Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
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Apéndice 2
GUAINIA: OJOS QUE NO VEN CORAZON QUE NO SIENTE

Realicé la práctica Opción Colombia en Inírida, la capital del departamento del Guainía.  Este municipio es bastante pequeño, más o menos del tamaño de Jamundí.  Su población está compuesta principalmente por colonos provenientes de diferentes partes del país, en proporción aproximada del 60%.  El otro 40% lo integran indígenas de varias etnias que habitan el departamento a nivel rural y de un porcentaje importante de grupos indígenas que han migrado del Vaupés.  La mayoría de las personas no posee un nivel educativo por encima del bachillerato; los profesionales que viven en Inírida han llegado todos a través de Bogotá para trabajar con el gobierno municipal o departamental.  Las únicas vías de comunicación son el río Inírida y las dos aerolíneas, Satena y AeroRepública, que llegan dos o tres veces a la semana.  
El departamento del Guainía está ubicado en el extremo oriental del país, en los límites con Brasil y Venezuela, rodeado por Vichada, Guaviare y Vaupés.  La mayor parte de su territorio es selva y agua.  Sus gobernantes consideran el departamento dentro del corpes de la orinoquia por conveniencia política y económica, pero en el sentido estrictamente geográfico, sólo los ríos Guaviare, Atabapo e Inírida desembocan en el Orinoco.  Los ríos Negro, Isana, Cuyarí y Guainía pertenecen a la amazonia.   Todo el territorio está cruzado por infinidad de caños, que desembocan a su vez en los ríos principales.  
La mayoría de la población la conforman los indígenas (según el DANE son el 98.8 % de la población, pero la cifra real oscila entre el 70 y el 80 %) de las etnias curripaco, puinave, guahibo, sikuani, yeral y otras.  En total son unas 24 culturas, pero los puinave y los curripaco son mayoría, difíciles de cuantificar por la movilidad de la población.  Estas etnias habitan las riberas de los ríos, distribuidos en pequeñas comunidades de no más de 800 habitantes, muy distantes entre sí.  Sólo Inírida, la capital, tiene cerca de 14 mil habitantes, con un porcentaje de población flotante cercano al 25 por ciento.  En el río Inírida predomina la etnia puinave, en el Atabapo y en el Guainía, los curripaco; en el Isana-Cuyarí y en el río Negro estos últimos comparten el territorio con los yeral; y el Guaviare está habitado por distintas etnias, principalmente las provenientes del Vichada y el Vaupés.  

En lo que a mi práctica respecta, apoyé el programa presidencial de la Red de Solidaridad Social.  Mi trabajo consistió en coordinarlas mesas sectoriales de salud, educación, vivienda y empleo, la mesa departamental de solidaridad y en hacer el seguimiento a los proyectos de los siguientes programas:

- Mejoramiento integral de la vivienda urbana y su entorno
- Vivir Mejor (vivienda rural)
- Programa de generación de empleo urbano (PGE)
- Programa de generación de empleo rural (PGE rural)

Al momento de llegar, estas actividades las llevaba a cabo la secretaría de planeación departamental, por encargo del gobernador.  Según el reglamento operativo de la Red, los integrantes de la gerencia colegiada (el gobernador, los alcaldes de los municipios, representantes de la comunidad, de las ONG, de las entidades ejecutoras, las iglesias y otros movimientos civiles) eran los encargados de la gestión de cada programa, pero por lo complicado de hacer una reunión de todas esas personalidades, lo normal era que se delegara en una institución que tuviera una visión general de los problemas del departamento.  En la mayoría de los departamentos del país le correspondió a la delegación del PNR, pero en Guainía ésta no existía.  Sólo hasta el mes de marzo se oficializó el nombramiento del delegado, y nos correspondió, a mi compañera de Opción y a mí, colaborar con la organización de la nueva delegación y hacer las veces de secretaria y mensajero, mientras se nombraban los correspondientes.  
