no saben procesar la información vestibular de forma correcta (como Marta o como Fran) y eso les conlleva a retrasos en el desarrollo o alteraciones en la conducta como hiperactividad, falta de atención, desobediencia...

 

UTILIDAD

Para qué sirve la estimulación sensorial.

La estimulación sensorial proporciona a nuestros hijos un espacio que les permite interactuar de forma natural con una serie de materiales específicos, facilitándoles la difícil tarea de organizar toda la información dentro del cerebro. La intervención se basa en el juego dirigido por el terapeuta, pero proporcionado por el mismo niño para que se autocontrole. Es preciso aprovechar los primeros años de vida para proporcionar a los niños un entorno agradable, con una gran riqueza de juegos. La base neurológica que se cree durante la infancia será la encargada de marcar el hilo conductor del futuro desarrollo de vuestro hijo.

Estimulando a través del juego

Con la estimulación sensorial se le proporcionan al niño oportunidades de juego mediante una técnica específica para organizar toda la información en su cerebro, creando una buena base neurológica que permitirá conseguir los niveles de desarrollo deseados.

 

Los sistemas sensoriales

Existen cinco sistemas sensoriales externos, muy conocidos y fácilmente observables. Se les llama externos, porque el órgano receptor está en contacto directo con el entorno (oreja, boca, piel, ojos y nariz). Estos sistemas sensoriales son un complemento importante para el desarrollo de los niños y son los siguientes: sistema auditivo, gustativo, olfativo, táctil y visual.

 

SISTEMAS INTERNOS O INCONSCIENTES

Pero los tres sistemas sensoriales básicos para el desarrollo infantil, sin los cuales el niño no logra una correcta madurez neurológica, son los llamados internos o inconscientes, porque se perciben de forma interna, y los receptores sensoriales no se encuentran en contacto directo con el exterior (articulaciones, músculos, oído interno, receptores profundos de la piel). Es por este motivo que es muy importante conocer bien estos tres sistemas sensoriales que son muy desconocidos, pero que participan directamente en la correcta formación y desarrollo de las habilidades de los niños. Estamos hablando del sentido del movimiento (o vestibular), del sentido de la posición del cuerpo en el espacio (o propiocepción) y de la percepción emocional y sentimental en relación al tacto (sistema táctil).

Los niños necesitan moverse, saltar, correr, columpiarse, recibir caricias... para poder adquirir habilidades motrices cada vez superiores, y también necesitan explorar su propio cuerpo, conocer sus límites corporales y sus formas, para poder adquirir una autoestima y una autoconfianza adecuadas y necesarias para seguir creciendo a nivel personal.

Vamos a detallar estos tres sistemas sensoriales:

SISTEMA VESTIBULAR: todos los estímulos relacionados con el movimiento, la fuerza de la gravedad y el equilibrio; procesados en el oído interno. El sistema vestibular permite coordinar los movimientos del cuerpo, de los ojos y de la cabeza. Si este sistema no funciona correctamente, o no recibe la estimulación necesaria, el niño puede presentar dificultades de equilibrio, retraso en el lenguaje, problemas de coordinación, torpeza. Este sistema sensorial es básico para el desarrollo del tono muscular, la coordinación de los dos hemicuerpos y el mantenimiento erecto de la cabeza en posición contra gravedad.

SISTEMA PROPIOCEPTIVO: El sistema propioceptivo nos facilita información acerca de la posición del cuerpo y de sus segmentos, con lo cual permite guiar los movimientos de nuestro cuerpo sin necesidad de observar cada una de las acciones que realizamos. Esto le permite al niño mantenerse sentado en una silla sin caerse, y posteriormente le facilitará el mantenimiento del equilibrio encima de una bicicleta.

SISTEMA TÁCTIL: ya no es a nivel la estimulación superficial relacionada con la temperatura, la presión, o el dolor... Aquí nos referimos a todas las informaciones táctiles relacionadas con los aspectos emocionales, relacionales... Que tienen un gran impacto en nuestros sentimientos y en nuestras relaciones sociales. Es por este motivo que una buena estimulación táctil permite desarrollar las habilidades sociales deseadas, un control emocional

 

 

 

 

 

Consejos útiles

Y LOS PADRES...  ¿CÓMO PODEMOS COLABORAR?

