ADIÓS A LAS ARMAS

Campaña para el control de las armas ligeras

GUÍA DE CAMPAÑA

Cátedra UNESCO sobre Paz y Derechos Humanos

http://www.pangea.org/unescopau

 

¿Cual es el problema?

Desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial, unos 30 millones de personas han perecido en los diferentes conflictos armados que han sucedido en el planeta, 26 millones de los cuales a consecuencia del impacto de armas ligeras. Estas armas, y no los grandes buques o los sofisticados aviones de combate, son por tanto las responsables materiales de cuatro de cada cinco víctimas, que en un 90% también han sido civiles (mujeres y niños en particular). Las armas ligeras, en síntesis, son las que matan a más gente y las que afectan más directamente a la población civil. Este es el resultado de la llamada "desmilitarización de los conflictos", por la que son los civiles, y no los militares, los que mueren en la mayoría de los enfrentamientos armados.

El carácter interno y de enfrentamiento civil de la mayor parte de los conflictos contemporáneos y la crueldad de las cifras comentadas anteriormente, pone también de manifiesto las nefastas consecuencias del comercio de esas armas en el mundo, que a pesar de representar sólo una parte poco significativa del volumen total del comercio mundial de armamentos, sin embargo ha puesto a disposición fácil de una gran cantidad de personas todo tipo de armas, y a bajo coste, para ser usadas en guerras civiles y en conflictos étnicos, o para fines ilícitos y criminales, aumentando la inseguridad de las ciudades y rearmando a toda clase de bandas, grupos paramilitares, mafias, clanes y guerrillas.

¿Qué son las armas ligeras?

Siguiendo la definición establecida por Naciones Unidas a través de su Panel de Expertos Gubernamentales, por armas ligeras se entiende normalmente todo tipo de armas convencionales que puedan ser transportadas por una persona o por un vehículo ligero, pudiéndose dividir a su vez en "armas pequeñas" diseñadas para uso personal (revólveres y pistolas, rifles y carabinas, ametralladoras ligeras, rifles de asalto y ametralladoras de pequeño calibre), y "armas ligeras" diseñadas para el uso de varias personas (ametralladoras pesadas, lanzagranadas, cañones antiaéreos portátiles, cañones anticarro, lanzadores portátiles, misiles contracarro). En las armas ligeras puede incluirse también el material policial y represivo, cuyo comercio se ha mostrado muy activo en los últimos años, y la munición (cartuchos, granadas minas, explosivos, etc.).

¿Cual es la magnitud del problema?

Se calcula que en todo el mundo existe un arsenal de 500 millones de armas de fuego, a las que habría que añadir otros millones de armas a disposición de los cuerpos policiales y de seguridad. Desde que se inventó en 1947, se han producido unos 70 millones de Kalashnikovs (AK-47), el arma ligera por excelencia, utilizada en 78 países y fabricada en 14. Del fusil norteamericano M-16 se han fabricado 8 millones de unidades, siendo producido en siete países; del alemán G-3 hay unas 7 millones de unidades, habiendo sido fabricadas en 18 países; del belga FN-FAL existen entre 5 y 7 millones de unidades, que se producen en 10 países: finalmente, de la pistola israelí Uzi existen unos 10 millones de unidades. En algunos países, como en Estados Unidos, puede que hayan más armas que personas. En Estados Unidos, cada año salen al mercado más de cuatro millones de armas, un millón de las cuales son de importación. Esta situación, y el hecho de que muchas de esas armas son luego utilizadas contra los intereses de quienes las han producido y vendido, en un auténtico efecto "boomerang", ha causado una comprensible alarma a diferentes niveles nacionales e internacionales, y ha motivado que este tema ocupe un lugar importante en la agenda de Naciones Unidas y de los centros de investigación sobre paz y desarme.

¿Qué países producen armas ligeras?
 

En el pasado, gran parte de este arsenal fue suministrado por las dos grandes potencias militares, Estados Unidos y la URSS, ya sea por intereses puramente comerciales o como parte de su estrategia de rearmar a sus aliados. Hoy, sin embargo, el número de países que suministran este tipo de materiales ha aumentado, con lo que se incrementa no sólo el material puesto a disposición de los compradores, sino la dificultad de controlar este tráfico. UNIDIR ha identificado al menos a 300 compañías de 52 países que en 1994 fabricaban armas ligeras. De estos países, 22 eran países del Sur que producían bajo licencia, y 16 de ellos también exportaban. Algunos de los principales productores actuales son: Alemania, Austria, Bélgica, Brasil, Bulgaria, China, Egipto, Estados Unidos, Francia, Israel, Polonia, Reino Unido, Rumania, Rusia, Singapur y Sudáfrica. Estados Unidos es el principal productor y exportador mundial.