De todas maneras, el trabajo de la Red es un trabajo interdisciplinario, en el que intervienen todas las instituciones estatales, tanto las secretarías departamentales y municipales como los institutos descentralizados (como el ICBF, la Caja Agraria, etc.); con todos ellos tuvimos que ver.  En cada mesa sectorial se sentaban los técnicos de cada institución con representantes de la comunidad (o la comunidad misma), a decidir en qué se utilizaban los recursos en algunos programas y/o cuales eran las comunidades o las personas beneficiadas.  
Por ejemplo, en la mesa sectorial de vivienda se reunían un representante de cada barrio del municipio, representantes de las comunidades de los ríos, un representante de la alcaldía, uno de la secretaría departamental de planeación y mínimo uno de la Red de Solidaridad.  En ocasiones estuvieron presentes representantes de la secretaría de obras públicas, del PNR, la Caja Agraria y del INURBE.  Entre todos decidieron cúal era el barrio con mayor concentración de pobreza en el casco urbano de Inírida y cúal era la micro-región departamental que tuviera más necesidades básicas insatisfechas y no hubiera sido atendido por los programas de vivienda rural de gobiernos anteriores.  
Los recursos que alimentarían los programas provenían de los fondos de cofinanciación, como son: El de solidaridad y emergencia social (FOSES), el de desarrollo rural integrado (DRI), el de infraestructura vial (FIV), el de infraestructura social (FIS), el de infraestructura urbana (FIU) y la financiera de desarrollo territorial (FINDETER), además de los institutos de reforma urbana (INURBE) y bienestar familiar (ICBF) y las secretarías de educación y salud departamentales y municipales.  

Para nosotros fue un obstáculo el llegar a un departamento donde no había delegación PNR.  Las personas encargadas de los programas de la Red en planeación departamental esperaban mucho de nosotros y sabían muy poco.  Esto, unido a la capacitación-relámpago que nos dieron a los estudiantes en Bogotá antes de partir para las regiones, nos generó problemas.  Teníamos que pedir todo prestado: Computadores, papel, máquinas de escribir, teléfono.  Menos mal que en el departamento fueron muy amables con nosotros y no se quejaron de las incomodidades que les causamos.  Casi todas las decisiones teníamos que consultarlas con el nivel central; las comunicaciones telefónicas son difíciles y las congestiones son pan de cada día por la precariedad del equipo que tiene Telecom local.  Tuvimos la suerte de encontrarnos en el aeropuerto con una persona que conocía la región, de no ser así, hubiéramos llegado sin siquiera saber donde quedaba la gobernación.  De todos modos, el departamento nos colaboró con 2 meses de arrendamiento y alimentación.  
Otro obstáculo fue la escasa posibilidad de visitar las comunidades indígenas directamente, por la distancia y el consumo descomunal de gasolina que significan los motores fuera de borda.   Sólo pude estar con las comunidades en tres ocasiones, de dos días cada una.  En el departamento la centralización es muy difícil de evitar, pues hay comunidades a una distancia de 15 días por río y las que están conectadas por aire sólo tienen vuelo cada 15 días, como son las poblaciones de Barrancominas y San Felipe.  
En cuanto a los niveles centrales, las regionales de los institutos "descentralizados" están todas en Bogotá o en Villavicencio, lo que complica mucho las vainas.  Llamar es una necesidad casi constante, la distancia aumenta los costos y lo pequeño del casco urbano del municipio hace que las congestiones telefónicas sean comunes.  Muchas veces los funcionarios no estaban, después de 40 minutos de insistencia (cuando menos), o no querían responder por "estar muy ocupados", lo que tampoco sería de extrañar, pues las regionales son o para toda la orinoquia o para la orinoquia y la amazonia juntas.  

¿A quién benefició mi trabajo? Creo que principalmente a la presidencia de la república y a la delegación de la Red.  Se supone que estaba para beneficio de la comunidad, pero es difícil que la comunidad tome las más importantes decisiones.   Lo normal es que la gente esté acostumbrada a que le hagan todo sin participar, o que sea otro el que sepa cómo es que se hacen las cosas.  Los funcionarios no están acostumbrados a que la gente participe, si alguien les pregunta responden lo poco que saben y lo ponen a dar vueltas o a hacer cola para hablar con el gobernador o el alcalde.  Sólo unos pocos funcionarios manejan la totalidad de los problemas.  En un departamento pobre como el Guainía no hay una oficina de información al público, cuando lo que se necesitaría serían más de cuatro.  
