Humo ambiental del tabaco (ETS) : el mal uso de la ciencia para fines políticos.
¿Qué es el Humo Ambiental del Tabaco?
Técnicamente, el humo ambiental del tabaco (Environmental Tobacco Smoke o ETS por sus siglas en inglés) es una mezcla "envejecida" y diluida, del humo secundario de los cigarros ardiendo y del humo principal exhalado de las bocanadas de los fumadores.
¿ El ETS causa enfermedades ?
Ha habido afirmaciones de que el ETS, en algunas ocasiones llamado "tabaquismo pasivo" es una causa de enfermedades. Sin embargo, la vasta mayoría de los estudios epidemiológicos no proporcionan incrementos estadísticamente significativos en los riesgos.
El estudio más grande sobre ETS y el cáncer pulmonar, realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), no encontró un incremento significativo en los riesgos de cáncer pulmonar en el crecer, vivir, viajar o socializar con un fumador. La OMS afirmó que este estudio era consistente con un mayor riesgo en el tabaquismo pasivo, una afirmación que es difícil de hacer con base en los hallazgos de su investigación.
La Agencia de Protección Ambiental (Environmental Protection Agency) de los Estados Unidos declaró en 1993 que el ETS era una causa de cáncer pulmonar en los no fumadores, pero este hallazgo fue fuertemente criticado por los Servicios de Investigación del Congreso de los Estados Unidos (US Congressional Research Services) y por un juez federal quien declaró inválidos estos hallazgos.
La ciencia, por supuesto, no puede probar definitivamente que no existe un riesgo relacionado con el tabaquismo pasivo, pero los estudios sobre cáncer pulmonar hasta la fecha sugieren que si existe un riesgo, éste es demasiado pequeño para medirse con cierta seguridad.
Las fuentes más substanciales de información sobre ETS y el cáncer pulmonar son dos enormes bases de datos del Estudio de Prevención del Cáncer de la Sociedad Estadounidense del Cáncer (American Cancer Society's Cancer Prevention Study), y la base de datos de la Encuesta Nacional de Causas de Mortalidad en los Estados Unidos (US National Mortality Followback Survey). El análisis de estas bases de datos no ha proporcionado una asociación general entre el ETS y las enfermedades cardiacas.
Estudios epidemiológicos sobre el ETS y las enfermedades respiratorias en los adultos, tomadas en general, no muestran un incremento en el riesgo. Estudios clínicos de adultos que padecen, por ejemplo, asma, han tenido dificultades para provocar una respuesta medible, aunque claramente algunos asmáticos sí tienen reacciones adversas en ambientes con mucho humo.

 

La historia de la lucha anti-tabaco está, sin embargo, plagada de casos de mal uso de la ciencia para fines políticos, en los que la búsqueda de la verdad pasa a ser secundaria. Dos ejemplos ilustrarán este punto con claridad:

Número de víctimas del cigarrillo:

En 1993, el CDC (Center for Disease Control and Prevention) publicó un informe en el que se afirmaba que en el año 1990 se produjeron en los Estados Unidos 400.000 muertes como consecuencia del consumo de tabaco.

El artículo "Lies, Damned Lies & 400,000 Smoking-Related Deaths" (Mentiras, malditas mentiras y 400.000 muertes relacionadas al hábito de fumar), de Robert A. Levy y Rosalind B. Marimont ("Regulation", Vol.21, No.4, 1998) presenta una clara descripción de los distintos factores que llevan a la sobreestimación de esta cifra.

La clasificación de enfermedades como relacionadas con el hábito de fumar: Una enfermedad se clasifica como relacionada al hábito de fumar cuando el riesgo de contraerla es mayor para fumadores que para no fumadores. Sin embargo, el Manual Federal de Referencia acerca de la Evidencia Científica confirma que para otorgar importancia legal a un aumento del riesgo, este debe ser al menos 2 por ciento o mayor. De lo contrario, se debe concluir que la evidencia no es suficiente como para afirmar que existe una relación causal. Si se aplica este criterio al número de muertes estimado por el CDC, se deberían excluir 163.433 muertes. Si a estas les sumamos las muertes causadas por quemaduras, causadas no por el hábito de fumar sino por negligencia de los fumadores, el número total de muertes queda reducido a 254.257. O sea que el número de muertes anunciado está sobrestimado en un 65%.

