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CUBANACÁN.

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HISTORIA ECONÓMICA DE CUBA 

PARTE IV DESARROLLO Y DECADENCIA DE LA ECONOMÍA ESCLAVISTA (1659-1886)

 

CAPÍTULO XV. LA EVOLUCIÓN AGRARIA

15.1. Cambios sucedidos en el siglo XVIII

15.1.1. La ganadería intensiva: potreros. 15.1.2. La diversificación y su escasa importancia agraria. Los cafetales. 15.1.3. Los caracteres perdurables de la explotación agraria: extensividad; nomadísmo; empirísmo.

15.2. Predominio cañero

15.2.1. La necesidad de un cambio a fines del XVIII. Las leyes de 1815-20. 15.2.2. La penetración profunda de la agricultura cañera. La demolición de haciendas en la zona central. 15.2.3. Efectos de la transformación de la industria azucarera.

Al inicio

15.1. Cambios sucedidos en el siglo XVIII

En el capítulo X, apreciamos los cambios ocurridos en la estructura agraria hasta 1659. Pueden reducirse a una sola frase: inicio del proceso de disolución de las grandes haciendas primitivas por causa del lento crecimiento de la agricultura comercial. Este hecho es característico de la región occidental, o sea, la que está dominada e influida por los impulsos comerciales de La Habana, único puerto que comunica más o menos regularmente a Cuba con la economía europea. El centro y el oriente de la isla se mantienen estacionarios, con predominio de los latifundios ganaderos originarios. Recordemos que en esta zona el latifundio ganadero cristaliza en forma de hacienda comunera que constituye un freno para el desarrollo agrícola.

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15.1.1. En la región occidental comienzan a demolerse algunas haciendas primitivas desde el primer cuarto del siglo XVIII. Entonces, solamente se solicita la demolición de algunas, por cierto, las más cercanas a La Habana, donde la agricultura comercial ha desplazado a la ganadería, a causa de la proximidad al puerto de embarque.

En consecuencia, la ganadería pierde gran parte de la tierra que controlaba porque no produce una renta tan alta como la agricultura comercial. Por eso, hacia 1740, se están difundiendo los potreros de ceba de ganado, que son fincas de extensión media o de gran extensión, aunque incomparablemente menores que el latifundio ganadero del XVI y del XVIII en los cuales el ganado criado en las fincas tradicionales que hay en zonas alejadas de La Habana se engorda para el expendio de carne al público. Tienen pasto natural y representan una explotación intensiva comparada con las viejas haciendas.

La transformación agraria hasta entonces es lenta. Sin embargo, hacia 1740, el ritmo decrecimiento de la agricultura comienza a acelerarse. Y, por consecuencia de ello, la ganadería pierde tierras, se multiplican los potreros y los cañaverales. Las vegas de tabaco tienden a disminuir por causa de los efectos depresivos del monopolio establecido en 1717. Desde 1740 en adelante, en parte por la rehabilitación capitalista de España, en parte por la mayor participación del comercio europeo en las exportaciones cubanas, aumenta la producción de azúcar. En España, el impulso capitalista promueve un cambio lento de la política económica. Ahora se pretenderá explotar mejor las riquezas americanas como punto de apoyo de la industrialización metropolitana. Sobre todo, respondiendo al mercantilismo (colbertismo) retrasado, que introducen en España los Borbones, se intentará progresivamente eliminar el monopolio de Sevilla y de Cádiz, en el comercio de América para que, en lo sucesivo, todas las regiones de España puedan participar y aprovecharse de las riquezas coloniales (capítulo XIX).

Hay un súbito interés en conocer las tierras americanas y sus productos; en saber si pueden producir fibras, los tintes y cuantas materias primas requieren las industrias españolas. Las intendencias que se crean a partir de 1760 son el instrumento de esta nueva actitud colonialista.