El secretario de gobierno departamental y el secretario municipal de planeación (ambos encargados de su entidad local por ausencia del titular) me dijeron casi al unísono en una reunión, que "no se podía ser tan democráticos" al pedirles que respaldaran la participación comunitaria.  El coordinador departamental de corregidores me citó informalmente un refrán de la región: "Ni el mañoco es comida ni el indio es gente".  El Mañoco es la base de la alimentación indígena y consiste en una harina de yuca brava a la que le han extraído el jugo venenoso y la han deshidratado.  Un refrán como ese me parece una manifestación clara de racismo y preocupa que provenga de un funcionario importante en el departamento.  
Los indígenas tienen una manera diferente de comportarse, manejan términos en su propia lengua, pero les cuesta entender los del español en un nivel técnico.  Ellos lo escuchan a uno, dicen y hacen como si entendieran así no hayan entendido nada.  Para ellos la ignorancia es algo supremamente vergonzoso y no es normal que la acepten frente a quien representa una autoridad.  Yo no los conozco lo suficiente, pero por lo que viví, creo que sólo la aceptan frente a personas conocidas, de confianza, que no parezcan "ser doctores".  Se supone que la Dirección de Asuntos Indígenas del ministerio de gobierno tiene una oficina para atender todos los problemas que se les presenten a las comunidades con las autoridades estatales y cosas por el estilo, pero sólo un antropólogo y un piloto de lancha indígena son los que atienden.  ¡Sólo una persona para atender como mínimo cuatro culturas en un departamento dos veces más extenso que el Valle! A eso le añadimos los colonos que miran a los indígenas como una etnia inferior, que dicen que son perezosos, que parecen animales, que no tienen ninguna ambición y así.  El antropólogo debe explicar a quien no quiere entender y responder a comunidades que esperan mucho de ellos, son atacados por lado y lado.  Si a ello le añadimos algún funcionario complicado, perezoso o con extrañas ambiciones políticas, la vaina se nos vuelve un despelote.  
Cada vez que se habla con un colono sobre los indígenas llegaría uno a la conclusión de que ellos son uno pobrecitos porque no saben hacer nada.  Y desde el punto de vista andino-industrial es verdad, no saben nada de lo que sabría un obrero de cualquier empresa.  Pero, en la gran mayoría de las comunidades de los ríos Isana-Cuyarí y Guainía- Negro, donde sólo han llegado los mineros y unos pocos representantes del gobierno colombiano, los indígenas se las han ingeniado para sacar todo (agua potable, nutrientes, transporte, remedios, vivienda, etc.) de la selva y de los ríos.  Pero en el Guaviare y en las comunidades cercanas a Inírida, donde la colonización es cada vez más intensa, se siente entre ellos la vergüenza de ser lo que son.  Los productos naturales y tradicionales son rechazados para consumir alimentos producidos en el comercio, con un menor contenido nutricional y a los que no están acostumbrados; las tradiciones de compartir las cosas en comunidad, de respeto a las autoridades ancestrales y al medio ambiente como algo sagrado son fuertemente atacadas por la aculturación.  Los colonos, a su vez, son una manifestación de problemas igual de complejos y que tienen que ver con el crecimiento de la población, la violencia y el desempleo en la zona andina y la llamada frontera agrícola.  