Si vuestro hijo o hija está etiquetado como: difícil, patoso, lento, hipersensible, desobediente, malo... puede haber una explicación detrás de estos comportamientos y una posible solución.

A partir del momento que sospechéis algún problema en vuestro hijo, tenéis que convertiros en detectives. Intentar descubrir qué es lo que no va bien, cuándo y por qué. Observar su entorno, sus juegos, la relación con otros niños, sus cambios de conducta... Esto facilitará mucho la intervención y ayudará a definir el problema de vuestro hijo. Un niño con problemas de integración sensorial no es un niño enfermo, ni problemático, ni discapacitado, ni anormal, ni diferente... Es un niño con dificultades para integrar todos los estímulos que recibe, por tanto, a veces necesita ayuda para canalizar bien estos estímulos y transmitirles un aprendizaje correcto y adecuado.

A continuación detallamos algunos signos que nos pueden indicar un mal funcionamiento en la integración sensorial. Si observáis algunas de estas características en vuestros hijos, podemos pensar que el niño tiene dificultades para procesar la información sensorial que recibe de su entorno:

- Hipersensibilidad al tacto, al movimiento, a los olores o al sonido (le molesta que le acaricien, que le peinen, que le laven la cara... No le gustan ciertas texturas de algunos muñecos, no les gusta ir con manga larga...)

- Hiposensibilidad a la estimulación sensorial (el ruido de un globo al estallar no les afecta, les gusta darse golpes de cabeza contra superficies duras, parece que perciben ciertos estímulos con muy poca intensidad ...)

- Nivel de actividad superior o inferior a lo normal

- Problemas de coordinación en la motricidad fina o gruesa

- Retrasos en el lenguaje

- Mala organización (impulsivo, distraído, no tolera las frustraciones cuando aprende cosas nuevas...)

- Baja autoestima (se creen que las cosas son más difíciles para ellos que para los otros niños. A veces parecen niños perezosos, aunque no lo son)

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Enfermedades que acechan

 

La salud de nuestros hijos nos preocupa desde el momento en que decidimos adoptar. Tenemos que ser conscientes de que nuestros hijos proceden de países en vías de desarrollo y que pueden tener problemas que incluso no imaginamos. Este interesante artículo explica a médicos y padres contra qué enfermedades hay que estar prevenidos.

 

Doctor Jorge Eduardo Morgado de Moura Machado

 

 

 

El número de adopciones internacionales en España ha sufrido un aumento sustancial en los últimos cinco años, pasando de 942 niños adoptados en 1997 a 3.428 en el 2002, según los datos del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, (consultar gráfico y cuadros adjuntos).

España, con uno de los índices de natalidad más bajos del mundo y con una bonanza económica relativa en los últimos años, se ha convertido en el tercer país en número de adopciones, después de los Estados Unidos de América del Norte y Canadá.

Los niños adoptados en el extranjero tienen un riesgo aumentado de sufrir infecciones, adquiridas en sus países de origen.

A su llegada a España, deberían ser sometidos a un chequeo general para que puedan recibir el tratamiento adecuado y evitar la transmisión de infecciones, muchas veces desconocidas en España.

Además muchos de estos niños, principalmente los adoptados en China y en algunos países del Este de Europa, han vivido por largos períodos de tiempo en orfanatos desprovistos de los más elementales cuidados, tanto físicos como emocionales e intelectuales arrastrando consigo retrasos psicomotores que, dependiendo del tiempo de permanencia en las referidas instituciones, pueden ser irreversibles.

Este artículo pretende ser un texto de apoyo para padres y personal que maneja las adopciones y también para los pediatras que cuidan de la salud de estos niños.