Aunque no se conoce exactamente el valor de la producción y comercio de armas pequeñas y ligeras, se ha detectado un aumento considerable de su importe desde el final de la Guerra Fría, y algunos analistas calculan que su exportación puede tener un valor superior a los 6.000 millones de dólares anuales, es decir, una octava parte del valor total del comercio armamentista. Muchas veces, estas armas son vendidas mediante trueque de drogas o materias primas y recursos naturales, tanto entre intercambios gubernamentales como desde el mercado negro.

En este negocio es especialmente preocupante la dimensión que ha adquirido la producción y comercio de munición, un elemento fundamental e imprescindible para que las armas ligeras puedan funcionar. Estados Unidos es también el principal productor, aunque Rusia y los países del Este europeo se están mostrando muy activos en los últimos años. La industria europea produce el doble o el triple de su propia demanda, con un ritmo anual entre 1.000 y 2.000 millones de cartuchos.

¿Cuales son las consecuencias?

Las consecuencias de esta proliferación de armas ligeras son numerosas e inciden en los contextos políticos, económicos, sociales y culturales de los países afectados. Algunas de estas consecuencias son las siguientes:

Las guerras de hoy día son mayormente civiles, y civiles son también sus víctimas. El uso de armas ligeras está pues estrechamente vinculado al carácter interno de los conflictos actuales. Entre 1990 y 1995 han muerto 3'2 millones de personas en estos enfrentamientos armados. La proliferación de armas ligeras automáticas ha multiplicado los puntos de violencia del planeta, ha facilitado esa tremenda letalidad de los conflictos, los ha alargado en el tiempo y los ha hecho más difíciles de tratar. El impacto humanitario es, por tanto, evidente. Está demostrado que muchos conflictos se alargan cuando los combatientes disponen de munición abundante y sin interrupción.

Cuando en una guerra se acumulan centenares de miles o millones de armas, la paz queda luego hipotecada por dicho arsenal, que en parte es luego desviado y aprovechado por grupos terroristas, paramilitares, guerrillas, grupos criminales, ciudadanos privados o cuerpos privados de seguridad. Las armas cambian de destinatarios, pero sin disminuir su cantidad. Esta acumulación produce un circuito vicioso de inseguridad y violencia, ya que el aumento de armas en bandas criminales o de delincuentes provoca mayor inseguridad ciudadana, eso comporta mayor número de vigilantes privados (privatización de la seguridad), y un mayor gasto en seguridad.

La proliferación de armas ligeras en manos de civiles incrementa las posibilidades de que en cualquier enfrentamiento humano se haga uso de las armas. Ello explica, por ejemplo, que un joven estadounidense tenga doce veces más posibilidades de morir a tiros que cualquier joven europeo.

Tanto el período de guerra como la posterior inseguridad derivada del uso ilícito e indiscriminado del armamento generan una auténtica cultura de la violencia y un fomento de las posiciones extremistas en las sociedades de muchos países, muy difíciles de combatir si no es a través de medidas estructurales que permitan superar los motivos de fondo de dichas expresiones de violencia. La posesión y el uso de las armas se convierte en el recurso fácil para obtener lo imprescindible cuando no hay perspectivas de lograrlo mediante un trabajo seguro y suficientemente remunerado, o cuando las personas se han acostumbrado a dirimir sus diferencias mediante el uso de las armas.

La facilidad con que pueden venderse y comprarse armas ligeras es uno de los obstáculos de las sociedades que terminan con un conflicto armado y firman acuerdos de paz, puesto que este material queda a disposición de ex-combatientes que suelen encontrar dificultades para reintegrarse en la vida civil, con la consiguiente tentación de retomar las armas para sobrevivir.

¿Qué se está haciendo a nivel internacional?
 