Hay una especie de contagio.  El indio ya no cultiva como antes, prefiere comprar galletas, Fresco Royal, pan, arepas, hortalizas e ir a gastar su dinero en las cantinas y billares de Inírida.   Algunos deciden montar su tiendita y entran en el comercio en condiciones claras de inferioridad.  Los productos alimenticios del interior del país llegan todos por avión, lo que eleva sus precios, pero los llena de status.  El indígena prefiere poner láminas de zinc en sus techos que seguir haciéndolos de palma como es tradicional, porque la palma se está extinguiendo.  Los ancianos se subían a la planta y cortaban las hojas que necesitaban, armaban las casas entre todos cuando alguno no podía, pero "los blancos", como nos llaman, arman el techo más fácil y rápido y les dura más.  Estas ventajas desaparecen con el clima, y todos los que construyen sus ranchos de esa manera tienen que salirse en la noche o en el mediodía, por el calor.  La palma es más fresca, pero sirve de abrigo para ratones, cucarachas y otros animales que transmiten enfermedades.   Las dos formas de construir tienen sus ventajas, pero los jóvenes de ahora cortan la palma desde la base, para evitarse el trabajo de subirla, lo que genera la escasez cada vez mayor de las especies usadas para vivienda.  Ahora tienen que buscarla cada vez más lejos, lo que hace que sus formas de construir sean relegadas.  A eso se añade que construir como el blanco sea algo "moderno" y "digno" de imitar.  
Muchas familias puinaves de los alrededores de Inírida ya no hablan en su lengua al interior de la familia y son también muchos los profesores bilingües que enseñan únicamente en español.  Las comunidades han jerarquizado el español, de la misma manera como lo hacemos nosotros con el inglés.  Si uno revisa los nombres de los indígenas del Guainía encontrará que ya casi no hay de origen indígena.  Todos se llaman Roberto, Juan, Pedro, María, Isidro, etc.  y la gran mayoría tiene apellidos hispanos.  La registraduría y la notaría saben de antropología y lenguas indígenas lo mismo que de viajes espaciales y eso se refleja en su trabajo.  Escriben las cosas como las oyen, como si se tratara de conquistadores españoles del siglo XVII, esos que escribieron Lima en vez de Rimac o Cundinamarca en vez de Guantina Masca.  En los clanes no se utiliza el apellido, sino que se llaman de acuerdo a una relación histórica o legendaria con algunos animales.  Unos se las han ingeniado para relacionar sus ancestros con el dominio cultural colombiano por similitudes, como llamar García a los integrantes del clan de la Garza, o buscar entre los conocimientos de los colonos un apellido de alcurnia para apropiárselo, como algunos nobles puinaves que ahora usan el apellido Sáenz.  Por otra parte, la fecha del nacimiento de un niño indígena no es recordada ni celebrada cada año.   Parece que eso no les interesa, ninguno recuerda cuando nació o cuando cumple años, eso es como un trámite más exigido por las entidades municipales y sólo lo recuerdan mirando la cédula.  
Las mujeres indígenas siguen siendo para mí casi un misterio.  Hablé casi todo el tiempo con hombres, que son los que mandan; lo que supe de ellas lo supe a través de un antropólogo que trabajaba en el Fondo Educativo Regional y el poco contacto que tuve con las que servían en el restaurante donde almorzaba todos los días.  Supe que empiezan a trabajar desde muy pequeñas.  En nuestras ciudades las madres de hoy quieren parecer jovencitas, en el Guainía es al revés.  Es común entre los indígenas y colonos encontrar ancianos casados con jovencitas.  Tal práctica les asegura el sustento, en un entorno selvático-rural, donde la experiencia de un pescador, agricultor o cazador aumenta con la edad; además, la sabiduría del hombre mayor parece ser muy valorada entre los menos aculturados por la "modernidad", la familia suele girar en torno a un suegro o a un abuelo y la organización de algunas comunidades sigue esta organización físicamente.  
