Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
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Las flores de Inírida

Hay una planta silvestre, que se da en la parte sur de Inírida, parecida a un pasto grande de un verde brillante. Pasaría por cualquiera de esos que se comen las vacas, si no fuera porque en algunas de sus puntas surgen flores raras de pétalos rígidos y puntiagudos, en forma de espinas gruesas. Su silueta recuerda más a las semillas del diente de león que a una rosa o una margarita. Cuando están recién cosechadas los pétalos -si así pueden llamarse- pasan de un rosado intenso a un rojo oscuro de la base a la punta. En 15 días, más o menos, se vuelven todavía más rígidos y toman el mismo color de la cascarilla del arroz cuando están secas. De ahí en adelante es donde tienen su máxima diferencia con las otras flores: Sus pétalos no se caen nunca, como si se tratara de un símbolo del amor eterno. Tal vez es porque se trata de una espiga, no de una flor. Pero también tiene una característica inusual, y es que sólo se da en las cercanías de Inírida. Parece ser que necesita sentir cerca al piso cenagoso, en las partes iluminadas de la selva, o que el piso selvático iniridense tiene minerales que los otros no tienen. Se da silvestre en las cañadas y se quema también cuando las quieren alistar para el pasto.

Hace varios años, un indígena del lugar decidió que una flor tan bella podría comercializarse entre la gente del pueblo, para hacer adornos o para regalarse entre sí. El fue el primero en venderlas y hoy en día son el símbolo del municipio y del departamento. Figuran en el escudo, en las portadas de los planes de desarrollo, en los afiches y almanaques de promoción turística y en las canciones que le han dedicado los llaneros. Hasta hay dos monumentos, uno en el puerto y otro en la carretera al aeropuerto. El primero es de metal, rosado en sus pétalos y hasta chuzan sus puntas; el otro parece más un condón chistoso, de los que venden en las tiendas de bromas. Pero las flores de verdad son fáciles de conseguir. Cuando uno llega al aeropuerto, lo primero que le ofrecen al bajar del avión son los arreglos de estas flores. Los que las cosechan (no sé si las cultivan) saben que los turistas y los funcionarios son los que más compran, así que las ofrecen en ramos de a 15. Los organizan en espiral ascendente, con la más grande en el centro y las pequeñas alrededor.

Las flores, como el moriche, no se dan donde uno quiere. Son señal de que hay algún nacimiento cerca. De todos modos, no fue mucho lo que pude averiguar al respecto. La mayoría de los colonos sólo sabe que se dan por ahí y no creo que se les haya hecho mucho estudio. El intento por comercializarlas se ha limitado al departamento y sus alrededores, el resto del país si sabe que existen es de pura chiripa. Su primer comercializador, Reynaldo Plazas Hernández, mejor conocido como don "Culebro", murió en la miseria, en el último mes que yo pasé en Inírida. Lo sostenía una señora que ni siquiera era de su familia. Su idea lucrativa hoy la aprovechan otros.

Todo el mundo sabe que las flores colombianas son uno de los productos de exportación más rentables y que en comercialización de rosas y otras especies competimos hasta con Holanda. ¿Por qué no pensar en las flores de Inírida? No hay un símbolo para el amor duradero más claro que ellas, pues se secan pero no se marchitan, son puntiagudas pero duran para siempre. Claro está, si les cae el gorgojo en unos meses se volverán polvo, pero eso se arregla rociándolas con laca fina justo cuando se están comenzando a secar.  ¡ salve a Inírida!  Todo el mundo sabe que hay caminos, no hace falta sino recorrerlos.

 

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Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.