Las formas del tirano
Cesáreo Jarabo
Que
el tirano tiene sus formas es de sobra conocido; que el tirano hace lo que le
da la gana, cuando le da la gana y porque le da la gana, es lo normal.
El tirano, además, confunde lo
que quiere y cuando quiere. El tirano miente, tergiversa, oculta, viola,
traiciona... Es felón y se esfuerza por presentar lo verdadero como falso y lo
falso como verdadero.
Por eso, el tirano impone leyes
genocidas, como la del aborto o la de la eutanasia; entupidas, como la de
igualar a los monos con las personas, o de incultura y perversión, como la de «memoria
histérica».
Nada de lo que hace el tirano es
humanamente aceptable. Por eso, y pretendiendo dar muestras de la inteligencia
que no tiene, cae una vez más en la absoluta estupidez, lugar que resultaría
impropio sin su presencia.
Así, si el tirano escucha que
alguien, en una manifestación contra el terrorismo y contra el mismo tirano,
grita que si los terroristas quieren asesinar a alguien que asesinen a su
mentor, al mismo tirano, proclama (lógicamente desde la estupidez que nunca le
abandona), que quienes tal hacen, están efectuando un acto de enaltecimiento
del terrorismo, sin caer en la cuenta que sólo el, con su declaración, está
efectuando un nuevo acto de enaltecimiento de la estupidez.
Y es que, a la postre, y como
viene siendo histórico, es el tirano, quien de una y otra forma, legislando
desde el poder o pactando desde la sombra; en cualquier caso, siempre, colabora
con el terrorismo. Siempre lo han hecho; no es nada nuevo. Y francamente, no
está nada mal que el pueblo, como primera reacción, pida que los actos que los
terroristas hacen, se produzcan sobre sus mismos mentores.
El paso siguiente es la rebelión
contra el tirano, que como nos recuerda San Agustín es justa, y sólo permanece
sin rebelarse el cobarde.
© 2007 Agencia FARO
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