Los jóvenes indígenas andan en grupos de a 5 o de a 3 mínimo, hablando en su lengua y vistiendo bluyines y zapatillas.  Una extraña imagen que se me grabó en la calle principal de Inírida: Un joven conversando en puinave y usando Light Gear ( esos zapatos deportivos que tienen lucecitas en las suelas).  La comunidad de Caranacoa utiliza tres paneles de energía solar para las baterías de la iluminación de unas pocas casas o para el uso del radioteléfono.  Las comunidades tienen televisor, videograbadora, grabadoras, radios.  Conocen nuestras tecnologías y se las han apropiado.  En los motores fuera borda nos llevan una ventaja considerable, pueden repararlos y hacerles mantenimiento si llegan a sacar la mano en un momento inoportuno, pero necesitan de Inírida y sus distribuidores para los repuestos.  Como la televisión colombiana les llegaba a dosis, preferían la peruana que era transmitida por las antenas del municipio cuando se dañaba el receptor de las nacionales, o cuando la misma gente lo pedía.  Los niños indígenas juegan a ser ninjas y los adultos saben que las mejores marcas de motores para botes son Yamaha y Mitsubishi, ambas japonesas.  Uno encuentra productos venezolanos, mineros brasileños y televisión peruana por todas partes.   La identidad nacional se disuelve y se afirma de extrañas maneras en zona de frontera.  Algo que me extrañó fue la ausencia de la televisión venezolana, pues no llegaba teniendo al vecino a menos de 10 km y llegaba la peruana a una distancia 40 veces mayor.  

UNA REFLEXION SOBRE EL ASUNTO

No es de todos conocido cómo funciona el estado, eso es privilegio de unos pocos, los que han trabajado con el gobierno o con alguna de sus entidades administrativas.  Pero todos tenemos una idea, por lo menos los que sabemos que hay elecciones, que esto es una república y cosas así.  Pues bien, yo trabajé seis meses con el estado y llego a una conclusión: El estado no funciona.  Impide que cosas que funcionan sigan funcionando.  Es una traba, impide que las comunidades se realicen por sí mismas y permite que hombres ansiosos de poder utilicen a los incautos.  A pesar de que siento de que estoy hablando demasiado duro, es claro que la excesividad de trámites, los supuestos de "comunidades organizadas", de datos estadísticos, de formas de pensar de la gente, de trabajar y de hablar no hacen sino transformar algo que estaba bien y no justamente para mejorarlo.  El estado actúa como si quisiera meter algo redondo por un agujero cuadrado - a golpes si es necesario- y que siga siendo redondo al final.  Me frustra pensar que yo pretendo hacer lo mismo con el estado, pero si el estado no se transforma, nos demoraremos el doble en alcanzar unas metas sociales y otras no se alcanzarán nunca.  
Pongamos el caso de las metodologías del DNP (departamento administrativo de planeación nacional).   Exigen a los departamentos datos de participación comunitaria en cada proyecto, y estos todos los días se llenan con un "sí" y a la hora de la verdad se arreglan como sea, sin importar si la gente a participado o no, pues los encargados de hacer la interventoría son los mismos que hacen los proyectos de cofinanciación.  Un alcalde puede hacer un proyecto, decir que la comunidad lo aceptó, hacer una pequeña reunión en un barrio por si hay quejas y realizar su proyecto.  Eso no quiere decir que abogue por la centralización, pues en Bogotá las cosas son peores.  La plata "se embolata", nadie sabe donde está, se desaparece como los desaparecidos de la canción de Rubén Blades.  
Respaldo un altísimo nivel de democratización al interior de la sociedad como solución.  Si le hacemos un examen a la democracia nacional, así como se le hacen exámenes a los estudiantes universitarios, muy probablemente se quedaría en un 2 o 3 de promedio, es decir, difícilmente se le puede llamar democracia.  El dinero de la gente se maneja a sus espaldas, la participación es casi nula, pues la gente se cansa de conversar con sordos.  La ignorancia de la mayoría hace que la compra y venta de votos campee como si estuviéramos en los 50.  los auxilios parlamentarios fueron resucitados silenciosamente por los congresistas con la venia del presidente.  En el Guainía se habla de ellos como si se tratara de una actividad "noble" y "bienhechora", y los políticos no se ocultan para decirlo.   ¡Hasta parecen orgullosos! "¡No podrán quitárnoslos!" nos dijo una congresista por el Guainía.  Todo el mundo en Inírida sabe que la pavimentación de la calle principal se hizo con un auxilio.  Uno pregunta sobre la pavimentación de la calle principal y le preguntan "¿Cúal? ¿La del auxilio?"
