GRAU  El peruano del milenio

Reynaldo Moya Espinosa

Carátula

Contenido

Prólogo

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Bibliografía

Biografía de R. Moya E.

 

CAPÍTULO XI:

HONOR Y GLORIA

01.- El “Huáscar” no se rindió

02.- La primera tumba

03.- Después de Angamos

04.- Como recibió Prado la noticia

05.- La colecta para nuevo barco

06.- El infortunio y la gloria

07.- Hombre de honor

08.- La tripulación heroica

09.- La corbeta “Unión” y el 8 de octubre

10.- Como informaron los diarios

11.- Otros reconocimientos y brindis por Grau

12.- El “Huáscar” en poder de Chile

13.- Piérola desconoce méritos de Grau

14.- Viuda de Grau recibe espada de Europa

15.- La muerte del coronel Gómez

16.- Colecta para reemplazar al Huáscar

 

2.- La primera Tumba 

Siendo las 5 de la tarde del mismo día 8 de octubre, el teniente Gárezon, último comandante del “Huáscar” hizo una minuciosa búsqueda en el camarote del  extinto contralmirante Grau. Sobre eso, Gárezon  redactó, once años más tarde, el 4 de setiembre de 1890, un Memorando con ocasión de la repatriación de los restos del contralmirante. El memorando dice: 

Rebuscando los escombros dentro de la torre, encontré confundido con las astillas de madera y pedazos de fierro que allí existían al lado de estribor y como a la altura de un metro, un trozo de pierna blanca y velluda, sólo desde la mitad de la pantorrilla al pie, que estaba calzado con un botín de cuero, por la situación del botín conocí que se trataba de la pierna derecha, eso es todo lo que encontré de 4 a 5 de la tarde. Yo tengo la plena seguridad de que esos restos son del Comandante Grau: primero porque yo había estado sirviendo con él cinco años y lo conocía bastante; segundo porque en la torre de comando no estaba más que él y su ayudante Ferré; el cuerpo de éste se encontró íntegro  luego lo que en ese lugar encontré tenía que ser del contralmirante Grau. 

Estos restos fueron entregados al teniente chileno José A Goñi, quien dispuso que fueran colocados en un depósito con Alcohol y conducidos a bordo del “Blanco Encalada”. 

Algunos han dicho, que parte de los restos del contralmirante bien pudieron haber quedado confundidos entre los restos de tanto tripulante  muerto. Esta versión tiene su base  en dos cartas que los guardia marinas  Manuel Elías Bonnemaison y Carlos Tizón, enviaron a sus familias relatando el combate de Angamos y la muerte de Grau. Coincidiendo ambos, dicen que cuando estalló dentro de la torre donde estaba Grau, la bomba fatal, arrancó una pierna del comandante dejándolo muy mal herido, siendo llevado de urgencia a otra cámara, pero instantes más tarde otra bomba penetró por la popa del barco y en su trayectoria destrozó el cuerpo del contralmirante. Si esto fuera cierto, queda de todos modos la seguridad de que la pierna que identificó Gárezon era de Grau. 

El 9 de octubre, el contralmirante Riveros, designó a Gárezon para bajar los restos de Grau a fin de que fueran sepultados en Mejillones. Sobre este encargo dice Gárezon: Yo envié en esa comisión al inteligente contador  peruano Juan Alfaro, y a su regreso me dio parte de que todos los cadáveres quedaban sepultados y que los restos del contralmirante Grau quedaban en una cajita, identificados con una cruz de madera con letras negras. La caja llevaba esta inscripción:

MIGUEL GRAU

Huáscar 8 de Octubre 1879

En paz descanse

Gárezon no hizo la mención a la mandíbula de Grau con dientes que tenían incrustaciones de oro y que se encontraron incrustados en la madera que enchapaba el camarote. No se refirió tampoco a la espada de Grau y al cuadro de Santa Rosa de Lima, omisión en que también incurrió  el periodista chileno Montt, pero éste sí se refirió a la espada, a la que calificó de elegante. 

Grau era un fiel devoto de Santa Rosa y tenía colgado en la cabecera de su lecho, un cuadro de la santa, pintado al óleo ex-profeso para él. No se sabe como lo adquirió, es decir, si fue un obsequio o lo mandó hacer. La santa  sostenía en su mano derecha no un rosario sino una pequeña ancla, lo que le da una particularidad especial. En la mano izquierda sostenía una corona de laureles y rosas y dentro de ella al Niño Jesús. De su cuello pendía una cadena con una cruz grande y en la cabeza tenía una corona de espinas. Vestía el hábito negro y blanco de la congregación de Santo Domingo. El cuadro estaba manchado con la sangre del contralmirante Grau y después de la acción de Angamos se le habían puesto inscripciones que decían “Monitor Huáscar” y “Octubre 8,  1879”, tenía, además, cinco perforaciones de bala, lo que es una muestra más de lo terrible que fue el combate.  

La espada, no es la valiosa joya que las damas peruanas residentes en Europa, mandaron a confeccionar para Grau y que quedó terminada después de su muerte, por lo cual fue remitida en 1880 a su esposa doña Dolores Cabero de Grau.