El método utilizado para calcular el número de muertes: La agencia gubernamental OTA (Office of Technology Assessment) calcula el número de muertes de la siguiente manera:
Partiendo de una muestra de no fumadores, se estima una tasa de mortalidad. Esta se aplica al total de la población para estimar el número de muertes que habrían ocurrido si nadie fumara. Finalmente, se resta el número hipotético de muertes al número real de muertes, y la diferencia es asignada al cigarrillo.
El problema que presenta este método es que, para ser efectivo, la muestra de no fumadores tomada debe ser representativa de toda la población. Este requisito no se cumple para nada en este estudio, ya que los integrantes de la muestra son de un ingreso superior al promedio, blancos, graduados universitarios, etc. La tasa de mortalidad de este grupo es muy inferior al promedio nacional de los Estados -Unidos. Tanto así que incluso los fumadores del grupo tienen mortalidad inferior al promedio. De hecho, si se aplicara la tasa de mortalidad de los fumadores de este grupo al total de la población, y se le restara el número de muertes reales, se llegaría a la asombrosa conclusión de que fumar salva 277.621 vidas al año!

La existencia de otras variables: Los fumadores y no fumadores no se distinguen únicamente por el hecho de que un grupo fuma y el otro no. En general, los fumadores presentan una mayor tasa de alcoholismo, consumen menos vegetales, realizan menos ejercicio físico, y son más pobres que los no fumadores.
La edad de las muertes: Este factor no se relaciona tanto con el número de muertes, sino más bien con la falsa idea de que el cigarrillo mata a niños y jóvenes adultos. Nada está más alejado de la realidad. De hecho, el cigarrillo no mata a nadie menor de 35 años  Las principales causas de muerte en personas menores de 35 años se relacionan con otros factores: accidentes automovilísticos, suicidios, homicidios    Por otro lado, más del 60% de las muertes relacionadas con el tabaco ocurren a una edad mayor de 70 años

 

Los oponentes al tabaco comparan la cantidad de muertes atribuidas al tabaco con el número de americanos muertos en la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto, etc. Además de la edad promedio de las víctimas, existen importantes distinciones morales que se deberían tomar en cuenta. Jacob Sullum lo expresa de la siguiente manera: "Hay una gran diferencia entre alguien que muere de repente en manos de otra persona o en un accidente, y alguien que muere como resultado de un riesgo a largo plazo asumido voluntariamente."

Los fumadores pasivos: En 1993 la Agencia de Protección Ambiental (EPA, Environmental Protection Agency) publicó un informe titulado "Efectos respiratorios del Fumar pasivo: Cáncer de Pulmón y otros Desórdenes.", en el que se clasificaba al humo de tabaco ambiental (ETS, Environmental Tobacco Smoke) como carcinógeno humano de categoría A. Este estudió sirvió de justificación para numerosas prohibiciones y restricciones en diversos estados. Si hasta ese momento el humo ajeno era considerado una mera molestia, los resultados del estudio llevaron a considerarlo un riesgo para la salud

Este informe es, sin embargo, la prueba más contundente de lo que ocurre cuando los intereses políticos reemplazan a la búsqueda de la verdad. El informe fue construido de la misma manera que un abogado construye un caso: Primero se llegó a las conclusiones, y luego se intentó presentar evidencia a su favor.

En primer lugar, el estudio no se basó en el análisis de las consecuencias del ETS en lugares públicos, sino en estudios que analizaban el riesgo de contraer cáncer de pulmón en no fumadores casados con fumadores, cuyas exposiciones a humo ambiental son mucho mayores que las que enfrenta cualquier individuo en un lugar público. Sin embargo, ninguno de los estudios basados en estas muestras demostraron un significativo aumento en el riesgo de contraer cáncer. Ante esta situación, la EPA decidió dejar de lado 19 de los 30 estudios originales y luego, desafiando todos los estándares científicos, cambió el nivel de confianza de su análisis estadístico de 95 a 90%. Además, tampoco se tomaron en cuenta los cambios en la concentración de tóxicos en los cigarrillos entre el momento de la exposición y la actualidad.

