Perder
un hijo
Por
Juan Alberto Yaría (*)
"Conocer
en francés se interpretaba según Claudel como "co-nacer";
ser padre es conacer con los hijos"- Jaime Barylko
LA
PLATA, 1 ABR (Especial de AIBA). Indudablemente el asesinato de Axel
Blumberg movilizó nuestra sensibilidad más profunda.
Recuerdo la cara y el llanto del padre y sus frases dichas, como diría
San Agustín, con el corazón (el lenguaje del corazón
para el filósofo era el verdadero lenguaje): "no tengo
más a mi hijo, no voy a tener nietos…" Acá
el lenguaje se quiebra, la voz se hace llanto.
Ese
recuerdo de ese corazón dolido me hizo despertar ciertas verdades
que voy a tratar de describir. Recordar en puro latín es despertar.
Nos despertamos de un letargo: es el valor del hijo lo que se despertó
en mí, y creo en la sociedad más próxima que
consulté.
Identificarse
con la víctima de un crimen cruel es el acto humanitario más
sublime: la empatía. El asesino no tiene empatía con
la víctima. Ejecuta el crimen más horrendo sin sentir,
con frialdad. No se puede identificar con el sufrimiento del otro.
En la empatía se participa genuinamente en la realidad ajena.
Cuando
nos identificamos con Blumberg en su sufrimiento y valoraciones es
porque él nos representa. Todos somos Blumberg. Me emocionó
esa amputación del futuro que él vivía: "…no
voy a poder tener nietos". Es que el hijo y el nieto son la imagen
misma del futuro, de los proyectos, de nuestros sueños. El
hombre es hombre cuando el sueño se hace obra, realización.
El hijo que surge aparentemente de un encuentro azaroso biológico
entre un óvulo y el espermatozoide es el milagro mismo de la
vida, y, como nos enseña El Principito (Saint Exupéry):
"…qué poco ruido hacen los verdaderos milagros".
El
padre, el hijo y el nieto son la eternidad en el tiempo, en el tiempo
de las tres generaciones. Desde ahí me proyecto. Trasciendo.
Trascender es atravesar subiendo. Subo. Crezco. Me realizo como persona
humana. Como decíamos antes, "conazco" con ellos.
En
mi carrera profesional como terapeuta he tratado a muchos padres que
han tenido que sobrevivir a tragedias. Lo común del duelo que
tienen que elaborar es la amputación del futuro. Por algo se
llaman a las religiones del judeo-cristianismo las religiones de la
Promesa, y esa promesa está puesta en el Hijo-Mesías
que va a ser el Salvador. El hijo como futuro. El hijo es también
nuestro débito, es el que lleva nuestras deudas, nuestros conflictos
no resueltos. Es casi una caricatura de nosotros mismos cuando se
enferma mentalmente. El lleva sobre sus espaldas lo pendiente del
padre, lo que no pudo resolver. Pero también el hijo es crédito,
confianza, afán superador de nuestros conflictos, poseedor
y, quizás, realizador de nuestras esperanzas; porque el hijo
representa la confianza misma en la vida.
En
la Biblia (Antiguo Testamento) hay una alusión al papel de
la paternidad y del hijo. Abraham y Sara no podían tener hijos.
Dios le concede a ellos la posibilidad de tener un hijo: Isaac. Le
agradece a Dios esta bendición (porque un hijo siempre es una
bendición). Pero se olvida de él. Era como un mueble
más de la casa. Era algo (una cosa) y un hijo siempre es alguien
(una persona).
Dios
le pide a Abraham que lo sacrifique. ¿Cómo Dios puede
pedir algo así? Abraham ahí lo recupera, siente por
él. En el momento del sacrificio un ángel detiene su
mano y le ordena que sacrifique a un carnero ya que con él
se hacía un instrumento que al sonar despertaba a la gente
de su letargo. Dios despertó a Abraham de su letargo: al hijo
se lo quiere. No es una cosa, es alguien.
El
llanto de Blumberg es el lamento del amor ante la tragedia que en
el caso de la muerte de Axel representa la amputación misma
del futuro. Creo que todo esto lo vivimos no sólo por el clima
de inseguridad que hace que en un instante se puedan romper nuestros
sueños y proyectos; sino también porque en el hijo-
y somos un país judeo-cristiano- está colocada nuestra
redención y esperanza, que reflotan en momentos de Pascuas.
(AIBA)
(*)
Director del Instituto de Prevención de la Drogadependencia
de la Universidad del Salvador. e-mail; uds-drog@salvador.edu.ar