Son demasiadas cosas, todas ellas flagrantes.  El mismo día que llegué, en el momento de bajarme del avión, vi cinco columnas de humo alrededor del aeropuerto.  la gente, indígenas y colonos, está quemando la selva para sembrar.  Son métodos ancestrales, que se vienen realizando desde que se conoce el campo, pero se está abandonando la costumbre de dejar descansar la tierra y ya se ven vacas en los alrededores de Inírida.  La colonización no es sólo a nivel físico, sino también mental.  Las selvas de la orinoquia retroceden, de ellas casi nadie sabe nada y son igualitas a las de la amazonia.  El colono quiere transformar esta zona en un paisaje andino del Quindío o en otra llanura como las del Vichada o el Casanare.   ¡Y lo está haciendo!
Los indígenas, como la mayoría de los habitantes del campo colombiano, no saben qué es la democracia.  Están acostumbrados a lidiar con los políticos clientelistas de siempre y para ellos un cambio de constitución no significa mucho.  Las leyes son conocidas por algunos "gurú" que trabajan para el estado, que se lo dicen a quienes ellos quieren y cuando ellos quieren, pero el común de la gente poco sabe.  Este sería el cuadro normal de nuestra sociedad, pero se vuelve patético y hasta perverso cuando destruye tradiciones indígenas que sobrevivieron a la conquista y vuelve humo -literalmente- el patrimonio biológico de la humanidad entera.  Sentir que todo lo valioso retrocede para dar lugar a algo cochino no es precisamente un placer.   Un ejemplo: El indígena guainieño es en extremo limpio en su comunidad, no tira un papel al piso y barre a diario las hojas de los árboles en los sitios públicos.  En Inírida, en vez de que el colono aprenda de la limpieza del indígena, sucede al revés: El indio tira la basura al piso, todo empaque que se vacíe en la embarcación lo lanza al río y acumula cerros de bolsas llenas de desperdicios en la esquina, como cualquier bogotano.  En las comunidades que visité, las casas siguen un orden vivible, con un espacio de un metro o más entre ellas.  En la "Zona Indígena", un barrio de Inírida de mayoría indígena, las casas están apiñadas, como en Siloé o Ciudad Bolívar.  
La población de la capital del Guainía crece aceleradamente, para gusto de su clase dirigente.  En una de sus reuniones puede oír que consideraban el crecimiento de la ciudad como sinónimo de progreso.  En una discusión con empleados de la secretaría departamental de obras públicas, sólo veían posible el desarrollo mediante carreteables y opinaban que la utilización masiva de la energía solar era "un retroceso", que lo que necesitaban eran industrias para generar empleo.  La gobernación ya hablaba de un proyecto de hidroeléctrica, un poco menos destructora que una represa común y corriente, pero implicaría la destrucción de la forma de vida de todos los poblados ribereños río abajo.  Todas las comunidades viven principalmente de la caza y la pesca, una represa impediría que una gran cantidad de peces llegara a ellas, les quitaría una de sus principales fuentes de proteínas y las obligaría a desplazarse a Inírida y repetir la tragedia de los suburbios de nuestras capitales.  Como si fuera poco, provocaría la extinción de grandes variedades de peces, de por sí diezmadas por la pesca indiscriminada y la contaminación generada por la minería en el lecho del río.  Algo así sería una catástrofe para las riberas del río, pues casi todos los animales salvajes se alimentan en alguna forma de los peces, y los primeros son las segunda fuente de proteínas para las comunidades indígenas.  Ahora, si hablamos de las consecuencias sociales y culturales de una industrialización indiscriminada en un lugar donde difícilmente llegan funcionarios de las entidades fiscalizadoras una vez cada seis meses, se están dos días y se van...   Las culturas indígenas amazónicas son frágiles de por sí, están retrocediendo ante el campesino sencillo y el minero itinerante.  Ponerlas al lado de una urbe sería condenarlas a desaparecer.  Si no más el deporte, algo que parece tan inofensivo, genera cambios que pueden ser irreversibles.  Para el indígena el deporte no existía como tal, las actividades físicas grupales no eran competitivas, son una reunión de amigos, de iguales, no una demostración de superioridad de una comunidad sobre la otra.  Se me podría esgrimir la frase "en el deporte lo que importa es competir, no ganar", pero ese cuento ya no se lo come nadie.  No es necesario profundizar mucho en las costumbres de un hincha de fútbol para darse cuenta de que piensa todo lo contrario.  Se puede hablar muy bien de los olímpicos, pero también son una muestra de poder y un negocio que mueve millones.  "Vienen por el oro" era el lema de los juegos del Pacífico.  En el Guainía no se sabe qué hacer con los mineros, que contaminan las aguas con el mercurio que utilizan para lavar el oro.  