Los certificados de vacunación que acompañan los niños deberían ser prueba fehaciente de que están  correctamente vacunados. Con todo, los niños adoptados en orfanatos chinos y del este de Europa suelen estar inadecuadamente vacunados. Por el contrario, los niños adoptados en América Latina e India suelen estar correctamente protegidos.

Por este motivo, la recomendación es que todos los niños que tengan tres o menos dosis de la DTP o polio deberían ser revacunados, mientras que los que tengan más de tres dosis, deben tener los títulos de anticuerpos específicos determinados y caso de que sean susceptibles, revacunados.

Las pruebas para detectar la infección por la hepatitis B (VHB) encabezan la lista de pruebas serológicas a que todos los niños adoptados fuera de España deben ser sometidos debido a la elevada prevalencia (3- 5%) de la infección entre estos niños. Los padres y el pediatra asistente no deben quedar tranquilos porque en el certificado de vacunas del niño esté incluida una aparentemente correcta vacunación contra la hepatitis B en el período neonatal, porque si ésta no fue iniciada en la primera semana de vida del infante, la vacuna no tiene el efecto protector deseado y el niño puede estar infectado.

 

HEPATITIS C

La hepatitis C (VHC) también puede ser transmitida de madre a hijo, por vía transplacentaria o durante el parto (la transmisión por la leche materna no ha sido probada) o por sangre o productos sanguíneos por vía percutánea.

Todos los niños adoptados de China y este de Europa deben ser testados para anticuerpos anti-VHC debido a la elevada prevalencia de la infección en esas zonas.

Los anticuerpos anti-VHC presentes en niños mayores de 15 meses significan que el niño está infectado mientras que en  menores de 15 meses pueden ser anticuerpos maternos que el niño heredó. En este caso, debe confirmarse el diagnóstico por "immunoblot" recombinante o detección del RNA del VHC.

En cuanto a la hepatitis A (VHA), no es necesario hacer el despiste serológico porque la mayoría de los niños sufre la infección en la primera infancia y es una enfermedad benigna, excepto si el niño viene en plena fase aguda de la enfermedad y presenta sintomatología evidente: ictericia, hepatomegalia dolorosa, fiebre y pérdida de apetito.

Cualquier niño adoptado de un país en vías de desarrollo tiene una probabilidad elevada de sufrir algún tipo de parasitosis intestinal. 



Analítica básica que se debe pedir
Perfil de hepatitis B
ELISA anti VIH-1 y 2 y/o PCR anti VIH-1
VDRL
Mantoux
Examen de heces
Anticuerpos anti-hepatitis C
Hemograma completo
Orina
 

Otra analítica

- Anticuerpos anti difteria y tétano si tienen más de 3 dosis de la DTP registradas en la cartilla de vacunas
- T
ORCH cuando hay microcefalia o retraso severo de crecimiento que no puede ser justificado enteramente por el internamiento en el orfanato

TSH y anticuerpos anti-toxoplasma si hay retraso de crecimiento con macrocefalia relativa.

- Anticuerpos para la hepatitis D en niños oriundos de África, Rumania, sur de Italia, Medio Oriente y Sudamérica

Los niños nacidos en Rusia y otros países del este de Europa presentan una alta incidencia de Giardia lamblia, una parasitosis intestinal que puede complicarse con anemia y malabsorción intestinal con pérdida de proteínas. Por todo esto, todos los niños adoptados deben tener una muestra de heces, recogida en 3 días consecutivos, examinadas para huevos, quistes y parásitos.

 

INFECCIÓN POR VIH

En los últimos 10 años ha disminuido drásticamente la incidencia de la transmisión vertical del VIH-1 en los países ricos, gracias a los protocolos de tratamiento con retrovirales de las madres seropositivas y sus hijos. Desgraciadamente esos tratamientos son imposibles de implementarse de una manera generalizada en los países pobres, porque son demasiado caros para los presupuestos destinados a la salud en estos países. Así que el número de niños infectados por vía materna es bastante elevado en los países en vías de desarrollo, especialmente en África.