En noviembre de 1995, la Asamblea General de Naciones Unidas pidió también al Secretario General que estableciera un grupo de expertos para que redactaran un informe sobre el tema, estudio que fue presentado en agosto de 1997, y que entre otras cosas recomienda organizar una conferencia internacional para luchar contra el tráfico de armas pequeñas, destruir los arsenales sobrantes y adoptar moratorias regionales. El creciente interés y la experiencia de Naciones Unidas por este tema le llevó a crear, en agosto de 1998, el Coordinating Action on Small Arms (CASA), dentro de su Departamento de Asuntos de Desarme, con el propósito de coordinar las acciones sobre este tema en todas las actuaciones de Naciones Unidas (refugiados, operaciones de paz, niños-soldado, comisiones de control sobre el crimen, etc.).

A nivel europeo, en junio de 1997 los Estados Miembros de la Unión Europea firmaron un Programa para Prevenir y Combatir el Tráfico Ilícito de Armas Convencionales, aunque lo más destacable es la Acción común de 17 de diciembre de 1998, adoptada por el Consejo de la Unión Europea sobre la base del artículo J.3 del Tratado de la Unión Europea, sobre la contribución para combatir la acumulación desestabilizadora y la proliferación de armas ligeras y de pequeño calibre. La acción persigue reducir los stocks existentes hasta los niveles de necesidades legítimas de seguridad, y ayudar a resolver los problemas causados por la acumulación de armas a través de asistencia técnica y financiera. El acuerdo de la UE reconoce que dichas armas complican el restablecimiento de la paz y la rehabilitación de las zonas afectadas por la guerra, por lo que recomienda el establecimiento de medidas preventivas, como el intercambio de información, el establecimiento de registros nacionales y regionales, la limitación de importaciones y el cumplimiento por parte de los países exportadores de los criterios del Código de Conducta, especialmente en aquellos compromisos que obligan a tener en cuenta el respeto de los derechos humanos y el Derecho Internacional Humanitario. Lamentablemente, esta Acción común no considera como armas ligeras o pequeñas a las pistolas y los revólveres, lo que no deja e ser significativo.

Si la acción concertada de los organismos internacionales es importante y constituye un síntoma claro de que el tema ha entrado en la agenda de las prioridades internacionales, es igualmente importante señalar el esfuerzo coordinador surgido desde las organizaciones no gubernamentales, que al fin y al cabo son la garantía de que este tema será tratado con la urgencia y la seriedad necesaria. Desde los inicios de 1997 ha estado funcionando un Comité Preparatorio (PrepCom) de la red internacional de entidades que trabajan este tema. Agrupadas en torno a IANSA, centenares de organizaciones han ido preparando documentos y celebrando reuniones internacionales que han merecido el interés de numerosos gobiernos.

¿Qué son los programas de recolección y destrucción de armas?

Una de las facetas introducidas en los últimos años por parte de las instituciones y organismos interesados en controlar la proliferación de armas ligeras, ha sido la puesta en marcha de programas y proyectos para recolectar todo tipo de armas en manos de civiles, a cambio de entregarles algún tipo de bienes. Han habido experiencias de este tipo en Albania, Angola, Camboya, Guatemala, Honduras, Mali, Panamá, Haití, Nicaragua, El Salvador, Somalia, Mozambique, República Dominicana, Eslovenia y Sudáfrica, con diferentes resultados. En muchos casos han sido experiencias vinculadas a procesos de desarme y desmovilización organizados por Naciones Unidas, cuyo Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz (DPKO) tiene la responsabilidad de recolectar el armamento en dichas operaciones . A escala más pequeña, incluso municipal, también en Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Australia, Brasil y Colombia, han habido proyectos de recompra y destrucción.

¿Porqué insistimos en que hay que ir a las raíces?

Nadie ignora que el uso frecuente e indebido de estas armas no es más que el síntoma y la expresión de otros problemas de fondo, de carácter más estructural. El problema no es sólo el de una oferta y un fácil acceso de armas de procedencia ilícita, sino la existencia de circunstancias sociales y políticas (fragmentación social, exclusión de la juventud, paro, polarización social y política, etc.), que genera una demanda de instrumentos de violencia y confrontación. Detectar, reconocer y actuar sobre estas raíces que generan violencia y facilitan el recurso a las armas será, por tanto, la forma más eficaz de cambiar esta dinámica. Ir a las causas significa actuar para mejorar la debilidad de los sistemas judiciales, terminar con la corrupción de los cuerpos de seguridad, superar la herencia colonial y la manipulación geopolítica realizada durante la Guerra Fría en muchos países, intervenir sobre los mecanismos de explotación económica, mejorar la gobernabilidad democrática, entender los motivos del fracaso en la construcción de muchos Estados, y frenar el descontrol de las compañías privadas de seguridad, entre otras muchas cosas.

