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El
autor de «La casita de mis viejos» acaba de cumplir 99 años,
que lleva con gallardia.
La longevidad equivale a un merito, pero en todo caso a un merito privado.
Si figura entre los grandes del siglo es por su talento y su inspiracion, que
se concretaron en mas de trescientos tangos, veintitres grabados por Gardel,
y algunos de los cuales, como «Los mareados», «Nostalgias»,
«Muñeca brava», «Garua» y «Y por la vuelta»
no solo son perdurables, sino que ocupan un lugar de privilegio en la cultura
musical
El 15 de julio pasado cumplio 99 años de edad y acepto homenajes y
felicitaciones con resignada paciencia, con esa clase de tolerancia que solo
puede exhibir alguien que ha vivido casi un siglo y ha visto demasiado. Pero,
aunque es el autor del tango Nostalgias, Domingo Enrique Cadicamo no mira
para atras, y lo que para otro seria una carga agobiante, casi un exceso,
para el son solo experiencias que lo enriquecen aun mas, y aunque seguramente
su memoria viaja con frecuencia al pasado, porque siempre se añora
el territorio de la infancia, no tiene ganas de recordar aquella Buenos Aires
sin edificios en torre, ni shoppings ni obelisco ni Avenida 9 de Julio, adonde
llego a los siete años de Lujan -fue el decimo hijo varon de un matrimonio
de inmigrantes italianos- cuando en cualquier esquina uno podia cruzarse con
el Gringo Carlos Pellegrini, que todavia no era el nombre de una calle, y
Carlos Gardel, dicen, se inventaba un nacimiento en Uruguay para que no lo
convocaran al ejercito frances, que estaba al borde de una guerra, o en Corrientes
y Esmeralda se podia admirar el estilo de Jorge Newbery, que domaba a golpes
de cross a los guapos que confundian su elegancia de cajetilla de galerita
y baston con debilidad.
No
extraño el campo natal, "porque en aquellos tiempos, mi barrio,
Floresta, era una descampado en donde las lluvias formaban lagunas donde gritaban
los teros y habia patos silvestres. Era un barrio de zanjones y quintas",
recordo alguna vez.
De
adolescente quiso ser mecanico y atrono las calles de tierra con sus motos.
pero en su primera trabajo, como escribiente en el Consejo Nacional de
Educacion, conocio a un poeta, Pablo Suero, quien le contagio el mal de
la poesia que, como se sabe, es incurable. Alli trabajaban tambien Enrique
Banchs y Leopoldo Lugones.
Por esos dias -1924- escribio su primera poema, Pompas de jabon: "Pebeta
de mi barrio/papa, papusa/ que andas paseando en auto/con un bacan...".
Roberto Goyeneche, tio del Polaco, le puso musica, y Gardel, que la canto
y la grabo, se nego a admitir que ese dandi jovencito, de camisa de seda,
zapatos importados, traje de alpaca inglesa y perfume frances, que lucia como
un señorito, fuera el autor de esos versos canyengues: "Decime,
pibe, ¿a quien le afanaste esa letra?", le pregunta.
Nacio alli una amistad que luego se renovo en 1927, en Paris, adonde Cadicamo
viajo para enamorarse de esa ciudad "como de una amante, porque cada
calle era un refugio nupcial para todos los enamorados del mundo, y en el
reparto siempre habia una midinette que te daba bola".
Fueron años de bohemia, "pero no de bohemia con hambre. Gardel
me habia grabado varios tangos, y con los derechos de autor tenia guita para
tirar manteca al techo".
Se encontro con muchos argentinos en Paris, pero su gran amigo era el musico
Juan Carlos Cobian, cuyo verdadero apellido era Bianco, pero lo escribia al
vesre porque a su padre, un funcionario serio y formal, lo habria avergonzado
tener un hijo tanguero.
Con Cobian se fueron despues a Nueva York, "a gastar dolares. No laburabamos
ni hicimos nada, salvo vivir, hasta que se nos acabaron".
Con Cobian escribio, en 1942, cuando ya un accidente se habia llevado a su
amigo Gardel, Los Mareados, tal vez su mejor obra: "Rara/como encendida/te
halle bebiendo/linda y fatal/Bebias/y en el fragor del campan/loca reias/por
no llorar"
Por
Carlos Baudry, Revista Gente, 28 de julio de 1999
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