1. S.A.R. nunca ha ocultado su simpatía hacia muchas de las posiciones del citado partido francés, habitualmente presentado tanto entre nosotros como generalmente en otros lugares de forma sesgada. Precisamente, en cuanto tal partido se sitúa en gran medida fuera del sistema político que ha llevado a la secularización y a la ruina moral primero a los pueblos llamados occidentales –esto es, los que fueron cristianos y hoy son apóstatas–, y finalmente a casi todo el universo, y en tanto así es, un príncipe cristiano actúa en plena coherencia con los ideales de la Cristiandad a la que su familia ha servido ejemplarmente durante siglos. En tal sentido ha de interpretarse su apoyo, recientemente manifestado a la candidatura presidencial del señor Le Pen y, con posterioridad, ante las próximas elecciones legislativas.

2. Cosa bien distinta es que S.A.R. forme parte de dicho partido. Como ha dicho expresamente, un príncipe que pertenece a una vieja casa real, emparentada con todas las de Europa, no puede presentarse como dirigente de partido y ni siquiera como militante del mismo. El servicio de S.A.R. a los pueblos cristianos, entre ellos al francés, en cuyo seno ha vivido parte de su familia durante los últimos decenios, y que también se halla en el origen de su progenie, sólo puede avenirse con una política enteramente católica y al margen de banderías.

3. S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, Infante de España como miembro de la rama de Parma de la Casa de Borbón, descendiente agnado de Felipe V, e hijo de S.M.C. Don Javier I, encarna tras la defección de su hermano Carlos Hugo, y ante el silencio de los hijos varones de éste, la legitimidad dinástica española, y –en cuanto la España actual no sea sino un fragmento de la vieja unidad que fueron las Españas– más ampliamente hispánica. Legitimidad que le viene de sus abuelos carlistas y que ha vuelto a recordar, por si falta hiciera, en su manifiesto de 17 de julio de 2001.

Secretaría Política de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón