Por Alberto Bru, Jordi Pedrosa y Txema Prada (Lista GCE)

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Gudari defendiendo una posición en el frente guipuzcoano

Álava, el sueño del Lehendakari

Fruto de esta ciega confianza fue la operación iniciada el 30 de noviembre. Los objetivos no pueden ser más ambiciosos: en combinación con dos columnas santanderinas, cuatro vascas, una de ellas de reserva, debe-rían ocupar Vitoria y Miranda de Ebro.

Columnas mandadas por el teniente coronel Cueto e Irezábal (éste, perteneciente a la reserva) y los comandantes Ibarrola y Aizpuru, Los efectivos eran cuantiosos para aquellos tiempos: 29 batallones, ocho carros, 25 piezas de artillería y cinco compañías de Ingenieros. La dirección suprema, aunque sim-bólica, de la operación la tiene Aguirre; pero su planteamien-to y dirección efectivos corresponde al capitán Ciutat; el man-do directo de las columnas, a Arambarri. Puede leerse en el número correspondiente al 1 de diciembre del diario Euzkadi; “Se inicia la reconquista. Ayer se cumplía el 1.034 aniversario de la gloriosa acción de Padura.”

Pero, desde los primeros momentos, el rodaje de la máquina guerrera acusa defectos que la hacen detenerse ante un pueblecito apenas defendido: Villarreal de Álava, la antigua Legutiano vasca. Allí fracasará sangrientamente la gran esperanza del “Lehendakari” o Presi-dente. El acuerdo inicial entre Ejército Vasco y el capitán Ciutat (que actuaba por delegación del Estado Mayor central duró bien poco y a estas alturas es difícil saber quién tuvo razón en sus recíprocos reproches; si Aguirre acusando a Ciutat de suspender a última hora el ataque directo sobre Vitoria desde las posiciones del Gorbea, o bien Ciutat que asegura que algunas brigadas asturianas quedaron detenidas en Castro-Urdiales porque Aguirre no dio la autorización necesaria.

Camilo Alonso Vega. que mandaba las fuerzas franquistas, recibió tropas de refuerzo y consiguió levantar el asedio una semana después. A partir de entonces el frente quedó inmóvil.

Un nacionalista vasco, Fernando Etxevarría, ha escrito en Euzkadi, patria de los vascos: “Y al fin se desató la tan reclamada ofensiva y los batallones, sin un Estado Mayor medianamente constituido, a base de hombres incapaces, españoles (sic), fueron lanzados desde Ubidea, Otxandiano, Barambio, etc., hacia delante, a zona peligrosa, desierta, que debía estar cubierta de inmediato por batallones de reserva y, sobre todo, de ambulancias y hospitales de campaña, y con aprovisionamientos, comida y munición. Pero nada de esto fue previsto.”

La acción de Villarreal debió producir en los mandos militares y políticos de Euzkadi los efectos de un gigantesco mazazo. Llegó el invierno, con sus nieblas, lluvias y nieves, y el silencio se extendió por el frente; pero todo hacia suponer que aquella era la calma que preludia las tempestades.

Habían, sí, aumentado los efectivos, con los tres nuevos reemplazos llamados, y se ha-bían creado dos centros de for-mación de mandos, para oficia-les y suboficiales, pero no se mejoró por ello, en modo algu-no, la calidad de las unidades. El general Martínez Cabrera, que fue nombrado en marzo Inspector General del Ejército del Norte, informó así sobre la calidad de los batallones: “Carecían de instrucción y los mandos se daban a los jóvenes desconocedores de los deberes castrenses.” Y agrega a continuación: “Estos batallones llegaron a estar bien equipados y atendidos en todos los órdenes menos en el de instruirlos militarmente; eran más bien grupos de hombres fuertes y bien cuidados que batallones en el verdadero sentido militar de esta frase.” Por su parte, el teniente coronel Buzón Llanes, Jefe de la sección de Información en el Cuartel General del Ejército del Norte, escribió en otros informes: “Los mandos, ineptos y faltos de preparación, se pasaban la vida en Bilbao, mientras los comandantes intendentes abandonaban de modo lamentable el cuidado de la tropa...”

Por lo demás, ante la llegada de copiosos lotes de material de guerra, !as obras de fortifi-cación del país progresaron no-tablemente. El ejército vasco fortificó también sus posiciones en una primera línea de defensa que iba desde el sur montaño-so (Orduña) hasta las posiciones costeras ante Ondárroa.

