2.- La primera Tumba
Siendo las 5 de la tarde del
mismo día 8 de octubre, el teniente Gárezon, último
comandante del “Huáscar” hizo una minuciosa búsqueda en el
camarote del extinto contralmirante Grau. Sobre eso,
Gárezon redactó, once años más tarde, el 4 de setiembre de
1890, un Memorando con ocasión de la repatriación de los
restos del contralmirante. El memorando dice:
Rebuscando los escombros
dentro de la torre, encontré confundido con las astillas de
madera y pedazos de fierro que allí existían al lado de
estribor y como a la altura de un metro, un trozo de pierna
blanca y velluda, sólo desde la mitad de la pantorrilla al
pie, que estaba calzado con un botín de cuero, por la
situación del botín conocí que se trataba de la pierna
derecha, eso es todo lo que encontré de 4 a 5 de la tarde.
Yo tengo la plena seguridad de que esos restos son del
Comandante Grau: primero porque yo había estado sirviendo
con él cinco años y lo conocía bastante; segundo porque en
la torre de comando no estaba más que él y su ayudante
Ferré; el cuerpo de éste se encontró íntegro luego lo que
en ese lugar encontré tenía que ser del contralmirante
Grau.
Estos restos fueron
entregados al teniente chileno José A Goñi, quien dispuso
que fueran colocados en un depósito con Alcohol y conducidos
a bordo del “Blanco Encalada”.
Algunos han dicho, que parte
de los restos del contralmirante bien pudieron haber quedado
confundidos entre los restos de tanto tripulante muerto.
Esta versión tiene su base en dos cartas que los guardia
marinas Manuel Elías Bonnemaison y Carlos Tizón, enviaron a
sus familias relatando el combate de Angamos y la muerte de
Grau. Coincidiendo ambos, dicen que cuando estalló dentro de
la torre donde estaba Grau, la bomba fatal, arrancó una
pierna del comandante dejándolo muy mal herido, siendo
llevado de urgencia a otra cámara, pero instantes más tarde
otra bomba penetró por la popa del barco y en su trayectoria
destrozó el cuerpo del contralmirante. Si esto fuera cierto,
queda de todos modos la seguridad de que la pierna que
identificó Gárezon era de Grau.
El 9 de octubre, el
contralmirante Riveros, designó a Gárezon para bajar los
restos de Grau a fin de que fueran sepultados en Mejillones.
Sobre este encargo dice Gárezon: Yo envié en esa comisión al
inteligente contador peruano Juan Alfaro, y a su regreso me
dio parte de que todos los cadáveres quedaban sepultados y
que los restos del contralmirante Grau quedaban en una
cajita, identificados con una cruz de madera con letras
negras. La caja llevaba esta inscripción:
MIGUEL GRAU
Huáscar 8 de Octubre 1879
En paz descanse
Gárezon no hizo la mención a
la mandíbula de Grau con dientes que tenían incrustaciones
de oro y que se encontraron incrustados en la madera que
enchapaba el camarote. No se refirió tampoco a la espada de
Grau y al cuadro de Santa Rosa de Lima, omisión en que
también incurrió el periodista chileno Montt, pero éste sí
se refirió a la espada, a la que calificó de elegante.
Grau era un fiel devoto de
Santa Rosa y tenía colgado en la cabecera de su lecho, un
cuadro de la santa, pintado al óleo ex-profeso para él. No
se sabe como lo adquirió, es decir, si fue un obsequio o lo
mandó hacer. La santa sostenía en su mano derecha no un
rosario sino una pequeña ancla, lo que le da una
particularidad especial. En la mano izquierda sostenía una
corona de laureles y rosas y dentro de ella al Niño Jesús.
De su cuello pendía una cadena con una cruz grande y en la
cabeza tenía una corona de espinas. Vestía el hábito negro y
blanco de la congregación de Santo Domingo. El cuadro estaba
manchado con la sangre del contralmirante Grau y después de
la acción de Angamos se le habían puesto inscripciones que
decían “Monitor Huáscar” y “Octubre 8, 1879”, tenía,
además, cinco perforaciones de bala, lo que es una muestra
más de lo terrible que fue el combate.
La espada, no es la valiosa
joya que las damas peruanas residentes en Europa, mandaron a
confeccionar para Grau y que quedó terminada después de su
muerte, por lo cual fue remitida en 1880 a su esposa doña
Dolores Cabero de Grau.