Intelectuales
y el país de hoy Delich: "Hay que acercarse a Lagos y
no a Chávez" Dejar de lado las “utopías arcaicas” y encontrar un recambio en el escenario político y social para que la Argentina encuentre el buen camino son los desafíos que afronta el país, según la visión del sociólogo Francisco Delich. Se trata de metas que no se pueden postergar y que podrían alcanzarse si se toma la decisión de achicar las ventajas que, en los últimos años, nos han sacado Brasil y México en el campo internacional y en el liderazgo de los procesos de integración regional. Para Delich, la mirada hacia el pasado, que en los últimos años ha sentado raíces en algunos países de América latina, contribuye a sostener el mito de una región estancada e inmóvil, tesis que se contrapone con el interés y las aspiraciones de la mayoría de los habitantes. Una de las herramientas es la recuperación del capital social, un arma indispensable para la construcción del futuro, sostuvo el ex rector de las universidades nacionales de Córdoba y de Buenos Aires en una entrevista con LA NACION. Nacido en Córdoba, Delich obtuvo el diploma en economía y sociología en la Sorbona, en París, y el doctorado en la Universidad de Córdoba. Representó a su provincia y al radicalismo en la convención reformadora de la Constitución nacional y fue director de la Biblioteca Nacional de 1999 a 2001. Desde hace años preside el Consejo Superior de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y es director de la carrera de Sociología en la Universidad Siglo XXI. Recientemente publicó "Repensar América latina" (Gedisa), un profundo ensayo sobre los nuevos desafíos de la región. Allí advierte que, a pesar de la consolidación de la democracia en los últimos veinte años, comienzan a percibirse signos claros de desencanto con los resultados de los gobiernos surgidos de las urnas. -¿Qué cosas habría que repensar en América latina? -América latina ha sido vista siempre como una región donde lo común es el estancamiento y las sociedades son inmóviles. Yo percibo lo contrario: son sociedades en movimiento, en transformación. El modelo de industrialización por sustitución de importaciones, que predominó casi a todo lo largo del siglo XX en México, Brasil y la Argentina, generó grupos empresarios e industriales, una clase obrera numerosa y sindicatos numerosos y fuertes, que a fines de la vigencia del modelo tendieron a desaparecer. Mi idea es proponer que veamos lo que está cambiando y no lo que está quieto. Porque muchos de los problemas son la consecuencia de lo que cambia, no de lo que no cambia. -¿Por dónde deberían pasar las nuevas estrategias? -El punto central de discusión es que el modelo de industrialización por sustitución de importaciones se agotó y lo que nosotros estamos viendo son consecuencias de ese agotamiento y de que todavía no aparece en el horizonte un modelo alternativo. Algunos países piensan, con nostalgia, que se puede volver al viejo modelo. Otros piensan que el reemplazo de aquel modelo demanda la destrucción total de los sistemas industriales. Hay quienes tienen posiciones intermedias. Pero en ningún caso existe la hegemonía de un modelo dominante, como lo fue el modelo de industrialización entre los años 1940 y 1970. Raúl Prebisch, quien hizo la mayor contribución al desarrollo de ese modelo, y Celso Furtado, su amigo, tuvieron conciencia, a mediados de los años 60, de que se acercaban a los límites que ellos mismos habían propuesto. Cuando el modelo se empieza a agotar, los actores predominantes -las burguesías industriales, burguesías nacionales y las clases obreras en sus sindicatos- empiezan a ver reducido su espacio. Y en la sociedad no aparecen actores capaces de reemplazarlos. Eso crea un vacío social importante. -¿Qué sectores ocupan ese vacío? -En la Argentina, el agotamiento del modelo no encuentra reemplazo. No hay una elite de recambio capaz de tener una base social igualmente sólida con la cual hacer una alianza estratégica. Eso ocurre en el escenario social, donde, en consecuencia, los que eran marginales de pronto se convierten en actores políticos importantes. En algunos casos se producen transformaciones en el interior de los sectores sociales, dentro de la clase obrera y de los sindicatos. En la Argentina, por primera vez, la conducción de todo el movimiento obrero la toman gremios que no son obreros urbanos industriales, sino gremios de servicios, como los camioneros y la sanidad. Frente a la misma crisis, México, Brasil y la Argentina reaccionan de manera distinta. -En ese proceso de integración, ¿Brasil le saca ventaja a la Argentina? -Muchísima, por la continuidad. La forma en que Brasil salió del modelo de sustitución de importaciones no fue tan rápida ni tan brutal como la que tuvimos nosotros en los años 90. Brasil protege a los sectores que considera estratégicos, como la informática y la farmacéutica. Además, logra consolidar un proyecto nacional. La consecuencia es que Brasil es hoy la décima economía industrial del mundo. No es un detalle. -¿Brasil y México han sabido salir de la crisis política y la Argentina no? -Tengo esa impresión. Han salido mejor parados, probablemente, porque las disputas entre las elites nunca fueron tan duras y salvajes como las nuestras.
