EL
CONFLICTO EN ORIENTE MEDIO : INSOMNIO, CONDUCTAS REGRESIVAS,
LLANTO Y AGRESIVIDAD SON ALGUNOS DE LOS SINTOMAS
El
miedo al futuro, en el corazón de los chicos israelíes
y palestinos
Cómo
viven su niñez los más pequeños, de uno
y otro lado de un conflicto que no cesa.
El dibujo de Abid, un nene palestino de 9 años, es
colorido, preciso y hondamente dramático. En un cielo
azul, dibujó decenas de estrellas negras sospechosamente
parecidas a helicópteros Apache. Están abigarradas,
en hilera, como si fueran escuadrones aéreos. Abajo,
en un campo verde lleno de árboles frutales soldados
israelíes matan a civiles palestinos. En su dibujo,
Abid marca en líneas punteadas la trayectoria de las
balas. De los cuerpos malheridos brotan rayas rojas furiosas
que, en contraste con el resto del dibujo —de una gran
madurez y plasticidad—, parecen los trazos de una criatura
de 2 años.
El
pánico no tiene género, ni nacionalidad, ni
religión. También en Israel, los dibujos más
frecuentes de los chicos son soldados, tanques, incendios,
bombas y muertes. Con los enfrentamientos en Oriente Medio,
una nueva generación de palestinos e israelíes
está siendo gravemente afectada por altísimos
niveles de estrés, de dolor y de agresión. "A
cualquier edad, la psiquis sufre muchísimo si está
sometida, horas y días, a un situación de enorme
estrés externo como sucede ahora en Gaza", explicó
a Clarín el psiquiatra Sami Oweida, director de Programa
para Salud Mental de Gaza, sostenido por ONG europeas.
Los
menores de 10 años —por no poder expresar todavía
lo que sienten— son los más vulnerables. Ataques
de pánico, pesadillas, insomnio, retraso en el crecimiento,
conductas regresivas (como hacerse pis en la cama o chuparse
el dedo) son sólo algunos de los síntomas.
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27
de junio de 2006: Un militante palestino monta guardia ante
el campo de refugiados de Jaballa |
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"Hay
chicos a los que les tiemblan las manos sin parar. Otros enmudecen
y nunca más dicen una palabra. La mayoría no
quiere salir de casa ni para ir a la escuela o duermen con
sus padres o se meten debajo de la cama y no salen ni para
ir al baño", dice el psiquiatra.
Toda
la vida se trastoca. En Sderot, la aldea donde los palestinos
han lanzado decenas de cohetes caseros Qassam, tuvieron que
suspender las clases. "Ahora hay vacaciones pero hace
unos meses iban sólo 2 ó 3 horas a la escuela.
Los maestros les dicen que piensen en cosas bonitas pero mi
hija llora y me dice que se quiere ir de Sderot", contó
a Clarín, la mamá de Dorin, una nena de 7 años
que como muchos otros chicos de zonas de guerra no puede estar
un minuto separada de su madre.
El
doctor Oweida, que trabaja con un equipo interdisciplinario
de asistentes sociales, clínicos, pedagogos y psicólogos,
cuenta que desde que comenzó la ofensiva israelí,
reciben más de 40 llamadas diarias en los teléfonos
de emergencia. Para ayudar a los chicos, el equipo de Oweida
considera que hay que contemplar tres niveles: el primero
es la clínica, donde ofrecen psicoterapia y, en ciertos
casos, medicación.
El
segundo nivel es la familia. "Es importantísimo
hablar con los padres porque hay chicos que se ponen muy agresivos
y, por ejemplo, le pegan a la hermana. Luego son castigados,
lo que empeora la cosa. Nosotros les explicamos a los padres
que sentir miedo es normal, también en el caso de los
adultos, el problema es el precio que tiene que pagar nuestra
psiquis y nuestro cuerpo cuando el miedo se vuelve permanente
y afecta nuestra vida cotidiana y nuestro trabajo", reflexionó.
El
tercer nivel —continúa Oweida— es el medio
ambiente y sobre eso ni los médicos ni los padres tienen
ningún poder. ¿Cómo evitar el asedio
día y noche de aviones y helicópteros? ¿Qué
se puede hacer cuando hay bombardeos, misiles durante en la
madrugada o las "sonic-bomb" (como se llama acá
al efecto que producen los F-16 cuando rompen la barrera del
sonido) a toda hora y en cualquier lugar?