15.1.2. A consecuencia de estos cambios, cuya profundidad es favorecida por la toma de La Habana por los ingleses (1762), se inicia una etapa de diversificación agrícola. Diversificación a través de cultivos comerciales. Desde esos años, la expansión del comercio con España y, también aunque con alternativas, con las colonias inglesas del norte que constituirán más tarde los Estados Unidos, constituye un gran incentivo para todas las producciones exportables.

De esta época data el inicio del cultivo del cafeto, la producción de cera blanca para exportar, el fomento de algunos algodonales, la introducción del mango, los intentos de producir añil y numerosos ensayos más. De todos esos nuevos elementos agrícolas solamente el cafeto alcanza un desarrollo apreciable, constituyendo, a fines del siglo y a principios del siglo siguiente (el XIX) un factor más de disolución de la vieja estructura agraria. Cierto es que los cafetales requieren tierras altas y protegidas de los vientos que, por lo general, no interesan a la agricultura cañera ni a la tabacalera; pero como quiera que el café se exporta en cantidades crecientes hasta 1830, ya ocupando tierras que sí interesan a los otros cultivos y a la ganadería, originándose en la zona occidental desde 1790 una verdadera batalla por las tierras mejor situadas, lo cual, además, encarece su precio. Si a esto se añade que subsisten trabas que impiden la fácil disposición de las tierras, se comprenderá hasta que punto es este un momento importante en el desarrollo de la economía colonial (1)

Los demás cultivos que se introducen o impulsan entonces, no tienen repercusión sobre la situación agraria. Ni el propio cafeto transforma la situación en la zona central y oriental donde se desarrolla grandemente, ocupando tierras montañosas que, dentro del lento crecimiento agrícola de esa zona, no interesan para otras actividades.

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15.1.3. La explotación de la tierra iniciada en el siglo XVII se caracteriza por al ausencia de técnicas encaminadas a elevar la productividad o a conservar la fertilidad del suelo. Tampoco en Europa se ha progresado mucho antes del siglo XVII; pero se extiende el sistema de rotación de cosechas y se aplica el fertilizante constituido por el estiércol. El empleo de esclavos, el atractivo de las cosechas comerciales y las formas latifundiarias (y en general, la abundancia de tierra virgen) favorecen el estancamiento de las prácticas agrícolas y ganaderas. Durante tres siglos, hasta 1860, la única forma de intensificar la producción consiste en aumentar los brazos esclavos empleados en trabajo agrarios o industriales.

De modo que la agricultura y la ganadería adquieren sus caracteres básicos a lo largo del período que estamos explicando. Se trata de un conjunto de prácticas rutinarias y extensivas. No conocemos hasta qué punto se conservaron las técnicas agrícolas indígenas en el cultivo del tabaco y de los frutos menores (yuca, ñame); es posible que en el primero de ellos, los campesinos procedentes de Canarias introdujeran algunas modificaciones, entre las cuales debe tenerse en cuenta el trasplante de semilleros. Sin embargo, todo es conjetural, mientras no se realicen investigaciones más acuciosas.

Estas explotaciones extensivas disponen de tierras sobrantes. Posiblemente, las prácticas mejoran en el cultivo del tabaco y de los frutos menores, porque les es más difícil disponer de tierras libres. No así en el cultivo de la caña y la ganadería. Cuando el "sitio" de ganado sufre las consecuencias del esquilmo del suelo tras de cincuenta o más años de sustentar el rebaño, el hacendado abre un nuevo "sitio" en la propia hacienda o subdivide el rebaño colocando una parte en el nuevo emplazamiento para que pueda sustentar mejor el que permanece en las tierras "cansadas". Lo mismo sucede con las plantaciones azucareras, porque como la técnica no viene en ayuda al aumento del rendimiento, los hacendados azucareros cambian de tierra para aprovechar la fertilidad virgen del suelo que no ha sido cultivado. Esto explica los continuos desmontes y explicará más adelante, en parte a lo menos, la traslación de la industria azucarera hacia las tierras del este de la región habanera. Es lo que podríamos llamar el nomadismo de las explotaciones agrarias. Nomadismo que se transforma en cambio de uso de la tierra en la región bien situada para los cultivos de exportación. Este cambio de uso se produce sobre todo por la progresiva expulsión de las vegas cercanas al puerto habanero y por la progresiva expulsión de la ganadería; los espacios abandonados por esas explotaciones son ocupados por los cañaverales y los cafetales (2).

