Fuente: European Report
on Science & Technology Indicators. Comisión Europea.
1998
En los años ochenta se extiende y profundiza la
reflexión sobre las relaciones entre ciencia y tecnología y entre tecnología y
sistema productivo, con aportaciones importantes entre las que hay que destacar
el concepto de
Sistema Nacional de Innovación. Es el Profesor Freeman,
del SPRU de la Universidad de Sussex quien lo introduce, en un texto de 1987
Technology Policy and Economic Performance: Lessons from Japan, donde
dice:
"la red de instituciones del sector público y el sector privado cuyas
actividades e interacciones contribuyen a lanzar, a importar, a modificar y a
difundir nuevas tecnologías puede ser calificada de sistema nacional de
innovación"..."El sistema nacional de innovación puede permitir a un país dotado
de recursos muy limitados progresar muy rápidamente gracias a combinaciones
apropiadas de tecnologías importadas y de trabajos de adaptación y de desarrollo
realizados nacionalmente. En contrapartida, las debilidades del sistema nacional
de innovación pueden llevar a una dilapidación de los recursos más abundantes
mediante la persecución de objetivos inadecuados o la utilización de métodos
ineficaces". Algo más tarde, Pavel y Pavitt definen estos sistemas como
"las instituciones nacionales, sus sistemas de incitación y sus competencias
que determinan el ritmo y la orientación del aprendizaje tecnológico (o el
volumen y la naturaleza de las actividades generadoras de cambio) en un país".
(Nature et importance economique des systemes nationaux d´innovation. STI Revue.
1994).
De acuerdo con estas definiciones, los elementos que
constituyen el sistema nacional de innovación son:
- Los centros de investigación y desarrollo públicos, las universidades, y
las entidades con capacidad tecnológica sin ánimo de lucro.
- Los recursos de innovación de las empresas, incluyendo, naturalmente, sus
laboratorios y centros de I+D, pero no sólo ellos, puesto que el concepto de
innovación es más amplio que el de tecnología.
- Los establecimientos de formación y enseñanza.
- Los organismos gubernamentales encargados de la promoción y control de
actividades científicas y tecnológicas y su coordinación con las empresas.
- Los mecanismos de financiación.
Lo que se propone es un
análisis desde el punto de vista de la teoría de sistemas, en el que se tenga en
cuenta que la eficacia del conjunto depende tanto de los contenidos de estos
elementos, como de la forma en que se relacionan entre sí. Es más, la naturaleza
e intensidad de las interrelaciones llega a ser más importante que el peso
absoluto de cada elemento y la idea central es la de red, en la que la eficacia
de cada nodo resulta potenciada por las interactuaciones de los restantes nodos
sobre él.
En resumen, el concepto de sistema nacional de innovación sirve
para relativizar la potencia de un país como término de referencia absoluto, y
resalta en cambio la adaptación a las condiciones concretas y las necesidades
realmente existentes. Es en esta óptica en la que hay que situar la aportación
de la prospectiva como herramienta estratégica.
Una consecuencia de este
proceso de reflexión que se está mencionando es la toma de conciencia de
que lo que antes se ha llamado
modelo lineal de interpretación de las
relaciones entre ciencia, tecnología e industria no se ajusta a la realidad y
que es más adecuado para comprender la génesis y el desarrollo de la innovación
tecnológica atenerse a un
modelo interactivo en el que todas las partes
implicadas en el proceso se relacionan constantemente entre sí y dónde la
realidad socio-económica es un término de referencia permanente. En el fondo, lo
que supone esto es situar la actividad industrial en el centro del sistema. Cabe
preguntarse, sin embargo, si es totalmente cierto que ha sido generalmente
aceptada la superación del
modelo lineal. Desde luego, lo que es un hecho
es la pervivencia de la tensión ciencia-tecnología.
En los años noventa,
como culminación lógica de la evolución que se está describiendo, la tendencia
manifiesta en los gobiernos es poner en práctica políticas de innovación. Esto
no quiere decir que se abandone la promoción de la ciencia básica, pero sí que
se identifica y se instrumenta un nuevo vector estratégico, conceptualmente
autónomo respecto a aquella. La innovación tiene como marco de referencia el
mercado y si bien uno de sus elementos clave (posiblemente el más importante) es
la tecnología, su éxito también depende de otros: la situación de la
competencia, el ciclo de vida de los productos, la capacidad de financiación, la
calidad del personal (de todo el personal, no sólo del personal tecnólogo), la
capacidad de localizar y utilizar información, etc...
