9.2 Esclavitud de los negros
9.2.1. Antecedentes. La
esclavitud general, como supuesto de la colonización. 9.2.2. Desarrollo de la
esclavitud en el XVI. El "rendimiento", motor de la esclavitud de los
negros. 9.2.3. Agricultura comercial y
esclavitud; minería y esclavitud. 9.2.4. Situación del esclavo
urbano.
9.3 El trabajo en las ciudades
9.3.1. Organización social
urbana. Los artesanos. 9.3.2. Contratos de
aprendizaje. La coexistencia de regímenes de trabajo. Importancia del negro en
la economía urbana. 9.3.3. Los
"vagabundos" y la compulsión al trabajo. 9.3.4. Inmigrantes: su
incorporación al trabajo.
Al
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9.1 Los indios y su trabajo
9.1.1. Los conquistadores y colonos actuaron en La Española (Santo domingo -
Haití) desde los primeros años como si los indios fueran sujetos buenos para
esclavizarlos. El propio descubridor en 1495 envió cargamentos de indios para
vender como esclavos en España. De momento, nada se resolvió sobre el asunto y
Colón seguiría dando indios de trabajo a los españoles que allí radicaban.
Bobadilla también repartió indios, al par que daba las primeras
"vecindades". Hasta 1500 no se resolvió que los indios eran libres y
como lógica consecuencia, en 1503 se ordenó darles jornal, autorizando el
gobernador Ovando a repartirlos de nuevo. Esta modalidad de trabajo asalariado
es lo que se llamaría "demora". En 1509 se ordena que los indios
trabajen para que sea más fácil cristianizarlos y, por ende, Diego Colón es
autorizado a repartirlos a ese objeto, quedando vinculados entonces los
pretextos civilizadores y religiosos con la explotación del indio por el
trabajo.
El Estado tenía en esa fecha entonces un nuevo interés económico.
Deseaba que los indios libres constituyeran vasallos del rey con lo cual la
monarquía se reforzaba; pero tenía esperanza que la minería del oro le
produjera cuantiosos ingresos y por ello se dispone que los mineros sean
preferidos en el reparto de trabajadores y, aún más, en 1511 se dispone que los
colonos con indios de trabajo dediquen a las minas un tercio de ellos; crecen
los abusos. No es un azar que en ese año fray Antón Montesinos, dominico
radicado en Santo Domingo predicara un sermón contra excesos y la codicia de
los colonos abriendo de este modo una larga polémica sobre la libertad de los
indios.
Cuando se produce este incidente, Diego Velázquez ha llegado a Cuba. Trae
una experiencia en cuanto al trabajo de los indios; sabe, porque él es de los
colonos más ricos de La Española, que el régimen de trabajo esclavista o
semiesclavista que han instaurado los españoles es sumamente perjudicial para
los propios españoles. Los indios sometidos a un trabajo intenso, contrario a
su organización y tradición productivas, se aniquilan físicamente o huyen para
"cimarronarse" o se rebelan peleando fieramente a despecho de la
diferencia de armamento. Por consiguiente, Velázquez distribuye los indios con
"demora" de un mes; terminando el mes de trabajo el colono debe
dejarlos ir a sus casas, pagándoles un jornal (1).
Esto es consecuente con las leyes de Burgos (diciembre de 1512) que declaran
la libertad de los indios, la necesidad de cristianizarlos, la obligación en
que están de trabajar para que ellos contribuyan a "europeizarlos" y
el principio de que debe pagárseles aunque no en dinero. Y en 1513 aparece una
nueva regulación por la cual se obliga al indio a trabajar como asalariado
durante nueve meses.
Pero los colonos de Cuba, como los de La Española, no estaban satisfechos
con esa solución. Con un régimen tal que no sentían seguros de disponer siempre
de trabajadores porque el indio se extinguía rápidamente, o huía o se rebelaba.
