Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
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Josefina, su historial oral

Josefina, líder comunal del barrio la Zona Indígena, fue de las primeras mujeres tucanas en llegar al territorio donde hoy está Inírida.  Vivía en una esquina, en frente del parque del barrio.  El mismo parque que tiene en toda la mitad una estatua de la princesa Inírida parada sobre una canoa, con una lanza en la mano, y un sol y un cepo a su espalda.  La mujer se ve fuerte, ancha de hombros, de brazos gruesos y pecho generoso, y sin embargo bella.  Sólo lleva una faldita, el guayuco o su equivalente femenino.  Todo el monumento está construido en concreto.  La primera vez que lo vi de cerca sentí vergüenza.  Un monumento a un árbol cortado ¡en plena amazonia! Me acordé de uno parecido en el Quindío, mucho más gráfico, con un hacha clavada sobre el cepo.  Carlos Lleras decía que esa era una demostración de que "nuestra raza" sentía cierta animadversión contra la vida vegetal, y la vida en general; que toda esa violencia en nuestra historia tenía que ser por algo.

En los días que pasé en Inírida, Josefina fue la única líder indígena que participó en las mesas sectoriales, las demás desconfiaban de cualquier forma de política o, por razones que desconozco, no asistieron ni una sola vez.  Los hombres eran los que ocupaban su lugar.  Plinio Yavinape, líder curripaco de Tonina, me presentó dos de sus compañeras líderes y ellas me dijeron que no se les había notificado la fecha de la reunión anterior, que por eso no habían asistido, pero yo les di la fecha y el lugar de la próxima mesa y nunca las volví a ver.

En la casa de enfrente del parque se ve en la salita un cuadro inmenso de Belisario Betancur.  Josefina es conservadora como pocos y está "quemada" en el argot político.  En mi estancia en Inírida la reemplazaron como presidenta de la junta de acción comunal del barrio por un mestizo.  La gente comentaba que le había metido política a la vaina, que hablaba mucho, pero que la gente ya no le hacía caso.  Y sí, a ella le gustaba mucho hablar.  Se sentía orgullosa de su saber, pero en instantes fugaces dejaba escapar cierta vergüenza.  Hablaba de sus seguidores como "mis indios" y no dejaba lugar a dudas de que le interesaba la política.  Ella estaba casada con un minero venido del interior, buen conversador él también, como casi todos los colonos.  De la misma manera que el resto del pueblo, él hablaba del interés partidista de su esposa con cierto recelo.

Pero tuve la oportunidad de comer una vez en su casa y ella me contó sobre cómo el poblado de las brujas era una comunidad indígena, formada por familias de varias etnias emigradas del Vaupés, que se habían instalado en territorio puinave, de cómo los políticos había llegado buscando un territorio donde fundar la capital y levantar ahí el edificio para las oficinas de la comisaría.  Los tipos se instalaron en la comunidad de La Ceiba, pero las inundaciones y los deslizamientos del terreno o algo así los sacaron de allá.  Se vinieron y los indígenas les dieron permiso de que hicieran su poblado ahí.  Levantaron el barrio del puerto y de una cosita se pasó a un pueblo completo en sólo treinta años, en 1995.  En un principio, cuando era época de elecciones, llegaban los políticos y empujaban a los indígenas a hacer una cola, siguiendo una cuerda que tenía como diez cuadras, "para votar por los liberales".  Como uno de los Aurelianos de "100 años de soledad", Josefina se había vuelto conservadora por odio a los liberales.  Ella se lanzó gritando a decir que ellos no eran animales y a empujar a la gente en la dirección contraria, discutió a gritos con los líderes políticos de la época y se ganó el odio de más de uno.  Llegó un momento en que la perseguía el ejército y le tocó escapar clandestinamente, ayudada por la Iglesia.

Le gustó mucho cuando Belisario visitó el Guainía en su campaña política, el primer candidato en toda la historia en hacer algo semejante.  Como resultado, el departamento del Guainía votó de forma masiva por el único que podían contar entre sus conocidos.  Desde ahí se afilió políticamente, aunque también votó por Gaviria.

Ella fue la única persona en Inírida que pudo mostrarme algo de música indígena, de esa que el Guainía ya no oye.  Me cantó un arrullo y la canción "pasajera", que habla sobre la vida del indígena semi-nómada, que está siempre pasando por un lugar y no se queda.  "Así somos nosotros", me dijo.

Josefina me permitió ver algo de esa historia que los colonos no cuentan, que los políticos ocultan y los jóvenes olvidan.  Cosas que sólo las oye uno por ahí, por casualidad.  Como el caso del comisario Obando, que como no le gustó el nombre del pueblo, decidió que de ahí en adelante se llamaría "Obando", tan humilde él.  La gente se rebotó, llamaron al ministerio de gobierno, a los directorios políticos y hasta al presidente para que cambiaran al tipo y, claro, la vaina se demoró, pero al fin lo cambiaron.  Aún quedan algunos mapas, en Colombia y en el exterior, donde figura Obando en vez de Inírida, para vergüenza de los pocos colombianos que sabemos por qué el cambio de nombre.

Pero en "Locombia" los dirigentes hacen cosas de ese tipo de vez en cuando, como para no perder la costumbre.  Casos recientes tenemos, como la operación para recuperar el palacio de justicia tomado por el M, o la "gloriosa" opinión de Barco, quien dijo que "el cuento" del exterminio de la UP era "pura estrategia electoral".  Cositas como la "mala hora" de Gaviria, que nos puso a madrugar a todos, o el zaperoco reciente con Samper, que le pone el prefijo narco- a casi todo.  Esas cositas que se repiten tanto en nuestra historia.

 

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Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.