Sin embargo, el extraordinario crecimiento azucarero de fines del XVIII provoca el interés de los hacendados por producir más eficientemente. La Sociedad Económica de Amigos del País se interesa por las ciencias y se trata de imitar las prácticas azucareras de las colonias inglesas y francesas; se intenta estudiar que tipo de tierra es mejor para la caña e incluso, se introduce la caña de Otahití, más rica en guarapo que la criolla. Pero nada de so influye decisivamente, porque las condiciones básicas de la organización económica, se opone al progreso.

Tan empírico y rutinario es el cultivo que la gran reforma propuesta a mediados del siglo XIX por el genial agrónomo Alvaro Reynoso no se aplica a la caña en Cuba.

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15.2. Predominio cañero

15.2.1. La expansión simultánea de los cultivos cañeros, cafetalero y otros a fines del XVIII plantea con urgencia un cambio radical en la legislación agraria. La tierra arable se necesita libre de toda traba, libre de supervivencias del régimen iniciado en el siglo XVI. Es preciso poder cambiar, vender, comprar libremente la tierra. Los hacendados azucareros son los que más enfáticamente piden esa libertad. Cierto es que todas las trabas son poca cosa ante el poder que ellos han adquirido y eso constata en la forma violenta con que quitan tierras a los vegueros de Güines y de Matanzas para poner en ellas sus cañaverales a despecho de la legislación que protege el asentamiento de los vegueros; sin embargo, desean que se eliminen todos esos obstáculos que subsisten por virtud de leyes, disposiciones o doctrinas jurídicas de los siglos precedentes.

En suma, lo que quieren es que la tierra se transforme en un puro y simple artículo de comercio; en una auténtica mercancía, libre de limitaciones. No eran pocas las leyes y disposiciones que impedían el libre uso y la libre transmisión de la tierra. En primer lugar, subsistían las obligaciones de los viejos hatos y corrales en cuanto a contribuir a la "pesa", o sea, el abastecimiento de carne a la ciudad. Ya el hato o el corral no existía con la unidad que tuvo en el XVI, pues estaba subdividido, pero había que mantener tierras ganaderas para hacer frente a la pesa. Había, pues, tierras que no podían usarse para la agricultura comercial aunque esta produjera rentas más altas. Para que el hato dejara de existir jurídicamente era preciso que se pidiera su demolición al cabildo y que éste la concediera, lo cual no siempre se obtenía.

En segundo lugar, la hacienda comunera, predominante en la zona central, impedía la utilización agrícola de las tierras porque no se podían establecer dentro ella, linderos para separar las explotaciones; todo se sacrificaba al libre pacer del ganado, que tenía el privilegio de usar el pasto de toda la hacienda.

Además, desde el propio XVI y reforzadas durante el XVII y el XVIII, había limitaciones en el corte de maderas, que el Estado quería reservarse para la construcción de buques. La industria azucarera utilizaba las maderas como combustible en las calderas de concentración del guarapo y deseaba que se le permitiera talar bosques libremente, como en efecto ya había sucedido en torno a la Habana y sucedería en toda la Isla a partir de 1820.

No era poca limitación el hecho que, desde el XVI, la tierra había sido concedida en mercedes irregulares, pues a casi todas les faltaba la confirmación real. La doctrina jurídica que establecía la propiedad del rey sobre las tierras aún se manifestaba en la legislación del XVIII, lo cual implicaba que los terratenientes no eran propietarios sino poseedores sujetos a que un azar de la política propiciara la revisión o la revocación de su derecho. Esta supervivencia del derecho antiguo era, en el fondo, lo que sustentaba a todas las demás limitaciones, era lo que impedía que la tierra fuera objeto de propiedad individual plena, capitalista.