Desde 1515 se observa que los conquistadores de Cuba quieren el repartimiento
permanente. Dicen que el indio libre no quiere trabajar "a la
europea" (es decir, no desea transformarse en la típica bestia de trabajo
capitalista) ni quiere cristianizarse, pretextos que encubren la necesidad
detener garantizada la fuerza de trabajo propia del régimen de lucro continuo y
creciente que hay en Europa y se trasplanta ala América. Pero el poder de real
mantiene los repartimientos periódicos. En 1522 se autoriza a Velázquez a
distribuir los indios siempre que nadie se adjudique más de doscientos.
Lógicamente, Velázquez beneficia a sus deudos y amigos, tanto los que hay en
Cuba como los personajes influyentes que hay en España y le sirven en su lucha
contra Hernán Cortés. Entonces dentro del régimen de los repartimientos surgen
nuevos elementos. Desaparece la "demora" y los indios se emplean
permanentemente. Muchos colonos, que tienen pocos indios los reúnen con los
repartidos a otros colonos para formar una "sociedad" que tiene
caracteres de verdadera empresa. Si embargo, la asignación permanente de los
indios o encomienda que se generaliza en el resto del continente se caracteriza
porque la obligación del indio consiste en pagarle tributo al encomendero (2).
Por entonces había comenzado la minería del oro (1520). Sus efectos
desastrosos sobre la vida de los indios se sintieron intensamente, como había
sucedido en La Española. Los colonos saben que el rendimiento que ellos exigen
a los indios son la causa de su disminución; pero afirman que ésta se debe al
hecho que su repartimiento periódico produce en los encomendados una radical
falta de interés por conservarlos. Proponen que los repartimientos sean
perpetuos, como las encomiendas y que, además, se importen africano esclavos. Como
no se altera el sistema, los nuevos repartimientos hechos por Gonzalo de
Guzmán, gobernador provisional por muerte de Velázquez, no hacía sino acentuar
el descontento y el fraude entre los colonos y la desventura de los indios.
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9.1.2. El problema se generaliza en América. El "Partido" de los
defensores de la libertad del indio, ahora encabezado por Las Casas, libra
grandes batallas en contra del repartimiento y de las encomiendas. El rey
decide probar un nuevo método para la cristianización de los indios de modo
que, una vez "europeizados", trabajen al gusto de los colonos
dominadores. Fray Pedro Mexia de Trillo propone una "experiencia" en
tal sentido: los indios no repartidos serían dados a un europeo para que los
educara hasta que se considerase que podían vivir libres como los españoles.
Este "plan de la experiencia" debía practicarse en Cuba, lo que movió
la protesta de los colonos con indios y del propio gobernador Gonzalo de
Guzmán. Desde 1526 hasta 1532 la "experiencia" se desarrolló en medio
de la enemistad de todos los partidarios del trabajo forzado inclusive el
obispo Miguel Ramírez. Como es lógico constituyó un fracaso no solamente porque
era difícil transformar a corto plazo al indio en una bestia de trabajo "a
la europea" sino porque fue realizada de un modo que conducía al fracaso.
Hacia 1530 los indios habían desaparecido en gran número. Ello coincide con
una baja en el rendimiento de los yacimientos de oro. Ya hay cientos de
esclavos africanos en las minas y en las estancias. Aun cuando se continúa
pidiendo una regulación de los repartimientos de indios que favorezca los
intereses de la oligarquía formada en la conquista, el problema va perdiendo
interés a medida que el trabajador indígena pierde valor económico como
elemento decisivo en la organización colonial. A esta pérdida de interés
contribuye no poco el hecho que antes de 1540, la minería del oro apenas rinde
beneficio apreciable, quedando solamente como explotación lucrativa - comercial
la producción del casabe y la ganadería que todavía no adquiere importancia
especial.
En estos años, el "partido" de Las Casas cobra gran influencia en
la corte de Carlos V. Los intereses del Estado monárquico entran en conflicto
con los de las oligarquías americanas, porque el poder real aunque aliado de ellas
que le sirven de punto de apoyo para conservar las colonias, no quiere que se
reproduzca un sistema feudal contra el cual han tenido que luchar los reyes
desde el siglo XIV. Se vuelve entonces a la tesis de la libertad del indio. De
este vuelco salen las leyes nuevas de 1542 que prohiben que los indios sean
nuevamente encomendados cuando vaquen las encomiendas existentes (ley núm. 35).
