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Un domingo en el tianguis de la San Fe



    En la intersección del triángulo formado por los municipios de Nezahualcóyotl y Ecatepec del estado de México y la delegación Gustavo A. Madero, en la parte nororiental de la ciudad de México, todos los domingos se coloca en las calles de la colonia San Felipe de Jesús, delegación Gustavo A. Madero, el que posiblemente sea el mayor de los tianguis de toda la ciudad.
    Cerca de 17000 puestos se alinean a lo largo de la avenida Villa de Ayala conformando una pequeña ciudad techada de diversos colores donde se oferta a los posibles compradores objetos de lo más variopinto.
    Para llegar a la San Fe agarraremos la línea B del metro (Buenavista-Ciudad Azteca). Es la de más reciente construcción dentro de la red del Sistema de Transporte Colectivo. Una buena parte del recorrido de esta línea discurre a cielo abierto, lo cual nos ofrece la posibilidad de ir contemplando el paisaje, el cual sin ser demasiado atractivo, brinda la oportunidad al viajero de observar cómodamente sentado desde la ventanilla de su vagón el hacinamiento y la miseria en la que viven algun@s de l@s habitantes de esta ciudad. El "espectáculo" invita a la reflexión.
    Nos bajaremos en la estación Impulsora y de ahí tenemos dos opciones: caminar o buscar un transporte que nos acerque hasta la colonia San Felipe de Jesús. Una vez que lleguemos al tianguis podremos ver lo que allí se oferta. Yo les daré una muestra:
    -Montones de ropa y zapatos procedentes del tiradero (vertedero, basurero) en estado natural, es decir, sucios y apilados, para que un@ practique la suerte del rebusque y se lleve a su casa un estupendo par de huaraches (sandalias) o un polo Lacós.
    -Libros para ser vendidos a peso, donde lo mismo puede encontrar un@ un incunable.
    -Fotografías en las que lo mismo podemos hallar a la tía Luisa el día de su boda como una instantánea tomada en estudio y con cierto valor artístico.
    -Refacciones (repuestos) para carros. Ponga usted un carburador en su vida, un disco de embrague, un pedal de acelerador... Al parecer, sólo se admiten elementos con una buena capa de óxido o, en su defecto, de grasa rancia.
    -Herramientas para su talacha (trabajos de bricolaje caseros) de segunda, tercera y penúltima mano.
    -Máquinas de coser, televisores, computadoras, equipos de audio y de video.
    -Todo sidi (CD) y devedé (DVD) digno de ser quemado (grabado, piratedo, copiado) en sus vertientes musical, imagen y programas informáticos.
    -Colchones, catres, dormitorios completos.
    -"Menaje" para el hogar.
    -Revistas pornográficas.
    -Toda suerte de material eléctrico procedente del desguace de una casa (interruptores, cable al por mayor, diferenciales...).
    -Unos guantes de box (boxeo).
    -Un Niño Dios vestido con los colores de su equipo de futbol favorito.
    -Teléfonos celulares (móviles).
    Y algunas cosas más, muchas, que ahorita no logro recordar.
    Y esto es lo que se ofrece al gran público, a la pura gente conocedora que asiste a estos eventos, porque preguntando a la persona adecuada es posible conseguir cualquier cosa, y cuando digo cualquier cosa, me refiero a cualquer cosa que sus mentes puedan imaginar.
    Dicen que el tianguis de la San Fe es el destino de mucho material robado, que sirve de refugio a hampones y rateros, que hay mercado de armas y drogas paralelamente al mercado oficial. Pero los operativos policíacos no se atreven a entrarle. Ese es el lado oscuro del tianguis. Aquí en México, todas las cosas tienen siempre su lado claro y su lado oscuro.
    Y para no dejar un mal sabor de boca, mejor nos quedamos con el lado claro del tianguis, que podría ser el siguiente: tianguis es caminar despreocupadamente una mañana de domingo por el puro placer de caminar, es el culto a la diversidad, es la señora de rostro arrugado vendiendo sus últimas posesiones, es disfrutar escuchando los reclamos de vendedores y vendedoras, es el chamaco dormido sobre la pila de ropa que su mamá trajo para vender, es el caos perfectamente organizado, es la cultura del reciclaje obligado llevada a sus últimas consecuencias, es la explosión de colores, sabores y olores, es la plática pausada con el librero de viejo, es el billete que constantemente cambia de mano, es la máxima expresión de la tolerancia, es un mundo donde caben muchos mundos, es un laberinto donde uno se siente atrapado con gusto. Es, en definitiva, la vida.