A partir del informe del Cirujano General de 1964, las compañías tabacaleras comenzaron a reducir gradualmente los niveles de nicotina y alquitrán en los cigarrillos (siendo el alquitrán el elemento más determinante en las enfermedades relacionadas con el tabaco.) En 1978, los científicos Gio Batta Gori y Cornelius Lynch publicaron un estudio en el que mostraban las equivalencias entre cigarrillos de antes de los '60 y algunos cigarrillos actuales. Descubrieron que, al medir la concentración de seis componentes tóxicos, dos cigarrillos anteriores a los '60 eran equivalentes a, por ejemplo, 8 Lucky 100's y 23 Carlton Menthols. Mas aún, como los estudios sobre ETS no revelaban evidencia suficiente como para relacionarlo a un aumento en el riesgo de contraer cáncer, se le pidió a la EPA poner más énfasis en estudios "activos". La EPA debía intentar mostrar que el ETS era químicamente similar al humo que inhalan los fumadores, y luego concluir que, si fumar causa cáncer de pulmón, y el humo ambiental es similar al que se inhala al fumar, entonces el ETS causa cáncer de pulmón en no fumadores. Lamentablemente para la EPA, este estudio no produjo los resultados esperados. Estas son las palabras de Dr. Joan Daisy, una de las científicas integrantes del panel que evaluó el estudio: "Este capítulo... no demuestra a mi criterio que los dos -ETS y el humo inhalado al fumar- sean químicamente similares... Simplemente no es correcto científicamente decir que son similares." Ante esto, toda persona sensata esperaría que el informe sea guardado en un cajón y los resultados declarados no conclusivos. Lamentablemente, esto no fue lo que ocurrió. El panel de científicos le pidió al autor del informe rescribirlo de manera tal que apoyara a las conclusiones a las que ya se había "llegado." Los cambios son asombrosos. Citaré un ejemplo a modo de ilustración:

Original: "Comparaciones de los niveles de cotinina en fumadores y no fumadores expuestos a ETS han llevado a la estimación de que no fumadores reciben entre un 0,1 y un 0,7% de la dosis recibida por fumadores. Las dosis para agentes activos pueden ser muy diferentes (no fumadores pueden recibir entre un 10 y un 20% de la dosis de 4-ABP que reciben los fumadores.) Sin embargo, estas estimaciones están basadas en un número de supuestos que pueden resultar ser falsos.

Revisado: "Por ejemplo, mientras comparaciones de los niveles de nicotina en fumadores y no fumadores han llevado a la estimación de que no fumadores expuestos a ETS reciben entre 0,1 y 0,7% de la dosis que reciben los fumadores, los no fumadores expuestos a ETS reciben entre un 10 y un 20% de la dosis de 4-ABP que inhalan los fumadores." (Omitido: "Estas estimaciones están basadas en supuestos que pueden resultar ser falsos")

Estos hechos no han sido desconocidos. Cinco años después de la publicación del informe, en 1998, el juez federal norteamericano William L. Osteen, coincidiendo con una investigación del Congreso de 1995, acusó a la EPA de haber "elegido muestras selectivamente", excluyendo estudios que "no demostraban relación alguna entre ETS y el riesgo de contraer cáncer", y haber "ocultado porciones significativas de sus descubrimientos y razonamientos con el objetivo de confirmar una hipótesis establecida a priori."