-¿Hoy conviven distintos modelos en América latina? -Chile encontró ya su propia orientación económica, su propio perfil político. En Brasil lograron articular un proyecto nacional con relativamente pocas fisuras y es una sociedad en la cual la hegemonía de su sector más innovador está fuera de discusión. Está bastante claro el predominio del orden paulista y Lula es la expresión de ese orden paulista. Si Lula no fuese exitoso, las opciones pasarían por el mismo andarivel. Y, en México, la transición política en estos años no compromete el modelo de desarrollo, porque la opción de la integración con Estados Unidos, a través del Nafta, resulta más irreversible a medida que pasa el tiempo. Si bien es cierto que los costos son significativos, en el balance general el modelo está funcionando y los recambios políticos esperables no comprometen esa marcha. -¿En la Argentina falta comenzar una segunda etapa? -Falta todavía definir cómo es el nuevo perfil de país que nosotros podemos construir. Todavía hay sectores muy nostálgicos y nos falta un debate intelectual más intenso y más sólido acerca del futuro. -¿El rumbo del gobierno de Kirchner lo acerca más a la Venezuela de Chávez que al Brasil de Lula? -Nosotros no tenemos opción. La Argentina no puede ir hacia la Venezuela de Chávez, porque ése es todavía un país dependiente del petróleo, más allá de la modestia intelectual de Chávez y de su propuesta política, un poco arcaica. El futuro de la Argentina se puede acercar más a Brasil, a Chile, a México, desde el punto de vista del aparato productivo. Nosotros tenemos una ventaja competitiva, que todavía no hemos sido capaces de usar: el capital social. La única ventaja que tenemos en la Argentina es un capital social importante. Todavía estamos pensando en términos más tradicionales, como si fuéramos solamente productores de trigo y carne, o de las industrias sustitutivas. Eso pertenece al pasado. El futuro tiene que ver con la construcción de una sociedad muy moderna, más equitativa y que arranque partiendo de lo mejor que tiene: su capital social. -¿Cómo podría manifestarse ese capital social? -De muy diversas maneras. El capital social es una noción que incluye al conjunto de los ciudadanos. Es capaz de operar sobre la base de unas capacidades humanas listas para importantes y constructivas aventuras tecnológicas e industriales. Si Singapur acaba de descubrir que su opción es la tecnología más sofisticada, ella está también a nuestro alcance. La Argentina puede dejar de lado la opción campo-ciudad. No hay más campo, en el sentido antiguo. Todo es compatible y el cemento que debería servir para compatibilizarlo es el capital social. Nosotros tenemos que pensar el país sin tanta melancolía por los años dorados de fin de siglo, sin nostalgia por la frustración del proyecto de industrialización. -¿En esa nostalgia ubica el apego a lo que fue la década del 70? -Por supuesto. Y antes también. Si alguien cree que estatizar el Correo es una forma de definir la soberanía nacional es tan patético como si me dijeran que si estatizo todas las panaderías toda la gente va a comer bien y gratis. No tiene nada que ver una cosa con la otra. Hay gente que todavía no descubrió que Internet es más importante que el correo y que lo que se transmite por correo electrónico es, seguramente, más importante que lo que se transmite por el postal. Esta es la mirada hacia el pasado. En América latina aparecen, de pronto, las utopías arcaicas, como el movimiento de Felipe Quispe, en Bolivia, que cree que va a movilizar a los aymaras y que con eso va a fundar una sociedad distinta, educativa, contemporánea, u otras utopías arcaicas que imaginan la convocatoria a un actor social que ya no existe. Raúl Castells todavía habla de los trabajadores y los campesinos. En nuestro país eso ya ni siquiera sirve como metáfora. Revela que hace mucho que Castells no recorre el campo en la Argentina. El es un hombre de ciudad. -¿Cómo ve el futuro de la región? -Razonablemente interesante, con la condición de contar con más Ricardo Lagos que Hugo Chávez. Reconocer los avances de la modernización y pasar de la etapa de construcción cuantitativa a la cualitativa; calidad del crecimiento, del empleo, de la educación, de la democracia y de las relaciones humanas. -¿Es viable el Mercosur? ¿Se contrapone con el ALCA? -Es viable, pero requiere de Estados fuertes, con más políticas de Estado que políticas de gobierno. El ALCA incluye América del Norte, América Central más Chile. La discusión sólo se refiere a cómo, cuándo y qué negociar. En esa perspectiva veo el Mercosur. -¿Cómo pueden influir las protestas antiglobalización en el proceso de integración regional? -Se está conformando una sociedad planetaria, con Estados supranacionales y mercados ampliados. Este será el siglo de China, India y Brasil ingresando en la historia planetaria y consolidando los fenómenos que ya cité. Fidel Castro ha dicho que la globalización es como la ley de la gravedad. Exagera, como siempre, pero alguna razón tiene. -¿En qué medida puede ser efectiva la herramienta de la educación? -Puede ser estratégica si produce una auténtica revolución que retome la mejor tradición republicana del siglo XIX y la reúna con las necesidades de la sociedad del conocimiento. -¿Qué expectativas puede tener América latina frente a las próximas elecciones presidenciales de los Estados Unidos? -Es curioso. Si yo fuese norteamericano, probablemente votaría por Kerry. Para un latinoamericano, es difícil: no querría votar por Bush, pero Kerry será más duro con la inmigración y con las exportaciones latinoamericanas. Cree que comprometen el empleo en los Estados Unidos. Es una visión muy conservadora. ¿Debemos elegir por principios o por intereses? Por principios, estamos contra la guerra preventiva; por intereses, en favor de la inmigración y de la apertura del mercado norteamericano. Por Mariano de Vedia, La Nacion, 18 de septiembre de 2004 |
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