En una política de
innovación pierden importancia relativa las ayudas directas a los proyectos de
desarrollo empresariales, y en cambio la adquieren otros componentes como los
siguientes:
- El marco jurídico y reglamentario.
- La creación de infraestructuras tecnológicas de utilización colectiva.
- La dísponibilidad de mecanismos ágiles y específicos de financiación.
- La aplicación de una fiscalidad adecuada (no restringida a la protección
de la actividad estricta de I+D).
- La formación de personal, con atención muy preferencial al reciclaje o
formación permanente.
- El apoyo a la proyección en el extranjero de las empresas, especialmente
las pequeñas y medianas.
- Etc.
Todo ello implica la adopción de decisiones complejas,
en muy diversos ámbitos de actuación, con consecuencias a largo plazo, y
movilizando (directamente o por sus efectos inducidos) un volumen muy
considerable de recursos.
El contexto en que es preciso tomar estas
decisiones está afectado por unos factores que, si bien vienen de más antiguo,
se hacen patentes con gran visibilidad en esta década. El primero de ellos es la
globalización de la economía. No es éste el momento de insistir en este fenómeno
a cuyo análisis se han dedicado tal cantidad de millones de litros de tinta y
miles de horas de ordenador, pero sí de recordar dos connotaciones del mismo: la
primera es que los términos de referencia de la competitividad se convierten en
mundiales, o, si se prefiere, que desaparece el concepto de mercado local. La
segunda, que la globalización afecta también a la tecnología, de forma que
cualquier desarrollo que se emprenda ha de hacerse en el convencimiento de que
su éxito está en función de los desarrollos sobre esa materia que se llevan a
cabo en cualquier otro lugar del mundo. Un esfuerzo bien intencionado e
inteligente en unas coordenadas locales puede ser invalidado por los resultados
de otro esfuerzo paralelo realizado en las antípodas.
Un segundo factor a
tener en cuenta es la evolución de la tecnología, caracterizada por una parte
por el vertiginoso ritmo de avance que se produce, especialmente en los
elementos más críticos, y, por otra, por el volumen de recursos necesarios para
hacer posible este avance. Las inversiones son cada vez más cuantiosas si se
quiere mantener la posición en la carrera de la competición tecnológica. Al
mismo tiempo, y no por casualidad, sino parcialmente como consecuencia de dicho
ritmo acelerado de innovación y de la presión de un mercado ávido de novedades y
regido por la omnipotente presencia de la oferta publicitaria, es patente el
acortamiento de los ciclos de vida de los productos, que obliga a amortizar en
plazos cada vez más cortos esfuerzos de innovación que han exigido dedicación
cada vez mayor de recursos. La contradicción entre ambos términos es
evidente.
Un tercer factor afecta sobre todo a la toma de decisiones
públicas en este terreno, y es la tensión presupuestaria a que está sometida la
gestión de las administraciones en estos tiempos y prácticamente en todas las
latitudes. La necesidad de aplicar criterios estrictos a la dedicación de fondos
públicos, y la pugna entre las legítimas prioridades que para ello se definen,
en un contexto en el que la restricción de los presupuestos es un objetivo
generalmente aceptado, hace que las decisiones sobre ciencia y tecnología sean
más delicadas que nunca.
En resumen, se está hablando de decisiones que
tienen una considerable transcendencia a medio y largo plazo, aunque se adoptan
en el marco de las condiciones objetivas inmediatas, y la evolución de cuyas
consecuencias se sitúa en un clima de una gran incertidumbre. Quizá conviene
recordar el concepto de incertidumbre, bien distinto del de riesgo. Mientras
éste (el riesgo) es evaluable en términos de probabilidad de ocurrencia en el
marco de un escenario de futuro razonablemente conocido, la incertidumbre
consiste, precisamente, en el desconocimiento del escenario en que se van a
producir los acontecimientos. Todo lo que sea avanzar en el conocimiento de los
posibles escenarios de futuro contribuye a reducir el nivel de incertidumbre en
el que se producen las decisiones estratégicas, si bien, es evidente, la idea de
reducir la incertidumbre es siempre relativa y no existe la posibilidad de
hacerlo en una forma científicamente valorable. No obstante, la reducción, en la
medida que sea posible, es un objetivo importante para mejorar la calidad de las
decisiones estratégicas adoptadas. Es aquí donde se sitúa la utilidad de la
prospectiva tecnológica. Su objeto no es gastar más en tecnología, sino gastar
mejor.
La definición más usual de prospectiva tecnológica es la que
se debe al Profesor Ben Martin, y que ha sido adoptada por la OCDE:
Tentativas sistemáticas para observar a largo plazo el futuro de la ciencia,
la tecnología, la economía y la sociedad con el propósito de identificar las
tecnologías emergentes que probablemente produzcan los mayores beneficios
económicos y sociales.