Las protestas asumen el carácter de verdaderas sublevaciones, pues en Perú,
agitado por las guerras civiles y las ambiciones de independencia de los
Pizarro, decapitan al representante del rey, Blasco Núñez de Vela. Las
oligarquías muestran en esta ocasión hasta que punto sus intereses se oponen a
los del Estado monárquico.
En Cuba hubo igualmente protestas, encabezadas por el obispo Ramírez, quien
escribía cartas al rey exponiéndole la "tristeza" y la
"miseria" de los colonos explotadores por la falta de indios.
Amenazaba con la despoblación total de la isla. El gobernador Juanes Dávila que
casó con una encomendera viuda se alió a los intereses de la oligarquía y no
aplicó las leyes nuevas.
El poder real cede. Al cabo, si la oligarquía era su aliada en la defensa
del imperio contra los demás estados europeos amenazantes, y constituía la
"guarnición", frente a los indios y esclavos africanos rebeldes, no
podía Carlos V, por más recelos que tuviera de la fidelidad de los oligarcas,
chocar frontalmente con ellos. Y así, en 1545 se revoca la ley número 35 que
prohibe la renovación de las encomiendas e igualmente se deroga la ley que
libera a los indios del encomendero que los maltrata. La encomienda se
mantiene, aunque con modificaciones.
En Cuba, el principio establecido por las leyes nuevas no se deroga. Al
cabo, ni la oligarquía era tan poderosa como en otras colonias, ni los indios
tan numerosos como para mantenerlos en trabajo forzado. Salvo excepción, hacia
1550, un nuevo gobernador, Gonzalo Pérez de Angulo, declara en plena vigencia
las leyes.
Aparecen entonces las "reducciones". En la segunda mitad del XVI
se regula que los indios sean agrupados en pueblos, de modo que vayan
asimilando las formas de vida del europeo. Esos pueblos o caseríos son las
"reducciones", que a partir de 1550 se utilizarán como instrumento de
dominación de indios nómadas o reacios, particularmente por los misioneros,
entre los cuales se destacan los Jesuítas en Paraguay. No es por consiguiente,
un azar que después de la vigencia de las leyes nuevas, aparezcan en Cuba los
"pueblos" de indios como Guanabacoa, el Caney y quizás, Jiguaní; desde
luego, ello no quiere decir que no hubiera indios en las ciudades, mezclados
con la población española o que no hubiera españoles o mestizos mezclados con
los indios en los "pueblos" de éstos (3).
Aunque en visible disminución el indio continuó siendo un trabajador de
cierta importancia; se transformó a mediados del siglo en pastor, aprendiendo a
usar la "punta de montería" y a montar a caballo, siguió practicando
la agricultura en las estancias donde el español y el africano aprendieron a
cultivar y a usar las plantas indígenas; se empleó como asalariado o como
aparcero. Las condiciones sociales existentes, después de más de medio siglo de
colonización creaban en él la obligación de trabajar; había sido desposeído de
sus tierras y carecía de oportunidad para obtener mercedes municipales. Sólo le
quedaba un camino: trabajar al modo que trabajaban en Europa los desposeídos.
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9.1.3. ¿Qué sentido, qué perspectiva histórica tiene todo este proceso de la
formación de un régimen de trabajo forzado para el indio?
Muchas veces, cuando se habla de Las Casas, los historiadores presentan una
figura borrosa, de ideas nebulosas, sin arraigo en la realidad social de la
época. Situar históricamente, como hecho social real, la lucha entre los
encomendaderos y Las Casas no resta a éste grandeza, por lo contrario lo sitúa,
como factor de progreso, como heraldo de una organización económica y social
más avanzada que la que establecieron los encomenderos con el apoyo del Estado
monárquico.