La lucha contra las trabas limitantes se extiende por más de cuarenta años, desde 1780 a 1820. Es favorecida no solamente por el poderío de los hacendados azucareros cubanos, muy influyentes en la corte y gobierno de Madrid, sino también porque en la propia España están penetrando las formas avanzadas del capitalismo que requieren cambios coloniales. El liberalismo burgués español que crece, y se fortifica, en la crisis de 1808, coincide momentáneamente con los interese de la colonia. Por otra parte, algunos de los gobernadores y altos funcionarios enviados por el gobierno metropolitano favorecen los intereses de los hacendados azucareros con medidas que en ocasiones no eran consultadas ni aprobadas por las autoridades de Madrid. Entre los funcionarios que más se destacan en este sentido debe mencionarse a Alejandro Ramírez, partidario de una estructura agraria basada en propiedades medianas, lo que quiere decir, en suma, que rechaza el tradicional latifundio ganadero para sustituirlo por fincas cañeras y cafetaleras, entonces pequeñas o medianas, ya que el latifundio azucarero no se constituye hasta fines del XIX.

Estas circunstancias conducen a la promulgación de leyes y disposiciones que borran casi totalmente la legislación tradicional. Por reales decretos de 30 de agosto de 1815 y 16 de julio de 1819 se declara la libertad de montes y plantíos y se establece que las tierras poseídas a partir de las antiguas mercedes, por composición o por un tiempo de más de cuarenta años son de libre propiedad de sus poseedores. De este modo, la tierra quedaba liberada de trabas jurídicas; se transforma en objeto de comercio y de propiedad individual de tipo capitalista. Mientras por la legislación precedente se conservaban algunos derechos comunales (recolección de guano, de bejucos, de frutos silvestres), ahora nada subsistirá frente al derecho del terrateniente, a tal punto que, en ciertas zonas como Sancti Spíritus, hay pleitos y conflictos entre la población desposeída de esos derechos comunales y los propietarios de tierras.

No solamente se aborda el problema por estos aspectos básicos sino también se inicia el procedimiento judicial para la demolición de las haciendas tradicionales, especialmente las comuneras, fijándose las primeras normas por la Audiencia de Puerto Príncipe.

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15.2.2. Hemos explicado reiteradamente que en el occidente de Cuba el proceso de crecimiento de la agricultura comercial produjo una subdivisión o disolución del latifundio originario, pero en la zona central (capítulo X), se mantuvieron las formas de explotación más atrasadas bajo el aspecto de haciendas comuneras y otras formas de latifundio. El voto consultivo de la Audiencia de Puerto Príncipe sobre demolición de haciendas comuneras tendía a facilitar en aquellas zonas del país la transformación que, por imperio del crecimiento de la agricultura comercial, se había realizado en la porción occidental.

Sin embargo, mientras la gran industria azucarera quedó confinada a la región occidental y no penetró profundamente en las zonas centrales, aquella legislación prácticamente no fue aplicada. nunca antes de 1830-40 se inició en Las Villas, Camagüey y Oriente, el proceso de demolición de haciendas tradicionales. Y se inicia en las zonas cercanas a los nuevos puertos (Sagua la Grande, Caibarién, Remedios, Nuevitas) porque es allí donde se va concentrando la industria azucarera. Sin embargo, como quiera que hacia 1960 se detiene el crecimiento de la industria azucarera, una gran parte de las viejas haciendas subsiste especialmente en Camagüey y Oriente. Hombres como "El Lugareño" (Gaspar Betancourt Cisneros) se dedicaron durante años a criticar el sistema "barbárico" de explotación de las haciendas ganaderas o comuneras, sin obtener grandes resultados, por causa del lento desarrollo azucarero de la región. Tampoco el ferrocarril de Nuevitas a Puerto Príncipe llegó a tiempo para favorecer la aparición de una nueva estructura agraria.