Hay que destacar varias cosas en esta
definición: en primer lugar, se trata de
tentativas sistemáticas, lo que
presupone la aceptación de una disciplina metodológica y una voluntad de
continuidad ordenada en el tiempo; en segundo, está proyectada y referida al
largo plazo, lo que quiere decir que no se está hablando de prospectiva
cuando se hacen previsiones sobre lo que puede ocurrir dentro de unos meses;
finalmente, se tiene en cuenta la evolución y los condicionamientos de la
economía y la sociedad, lo que hace que los ejercicios de prospectiva tengan un
carácter multidisciplinar.
Una segunda definición puede contribuir a
precisar más el concepto de prospectiva tecnológica.
Ejercicio colectivo de
análisis y comunicación entre expertos para identificar las componentes
probables de escenarios de futuro: las proyecciones tecnológicas de los mismos,
sus efectos sociales y económicos, obstáculos y fuerzas a
favor.
Conviene destacar aquí varios aspectos:
- El carácter de ejercicio colectivo. La prospectiva es siempre un
proceso de reflexión compartida, independientemente de las metodologías que se
utilicen para propiciar esa reflexión. Esta es precisamente su mayor riqueza.
No es prospectiva, pues, el trabajo de gabinete de previsión de futuro
realizado por una persona, por muy elevados que sean sus conocimientos y
perfecto el material de consulta y estudio empleado.
- Ya se ha comentado la importancia del largo plazo. 10, 15, a veces 20 años
son los horizontes habituales de los ejercicios de prospectiva. Además, los
plazos deben ser concretos. A la hora de evaluar una hipótesis de futuro no es
válido hablar de más o menos pronto, más o menos tarde, en un plazo
razonable, etc..., sino de antes de cinco años, en un plazo de entre
cuatro y ocho años, no antes de diez años, etc.
- Las proyecciones tecnológicas se valoran en el marco de sus efectos
sociales y económicos. Esto conduce a situar el conocimiento aplicado en las
coordenadas reales de la sociedad en la que se va a aplicar. Un buen número de
las hipótesis a contemplar y evaluar no son tecnológicas sino que tienen que
ver con el entorno social y económico en que se desarrolla y aplica la
tecnología.
- Igualmente, se analizan y valoran los obstáculos que se oponen a la
materialización de las proyecciones tecnológicas, y las fuerzas que pueden
facilitarla. Como en el punto anterior, y en mayor medida aún, estos
obstáculos y fuerzas a favor dependen mucho de la realidad del país.
Los ejercicios de prospectiva realizados bajo estas premisas
permiten identificar campos de desarrollo y aplicación de la tecnología y
objetivos importantes a largo plazo, establecer prioridades entre dichos
campos de aplicación de la tecnología, establecer prioridades y nexos de unión
entre ciencia y tecnología, identificar campos que pueden ser pasados por alto
(inadvertidos) por estar en la frontera entre varias disciplinas, etc.
Ciertamente, contribuyen a reducir el nivel de incertidumbre, y éste es su
primer objetivo.
Espero que con estos comentarios haya quedado en
evidencia la diferencia sustancial que existe entre prospectiva y previsión o
pronóstico. A través de la reflexión colectiva en el contexto y condiciones
descritas lo que se hace es dibujar diversas posibilidades de evolución
que alimentan la preparación de decisiones, decisiones que a su vez van a
influir en que se materialicen unas u otras de dichas posibilidades.
Una
característica muy importante de los ejercicios de prospectiva es su efecto
movilizador. Para llevarlos a buen fin es necesario consultar y pedir su
cooperación activa a gran número de expertos, que se integran en mayor o menor
medida en el proceso que así adquiere una gran relevancia en sí mismo. A veces
se resumen en el término
las cinco Cs los mecanismos que se ponen en
juego:
- Se ponen en comunicación grupos de diferentes colectivos (distintos
campos científicos y tecnológicos, industriales, administración
pública...) que trabajan juntos a lo largo del ejercicio intercambiando
información y opiniones en una forma sistemática.
- Se obliga a esta población selecta a concentrarse en el largo
plazo, lo que no es fácil en la vida profesional habitual, siempre
sometida a la feroz presión de lo inmediato.
- Se sientan las bases para una coordinación de las actividades
científicas y tecnológicas futuras de los distintos grupos.
- Se consigue un consenso sobre las tendencias futuras y las
prioridades de la investigación y desarrollo.
- Se llega a un compromiso de los participantes con los resultados
conseguidos.