El estado, en los últimos años, se ha vuelto protector con los grupos indígenas.  Les ha permitido obtener las regalías de la extracción del oro y sus políticas parecen favorecerles.  Los colonos sienten que les llegan recursos a las comunidades indígenas y se quejan de que se les den privilegios cuando ellos también pasan necesidad.  Pero el dinero que verdaderamente llega es retenido, reducido, si llega, también es muy probable que las mismas autoridades indígenas se las beban en los bares de Inírida o vayan a parar a proyectos obtusos patrocinados por los jefes políticos departamentales.  En el río Guainía sólo hay zancudos en una comunidad de entre más de treinta.  En ella la secretaría de salud respaldó un proyecto de una laguna de oxidación para las heces fecales, pero no se tuvo en cuenta el volumen de aguas en el invierno y en el verano.  El resultado: Aguas negras estancadas y un criadero de zancudos y otros bichos similares.  
El gobierno central enarbola la bandera del progreso verde, habla de su ministerio nuevo y pone de moda los temas ecológicos, pero la realidad es la misma de siempre y empeora.   Pero ni siquiera lava bien su imagen.  Recuerdo muy bien la posesión del presidente Gaviria, donde los Wayuu cantaron el himno nacional en su idioma como "una muestra de la nueva política indigenista".  No olvidaré las risas del recién posesionado al oír el himno en una lengua extraña, presentada en vivo y en directo a todo el país.  Y eso es exactamente la "nueva política indigenista", una burla.  Una "graciosa" mamadera de gallo de nuestra clase dirigente.  
Hay dinero para las comunidades, lo hay.  Pero ¿Para qué? Los indígenas a los que ha llegado la ayuda del estado son los más aculturados, sufren hambre pues han perdido las costumbres que les permitieron vivir durante más de mil años.  Los líderes se comportan como un pueblo del este europeo, que espera que todo se lo haga el estado.  Ellos mismos me dieron la solución al problema, al preguntarles "¿Por qué no hacen algo sin depender del estado?", pues me respondieron:
"¿Para qué? ¡Para eso se van, nos dejan en paz y nos quedamos como estabamos antes!"