Para situar ambas posiciones debemos remontarnos a la situación de España en
942-1550. En esos años, hay en la metrópoli dos tipos de relaciones de
producción y sociales; las propias del sistema feudal en descomposición y las
capitalistas que pugnan por ampliarse y predominar. Ya indicamos en el capitulo
I que toda la Europa occidental está entonces en un período de transición
económica y social. De modo que la lucha que ambas sostienen en España se
traslada a la América. El papel del Estado, del poder real, no es más que
aprovechar esta oposición para fortalecer la monarquía y, por eso, su política
al respecto del trabajo del indio oscila según convenga en España el emperador
Carlos V hasta que la sublevación de las "comunidades" le permitió
aliarse a los grupos feudalescos (nobleza y alto clero).
El encomendero pretende transformar al indio en un siervo o en un esclavo,
formas de relación social que coexisten dentro del esquema feudal, aunque
predomina la servidumbre agraria. Desde este punto de vista, los conquistadores
y los colonos oligárquicos intentan reproducir en América un tipo de relación
social existente en España. Logran hacerlo, pero no reproducen exactamente la
situación que les sirve de modelo porque las relaciones de producción y
sociales no son exportables, sino que requieren la creación de condiciones
generales que les permitan reproducirse.
Los partidarios de la libertad no rechazan la necesidad de que el indio
trabaje; por consiguiente, el indio libre deberá trabajar, forzosamente, y
tendrá derecho a una retribución como establecen las leyes de Burgos de 1512. Quines
propugnan este sistema desean que el trabajo en América se organice sobre la
base de una relación social existente en España, la relación burgués -
asalariado. Y como tampoco es posible reproducirla mecánicamente, el régimen de
trabajo asalariado que resulta de este esfuerzo está fuertemente imbuido de
residuos feudales, como transacción que es. Así se ve por la organización del quatequil
mexicano y de la mita peruana en que predomina el carácter
forzoso antes que el salario.
Todo esto quiere decir que los encomenderos representan un factor de
reversión del proceso histórico y los "libertadores" uno de avance,
pues no hay duda que la organización capitalista supone entonces un progreso de
la humanidad. Las Casas y su tenaz lucha cobran entonces un sentido que los
acerca a nosotros, que estamos en el deber de valorarlo adecuadamente,
desechando los juicios historiográficos que nos lo muestran como un ser absurdo
que se oponía a la "realidad" o que se anticipa insensatamente a su
época (4).
Por consiguiente, las doctrinas jurídico teológicas que sirven de
instrumento teórico para la discusión del régimen de la propiedad y del trabajo
en América (capítulo V) no constituyen una simple aventura verbal, sino que
encubren las luchas profundas entre fuerzas económicas y sociales.
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9.2 Esclavitud de los negros
9.2.1. Al referirnos a la organización del trabajo forzado de los indios
indicamos que la esclavitud no había desaparecido totalmente de la sociedad
europea durante el apogeo del feudalismo, o sea, que la esclavitud de los
africanos en América es una continuidad histórica. La esclavitud
de cristianos en Europa y el comercio que sobre esclavos se establece con los
árabes es una prueba de es continuidad. Continuidad que adquiere ritmo más
acelerado y profundo aún antes del descubrimiento de América, esto es a fines
del siglo XIV y durante todo el XV, por razón de la salida de los europeos,
especialmente los portugueses, al océano Atlántico (5).
La conquista de las islas Maderas y Cabo Verde y Las Canarias no solamente
provoca un fenómeno de colonización comercial en el cual la producción de
azúcar juega un papel impulsor muy grande, sino que propicia la esclavización
de los aborígenes de esas islas (como por ejemplo, los guanches de Canarias) y
fomenta el tráfico de esclavos africanos que ya habían iniciado los árabes.
(Véase capítulo II).
En consecuencia, no solamente esas islas, sino también el sur de Portugal y
de España conocen entonces un súbito aumento del tráfico con esclavos
"comprados" o robados en las costas atlánticas del Africa.
