El
pensamiento estratégico y la capacidad para interpretar el contexto son
dos habilidades individuales diferenciadoras del líder de nuestro tiempo.
Por Juan Carlos Pérez Herra Decano, Facultad de
Ciencias Económicas
Universidad Latina de Costa Rica
Juaperhe@ns.ulatina.ac.cr
La
extensa bibliografía sobre liderazgo destaca las principales
características que definen al líder, los diferentes tipos de liderazgo y
las posibles estrategias para implantarlo de manera eficaz en las
organizaciones. Sin embargo, a pesar de una mayor comprensión de este
fenómeno, continuamos cuestionando las bases mismas del liderazgo
contemporáneo con base en la especificidad de nuestra época. De allí la
necesidad de actualizar el concepto, rescatando dos habilidades
individuales altamente diferenciadoras de nuestro tiempo: el pensamiento
estratégico y la capacidad para interpretar el contexto.
Países y organizaciones son escenarios frecuentes de una historia que se
ha repetido a través del tiempo y cuyo nombre común es: crisis por falta
de liderazgo. Pero, ¿qué explica este aparente vacío de hombres y mujeres
capaces de conducir al resto de los creyentes por el camino del éxito o,
al menos, por la senda más segura? Los libros acerca del tema están
plagados de respuestas para todos los gustos, pero su principal carencia
gira en torno a dos aspectos: la falta de pensamiento estratégico y la
capacidad para interpretar el contexto. De allí la necesidad de estudiar
estos dos conceptos.
El pensamiento estratégico y el planeamiento estratégico no son lo mismo,
ya que el primero se refiere a un proceso mental característico de ciertos
individuos y el segundo, a un proceso estructurado aplicable a
organizaciones con el fin de mejorar en forma metódica y controlada su
desempeño futuro. De Kluyver (2000) lo define como, “un proceso utilizado
por los líderes de la organización para crear un boceto conciso y claro de
la visión. Planeamiento estratégico es un proceso para desarrollar,
analizar, comunicar e implementar la estrategia seleccionada”.
Desde el punto de vista de la estructura de las organizaciones, el
liderazgo formal tiende a localizarse tradicionalmente en la alta
dirección (Chiavenato, 1999) y el pensamiento estratégico es, en nuestro
criterio, un ingrediente fundamental de este. Así, la psicología positiva
lo define como una habilidad o aptitud natural, un talento o patrón
recurrente de pensamiento o comportamiento que se puede aplicar
productivamente.
Pensamiento estratégico se entiende como una habilidad
natural de individuos que se ubican comúnmente en el estrato superior de
las organizaciones y sociedades, capaces de inspirar una visión y
plantearse un curso de acción para hacerla realidad, a partir de un
proceso mental que involucra el manejo de una gran cantidad de variables
que afectan el accionar de la organización, estableciendo opciones y
resultados posibles en virtud de la construcción de escenarios mentales,
los cuales son inferidos de patrones identificados en el aparente caos de
los hechos. (Ver
recuadro N°1)
Liderazgo y contexto
El “contexto” adquiere una dimensión crucial en el presente, ya que
refuerza el pensamiento estratégico mediante una comprensión de los hechos
en retrospectiva. El conocimiento detallado de la secuencia original y
razones que explican el presente y un entendimiento de lo que podría pasar
si no se actúa en forma precisa y acertada, resulta fundamental para el
liderazgo del siglo XXI. De lo contrario, se pierde la perspectiva de las
cosas, incurriendo en graves errores producto de una actitud mesiánica, al
pensar que la historia se escribe a partir de nuestra llegada, generando
malestar con aquellos responsables de las decisiones del pasado, cuyas
razones son importantes conocer con el fin de ponderar nuestro juicio y
acciones. Una definición con base en los estudios de Buckinghan y Clifton,
describe “el talento contexto” de la siguiente forma:
"Usted mira el pasado, para comprender el presente y predecir el futuro.
Desea saber el origen de todo. Para ello, lee libros de historia,
biografías y formula preguntas entre sus amistades para conocer su pasado.
Usted recurre al pasado porque es ahí donde están las respuestas. Desde su
perspectiva, el presente le resulta inestable y confuso por tantas
opiniones disonantes. El presente recobra su estabilidad, únicamente
remontándose a una época anterior, en la cual se trazaron los primeros
planos" (pág. 116).
El proceso de mirar hacia atrás explica de alguna forma
cómo evolucionan los hechos, anticipando mediante la inferencia,
estructuras de comportamiento, facilitando la construcción de una visión
plausible, mejorando la comunicación con los seguidores al dar respuestas
válidas con base en hechos reales. De allí que sea fundamental para un
líder, poder interpretar el contexto de manera adecuada, convirtiéndose en
otra herramienta para la toma de decisiones y guiar a su grupo hacia una
meta trazada con anterioridad. (Ver
recuadro N°2)
Conclusión
El presente surgió de las acciones de hombres y mujeres que construyeron
buenas o malas visiones de su futuro, punto de partida para el análisis de
los líderes que aspiran a un mayor grado de coherencia en su mensaje y
proyectos. Así que, a los elementos que tradicionalmente los estudiosos
identifican como característicos del buen liderazgo, debemos sumar
pensamiento estratégico y habilidad para analizar el contexto en esta fase
de nuestra historia. Ambos son talentos necesarios e indispensables en los
líderes de nuestro tiempo, de lo contrario quedarán condenados a ser presa
fácil del torbellino con que nos atropella el siglo XXI, generando la
consabida falta de liderazgo propia de las épocas de cambio.