En resumen, este proceso contribuye a la
vertebración del sistema nacional de innovación, y éste es un segundo objetivo,
que algunos autores consideran tan importante como el principal de reducir la
incertidumbre. Es hora de advertir que las metodologías empleadas no son
neutrales en relación con este efecto movilizador, ya que inciden mucho con la
necesidad de recurrir a un número mayor o menor de expertos y en la forma
e intensidad en que éstos participan en los trabajos.
En definitiva, con
este doble objetivo de reducir en lo posible la incertidumbre que rodea a las
decisiones estratégicas a largo plazo, y vertebrar el sistema nacional de
innovación mediante la movilización de sus componentes, muchos países han
abordado en la última década ejercicios de prospectiva tecnológica de amplio
alcance. La excepción notable es el caso de Japón, donde su gobierno comenzó
este tipo de tareas en 1970. Hay algunas características comunes en los
planteamientos de la mayor parte de los países, como son la creación de algún
tipo de estructura permanente, por ligera que esta sea, para dar continuidad a
las actividades de prospectiva, y el hecho de que la dirección es asumida por
algún organismo gubernamental, aunque la ejecución, en general, descanse en
entidades independientes de prestigio.
A partir de estas bases más o
menos comunes, la forma en que se realizan los ejercicios nacionales son muy
variadas. Ya se ha dicho que es amplio el espectro de metodologías que es
posible utilizar: encuestas DELPHI, listas de tecnologías críticas, construcción
de escenarios, árboles de relevancia, etc... A distintos países
corresponden distintas metodologías, aunque es frecuente que se empleen
combinaciones de varias de ellas. En cualquier caso, la más generalizada es la
encuesta DELPHI.
Respecto a este método es conveniente advertir que sus
resultados no son el final del estudio, sino que exigen una tarea posterior de
análisis, discusión y difusión a la que ha de dedicarse esfuerzo, tiempo y
recursos no desdeñables. De la misma forma, el éxito de un DELPHI depende
en gran medida de cómo se hayan elaborado y redactado las hipótesis que componen
el cuestionario y que han de ser validadas por los expertos consultados. En
realidad, este trabajo previo es la verdadera clave de un estudio de prospectiva
y exige una primera movilización de expertos de diferentes perfiles para su
correcta realización. Con esto se quiere poner de relieve la transcendencia que
tienen los trabajos anteriores (
preprospectiva) y posteriores
(
postprospectiva) a la realización del estudio propiamente dicho.
Los ejercicios de prospectiva nacionales están afectados de limitaciones
que en su mayor parte proceden de la misma naturaleza de estos ejercicios.
Algunas de ellas son las siguientes:
- Estos ejercicios tienen un coste elevado. Coste elevado en sentido
estricto, en recursos y presupuesto, y coste elevado en tiempo. Son aspectos
que deben ser tenidos muy en cuenta al principio del proceso. No se improvisan
estudios de prospectiva en seis meses al servicio de exigencias
políticas coyunturales. Por otra parte, el método DELPHI, el más utilizado, es
seguramente más costoso en recursos y plazos, pero también el que garantiza
más amplio efecto movilizador.
- La identificación de los temas o hipótesis a evaluar es uno de los
momentos más delicados y complejos del proceso. De esta correcta
identificación y de una precisa expresión de los significados de estos temas
depende en gran medida el éxito de la reflexión colectiva que es el
ejercicio de prospectiva, como se ha dicho anteriormente. En este plano, ha de
considerarse que los ejercicios se ajustan a objetivos distintos de acuerdo
con las características de las sociedades en que se desarrollan, y de los
contextos concretos en que quieren aplicarse las políticas a las que sirven de
ayuda. Así, por ejemplo, son diferentes los tipos de hipótesis a establecer
cuando se trata de ciencia más básica y cuando se trata de tecnología más
aplicada. Y, si se pone el acento en la industria, habrá de considerarse la
estructura industrial real del país. Cuanto más próximos a la industria se
quieran los resultados, a mayor nivel de detalle habrán de descender los
temas.
- La movilización de gran número de expertos alrededor del ejercicio de
prospectiva, es uno de los mayores beneficios de éste. Como ya se ha dicho, se
persigue conseguir así una mayor vertebración del sistema nacional de
innovación. Generalmente, esta movilización se realiza en dos niveles: un
primer nivel, el de los paneles de expertos que colaboran en la definición de
hipótesis, preparación de cuestionarios y definición de líneas generales de
los estudios, y posteriormente, en el análisis de sus resultados; un segundo
nivel está constituido por las personas a las que se invita a cumplimentar los
cuestionarios DELPHI. Esto plantea dificultades de consideración, por las
reservas, o claro rechazo, de muchos profesionales a prestar esta
colaboración, que supone dedicación de tiempo y esfuerzo no desdeñable y la
asunción de un cierto compromiso. No por casualidad se utiliza a veces en tono
festivo la palabra víctimas para referirse a los destinatarios de una
encuesta DELPHI. En consecuencia, el seguimiento de los expertos ha de ser muy
intenso y personalizado, exigiendo una gran dedicación.