Nido de ametralladoras del "Cinturon de Hierro"

El "Cinturón de Hierro"

Se procedió a la construcción del llamado "Cinturón de Hierro", destinado a la defensa de Bilbao, siguiendo las instrucciones del general Alberto Montaud, cuya eficacia ha sido elogiada por unos y criticada por otros. De todos modos, como concepción militar, respondía a la estrategia de defensiva estática procedente del alto mando francés en la Primera Guerra Mundial, compartida entonces por la mayoría de estados mayores. En su construcción participaron trece arquitectos, doce ingenieros industriales, dos ingenieros de minas, un ingeniero agrónomo, tres aparejadores y dieciséis contratistas, coordinados por el capitán de Ingenieros Alejandro Goicoechea y su ayudante el capitán Pedro Murga.

Se trataba de una obra en la que participaron 14. 000 obreros en un primer momento, quedando paralizada la obra en noviembre y reanudándose poco después aunque esta vez tan sólo contaba con 2.000 obreros para su construcción. Esta fortificación trazaba el siguiente itinerario:

Desde la costa, a 13 kilómetros del Cabo Machichaco pasando por Urdúliz y trazando una curva hasta Galdácano, terminaría en la margen izquierda del Gran Bilbao en los montes de Somorrostro, pasando por pueblos como Oquendo o Ganecogorta. La obra que contaba con numerosos nidos de ametralladoras, líneas de trincheras y alambradas e incluso refugios abiertos en roca viva y muros de hasta 1´10 metros de espesor. La inversión en este proyecto defensivo alcanzó los 30 millones de pesetas de la época.

El general Luis Gámir Ulibarri, futuro jefe del Ejercito de Euzkadi dejó clara su opinión sobre estas fortificaciones: "Bajo el punto de vista táctico, no de construcción, pues en él se había hecho derroche de mano de obra y hormigón, el examen de la obra de fortificación era desconsolador No se había supeditado el trazado, como es elemental, a la obten-ción de buen os observatorios y planes de fuego que hicieran posible las barreras de los combinados de infantería y artille-ría en los tiros de detención; ni efectuado organizaciones en los puntos precisos para evitar espacios desenfilados y ángu-los muertos donde la infantería asaltante pudiera reorganizarse a cubierto; ni en-mascarado las obras, sino trazado una línea grisácea continua, aprovechando la cresta militar nunca la con trapendiente en los sitios que permitiese el enlace en-tre la iniántería y la artillería; perfectamente visible desde los observatorios enemigos, dada la constitución topográfica de Bilbao, de cazoleta dominada por las alturas que le rodean y en algunos puntos, como en el saliente de Larrabezúa, el enemigo, desde el monte Bizcar-gui, dominaba la obra a distancia inferior a 3.000 metros ".

Pero no llegaban los tan ansiados aviones y el caos de los buques de guerra sólo se veía, en parte, contrarrestado por la protección de los navíos ingleses a los convoyes con material y víveres.

Por su parte, los franquistas habían transformado los antiguos tercios del Requeté en unas brigadas navarras “sui generis”, en realidad pequeñas divisiones —según expresión del propio García Valiño—, de gran agilidad maniobrera y adaptadas al combate en montaña y cualquier clase de terreno. Cada brigada navarra constaba de 10 batallones de infantería, dos grupos de Artillería y los correspondientes servicios de Ingenieros, Sanidad, etcétera. Se organizaron cuatro, cada una con algo más de 6.000 hombres. Sus piezas, de 75 y de 105 mm, eran reforzadas, según los casos, en número y calibre, por la Reserva General de Artillería. Esta fuerza, puesta al mando de Solchaga, con el coronel Vigón de Jefe de Estado Mayor, fue la punta de lanza de las ofensivas de Mola, y Dávila después, siempre bajo el techo aéreo de la Legión Cóndor, con la ayuda del CTV italiano como masa de maniobra.

Al correr de los días los malos presentimientos aumentaban. En el mes de febrero se pide al Ministerio de la Guerra en Valencia algo lógico, a falta de Llano de la Encomienda: un general. La preferencia, muy inoportunamente, recae sobra Asensio, uña y carne de Largo Caballero, pero la pérdida de Málaga arrastrará tras de sí la popularidad rápidamente al general elegido.