En muchos contextos geográficos, la solución del problema de las armas ligeras está vinculada al establecimiento de una agenda de desmilitarización y de una redefinición de las políticas nacionales y regionales de seguridad, en las que habrá que considerar una disminución de los gastos militares, la reintegración efectiva de los ex-combatientes, el control político de las instituciones militares, el control de los flujos de armamento, el combate contra la pobreza, el fomento de la cultura de la paz y la tolerancia, la transparencia de las actividades públicas, etc. Mención especial merecen las medidas encaminadas a mejorar y democratizar las políticas y prácticas policiales y de seguridad, asegurando el control civil de estas instituciones y fortaleciendo el conocimiento y respeto de los derechos humanos entre los funcionarios policiales.

El propósito de reducir la magnitud de este problema y de sentar las bases para una estrategia de solución a largo plazo será, sin duda, una tarea esencialmente educativa. La cultura de la violencia que ha primado y glorificado el uso de las armas, es el resultado de la confluencia de diversos factores, sobre los que habrá que establecer correctivos y contrapesos: la mística de la masculinidad creada a partir de la glorificación de la fuerza, la represión de los sentimientos y el desprecio por la empatía, el cuidado y la ternura; la escasa capacidad para valorar el significado de la vida y la pérdida de la misma, la estúpida asociación entre valentía y riesgo de muerte, la identificación entre poder y violencia, etc. Ello nos lleva a pensar que la educación, desde la ejecutada en la escuela hasta la realizada en el ámbito familiar, comunitario o político, es la única herramienta capaz de cambiar el fondo de este problema. Denunciar y desenmascarar el instrumento final, el arma, es claramente necesario, pero resultaría inútil si al mismo tiempo no se ponen en marcha programas pedagógicos y sociales que impulsen un cambio en profundidad de los comportamientos asociales que conforman la cultura de la violencia.

¿Qué se puede hacer para cambiar la situación?

Algunos de estos esfuerzos o líneas de actuación que ya existen o que podrían ponerse en funcionamiento para controlar el problema de las armas ligeras, son las siguientes:

Medidas que limitan la oferta

La transparencia en el conjunto del comercio de armamentos y en la producción de las armas ligeras aparece como el punto básico e inicial para que cualquier otra medida posterior sea viable. La transparencia, por si misma, no implica reducción, pero sí abre posibilidades al control de las armas. Sin transparencia no es posible controlar ni saber si se cumple la legislación existente. Es, por tanto, el paso fundamental. Esta transparencia debería incluir el conocimiento de los circuitos y rutas usadas por los vendedores de armas.

En esta línea, la creación de registros nacionales, regionales e internacionales de exportación de armas y de producción de armas ligeras ayudaría a su control posterior. La experiencia muestra también que es posible y recomendable avanzar en paralelo mediante medidas unilaterales y multilaterales, pues las primeras generan un clima de confianza que facilita la adopción de medidas a nivel regional o internacional.

En los casos en que sea posible, deberían incrementarse los mecanismos de identificación de cada material y de cada pieza, con objeto de facilitar su seguimiento y control.

Una mayor cooperación entre los países productores sobre el control de las exportaciones, armonizando los controles al nivel más alto posible. En Europa, el Arreglo de Wassenaar podría ser uno de los instrumentos adecuados.

Los Estados podrían realizar mayores esfuerzos para cooperara nivel regional e internacional en el control de las armas ligeras y el tráfico ilícito de armamentos, así como para mejorar los mecanismos ya existentes.

De la misma forma, los parlamentos podrían intercambiar experiencias sobre la mejor forma de controlar los aparatos militares y policiales, sus presupuestos y adquisiciones de armas.

Deberían reforzarse los mecanismos para controlar y restringir las transferencias de tecnología armamentista y la producción de armas bajo licencia, especialmente en los países en conflicto o con serios problemas de derechos humanos.

Es necesario conocer y controlar la producción y exportación de la munición, puesto que de su circulación depende que puedan usarse las armas. Además, las rutas de venta de armamento son las mismas que las de la munición.