El mundo de la lucha contra el tabaco es el mundo de los mitos. El número de muertes causadas por el consumo de tabaco y los efectos del humo ambiental son solo algunos de ellos. A continuación voy a hablar de algunos mitos más que se han utilizado y siguen utilizando para imponer un creciente número de restricciones e impuestos. Para una lista exhaustiva, ver "Diez mitos del movimiento antitabaco", por Jacob Sullum, en su libro "For Your Own Good".
Los fumadores imponen un costo sobre la sociedad. El argumento tradicional se podría resumir de la siguiente manera: Los fumadores, al tener mayores costos de salud, imponen un costo sobre la sociedad. Los no fumadores subsidian sus gastos de salud.
Según estimaciones del profesor W. Kip Viscusi, de la Escuela de Leyes de Harvard, el costo extra de salud de los fumadores es de aproximadamente 50 centavos por paquete de cigarrillos. Sin embargo, hay que tomar en cuanta que los fumadores también mueren a edad más temprana, produciendo un ahorro en pensiones y cuidados de salud correspondientes a personas de alta edad.
Computando estos factores, Viscusi llega a la conclusión de que los fumadores de hecho ahorran a "la sociedad" 32 centavos por cada paquete de cigarrillos que fuman. El impuesto promedio sobre los paquetes de cigarrillos es de 53 centavos en los Estados Unidos. O sea que, en realidad, los fumadores pagan para poder fumar y además ahorran costos a la sociedad por morirse antes.
E incluso si fuera cierto que los fumadores imponen un importante costo en servicios de salud, el problema de fondo es la existencia de salud pública, que hace que la gente no tome en cuenta el costo de sus conductas al tomar decisiones. Si le damos al estado el derecho de regular nuestro comportamiento porque el mismo provee salud pública, pronto estaremos cayendo en el totalitarismo. Pronto tendremos al Estado controlando nuestra alimentación, qué y cuantos deportes practicamos, etc.
Los fumadores no son conscientes del riesgo al que están expuestos. Lo contrario es cierto. Numerosos estudios y encuestas revelan que la gente tiende a sobrestimar los riesgos asociados al cigarrillo. En una encuesta llevada a cabo por el profesor de Harvard W. Kip Viscusi, el público estimó que el riesgo de contraer cáncer de pulmón para un fumador es de entre 18 y 36%, cuando el verdadero riesgo se estima entre 6 y 13%. En una segunda encuesta, se preguntó cuál era la expectativa de vida de un fumador de 21 años. Mientras que el promedio de esperanza de vida perdida por un fumador es de entre 3,6 y 7,2 años, los encuestados respondieron en promedio que un fumador vive 11,5 años menos.

Dejar de fumar es difícil, pero no imposible. Tanta gente ha dejado de fumar como la cantidad de gente que sigue fumando, y un 95% de ex fumadores lo han hecho sin tratamiento formal. Además, los que siguen fumando lo hacen a pesar de la existencia de parches y goma de mascar para fumadores. La respuesta es simple: los fumadores disfrutan del hecho de fumar, y, en las palabras de Jacob Sullum, "están dispuestos a intercambiar placer por riesgo", algo que todos nosotros hacemos en mayor o menor medida cuando realizamos otras actividades.

RESTRICCIONES E IMPUESTOS A LOS CIGARRILLOS. Las restricciones e impuestos aplicados al consumo de tabaco no solamente están basadas en mitos, sino que además imponen importantes costos que no son tomados en cuenta.
Los fumadores deben soportar una fuerte carga impositiva, en parte directa, en forma de impuestos, y en parte indirecta, a través de las compensaciones que deberán pagar las compañías tabacaleras como consecuencia de las litigaciones, y que en última instancia se reflejarán en el precio del producto, carga que como ya hemos visto no se puede justificar en el costo que imponen los fumadores sobre el resto de la sociedad. Y no solamente eso, los impuestos al tabaco son altamente regresivos. La mitad de los impuestos al tabaco son pagados, en los Estados Unidos, por gente cuyo ingreso anual es menor que U$S 30.000, y solo 1% es pagado por fumadores que ganan más de 100.000 al año. Los impuestos al cigarrillo constituyen una transferencia de riqueza de fumadores pobres a no fumadores más pudientes.
Y si hay un costo que nunca se toma en cuenta en el debate acerca del tabaco, es el que sufren los fumadores en materia de bienestar. W. Kip Viscusi estima que, por ejemplo, si se imponen las restricciones propuestas por la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA, Occupational Safety and Health Administration), que implicarían limitar el consumo de cigarrillos en el lugar de trabajo a cuartos especiales, los fumadores perderían 19 mil millones de dólares anuales, estimados como pérdida de excedente del consumidor. Tampoco se toma en cuenta la pérdida de productividad y tiempo asociada al hecho de que los fumadores no puedan fumar mientras trabajan y tengan que ir a un lugar especial.

HUMO Y DERECHOS DE PROPIEDAD EN UNA SOCIEDAD CAPITALISTA .

