Mensajes
desde Cuba:
De: Pedro
Campos
Asunto:
Contra el burocratismo, la corrupción y sus causas
Los problemas entre revolucionarios deben
resolverse fraternalmente. El socialismo real terminó cuando el inmovilismo
agredió a los factores del cambio. El cubano, en eso, ha de cambiar para
triunfar
“Dos peligros tiene la idea socialista, como
tantas otras: el de las lecturas extranjerizadas, confusas e incompletas, y el
de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos que para ir levantándose en
el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos
defensores de los desamparados”
José Martí.
Los huracanes van dejando de ser noticia para
pasar al primer plano los avances en la recuperación y la lucha por hacer
avanzar el socialismo, algo que todos los verdaderos revolucionarios hemos
entendido, según se desprende de los últimos planteamientos de la dirección y de
acuerdo con la amplitud de temas tratados en la Mesa Redonda.
Ante el deterioro de la situación actual, se podría callar y oportunistamente
esperar el desastre para entonces decir: “se les dijo claro, se les propuso –con
tiempo- como salir del hueco y no hicieron caso”. ¿Pero qué resolveríamos si ya
no quedara nada que salvar? Es preferible correr el riesgo de la incomprensión y
estar dispuesto a pagar por ello, a ser cómplice por omisión de la posible
debacle que, solo los ciegos y aislados en sus cuarteles de inverno, no ven
venir. La fidelidad a la Revolución no está en callar sus errores sino en luchar
por librarla de ellos.
A las consecuencias del bloqueo imperialista, los males que arrastramos como la
corrupción, el burocratismo, los privilegios y otros, se suman las
complicaciones que enfrentamos derivadas del reciente ataque de dos huracanes,
agravadas por la crisis económica en EE.UU. y la baja de los precios del
petróleo, que debe continuar, y que nos afectan en forma indirecta, pero
inevitable. Difícilmente podamos enfrentar con éxito la recuperación profunda de
los desastre naturales y de nuestra economía, si no encaramos abierta y
paralelamente, en sus causas los problemas que afectan la construcción del
socialismo en Cuba. El que se tome esto como ataques personales, debe recordar
que la Revolución no es obra ni pertenece a nadie en particular, todos los
revolucionarios que le hemos dedicado nuestras vidas, somos responsables por
ella.
En este río revuelto por las tormentas y las crisis económicas, lógicamente
afloran los pescadores oportunistas de todo tipo, los especuladores, los que
tratan de aprovecharse de las carencias de los damnificados, los que medran con
los sufrimientos del pueblo, los “buena gente” a costa de las desdichas y los
recursos ajenos, los enemigos de la Revolución tratando de crear problemas
artificiales, el imperialismo tratado de comprar el favor de los necesitados y a
cuanto mercachifle de las necesidades humanas pueda aparecer en el horizonte o
exista agazapado.
La mejor forma de garantizar el control y organización de los recursos, evitar
los desvíos, la acción de la burocracia y la corrupción, es organizando el
control obrero directo, estableciendo los Consejos Obreros en cada centro de
producción o servicios, de manera que sean los trabajadores los que tomen todas
las decisiones en los respectivos centros. Hay que hacer que los trabajadores en
cada lugar se sientan como sus verdaderos dueños y esto implica darles
participación directa en el control de todo lo que tiene que ver con su centro,
en la dirección, la gestión, economía de recursos y en parte de las utilidades.
Esa sería la mejor democracia, la más necesaria cuanto más difícil es la
situación.
Paralelamente, los trabajadores manuales e intelectuales en cada centro de
producción o de servicios, deberían organizar también las milicias armadas,
concretando en cada lugar las MTT (Milicias de Tropas Territoriales) y ser ellos
mismos los encargados de la protección de sus medios y recursos para defenderse
del vandalismo, la corrupción y su eventual recuperación por capitalistas de
antaño o de nuevo cuño. Así fue en los primeros años: no había CVP, ni SEPSA, ni
ninguno de esos cuerpos paramilitares que ahora están para evitar que los
trabajadores o los vándalos “roben”.
Aparecen también quienes ven en las recetas capitalistas, soluciones a todos los
males. Unos, esperando porque se produzca el para desastre recuperar sus
“tiendas y haciendas” y otros, convertirse en dueños definitivos individuales de
ellas. Cuando se habla de las armas melladas del capitalismo, algunos olvidan la
más importante, la que lo caracteriza, la que influye sobre el resto de las
relaciones sociales, la organización asalariada del trabajo, que
posibilita la obtención de un plustrabajo el cual controla y utiliza a su
arbitrio el dueño de los medios de producción. Ese mecanismo, “corruptor” lo
llamó Martí, sigue predominando en Cuba a pesar de 50 años de revolución,
aletargados –como estamos- en un capitalismo monopolista de estado, así lo
calificó Lenin, nunca rebasado por el fracasado “socialismo real”, que el
estalinismo, por miopía o interés, confundió con el “Socialismo real” y que
nosotros asumimos y mantenemos en sus esencias, por aquello de las “lecturas
extranjerizadas, confusas e incompletas”, aunque con máshumanismo.