En países como China, Rusia, Rumania, Bulgaria y otros del este de Europa muchos niños se infectan a través de inyecciones de productos homeopáticos y de hierro con agujas deficientemente esterilizadas.

Por todos estos motivos se aconseja que todos los niños adoptados de países en vías de desarrollo sean evaluados para el VIH-1 y 2; los menores de 18 meses deben ser investigados por un ELISA y una PCR para el VIH-1 y 2 y los mayores de 18 meses deben tener un ELISA realizado y los que sean positivos confirmados por un Western-blot para el VIH-1 y 2.

 

SÍFILIS

En los últimos años se ha producido un recrudecimiento muy importante de casos de sífilis en los países del este de Europa acompañando la diseminación del VIH y de otras enfermedades sexualmente transmisibles por todo el mundo.

Muchos niños adoptados de estos países tienen reseñado en sus cartillas de salud que sus madres han padecido la enfermedad y que han sido tratadas o que ellos han sido diagnosticados y tratados pero por desgracia en muchos de estos países tanto los métodos de diagnóstico como los tratamientos instituidos no son los más adecuados según los estándar occidentales.

Así que todos los niños cuyas madres hayan sufrido la enfermedad deben ser evaluados por el VDRL o el RPR o el test de fluorescencia por absorción de anticuerpos del treponema (FTA-Abs). Los que tengan la serología positiva deben ser evaluados clínicamente para signos de sífilis congénita además de radiografías de los huesos largos y punción lumbar con análisis para VDRL, recuento de células, proteínas y glucosa.

 

ENFERMEDADES DEL TRACTO RESPIRATORIO

Las enfermedades del aparato respiratorio son bastante frecuentes en estos niños y cubren un amplio abanico, desde las infecciones crónicas de los oídos, bastante frecuentes en los niños chinos, hasta la tuberculosis pulmonar, frecuente en niños africanos y del sudeste asiático.

En los niños asiáticos hay siempre que hacer el diagnóstico diferencial entre la tuberculosis pulmonar y la infección pulmonar por la Burkholderia pseudomallei o melioidosis.

 

DESARROLLO PSICOMOTOR

Hay bastantes datos disponibles que demuestran que los niños que viven en la mayor parte de los orfanatos en China, Rusia y otros países del este de Europa pierden aproximadamente un mes de crecimiento lineal y desarrollo psicomotor por cada tres meses de permanencia en esas instituciones.

La falta de cariño, el abandono físico y los malos tratos a que son muchas veces sometidos tienen un efecto nocivo sobre su crecimiento tanto lineal como intelectual que, si es por un periodo demasiado prolongado (tres o más años), puede tener repercusiones irreversibles.

Sin embargo, siempre hay que buscar también alguna causa orgánica que justifique ese retraso como, por ejemplo, un hipotiroidismo congénito, o una infección congénita por citomegalovirus, por el virus de la rubéola, toxoplasmosis o sífilis.

Una de las evaluaciones clínicas más importantes en estos niños es la medición de la circunferencia craneal periódica.

  

 

CHINA

RUSIA

ESTE EUROPA

VIETNAM

KOREA

INDIA

ÁFRICA

SUDAMÉ-RICA

Infecciones

Piel

TB (Tuberculosis)

TB (Tuberculosis)

TB (Tuberculosis)

TB (Tuberculosis)

TB (Tuberculosis)

TB (Tuberculosis)

Parásitos intestinales

 

Hepatitis B

Parásitos  intestinales

Parásitos  intestinales

Hepatitis B

 

Hepatitis B

Hepatitis B

 

 

Hepatitis C

Sífilis

VIH

VIH

 

VIH

VIH

 

 

 

Toxoplasmosis

 

Escabiosis

 

Parásitos intestinales

 

 

 

 

Hepatitis C

 

 

 

 

 

 

Vacunas

No confiable

No confiable

No confiable

No confiable

Confiable

Confiable

No confiable

Confiable

Efecto institucional sobre desarrollo

Hipotiroidismo

Hipotiroidismo

Si

Nutricional

No

Nutricional

Nutricional

no

 

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