Con
ser Junin una población de mayor enjundia que General Viamonte, compartia
con esta un provincialismo tributario de la capital federal. Ambos eran apenas
dos minusculos puntos perdidos en la carta geografica argentina, identicos
a otros burgos semejantes, huérfanos de prosapia histórica y
de singularidad identificatoria.
Eva
se percato muy temprano de la morosidad de Junin para colmar las inquietudes
artisticas que sentia bullir en si. "Me figuraba que las grandes ciudades
eran lugares maravillosos donde no se daba otra cosa que la riqueza; y todo
lo que oia yo decir a la gente confirmaba esa creencia mia. Hasta me parecia
entender, de lo que decian, que incluso las personas eran alli mas personas
que las de mi pueblo".
Desde
entonces la invadio una desazon obsesiva por emanciparse de la autoridad materna
y de la rutina languideciente que arrastraba en Junin, para ir a conquistar
fama y fortuna en Buenos Aires, meca consagratoria de las audacias.
Que
Eva, chicuela de quince años que cursaba aun la escuela primaria, intentara
manumitirse fue impertinencia que, en un principio, Juana y la familia desestimaron
con aprensiva zozobra. Sin dinero y sin amigos ¿quien protegeria a
la pequeña en la urbe gigantesca? El proposito fue tildado de insensato
y Juana -que sabia de estas cosas- se opuso rotundamente, dramatizando los
riesgos inherentes a extravagancia semejante.
Durante
varios meses, el viaje de Eva fue materia de discusion entre las Duarte. No
ha quedado esclarecido si Eva logro persuadir su madre o si, fracasadas sus
instancias, se fugo del hogar. En un libro publicado casi cuarenta años
mas tarde, Erminda dara a entender que Juana acabo cediendo y que inclusive
acompaño a su hija hasta Buenos Aires. Eva hablara de "haberse
escapado de la casa", sin que estas palabras deban ser interpretadas
en sentido liberal.
En uno u otro albur, la vicisitud reviste menguada trascendencia; lo ponderable
radica en que, al emprender este viaje desahuciado, Eva revelo que entereza
y brio impulsivo eran de su patrimonio.
Para
medir el alcance de su decision, cabe recordar que en esos años, la
mujer argentina languidecia, prisionera de anacronicos prejuicios sociales
que estigmatizaban el trabajo femenino en general, y como una virtualidad
obscena la profesion de actriz, para muchos simple mascara de libertinaje.
Contadas eran las figuras femeninas que lograban sustraerse de tan arbitraria
reputacion. Condicionada por el ocio y la frivolidad cuando entroncada a las
clases pudientes; encadenada a grises tareas domesticas y prolifica maternidad
cuando perteneciente a estratos populares, la mujer estaba excluida de actividades
hoy en dia dignificadas y en aquel entonces casi degradantes.
Quiza
la juventud y su candor de niña provinciana le impidieron prever los
riesgos que la asediarian fuera de su hogar; es tambien posible que ellos
operaran como un acicate irresistible.
Lo
cierto es que el 3 de enero de 1935, Eva Duarte tomo el tren de Junin a Buenos
Aires. llevaba consigo una desvencijada maleta de carton, cien pesos en el
bolso y la direccion de una persona amiga de su familia.
Este
trayecto de cuatro horas alteraria su destino y el de millones de sus compatriotas.
Jornada de no retorno, fasta y fatidica a la vez, por un singular enlazarse
de circunstancias la conduciria a la fama y a la muerte, a tiempo de señalar
la apertura de un dramático capitulo en la historia del pueblo argentino.
Porque
ese dia, Eva Duarte -aun no cumplidos sus dieciseis años- ignoraba
que habia ya consumido la mitad de su existencia
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