Según Bolman y Deal (1995), la palabra
“líder” tiene más de mil años de existencia y su raíz anglosajona
laedare ha sufrido pocos cambios, ya que en el inglés antiguo
significaba conducir a los viajeros por el camino.
En términos generales, para Bolman y Deal: “Los líderes son una
posible ayuda. Ellos nos hacen sentir más seguros y contribuyen a
mitigar el temor. Nos ayudan a encontrar versiones más atractivas y
plausibles sobre lo que debemos pensar, sentir y hacer. Nos ayudan a
ver posibilidades y a descubrir recursos. En ello radica tanto el
poder como el riesgo del liderazgo” (pág. 396).
El liderazgo involucra grandes riesgos a la hora de la selección, ya
que en la mayoría de los casos no se trata de un proceso racional,
sino de una decisión emocional, instintiva, orientada por la búsqueda
de certeza y seguridad en la senda por seguir.
Pero, ¿cómo reconocer al líder verdadero? La definición más común de
liderazgo se refiere a la habilidad para lograr que otros hagan lo que
uno quiere. Otra definición resalta la capacidad de los líderes para
motivar a la gente y en este plano lo más importante es valorar la
calidad y coherencia de los argumentos.
Una tercera afirma que el líder es un facilitador, ayudando a sus
seguidores a encontrar por sí mismos el camino, de tal forma que su
papel central consiste, “no en conseguir lo que él quiere, sino en
potenciar, facultar y capacitar a la gente para que haga lo que ella
quiere” (Bolman y Deal, pág. 397). Este criterio elimina la idea de
que los líderes actúan y los seguidores reaccionan, pero hace muy
vulnerable a los primeros al quedar expuestos a la dirección en que
sople el viento por falta de una propuesta que oriente la energía del
grupo.
La cuarta posición, que ha adquirido gran relevancia y que es común en
los diferentes estudios, establece que los líderes nos proveen de una
visión capaz de generar una imagen sensata y atractiva del futuro. En
este aspecto, los trabajos de Kotter (2000) se han orientado a
establecer una clara diferencia entre administración y liderazgo:
La administración es un conjunto de procesos que pueden hacer que un
sistema complicado de personas y tecnología funcione sin problemas.
Los aspectos más importantes de la administración incluyen planear,
presupuestar, organizar, proveer personal, controlar y resolver
problemas. El liderazgo es un conjunto de procesos que dan lugar a
organizaciones en primer lugar, o que las adapta a circunstancias
significativamente cambiantes. El liderazgo define cómo debería ser el
futuro, alineando a la gente con esa visión y los inspira para hacerla
realidad a pesar de los obstáculos (pág. 28).
Esta apreciación nos remite a la capacidad de estos individuos para
orientar a un grupo de personas en circunstancias de incertidumbre
mediante una visión factible, alcanzable en un plazo determinado y
cuyo desarrollo constituye tanto un ejercicio del intelecto como del
corazón. La visión es una imagen del futuro, con un cambio
crecientemente favorable tanto individual como colectivo con respecto
del presente:
Los líderes piensan a más largo plazo; miran más allá de su unidad de
trabajo o departamento, hacia un mundo más amplio; se ponen en
contacto con personas más allá de su ambiente inmediato e influyen en
ellas; enfatizan la visión y la renovación y poseen la habilidad
política para enfrentarse a los requerimientos desafiantes de
múltiples grupos de seguidores (Bolman y Deal, pág. 400).
Otras características que normalmente se enumeran en los diferentes
estudios son: la habilidad del líder para comunicar con eficacia la
visión, utilizando a menudo símbolos; la preocupación permanente por
el trabajo en su organización, considerando que no hay nada más
importante que hacer bien las cosas; la habilidad para inspirar
confianza, estableciendo relaciones con los demás y, la honestidad
como el rasgo que más se admira.
La imposibilidad de encontrar liderazgos estables y menos efímeros,
radica en que nuestros referentes son propios del pasado y cada estado
de la evolución de la sociedad y de las organizaciones requiere un
estilo propio de liderazgo. En este orden de ideas, durante el siglo
XXI debemos sumar a los conceptos tradicionales, el pensamiento
estratégico y la capacidad para interpretar el contexto por parte del
líder.
Algunos trabajos que han tratado de
integrar el estudio del liderazgo con el entorno profundizan en los
elementos distintivos de nuestra época, enfatizando que la sociedad
actual, por sus características y por la dinámica de cambio continuo
que la define y distingue, demanda un liderazgo significativamente
distinto, con “una mayor conciencia ética y corresponsabilidad con el
medio ambiente y las comunidades con las que interactúan” (Siliceo,
Casares y González, 2000; pág. 35).
Así, el proceso para dirigir una colectividad requiere hoy de un mayor
conocimiento sobre la dinámica de nuestro mundo, ya que solo a partir
de esto se puede construir y comunicar una visión creíble en una
sociedad con mayores niveles de educación, altamente informada e
interconectada mediante tecnologías que han acortado las distancias,
alterando patrones de comportamiento, ampliando los espacios de
referencia y criterios para la toma de decisiones, aspectos que
podrían estar explicando la llamada crisis de liderazgo propia de
nuestra época.
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1. Para un estudio más detallado de este concepto, recomendamos al lector
nuestro trabajo: Pensamiento Estratégico: conceptos y perspectiva.
En: Actualidad Económica. N° 255-256. Año XVI. 20 de diciembre del
2001. Pág. 64-68. Una versión completa se puede encontrar en:
revista.ulatina.ac.cr, N° 136.