Ciertamente, la América estimula y eleva a un grado inigualado este comercio
nefando. Esto quiere decir que la esclavitud podía ser un buen instrumento de
explotación del trabajo humano en todos los estadios del desarrollo social,
incluyendo la etapa del capitalismo industrial. Hasta que el proceso social no
crea en cada colonia un "ejército industrial de reserva", una clase
numerosa y empobrecida, la esclavitud del indio, del negro y hasta del blanco
pudo ser el ideal de los grupos dominantes.
Sería pueril vincular la esclavitud e intereses raciales. El blanco europeo
y cristiano fue esclavizado en Europa y en América y lo fue el indio, como el
africano. La teoría racial es una vestidura que intenta desposeer a la
colonización del carácter universalmente brutal que tiene hasta nuestros días.
Para los grupos que se beneficiaban con el trabajo ajeno, cualquier esclavo era
bueno; lo esencial era su condición y no su etnia.
Como sería pueril achacar a tal o a cual personaje la paternidad de la
esclavitud africana en América. Nadie tuvo que sugerirla, ella existió desde el
primer momento, por la razón de continuidad que hemos subrayado más arriba.
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9.2.2. Es posible que los primeros esclavos africanos llegaron procedentes
de España, desde el segundo viaje de Colón (1494). Desde esa fecha se
concedieron licencias a particulares para traerlos. Muchos funcionarios y
autoridades obtenían permiso para traer a La Española (Santo Domingo y Haití)
algunos esclavos: dos, tres o más, que vendían al llegar. En 1501 se prohibió
la introducción de esclavos moros autorizándose la de esclavos africanos que
hubieran nacido en país católico. Y, sin duda, por razón del número que había
en 1503, Ovando solicita se prohiba totalmente el tráfico, porque los negros,
en años anteriores, habían mostrado una franca tendencia a sublevarse y
confabularse con los indios.
Pero los intereses del estado, como ocurrió con los indios, estimularon ese
comercio, pues en 1505 el Rey Católico envió esclavos negros para que
trabajaran en las minas. Por esa razón cuando Diego Velázquez llega a Cuba, o
poco después, empiezan a importarse esclavos. Se sabe que en 1515 los
procuradores de las ciudades solicitaban permiso para que se trajeran algunos
desde La Española.
Hacia 1520, con motivo de los primeros síntomas de extinción de los indios,
se redoblan los esfuerzos por obtener esclavos africanos, más no en licencias
ocasionales sino en grandes embarques. Es posible, pues, que los ciento
cuarenta y cinco esclavos traídos de Cabo Verde en 1526 fuera la primera
"cargazón" llegada a Cuba.
Llegarían otros, quizás parte de los mil que el rey autorizó en 1527,
de modo que ya abundaban a partir de 1530. Hacía años que los colonos habían
descubierto el más alto rendimiento del trabajo del africano; producían, según
testimonio contemporáneos más que dos indios. Y por ello, los vemos
incorporados a la minería y a la agricultura. En la visita a las estancias en
1538 se observa la presencia de africanos en concurrencia con los indios. Puede
afirmarse que hacia 1540-1550 podía haber unos mil esclavos. Cierto es que por
esos años no solamente la corona había concedido los primeros asientos o
contratos generales para importar esclavos en América, sino también había
comenzado el contrabando.
Los primeros intentos de crear la industria azucarera llevan aparejados la
petición enfática de importación de africanos. Y no falta información sobre la
llegada de "cargazones" de cierta cuantía en 1571 y 1604,
ilustrativas de un tráfico que, con todo y su irregularidad crecía al punto que
en 1630 se conoce de la llegada de trescientos esclavos.
Tanto creció el número que, a principios del XVII, se les consideraba
peligrosos por su posible ayuda a los enemigos holandeses que bloqueaban
prácticamente la isla. Su peligrosidad ya había sido evidenciada con los
numerosos casos de cimarronería lo cual provocó la organización
de partidas de rancheadores para perseguir a los esclavos huidos (6).
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9.2.3. El fenómeno del crecimiento de la población esclava está vinculado a
la organización de una economía de plantación azucarera. El
cultivo de la caña y la producción de azúcar requerían cientos de esclavos y, a
medida que creció la exportación de ese producto, la intensificación de las
labores provocó una mayor muerte de los esclavos, aceleró su desgaste y forzó la
reposición más rápida de los africanos exterminados. No menos significativo fue
el empleo de numerosos esclavos en las minas de El Cobre.