El 10 de febrero un telegrama cifrado enviado a Valencia desde Bilbao denuncia el cono-cimiento que se tiene de los preparativos que llevan a cabo las fuerzas nacionales con vis-tas a una ofensiva en gran escala. En otro telegrama, éste del día 20, se puntualiza: “Pon-go su conocimiento que sin dar cuenta Gobierno Vasco totalidad aviones caza campos Lamiaco Sondica se han dirigido Astu-rias dejando riqueza industrial Vizcaya indefensión absoluta expuestos a trágica repetición bombardeo septiembre. Pongo en conocimiento vuecencia esta queja por cuanto General Norte Estado Mayor González Peña habíanos prometido no tocar un solo aparato Bilbao.”

El. 27 de febrero tiene lugar un hecho que agrava considera-blemente la situación de Euzkadi: el capitán de Ingenieros Alejandro Goicoechea se pasa a las filas nacionales, llevándose consigo los planos del “Cinturón de Hierro", que ha venido construyendo.

Anteriormente, el comandante José Anglada y el capitán de ingenieros Pablo Murga, fueron detenidos al intentar pasar los planos del cinturón a los rebeldes a través de los cónsules de Austria y Paraguay, siendo fusilados tanto Anglada como los cónsules. Murga murió durante su detención. Se divulgaron los detalles de la construcción, en el bando nacional con la intención de que sus soldados tuvieran la máxima información sobre el asalto que debían realizar.

El 12 de marzo se telegrafía a Prieto, ministro de Marina y Aire; "Necesidad imprescindible urgentísimamente vengan escuadra romper bloqueo proteger armamentos víveres. Ultimo caso envíen cuatro destructores tres submarinos obligándose Gobierno Vasco poner tripulación dispuesta enfrentarse enemigos."

A finales de este mes de marzo las fuerzas de Euzkadi consistían en 43 batallones completos, 11 en organización, una unidad de carros y blinda-dos, un escuadrón, 140 piezas de Artillería aproximadamente y dos Regimientos de Ingenie-ros, aparte de los servicios da Intendencia, Sanidad y Trans-porte. En total, menos de 40.000 hombres.

El frente estaba dividido en Sectores, pero sin verdadera articulación orgánica. Los tres frentes de Guipúzcoa, Álava y Burgos se encontraban bajo los mandos del coronel Vidal, te-niente coronel Aizpuru y co-mandante Irezábal, dependientes todos del comandante Arambarri.

No tiene nada de extraño que Aguirre se encontrase solo entre estas sus fuerzas —de las que seguramente dudaba— y la lejanía del Gobierno Central. En su aislamiento le acom-pañaban varios extranjeros, de los que el más significado era Vladimiro Goriev, del Ejército soviético, en cuyas filas alcan-zaría la categoría de Mariscal. No estaba con él el coronel aviador Jansen, llegado en di-ciembre, pero sí su sustituto, el también coronel Pailovich: el propio Aguirre habla en varias ocasiones de “los rusos”, lo que da a entender la existencia de un equipo.

De los combatientes más destacados de otras nacionalidades quien tuvo más relevan-cia fue, posiblemente, el fran-cés Jaureguy (o Jáuregui), ofi-cial de Ingenieros del Ejército de su país. Poco se sabe refe-rente del alemán Goldmann; algo más del Inglés Steer, el autor de "The tree of Gernika", por quien Aguirre sentía particular devoción. Más adelante el checo “De Pablo”, el alsaciano Putz y el Italiano Nino Nanetti también serán testigos de la hecatombe norteña.. SIGUE

 

1- Los vascos toman posturas en la guerra civil       • 7- Alava, el sueño del Lehendakari
• 2- Un vasco, ministro sin cartera en el gobierno “español”     • 8- Guadalajara: cambia las cosas
• 3- Formación del Gobierno y del Ejército de Euzkadi     9- Del Cinturón al Arenal, pasando por Archanda
• 4- Organización y material de guerra     • 10- La crisis política y militar de Euzkadi
• 5- El problema de la Aviación y la Marina     • 11- La derrota, contactos para la paz y el "Pacto de Santoña"
• 6- Gran exhibición bélica en Bilbao     • 12- Exilio y posguerra