“Te recupero.
Te nazco.
Paro a la que me parió.
Madre de Toda Vida.
Sensual amante eterna.
Sanadora herida.
Diosa de los Mil Nombres.
Susurra tu canción en mi oído.
Eleva mi sangre hacia ti,
como agua salada en la marea.
Tejedora de la tela y la tela
misma.
Porque tú eres la Creadora y la
Creación.
Eres todo lo que no soy yo
y todo lo que reconozco como mío.
Fuera y dentro.
Arriba y abajo.
Luz y sombra.
Te saludo.
Te invoco.
Te llamo.
Y tú me sonríes desde la Luna
Llena”.
No, aunque pudiera parecerlo,
esas mujeres no son fantasmas de un pasado neolítico. Nosotras vivimos
plenamente este nuevo siglo. En mi círculo hay mujeres solteras, casadas,
estudiantes o trabajadoras, sin límite de edad. Sabemos programar nuestros vídeos,
navegar por internet y hacer fotos con el teléfono móvil. En el metro, en el
supermercado o en la calle, apenas es posible distinguirnos del resto de la
gente.
Sin embargo, hay una diferencia,
nosotras hemos decidido reservarnos un espacio salvaje, un tiempo para
desenterrar la sabiduría ancestral y honrar nuestra Feminidad, para
re-conocerla como algo sagrado, hemos decidido vivir a ritmo de Luna.
No somos ni mejores ni peores que
el común de los mortales. Nuestras escobas barren estupendamente la suciedad física
e incluso la espiritual, pero para los viajes debo conformarme con el abono
transporte. Pero sí, soy una bruja. Soy una bruja porque creo que todo lo que
hay sobre la Bendita Madre Tierra está vivo y es sagrado. Soy una bruja porque
re-conozco mi poder para cambiar mi realidad. Soy una bruja porque soy mujer y
estoy orgullosa de que mi cuerpo femenino refleje la Naturaleza en sus montañas,
sus valles y sus cavernas, en su exultante fertilidad.
La brujería fue el único
reducto de poder que el patriarcado dejó a las mujeres durante demasiados
siglos y con ese nombre se conoció en todo Occidente a aquellas que habían
servido a sus comunidades como sacerdotisas, sanadoras, chamanas, profetisas...
durante los pacíficos milenios de adoración a una Gran Diosa Madre. Pero ese
poder podía costar la vida.
Por eso, todavía hoy en día,
cuando ya se han apagado las hogueras, muchas mujeres tenemos miedo de reconocer
nuestro poder y algunas otras deciden usar los violentos métodos que imperan en
nuestro mundo para llegar a lo alto, destruyendo, cuando deberían estar
creando.
Para eso, para crear belleza,
para restaurar la hermosura que le hemos arrebatado a nuestro mundo, otras
mujeres nos levantamos, encendemos una vela, expresamos un deseo de paz o de
abundancia y nos convertimos en brujas.
Si en algo consiste la
Espiritualidad de la Diosa es en eso: en actuar con creatividad frente a la
destrucción, con compasión frente a la violencia, que surge fundamentalmente
del miedo mal digerido...
No sé si es un camino para
todos, pero es el mío. ¡Ah, sí! He dicho todos. Aunque llevo tanta líneas
hablando en femenino, también los hombres son amorosamente admitidos en
nuestros círculos porque todo lo que existe es sagrado y dentro de ellos también
habita la mágica chispa de la Diosa. Pueden crear y cuidar, en lugar de
destruir y pelear. Es sólo que a muchos, como a muchas de nosotras, se les ha
olvidado.
¿Quieres recuperar tu poder? ¿Quieres
ser una bruja? (Bueno, vale, también un brujo) Empieza por mirar al cielo:
¿En qué fase esta la luna? Si
es creciente, es el momento de darle un empujoncito a tus proyectos; si mengua,
aprovecha para deshacerte de todos esos bloqueos que te frenan y, si es llena,
sal a bailar bajo su luz mágica y recibe todas sus bendiciones.
También tienes que prestar
atención a la Rueda del Año: cuando la luz del sol empieza a menguar (como
ahora) es el momento de ir hacia dentro, de trabajar sobre uno mismo; pero
cuando Amaterasu, Aqueua, Grainne, Argia (las diosas-sol de muchas culturas) se
desperezan de nuevo es el momento de volvernos hacia el exterior y hacer todo lo
posible por mejorar la Tierra en que vivimos.
Todo esto se puede hacer a solas,
sin complicarse en absoluto la vida: una vela, una vara de incienso, un deseo
escrito en una caja... Hay cientos de libros de muy diversa calidad que pueden
explicarte esto. Te recomiendo especialmente cualquier cosa de Zsuzsana
Budapest, Vicky Noble o Sandra Román (mi maestra) que caiga en tus manos.
Sin embargo, nada es comparable a
la experiencia de una ceremonia de Luna Llena en grupo. Cada una es
completamente diferente: por las mujeres (sí, y hombres) que participan, por
las intenciones que depositan amorosamente en el regazo de la Diosa, por aquel
de sus Mil Nombres con que decidamos invocarla, por la temperatura, la música,
los colores...
No hace falta ningún requisito
especial para venir a bailar con la Luna. Si tienes ganas de re-conectarte con
los ciclos naturales, si sientes que hay aspectos de tu vida que deben ser
sanados, si deseas encontrar un modo diferente de conectar con la
espiritualidad, ¡bienvenid@! Como tú, cada vez más y más personas se dan
cuenta de que los ingredientes que faltan en su vida son Amor, Magia, Misterio,
Placer, Creatividad... ¡Diosa!
JANA
Si quieres unirte a nosotras para celebrar las lunas llenas, infórmate en: granmadreluna@yahoo.es