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15.2.3 Hacia 1840 la industria azucarera entra en una etapa de profundos cambios técnicos, en gran parte copiados de la industria europea de azúcar de remolacha. Por aquellos años, la industria se concentraba en una gran zona productora- Güines- de tierras muy fértiles, como vemos en el capítulo XVIII, estas transformaciones técnicas se operan fundamental en la región occidental y provocan un desplazamiento de la industria en dirección al este, o sea, que el crecimiento de la industria tiende a ocupar la llanura matancera, sobre todo la zona de Colón.

Dichas transformaciones técnicas (molinos horizontales de tres mazas, máquinas de vapor, tachos al vacío) dan por resultado una mayor capacidad de producción de los ingenios y, en consecuencia, los ingenios montados con esos adelantos requieren más cañaverales, más tierras que los antiguos trapiches. Como la región habanera está "saturada" de explotaciones agrícolas comerciales, la industria busca esas tierras más abundantes y vírgenes, en la llanura de Matanzas y, aún más allá, aunque en poca medida, en las porciones occidentales de Las Villas.

Lo importante es que los nuevos ingenios requieren más tierras y, por otro lado, producen tanto como los dos, tres o cuatro trapiches antiguos, o sea que las fincas cañeras de cada fábrica tienden a crecer, mientras los ingenios antiguos tienden a desaparecer, sustituidos por las nuevas instalaciones más eficientes, o sea, que en el seno de la estructura agraria se están echando las bases para la formación del latifundio azucarero, que dominará en la economía cubana, a partir de 1880.1902. Debe tenerse en cuenta que el ferrocarril introducido en 1837-39 contribuyó grandemente a favorecer la ampliación de los cañaverales facilitando el transporte de la caña hasta la fábrica. Todo ello supone que en el seno de la estructura creada por el crecimiento de la industria azucarera desde fines del XVIII, surgen las fuerzas que destruirán esa propia estructura para formar sobre sus restos el latifundio capitalista. Esto ocurre desde 1840 en adelante en las zonas occidentales del país y en parte de Las Villas, donde hay ingenios con 200 caballerías antes de 1860; en Camagüey y Oriente- donde no logra destacarse la hacienda tradicional- el latifundio capitalista azucarero aparece y se expande después de 1880 hasta 1926.

La detención de este proceso se debe a causas profundas que analizaremos en el capítulo XVII. Lo cierto es que en 1860 prácticamente la estructura colonial esclavista ha entrado en crisis y se detiene el crecimiento. Esas crisis deriva hacia la Guerra de los Diez Años, que arrasa parte de Las Villas, Camagüey y Oriente. Sobre todo Camagüey sufrió los efectos de la destrucción agraria. Esto quiere decir que la guerra, además de liquidar en buena medida a la clase terrateniente, destruyó todos los vestigios materiales de las formas antiguas de explotación de la tierra. De este modo, al acabar la Guerra, en 1878, gran parte del territorio del país se encontraba sin utilizar y libre, en disposición de que entraran allí los ingenios más modernos, necesitados de grandes plantaciones. Y esto es lo que sucede sobre todo después de la abolición de la esclavitud (1886), cuando empiezan las inversiones norteamericanas. Puede afirmarse, pues, que Camagüey y Oriente pasan sin solución de continuidad, del latifundio originario al latifundio capitalista que dominó nuestras riquezas básicas hasta 1959.

BIBLIOGRAFÍA

1. PÉREZ DE LA RIVA, F.- El café, La Habana, 1944.

2. LE RIVEREND, JULIO.- "La economía cubana durante las guerras de la revolución y del imperio francés (1790-1808); Revista de historia de América, Núm. 16, México, 1943.

3. GUERRA, RAMIRO.- Azúcar y población de las Antillas, 1a. Edic. La Habana, 1927.

4. ORTIZ, FERNANDO.- Op. cit.

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