El humo de cigarrillo es un típico caso de lo que los economistas denominan una "externalidad negativa". La pregunta a hacerse no es si debiese haber o no restricciones, sino quién las va a imponer. No hay razón alguna ni evidencia como para pensar que el mercado no responda a este hecho. Tomemos por ejemplo el caso de restaurantes: Si al cliente le molesta el humo de cigarrillo, puede ir a otro restaurante o comer en su casa. A su vez, el dueño del restaurante puede decidir qué reglas establecer al respecto. Si descubre que pierde clientes por permitir a los fumadores practicar su hábito, puede establecer zonas para fumadores y no fumadores, o directamente prohibir fumar en el establecimiento. Lo mismo se aplica a otros negocios, como por ejemplo las líneas aéreas. Antes de 1973, cuando se obligó a las líneas aéreas tener sección fumadores y no fumadores, la mitad de las mismas ya había aplicado este criterio. Así mismo, la línea aérea norteamericana Northwest ya había prohibido fumar en todos sus vuelos antes de que esto le sea requerido por ley. Lo mismo se aplica al lugar de trabajo. Ya en 1991, 85% de las empresas norteamericanas tenían algún tipo de política con respecto al consumo de cigarrillo, siendo el 34% de ellas prohibiciones completas. Y el argumento del fallo de mercado no se puede utilizar en este caso: Dada la sobrestimación del riesgo por parte del público, el mercado incluso sobrereaccionaría en la cantidad de restricciones.
Detrás de las restricciones impuestas sobre establecimientos comerciales se encuentra una malinterpretación del concepto de "espacio público".

Así los explica Jacob Sullum en "For Your Own Good": "La doctrina de los 'derechos de los no fumadores' sostiene que aquellas personas a las que no les agrada el fumar tienen derecho a un 'ambiente libre de humo' donde quieran que vayan. Esta doctrina borra la distinción entre un espacio que es 'público' porque es poseído conjuntamente por todos aquellos que pagaron impuestos para su construcción, y un lugar que es 'público' porque el dueño decide dejar entrar a cualquiera que entre desde la calle, como un negocio o un restaurante. El primer tipo de espacio público es manejado por el gobierno en representación de los contribuyentes, y parece perfectamente razonable que el gobierno restrinja el consumo de cigarrillos en tales lugares, tomado en cuenta los intereses tanto de los fumadores como de los no fumadores. El segundo tipo de espacio público es manejado por empresarios por su propia cuenta, y cuanto mejores sean en satisfacer las necesidades de sus clientes, más éxito tendrán. En un sistema basado en la propiedad privada, la libertad de contratar, y la libertad de asociación, la política sobre el consumo de cigarrillos es uno de los tantos factores que la gente toma en cuenta a la hora de decidir donde comprar, cenar, o trabajar."
Como ante toda regulación, lo que está en juego son los derechos y libertades de la gente de vivir su vida en la manera en que deseen, siempre y cuando no violen derechos ajenos. Toda la discusión se reduce a los derechos de propiedad. Sheldon Richman señaló este punto en la conferencia que realizó durante el seminario "Do Smokers have Rights? The Science and Politics of Tobacco", organizado por el CATO Institute: "Toda violación de una libertad civil viola el derecho de alguien de hacer uso y disponer de su propiedad, comenzando con la propiedad más básica: uno mismo, su propia persona, su propio cuerpo... Las libertades civiles son derechos de propiedad. Las regulaciones al consumo de tabaco impuestas por el gobierno violan, por su naturaleza, libertades civiles y derechos de propiedad. Todas estas regulaciones dictaminan lo que la gente puede hacer en su propiedad."
No solamente se violan derechos de propiedad. El derecho a contratar y asociarse libremente también está en juego. En este caso, existen dos caras. Por un lado, se viola el derecho a contratar al prohibir acuerdos voluntarios entre un negocio y sus clientes. Así, por ejemplo, el gobierno no autorizaría a una línea aérea establecer vuelos para fumadores. Pero por otro lado, si un empleador decide no contratar a un fumador, sería acusado de "discriminación", pudiendo iniciársele una acción legal.

CONCLUSION. Lo que está en juego en la lucha contra el tabaco es fundamentalmente la libertad. Hoy son los fumadores los que están siendo atacados, mañana serán los consumidores de chocolate, o los practicantes de deportes de riesgo. Para concluir quisiera citar nuevamente a Sheldon Richman: "Que no digamos de acá a unos años, "cuando atacaron a los fumadores, no dije nada porque yo no fumo."¿Cuánto faltará hasta que algo que usted hace sea atacado por el fascismo de la salud?".

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