Las cosas que nos sucedieron son como para marcar a cualquiera.  ¿Nos marcaron? Es muy pronto para decirlo; además eso depende de cada uno, de lo que mi compañera de Opción haya decidido en los últimos meses, en lo que yo resuelva después de esta experiencia.  las relaciones que tenemos con la nación, esas si que han cambiado.  Es evidente.  Nuestra percepción ya no es la misma.  Trabajar con el estado nos permite verlo por dentro, saber de algunos de sus extraños movimientos, frenar, desilusionar a tanta gente y adquirir compromisos tan grande a nombre de otros...  Tal vez esos otros sepan lo que están haciendo, pero lo dudo.  Están demasiado lejos de nosotros como para captar algo.   Definitivamente creo que sus movimientos sólo nos consideran como un número, como un rostro perdido entre tantas multitudes.  las sociedades tan masivas -tan monstruosamente masivas- como las de nuestras ciudades destruyen nuestra posibilidad de comunicarnos, de entendernos como seres vivos, como personas, y nos relegan a soportarnos, a saber que estás ahí, en un bus por ejemplo, con tus problemas y todo, pero que yo no puedo hacer nada para resolverlos.  Pocas comunidades son capaces de generar un "sálvese quien pueda" tan drástico como las nuestras, en ciudades que no sólo son demasiado grandes para ser vividas y entendidas, sino que, como si fuera poco, crecen de una manera constante.  No conozco ciudad de México, ni Nueva York, pero me las imagino.  El orden masivo no elimina la impersonalización, al contrario, la acentúa.  Las comunidades amazónicas han vivido durante siglos en grupos humanos no mayores a 800 individuos y su desesperación proviene de sentirse menos.  Vienen a las ciudades en busca de la ilusión, de eso que no existe y que ninguna ciudad podrá darles.   Hay situaciones de pobreza, de atraso tecnológico, que si lo vemos desde nuestros estándares de vida nos parecerán exageradamente bajos.  Pero nuestro sistema es en sí un atraso en tanto que limita las posibilidades de realización de cada uno frente a la comunidad.  Nos dispersa, nos impide una cohesión que sería benéfica aún para un sistema económico que sólo busca el dinero.  Porque hombres que no tienen nada en común tampoco alcanzarán metas comunes.  Me resisto a pensar que tal situación se da por una clase dirigente que lo hace a conciencia.  No existe posibilidad de raciocinio que considere provechoso un clima social como el que se desarrolla al interior de las grandes ciudades de América Latina.  Creo que nuestro gran dilema está justamente en como reformarlo.   Los criterios culturales, sociales, de clase, no son suficientes.  Mucho más cuando nuestra visión se hace más precaria en la medida en que la ciudad crece.   El casco urbano de Inírida está viviendo una explosión demográfica con consecuencias difíciles de controlar.  Los desplazamientos causados por la guerra contra las drogas, la guerra de guerrillas, las dificultades económicas en las regiones agrícolas vecinas, el creciente poder del estado en el Guainía y su necesidad de profesionales.  ¿Qué podríamos hacer para que los errores que se cometieron con nuestras sociedades no vuelvan a repetirse? los dirigentes colombianos están mostrando ser tan obtusos como siempre a la hora de defender los territorios indígenas y las riquezas biológicas de la amazonia y la orinoquia.  La participación de los político-comerciantes en el quehacer administrativo de la región le está abriendo paso a la minería como actividad económica principal.  Podría pensarse que el oro es la solución a los problemas de liquidez de las entidades territoriales de la región, pero las consecuencias sociales y ambientales que ha generado muestran todo lo contrario.  Los extranjeros, los mineros y los comerciantes provenientes de otras regiones del país han sido los más beneficiados.  Un metal precioso en las comunidades indígenas puede generar comportamientos muy similares a los que genera el narcotráfico en otras regiones.  Después de todo, se trata del mismo problema: Comunidades tradicionalmente pobres que se enriquecen de la noche a la mañana.   La situación se me aparece más truculenta si caigo en cuenta de que la "mafia del oro" no es otra que la corrupción de nuestro sistema político.  La fusión casi que absoluta entre intereses económicos y políticos deja por fuera de los beneficios a la gran mayoría, si es que no a toda la población.  Las responsabilidades ambientales -locales, nacionales e internacionales- del estado son dolosamente dejadas a un lado para abrir paso a la riqueza a corto plazo.  La ignorancia de los habitantes no ha sido removida, ni mucho menos atacada, como para decir que hay un interés nacional por la región.  De pronto se siente uno tentado por las propuestas de algunos habitantes de la región, de forzar un conflicto con Venezuela por estos territorios, a ver si así se les presta la atención que merecen, pues poco parece importarle a nuestros bogotanos amigos la vida de estas comarcas más allá de su mera posesión.  La nación se me antoja como el niñito que grita "¡mío, mío!" al ver que otro igual quiere quitarle su juguete, ese que ya no mira porque se aburrió de él hace rato.

 

A TODO EL PARCHE...

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Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.