ITESM.-Actualmente en el mundo de la competencia descarnada
que nos tocó vivir, uno de los grandes retos que enfrentamos en lo que
se refiere a la fuerza laboral y la manera en que nos organizamos en la
mayoría de las empresas de nuestro país, es el de emigrar hacia una
cultura laboral en la que los resultados del trabajo en equipo sea una
realidad que se pueda medir en un incremento sustancial en la
productividad y en capacidad de innovación y flexibilidad de cualquier
organización. Ya no se piensa en una empresa como un conjunto de
personas, en las cada quien actúa por su cuenta, sino como una sola
unidad compuesta por personas, en la que todas actúan en sintonía para
el logro de los objetivos compartidos.
Sin embargo, considero que un error que se puede estar cometiendo en los
esfuerzos que se hacen en este sentido, es el de soslayar la
participación del líder en este tipo de esfuerzos. Puede parecer
contradictorio hablar de liderazgo, cuando nos referimos al trabajo en
equipo. Sin embargo estoy convencido de que trabajo en equipo no es
sinónimo de ausencia de liderazgo, al contrario, la experiencia nos ha
enseñado que es indispensable contar con , o preparar, un liderazgo muy
fuerte para tener éxito en los esfuerzos de cambio de cultura hacia el
trabajo en equipo, que se pretendan hacer.
¿Que quiero decir con esto? Liderazgo fuerte no implica una tiranía, ni
estoy hablando de regresar al pasado y reciclar los conceptos
Taylorianos, ni que sea condición indispensable que exista una
administración monárquica para que los equipos de trabajo funcionen. Lo
que pretendo comunicar es la necesidad de contar con líderes que
inspiren y que tengan la suficiente fuerza y coraje de lograr el cambio,
sin perder su papel protagónico. Líderes de una nueva generación y con
un perfil no de caudillo, sino de igual que inspire a las personas hacia
los logros de los sueños de cada una de ellas, más que ofrecerles el
sueño al que deben de aspirar. De ahí que mi reflexión inicia haciendo
énfasis en el liderazgo, porque considero que la personalidad siempre
será insustituible y en todo momento deberá de existir una persona (con
mayúsculas) que inicie, encabece, persevere y lleve a buen fin los
esfuerzos de cambio que demanda nuestra llamada era de la globalización.
Ahora bien, considero conveniente hacer las siguientes reflexiones, para
contextualizar mis conceptos. Dentro de mis actividades, he notado la
dificultad que existe para que la gente cambie hacia una actitud de
colaboración mutua. Sin embargo no comparto la idea de que los mexicanos
por cultura, estamos incapacitados para trabajar en equipo. De hecho
históricamente, si consideramos que hace más de diez mil años, cuando el
hombre empezó a generar pequeños grupos y seguía siendo nómada, tuvimos
necesidad de trabajar juntos y que nuestra vida, literalmente,
dependiera de otros. Yo creo que nuestra herencia genética debe de
seguir portando genes que nos deben de facilitar el re aprendizaje de
las habilidades del trabajo en equipo.
No obstante, es muy importante no perder de vista que más del 95% de las
empresas en México son micro, pequeñas y medianas. Por lo que el
esfuerzo encaminado a este cambio de forma de trabajo, en este tipo de
empresas recae casi siempre sólo en una persona. De ahí que mi reflexión
esté enfocada a reforzar el concepto de liderazgo, tan importante en la
transición de esquemas de trabajo, ahora orientados al trabajo en
equipo, que permita la supervivencia de las empresas. En lugar de dejar
a un lado el individualismo y enfocarnos a la masa, que como tal siempre
seré impersonal y por ende etcérea.
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