Oriana
Fallaci contraataca La aman o la odian. Sin términos medios. Oriana Fallaci, famosa periodista y escritora, en Italia despierta pasiones muy encontradas. De carácter fuerte, conocida por su pluma llena de pasión, estilo de frases cortas, crudas y controvertidas, y por las incómodas entrevistas que les hizo a importantes personajes del mundo, Oriana Fallaci es una mujer que divide. Puede ser venerada o detestada. Sobre todo desde cuando, después de mantenerse en silencio durante diez años –autoexiliada en Nueva York–, en respuesta al horror € del 11 de septiembre de 2001, comenzó a dar a luz libros más que polémicos. La rabia y el orgullo primero; La fuerza de la razón, que en breve estará disponible en la Argentina, más tarde. Dos best sellers hipercontrovertidos –sus máximos detractores los definen como "literatura de guerra"– que la convirtieron en blanco de durísimas críticas por parte de los sectores de la izquierda pacifista, y en una virtual heroína de los halcones neoconservadores, ideólogos del concepto de "guerra preventiva". Nacida en Florencia el 29 de junio de 1929, en época mussoliniana, Oriana Fallaci siempre fue una "mujer de guerra". Al margen de que, devenida periodista y corresponsal, cubrió varios conflictos –entre otros, el de Vietnam y el del Líbano–, desde chica, a su manera, se opuso a los alemanes. Según cuentan sus biografías, cuando Italia decidió entrar activamente en la Segunda Guerra Mundial, y ella tenía unos diez años, se unió al padre, que participaba en un movimiento clandestino de resistencia. Y se convirtió en miembro del cuerpo de voluntarios por la libertad en contra del nazismo. Así, a los catorce años, Oriana recibió un reconocimiento de honor de parte del ejército italiano por su activismo durante la guerra. Antes de eso, a los 9 años, Oriana ya había comenzado a escribir "breves historias ingenuas". Aunque fue más tarde, a los 16, cuando comenzó a trabajar como reportera en Florencia, ciudad que, junto a Nueva York, donde reside, considera su patria. "La primera vez que me senté detrás de una máquina de escribir me enamoré de las palabras, que brotaban como gotas, una a la vez, y se quedaban sobre la hoja... Cada gota se convertía en algo que, si hubiera pronunciado, se habría ido volando, pero sobre las páginas esas palabras se volvían tangibles", dijo en una entrevista en 1979. Aunque inició su carrera periodística con un simple artículo de información general, enseguida su talento para describir hechos y sentimientos la catapultó a cargos más importantes, primero en la revista Epoca, después en Europeo. Y pronto comenzó a entrevistar a figuras políticas de relieve y a cubrir los grandes hechos internacionales. Fue ese estilo desinhibido, casi irreverente, de hacerles preguntas incómodas a los poderosos del mundo el que la hizo saltar a la fama y convertirse, según la definió en su momento Los Angeles Times, en "la periodista a quien virtualmente ninguna figura del mundo dice que no". Acusada de interrogar casi "brutalmente" a sus entrevistados de renombre, todo el mundo recuerda cuando desafió a Henry Kissinger, en una entrevista de 1972. "Hablemos de guerra", le dijo. "Usted no es un pacifista, ¿no?", disparó. Ante su micrófono pasaron, a lo largo de los años, Yasser Arafat, el sha de Irán, Indira Gandhi, Golda Meir, Willy Brandt, el ayatollah Khomeini, y Muammar Khadafy, entre muchos otros.
Cuando entrevistó, en 1973, a Alekos Panagoulis, poeta y líder de la resistencia griega, condenado y torturado en prisión luego de haber intentado asesinar al dictador griego Georgios Papadopoulos, en 1967, la vida de Fallaci dio un vuelco. Recién salido de la cárcel después de una amnistía general, tras esa entrevista Panagoulis se convirtió enseguida en el gran amor de la famosa periodista florentina, con quien compartió tres años de relación más que tormentosa y con quien jamás se casó. Lo cierto es que esa gran pasión entre Fallaci y el activista griego terminó en forma dra- € mática: Panagoulis fue asesinado en una emboscada, en 1976. Y su historia quedó inmortalizada en la novela Un uomo (Un hombre), uno de los grandes best sellers de Fallaci, publicado en 1979. En nuestro país, a la controvertida Oriana se la recuerda por haber dicho que "los argentinos tienen un enano fascista adentro". Además, por cómo lo enfrentó a Bernardo Neustadt cuando la invitó a su programa Tiempo nuevo, en 1983. Entonces, ella lo acusó sin pelos en la lengua de haber colaborado con la dictadura, y los televidentes argentinos fueron testigos del siguiente diálogo. Neustadt: –Entonces, para cerrar el tema, ¿realmente piensa que el periodismo argentino es cobarde? Fallaci: –El periodismo no se puede dejar doblegar. Sin un periodismo de régimen una dictadura no puede sobrevivir. Sin un periodismo que acepta ser censurado y a la vez se autocensura, las dictaduras no existirían. Lo mismo pasa con la televisión: sin una TV que acepta ser censurada, o que se autocensura, en fin, sin una televisión de régimen, las dictaduras no sobrevivirían. Neustadt: –Voy a decirle dos palabras para que se identifique políticamente con una de ellas: ¿liberal o anarquista? Fallaci: –Yo escribí un libro que se llama Un hombre para refutar las etiquetas y las esquematizaciones. Si existe en el mundo una persona que no puede ser etiquetada, ésa soy yo. Ahora, si usted me quiere acusar en el terreno filosófico de ser una anarquista... bueno, lo acepto. Neustadt: –¿Usted es atea? Fallaci: –Sí, no creo en Dios, sino en los hombres. Neustadt: –¿Tampoco cree en la familia? Fallaci: –¡Sí! ¡Adoro mi familia! Neustadt: –Terminó nuestro encuentro o desencuentro. Espero que se lleve una buena impresión de la libertad de esta noche. Fallaci: –¡Espero que les dure! Neustadt: –La vamos a mantener, se lo prometo. Imparable Para muchos egocéntrica, o al menos una persona que adora escucharse sólo a sí misma, Oriana nunca lee las críticas que salen en diarios y revistas sobre sus libros. Consciente de haberse convertido en un personaje a la vez venerado y detestado, desde hace más de diez años no concede entrevistas. A nadie. Hace unos meses, no obstante, en un nuevo libro que en Italia se vendió como pan caliente y, una vez más, agitó las aguas enfrentando a simpatizantes y detractores, Oriana se autoentrevistó en la obra titulada Oriana Fallaci entrevista a Oriana Fallaci. ¿Por qué esta autoentrevista? Porque un cáncer –"el alien que hizo su nido en mis pulmones, tráquea y esófago", según escribe– la está devorando, y porque "no me queda mucho tiempo, pero tengo muchas cosas que decir". En esta última obra, al margen de hablar pésimo de muchos de los políticos italianos y extranjeros, del mundo, de su infancia y de la muerte, la escritora vuelve a advertir sobre la peligrosísima "invasión de hijos de Alá" en Europa, y sobre el "enemigo", es decir, el fundamentalismo islámico. A la hora de referirse al premier italiano, Silvio Berlusconi, lo define como un hombre que "se excita demasiado cuando se encuentra al lado de Bush o de Putin, o hasta cuando se reúne con esas dos nulidades que se llaman Schroeder y Chirac". "Si nos encontráramos, cosa que no deseo porque me pelearía a muerte, le diría que conocí a muchos hombres más poderosos que él –sigue–. Y que para entrevistarlos me pasé días enteros con ellos, por lo que puedo garantizarle que en la mitad de los casos se trataba de pobres boludos." Al final, a la autopregunta de si le teme a la muerte, Fallaci asegura que no. "La idea de morir no me da miedo. En serio. No digo mentiras. Soy demasiado orgullosa para decir mentiras. (...) En lugar de miedo, yo siento una especie de melancolía, una especie de lástima que hasta ofusca mi sentido del humor. Sí, me da lástima morir. Y jamás me olvido lo que Anna Magnani me dijo hace muchos años: «¡Oriana mía! No es justo morir, dado que hemos nacido!». No me olvido tampoco de que esa injusticia les tocó a miles de millones de seres humanos antes que a mí, que les tocará a miles de millones de seres humanos después que a mí. Pero igual me da lástima. Amo demasiado la vida. Estoy demasiado convencida de que la vida es linda también cuando es fea, que nacer es el milagro de los milagros; vivir, el mejor de los regalos. Aunque se trata de un regalo difícil, a veces doloroso. Y con la misma pasión odio la muerte. La odio más que a una persona para odiar, y siento un profundo desprecio por quien tiene el culto de ella. También por esto es que no me van nuestros enemigos, los cortadores de cabezas, los kamikazes, sus seguidores y sus parientes. (...) El hecho es que, si bien conozco muy bien la muerte, yo no la entiendo. Entiendo solamente que forma parte de la vida y que sin el derroche que llamo muerte no habría vida." En su libro La fuerza de la razón, del que la Revista anticipa sus pasajes más polémicos –próximo a ver la luz en Buenos Aires gracias a los buenos oficios de la editorial El Ateneo–, Fallaci vuelve a arremeter, entre otras cosas, contra el islam. Sólo que esta vez prefiere la primera persona, en un relato que enhebra lo histórico, lo sociopolítico y sus crudas opiniones que, más que seguro, volverán a provocar un incendio. Al fin y al cabo, por algo es Oriana Fallaci. Por Elisabetta Pique (corresponsal en Italia) La Nacion Revista, 24 de octubre de 2004 De armas tomar Oriana Fallaci (Florencia, 1929) adquirió noto-riedad en los 70 por sus entrevistas a grandes figuras de la política internacional, muchas de las cuales quedaron recopiladas en el libro Entrevistas con la historia (1974), y por sus tra-bajos como corresponsal de guerra. De hecho, fue la cobertura de la Guerra de Vietnam y los libros que escribió sobre esa experiencia –imper-dible su diario personal Nada y así sea (1969)– que la llevaron a la fama mundial. En su juventud tuvo un enorme influjo sobre ella la figura de su padre, un liberal contrario al régimen de Mussolini. Cuando Italia decidió entrar en la II Guerra Mundial, Fallaci tenía 10 años. No dudó, sin embargo, en unirse al movimiento clandestino de resistencia contra el nazismo. A los 14 años, recibió un reconocimiento del Estado italiano por su activismo. Para entonces, ya había decidido convertirse en escritora. Desde el inicio de su carrera, Oriana Fallaci cultivó un estilo muy personal de hacer periodismo que rozaba la provocación y generaba controversia. Trabajó durante años para el semanario italiano Europeo. En ese período entrevistó a los principales actores de la escena política mundial, como el director de la CIA William Colby, el primer ministro de Paquistán Ali Bhutto y el ayatollah Khomeini. Tras el ataque terrorista del 11-S, Fallaci rompió un silencio de diez años para publicar La rabia y el orgullo, un breve ensayo contra el islam que provocó un terremoto mediático en todo el mundo, enzarzando en apasionadas discusiones a partidarios y detractores. Esto le valió a la autora una demanda presentada por asociaciones antirracistas por "provocación al odio racial", que finalmente fue desestimada. >> Oriana Fallaci: pacifismo, el voto del extranjero, Nasiriya y el cristianismo. |
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