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9.2.4. Pero, claro está había esclavos dedicados a otros trabajos. Los
había, en número apreciable, en las ciudades, incorporados a las industrias
artesanales, en la construcción de edificios y fortificaciones, en la carga y
descarga de los barcos, en el servicio doméstico. Muchos de ellos vivían en
casa aparte de sus amos y obtenían ganancias propias que les permitían liberarse
o pagar el precio de su manumisión. Se decía de éstos que su dinero procedía de
los que robaban a los amos; posiblemente esta acusación partía del supuesto que
todo lo que ganaba el esclavo era del amo. Es que había no solamente la
explotación directa, en el trabajo sino, igualmente, el
"arrendamiento" del esclavo; lo último era u recurso para los que
poseían solamente uno o dos. Se conocen casos de alquiler de esclavas jóvenes
cuyo precio se duplicaba cuando había flota anclada en el puerto de La Habana.
Muchos esclavos se manumitían o eran declarados libres de sus amos, a virtud
de disposición testamentaria. Otros, generalmente niños, eran manumitidos por
el amo al que repugnaba que su hijo fuera, asimismo, su esclavo. Pero estos
hechos no pueden conducir, como quieren algunos historiadores a la conclusión
de que la esclavitud en Cuba fue un sistema "suave" o "más
suave" que en otras colonias. Los que tal sostienen parten a veces de la
consideración de que el esclavo, como propiedad del amo, era cuidado por éste;
ello es cierto aunque no debe olvidarse que el costo del esclavo era un valor
estrechamente correlacionado con su rendimiento. Una vida útil corta, basada en
rendimientos muy altos por la intensificación del trabajo, interesaba al amo
mucho más que una vida útil larga con bajos rendimientos. La prueba de ello es
que los hacendados azucareros se preocuparon siempre por explotar más y más al
esclavo.
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9.3 El trabajo en las ciudades
9.3.1. En las ciudades hubo trabajo libre desde los primeros tiempos. La
conquista y la colonización se caracterizan por la creación de ciudades, de
núcleos urbanos, que son necesarios, por razón de las comunicaciones con el
exterior o para servir de guarnición en zonas escogidas por su gran población
indígena, por su proximidad a las minas o por otras causas. En los primeros
tiempos, especialmente en colonias de poca afluencia de europeos, esas ciudades
se componen sobre todo de población improductiva: oligarcas, eclesiásticos,
soldados, marineros, gente de paso, que requieren un sinnúmero de productos,
artículos y servicios de tipo industrial. Ni los indios, ni los esclavos
africanos asimilan rápidamente las técnicas correspondientes, ni la propia
organización de tipo esclavista favorece este aprendizaje; esto sólo se
producirá más adelante, por razón de que los artesanos y asalariados europeos
no vienen a trabajar en sus propios oficios, sino a tratar de enriquecer por
las vías características del sistema colonial: apropiación de la tierra, la
minería, propiedad de esclavos, comercio.
Pero como la población improductiva requiere ese trabajo de tipo industrial
y, progresivamente, hay más y más europeos que no tienen oportunidad de enriquecerse
fácilmente, porque la oligarquía monopoliza todos los recursos naturales y el
poder político efectivo en la colonia, muchos artesanos se instalan en Cuba
para ejercer su oficio y muchos elementos de la población desposeída tienen que
asalariarse.
Claro está que el número de artesanos y asalariados nunca representa un
factor importante en la organización económica y social colonial. Esta no
pierde su carácter esencialmente esclavista, o sea, que los elementos de tipo
capitalista son secundarios y , además, no pueden desarrollarse grandemente
durante más de tres siglos.