La ampliación de la OTAN, con la consiguiente demanda de modernización de los potenciales militares de los países que se han integrado a la Alianza, así como los acuerdos de desarme de armas convencionales en Europa, han originado todo un potencial sobrante (surplus weapons) que luego es vendido a terceros países. Evitar este efecto cascada y destruir las armas sobrantes es fundamental para evitar el rearme de terceros países. La OTAN, a través del Programa para la Paz, debería asistir a los países de Europa Central y del Este para que intensificaran sus controles sobre compras y ventas de armas.

Como se ha comentado, el conocimiento público de las producciones de armamento ligero ayudaría bastante a localizar el circuito que siguen dichas armas a lo largo de su vida, especialmente si estuvieran señaladas e identificadas desde su salida de fábrica. Una mayor comprensión sobre las consecuencias de este comercio de armas ligeras debería conducir también a una actitud de mayor responsabilidad en los gobiernos de los países productores, con objeto de tomar medidas encaminadas a recortar su producción.

De la misma forma, cualquier arma ligera exportada debería cumplir con los criterios señalados en los Códigos de Conducta que se están promoviendo en Europa y a nivel internacional, especialmente en lo relativo a la situación de derechos humanos de los países compradores, su nivel de militarización, su contexto conflictivo y sus efectos desestabilizadores. El Código de Conducta de la Unión Europea debería extenderse a todos los países de la OSCE.

Los países productores deberían ser especialmente escrupulosos con el estricto cumplimiento de los compromisos ya existentes, como las moratorias regionales, la convención de la OEA, etc., y deberían prestarles asistencia técnica y económica para que las convenciones o acuerdos firmados puedan llevarse a cabo de manera rápida y eficiente.

Impulsar y apoyar acciones legales contra los fabricantes de armas. Como señala un comunicado del Comité Internacional de la Cruz Roja de febrero de 1998, "aunque la responsabilidad primera en cuanto a la aplicación del derecho internacional humanitario incumbe a los usuarios de armas, los Estados y las empresas fabricantes y exportadoras tienen cierta responsabilidad para con la comunidad internacional por el uso que se hace de sus armas y municiones".

Medidas que limitan la demanda

Todos los sectores sociales (entidades ciudadanas, parlamentos, ayuntamientos, ONG, iglesias, gobiernos) han de colaborar en el lanzamiento de campañas de sensibilización y educación que permitan a la gente comprender las consecuencias directas e indirectas de la acumulación y uso de esas armas.

Obviamente, y sin ser una medida definitiva, está claro que los Estados tienen la posibilidad y el deber de establecer legislaciones restrictivas, exigiendo como mínimo a sus ciudadanos la obligatoriedad de contar con una licencia oficial para comprar cualquier arma de fuego.

En países con una larga tradición y libertad en la adquisición de armas de fuego, pueden desarrollarse medidas para restringir el número total de armas que puede comprar una sola persona y limitar o prohibir la compra por parte de particulares de armas especialmente destructivas (semiautomáticas, por ejemplo).

Reforzar los mecanismos de control sobre el uso de armas por parte de firmas privadas de seguridad.

Muchos países productores no controlan en realidad el destino real de las ventas que han autorizado, por lo que será útil establecer mecanismos que permitan verificar la autenticidad de los certificados de último destino y la llegada de los materiales autorizados a donde han sido autorizados.

Hay propuestas de moratorias regionales, que son iniciativas de los propios países afectados, y que por este motivo tienen un importante valor político y simbólico. El gobierno de Malí es pionero en este sentido, y varios países africanos de la costa occidental han aprobado una medida de este tipo.

En esta misma dirección, sería conveniente reforzar la capacidad de control de los flujos de armas en aquellos estados que han firmado acuerdos de moratorias regionales, y no disponen de medios económicos y técnicos para llevar a cabo este compromiso

Hay instrumentos jurídicos, como la Convención de la OEA, que sólo serán efectivos si cuentan con el apoyo económico y técnico exterior para cumplirlos y extenderlos.

Para evitar el desvío o exportación del armamento sobrante en procesos de desarme y reducción de fuerzas armadas, muchos de estos materiales pueden destruirse en el propio país, con la ayuda económica de terceros, o incluso pueden ser comprados por otros para luego destruirlos. Esto es particularmente urgente y oportuno en los países que salen de un conflicto armado y realizan un proceso de desmovilización.