"Nuestro
sistema nervioso no puede con eso. Se pone en marcha todo
un sistema interno de alerta y protección, empezamos
a segregar hormonas como cortisona y adrenalina en un momento
en que no correspondería hacerlo. Se altera nuestro
ritmo cardíaco, nuestro sistema endrocrinológico,
en fin, nuestro cuerpo también paga un precio alto
por esto". |
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niños
israelies danzando |
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En
los jardines de infantes, los equipos de especialistas hacen
reuniones informativas con padres y maestros. Son muchas las
formas en las que la psiquis expresa su dolor, su incertidumbre
y su miedo. Los más chiquitos suelen hacerlo jugando.
Los papeles tradicionales que aparecían hasta ahora
en los juegos eran los de "soldados o mártires
o guerrilleros", explicó a Clarín el psiquiatra.
Pero como ha crecido el pánico por lo que pueda sucederles
en el futuro, últimamente han aparecido dos nuevos
roles entre los chicos palestinos. Son los Mohamed Al Durra
y Gheliya Hoda. Mohamed es el nene al que su padre quiso proteger
de las balas israelíes en Gaza, en setiembre de 2000.
Un fotógrafo de la agencia AP captó el momento
en que el soldado le disparaba igual. Mohamed murió
y su padre quedó herido.
Gheliya
Hoda es la nena de la playa de Beit Lahya. La artillería
israelí disparó, el pasado 9 de junio, en la
playa donde varias familias estaban de pic-nic. Todos los
televisores del mundo vieron entonces a Gheliya gritando desesperada
"¡Baba, ya baba!" a su padre moribundo. La
nena de 12 años se quedó además sin mamá
y sin tres hermanos. Atenazados por la angustia, ésta
es la encrucijada que temen para su futuro los chicos israelíes
y palestinos: ser huérfanos o morir.
Telma
Luzzani SDEROT. ENVIADA ESPECIAL, Clarin, 09.07.2006 |
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MEMORIA.
Un bebé señala imágenes de un padre y
un hijo palestinos acorralados por fuego israelí, en
2000. (EFE) |
Diario
de viaje
La
pertenencia, el hilo sutil de la identidad
Mahmud
Ahmed tiene el pelo, la barba y las pestañas renegridas.
"No crea que soy de Hamas ¿eh?", aclara señalándose
la barba. "Soy Al Fatah, de Arafat". Hasta ese momento
la vestimenta o el tipo de barba eran detalles insignificantes para
mí. Pero aprendí que existe un complejo código
local, hecho de símbolos externos, que es fundamental: indica
pertenencia a un partido, a una concepción, a una manera
de entender el mundo y de pararse frente a los demás. Para
los palestinos pobres no pertenecer a ningún grupo es ser
nada. Para los palestinos de Gaza, con las instituciones colapsadas
y el futuro siempre amenazado, pertenecer a un grupo les garantiza,
a los más pobres, alguna protección, les ofrece un
hilo sutil de identidad. La clase media de Gaza, en cambio, modera
las señales. Nemeraba Malhas (38) es editor del "Billiken
palestino", una revista infantil que se publica en la Franja.
Su mujer, Mai (37), es ingeniera. Chapucean el inglés. Ella
habla y opina a la par de su marido. Tienen apenas dos hijos, educados
y sensibles. Son cultos, trabajadores, pero en momentos de crisis
como el actual, son casi tan vulnerables como Mahmud. Casi. Mai
baja la vista, avergonzada por mostrarse poco patriota: "Tenemos
parientes en Australia y fantaseamos con la posibilidad de salir
y darles a los chicos otra vida mejor". Una zanahoria de sobrevivencia
a la que se aferra aunque sea inalcanzable. (Mahmud no tiene ni
zanahoria ni fantasías: la opción es morir o luchar.)
En la clase alta hay muchos laicos. Hablan inglés o francés
a la perfección. Son finos y cosmopolitas. Tienen innumerables
puentes con el exterior por sus conexiones mundiales. Conocen muy
bien la historia de su patria y están acostumbrados a ser
primeros actores, pero prefieren la distancia, lejos del campo de
batalla.
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