En todas las ciudades cubanas, aunque ello se nota más en La Habana hubo
artesanos y asalariados. Numerosos oficios industriales estaban representados
en la ciudad: zapateros, maestros de obra prima, plateros, calafates,
carpinteros de ribera, panaderos, sastres, etc. Trabajaban en propio taller,
con sujeción a normas tradicionales. En Cuba no se organizaron gremios de
artesanos a la usanza medireview; se organizaron cofradías y los artesanos
participaban en grupo en todas las fiestas públicas. Que sepamos, hasta el
siglo XVII no hubo alcaldes examinadores de los oficios encargados de aprobar
en el ejercicio del oficio a aprendices y oficiales que deseaban establecerse
por su cuenta.
Al
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9.3.2. Estos artesanos contrataban a los aprendices, que generalmente eran
adolescentes, huérfanos y pobres. El contrato de aprendizaje obligaba al joven
a servir cinco años en la casa y el taller del artesano para todo lo que se le
ordenara. El patrón debía darle alojamiento, comida y ropa, y enseñarle todos
los secretos del oficio. Si el joven escapaba antes del término de cinco años,
tenía que volver a servir desde el principio.
Cierto es que algunos artesanos poseían esclavos africanos y que éstos
aprendieron los oficios pero, por lo general, debe suponerse que ésta no fue
una situación frecuente. Con el tiempo el esclavo que aprendía un oficio no
dejaba de ser esclavo; solamente aumentaba de valoren el mercado.
Otros tipos de asalariados hubo desde los primeros tiempos. Indios, negros
libres y europeos se contrataban para trabajar a soldada o sea por salario, a
las órdenes de un comerciante o terrateniente. En este último caso, servían
como mayordomo o capataz en la finca. Sin embargo, en los trabajos de tipo agrícola
y ganadero parece haber predominado el contrato de aparcería, más que el
salario.
Al
inicio
9.3.3. Núcleos de los elementos marginados de la sociedad oligárquica:
blancos pobres, negros libres, mestizos, hallaban un camino más abierto en el
ejercicio del pequeño comercio urbano o en ocupaciones libres que no estaban
sujetas a fuertes regulaciones de grupo. Numerosas negras libres eran
lavanderas o mesoneras. Blancos y negros y mestizos se dedicaban al comercio
ambulatorio, constituyendo el grupo de los llamados regatones constantemente
perseguidos por las regulaciones municipales. Ocupaciones todas que tienen su
origen en la necesidad de abastecerse experimentada por la población transeúnte
de los barcos, las guarniciones, los elementos de las clases improductivas y
los que de ella dependían. Finalmente, muchos elementos de esta población
desposeída se dedicaban a las monterías de ganado para vender las carnes y
aprovechar los demás subproductos de la res.
Contra estas ocupaciones y la gente que las practicaba, el cabildo
oligárquico promulgó prohibiciones tendientes a que tuvieran que asalariarse a
beneficio de empresarios comerciales o de los terratenientes. Es el caso de la
prohibición de las monterías; se exige a la gente pobre que no las practique a
menos que sea ganando salario, o sea, por cuenta de un patón empresario.
Al
inicio
9.3.4. No solamente se incorporaron al trabajo los inmigrantes, digamos
regulares (o sea, españoles y extranjeros autorizados a residir) sino todos los
que llegaban de cualquier nacionalidad que fuesen. Así se explica que hubiera
prisioneros franceses, holandeses e ingleses, desempeñando oficios y en
actividades de pequeño comercio durante los dos siglos primeros de la historia
colonial.
BIBLIOGRAFÍA
1. GUERRA, RAMIRO.- Op. cit.
2. ZAVALA, SILVIO A.- La encomienda indiana, Madrid, 1935.
3. HANKE, LEWIS.- La lucha por la justicia en la conquista de América,
Madrid, 1959
4. LE RIVEREDN, JULIO.- "Los problemas históricos de la conquista de
América", Islas, Santa Clara, Vol. V, número 2 enero-junio de 1963.
5. VERLINDEN, CHARLES.- "Les influences medireviewes dans la
colonisation del´Amerique", Revista de Historia de América, México,
números 2 y 3, junio y septiembre de 1938.
6. ORTIZ, FERNANDO.- Los negros esclavos, La Habana, 1916.