Deslegitimar e impedir el reclutamiento de niños-soldados es una forma indirecta de luchar contra las armas ligeras. Más de 250.000 menores sirven en los ejércitos o en grupos armados irregulares, lo que ha motivado el lanzamiento de una campaña internacional para introducir un Protocolo opcional a la Convención de los Derechos del Niño, de manera que la edad mínima para el reclutamiento pase de 15 a 18 años.

La experiencia en operaciones de mantenimiento de la paz y de desmovilización de ex-combatientes nos muestra que estas operaciones son exitosas si se pueden prever con anticipación, se cuenta con apoyo económico para la reintegración de los ex-combatientes a la vida social y productiva, y se considera el desarme como un elemento fundamental de las operaciones de paz.

Existen experiencias positivas, a nivel estatal o local, de "recompra" o "recuperación mediante compra" de armas (gun buy-back programs), por las que se incentiva a las personas poseedoras de armas a entregarlas voluntariamente a una autoridad, en ocasiones Naciones Unidas, a cambio de bienes materiales, vales de compra o programas de formación y empleo. Tanto los gobiernos como las ONG deberían apoyar activamente estas iniciativas.

Paradójicamente, los estados fabricantes de armas ligeras, europeos en su mayoría, son también quienes conceden ayuda para el desarrollo o para la reconstrucción de sociedades que salen de un conflicto.

La eficacia de esta ayuda, sin embargo, queda disminuida o incluso impedida por la proliferación de armas ligeras que han vendido anteriormente y por el clima de inseguridad creado por dicho armamento. Es por este motivo que ha surgido el principio de "la seguridad primero" en las estrategias más recientes de cooperación al desarrollo, dando a entender que no es posible lograr un desarrollo sostenible si previamente no se consigue un ambiente de seguridad, tal como han mostrado algunas experiencias positivas, como en Mali, donde la rápida desmovilización y desarme de los combatientes ha sido un factor clave para establecer una estrategia de desarrollo a largo plazo.

¿Qué organizaciones impulsan la campaña en España?

Desde 1995, cuatro ONG’s españolas (Amnistía, Greenpeace, Intermón y Médicos Sin Fronteras) están llevando a cabo una campaña conjunta para conseguir la transparencia y el control del comercio de armas. Estas organizaciones han decidido continuar dicho trabajo centrando sus objetivos en las armas ligeras a través de la campaña "Adiós a las armas", y coordinándose a nivel internacional con la red IANSA que agrupa a centenares de otras organizaciones.

Esta campaña se realiza con la participación de otras organizaciones de derechos humanos, paz, cooperación y solidaridad, agrupadas en una Plataforma formada por el Centro de Investigación para la Paz, la Coordinadora de ONG españolas para el Desarrollo, Cruz Roja Española, Educación Sin Fronteras, España con ACNUR, Federació Catalana d’ONG per la Pau, Fundació per la Pau, Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada, Justicia i Pau, Manos Unidas, Seminario de Investigación para la Paz, UNESCO Etxea y el Comité Español de UNICEF, la colaboración de algunos ayuntamientos (Sabadell y Granollers), y el apoyo técnico de la Cátedra UNESCO sobre Paz y Derechos Humanos de la UAB.

¿España fabrica y exporta armas ligeras?
 

Aunque se trata de un sector que en los últimos años ha entrado en crisis y ha disminuido su producción, España tiene una tradición de producir armas cortas y munición, que en buena parte se destina al mercado de la exportación. En el período 1992-1998, España ha exportado productos de este tipo por un valor anual medio de 11.000 millones de Pta. Se han vendido importantes cantidades de pistolas a Estados Unidos, Argentina, Turquía, Angola, Venezuela, Bulgaria, Polonia, Djibouti, Filipinas e Indonesia, y abundante munición a Arabia, India, Emiratos, Turquía, Portugal, Ghana, Japón, Argentina, Chile, Chipre, Paraguay, Rumania, Perú, Malasia y Ecuador. Algunos de estos países están o han estado en conflicto, tienen niveles importantes de militarización o no respetan los derechos humanos, por lo que la venta de armas ligeras y munición tiene un impacto negativo claro e inmediato.

¿Cuales son los objetivos de la campaña española?

El propósito de la campaña es lograr los siguientes objetivos:

Transparencia

 

Control

Recompra