- El consenso entre los expertos que participan en paneles y grupos de
trabajo no es fácil. Un ejercicio de prospectiva tiene mucho de cruce de
culturas y de experiencias y, desde luego, de confrontación entre opiniones.
Incluso los aspectos puramente metodológicos son frecuentemente objeto de
desavenencia. A esto ha de añadirse que no pocas veces los expertos pueden
estar influidos por sus lógicos (y por otra parte, legítimos) intereses, ya
que son profesionales que están desarrollando su labor en el mundo real.
- Otro riesgo real es el de concentrar la atención y las prioridades en
ciertas áreas tecnológicas o industriales, perdiendo de vista o minusvalorando
oportunidades que pueden existir en otras. Por ejemplo, la preocupación por
las nuevas tecnologías de la información o por la biotecnología puede ocultar
que la base productiva del país está en otros sectores, aparentemente menos
intensivos en necesidades de incorporación de tecnología.
- Finalmente, es conveniente llamar la atención sobre las limitaciones que
existen en relación con la comparabilidad de los resultados de los estudios de
prospectiva realizados en diferentes países. El hecho de que se trate de un
movimiento bastante universal, coincidente en el tiempo y de que se estén
utilizando metodologías básicas comunes, enmascara la realidad de que cada
ejercicio está diseñado en función de la realidad del país y de la voluntad
política que subyace a su puesta en marcha. Igualmente, las metodologías se
ajustan a las características de cada uno. Por todo ello, los resultados no
son tan comparables como podría creerse, aunque, una vez tenido esto en
cuenta, es muy útil el análisis de las coincidencias y diferencias entre
diferentes estudios nacionales.
No sé si con lo dicho hasta
aquí se ha conseguido transmitir una idea más o menos precisa de lo que
es la prospectiva tecnológica. En cualquier caso, me parece necesario
hacer algunas consideraciones sobre lo que
no es:
- La prospectiva no aporta recetas, sino materiales para la reflexión. Se
equivocan quienes esperen que las conclusiones de un estudio de prospectiva
sirvan de guía para que responsables de pequeñas organizaciones tomen
decisiones a corto plazo.
- La prospectiva no es un sustituto, ni un procedimiento, ni siquiera
un input directo a los procesos de planificación. Aporta conocimiento para
mejorar estos procesos, pero las decisiones las tienen que tomar quienes son
responsables de ellas.
Quizá parezcan obviedades estas
precisiones, pero la experiencia muestra que no lo son. No pocos contratiempos y
malas interpretaciones han tenido su origen en ignorarlas. Por eso es
aconsejable que los responsables de la toma de decisiones, los
decison
makers tanto públicos como privados, participen en alguna forma en los
ejercicios de prospectiva. En primer lugar, para una mejor comprensión del
significado de éste, que evite errores de interpretación como los comentados.
Pero, además, para un acceso más completo al conocimiento generado, porque, como
ya se dijo, los resultados publicados no contienen la totalidad del conocimiento
generado, ya que una gran parte de éste está asociada al proceso. De hecho, los
informes que todos los países publican (y desde luego es irrenunciable hacerlo
así, porque estas publicaciones son la forma de que el notable esfuerzo
realizado esté a disposición de todos) recogen la parte formalizada de los
estudios, pero no la riqueza de la reflexión realizada en los diversos niveles
de participación que han tenido lugar.
Para finalizar, dos
conclusiones:
1) Es lícita la pregunta ¿La prospectiva, para
qué? La respuesta aceptada es que constituye una herramienta estratégica.
Es cierto. Pero antes de utilizar la herramienta, hay que tener la voluntad
política de establecer una estrategia, y definir los grandes objetivos de la
misma.
2) La prospectiva tiene sentido en un contexto nacional o
regional, pero siempre referida a un espacio socio-económico y cultural
concreto. Parte de un buen conocimiento de las realidades de ese espacio, y una
profundización en este conocimiento es una premisa previa indispensable en
cualquier ejercicio de prospectiva. Puede afirmarse, sin riesgo a exagerar, que
la prospectiva debe ser lo contrario de la abstracción.