A las nuevas relaciones socialistas de producción sustentadas en el trabajo
cooperativo o autogestionario, caracterizadas por la propiedad o el usufructo
colectivo, la gestión democrática de laproducción y la repartición equitativa de
una parte de las utilidades, nunca se les ha conferido el papel que le
correspondería en la nueva sociedad. Esa parte de las “lecturas extranjerizadas”
no nos llegaba, pero nuestros primeros socialistas, esos que fundaron con Martí
el PRC, sí la tenían muy clara.
Se hace necesario entender estas verdades y reconocer que hasta ahora no nos
hemos adentrado realmente en la fase social de la Revolución, en la
socialización de la propiedad sobre los medios de producción, de las decisiones
y el control del plustrabajo y que todo lo que se ha hecho hasta ahora bueno,
regular o malo, ha sido desde ese capitalismo de estado, además subvencionado,
que en nombre de un pretendido socialismo distributivo ha decidido siempre
centralizadamente cómo debe ser utilizado todo el plustrabajo del pueblo,
realidad objetiva que ha engendrado todo ese aparato burocrático, privilegiado y
corruptor, inoperante, esa “epidemia del maltrato” que reseña Granma, toda esa
corrupción (autorizada y no) bastante generalizada que han estado criticando
muchos compañeros, todo lo cual nos va costar mucho derrotarlo.
Nunca podría justificarse ética ni martianamente, la apropiación de algo que no
le pertenece a uno, lo cual cae, en primer lugar, al estado que durante 5
décadas se ha estado apropiando de todo el plustrabajo de los trabajadores para
decidir cómo distribuirlo, aún cuanto mucho de bueno se haya hecho, lo real es
la apropiación indebida realizada en nombre del bien. Pero no se trata solo de
interpretar al mundo, sino de transformarlo.
Y para no confundirnos acerca de cuales son los mecanismos del capitalismo, sin
pretender hacer su historia, sí son imprescindibles algunas precisiones: lo que
caracteriza el capitalismo, no es el mercado, ni la existencia de dinero, ni el
trabajo por cuenta propia, ni el estímulo material a la producción, ni el
interés por vivir mejor, ni las ansias de libertad y democracia, ni la forma de
distribución que es una consecuencia de la forma de producción, ni otras muchas
cosas que existieron antes del capitalismo y que sólo el nuevo sistema
perfeccionó o desvirtuó.
Lo que lo caracteriza, esencialmente, es su sistema asalariado de explotación
del trabajo ajeno, la forma en que está organizado: Unos dueños del capital,
medios de producción y el dinero, “pagan o alquilan” por un salario una
fuerza de trabajo de la que extraen mucho más valor del que pagan por ella, pues
la mercancía fuerza de trabajo es la única capaz de engendrar más valor. Por la
acción de la fuerza de trabajo sobre los medios de producción, surge la
mercancía, que al ser vendida por encima de lo que le costó al capitalista
producirla (incluido el pago por el uso la fuerza de trabajo), da lugar a la
plusvalía, de la cual se apropia el dueño de los medios de producción.
Cuando el capital es únicamente regenteado por el estado, al ser éste el
propietario de los medios de producción y seguir explotando el trabajo en forma
asalariada, hace la misma función que los capitalistas privados, mantiene en
esencia el mismo modo de producción, aunque trate de distribuir mejor, al estilo
del “estado de bienestar”, y por tanto genera un mismo tipo de conciencia social
consumista y corrupta que el capitalismo, por mucha propaganda que se haga sobre
las nuevas virtudes que deben primar en la sociedad que se pretende formar por
medio de la educación más que a partir de una nueva base económica social,
sustentada en nuevas relaciones socialistas de producción.
El capitalismo, en Cuba, se manifiesta en el trabajo asalariado para el estado,
donde los trabajadores son apenas una pieza más del tinglado productivo que se
quita o se pone, se ajusta o se aprieta; pero su impronta, su espíritu e
instituciones se aprecian en todo su “esplendor” en la forma en que se explota
el turismo extranjero; en la manera en como se establecen las relaciones con las
empresas foráneas, donde los trabajadores son convidados de piedra, pero
favorecidos y muchos, más explotados que los otros; está en la reproducción del
estado centralizado y autoritario, donde el pueblo y los trabajadores deciden
poco o casi nada; están en la promoción a cargos, sin contar con los
trabajadores; en el consumismo que genera el mercantilismo de tiendas y hoteles
solo por divisa, que siguen vedados para las grandes mayorías por causa de sus
ingresos que apenas les alcanza para sus necesidades básicas; están en la
división social del trabajo entre dirigentes y dirigidos; en las diferencias
salariales; en el hecho de que solo pueden tener acceso a las comodidades de la
vida moderna los que reciben abundante remesa, los que tienen negocios –muchos-
ilícitos, los que roban, con autorización o sin ella, al estado en grandes
cantidades, algunos de los que trabajan para empresas capitalistas extranjeras,
los altos dirigentes gubernamentales y empresariales y algún que otro artista; y
muy especialmente, las fórmulas capitalistas están en la naturaleza explotadora
de la doble moneda, pues el estado paga con la devaluada y cobra en divisa
productos vitales, decisión que tan fácil fue tomar y tan difícil ahora se hace
desactivar.
¿Y qué puede engendrar todo eso, que no sea corrupción, desvíos, robos, egoísmo,
individualismo, desniveles sociales, privilegios, burocratismo y doble moral?
Elimínense esos entuertos neocapitalistas y se darán decisivos golpes a la
corrupción y al burocratismo. La solución estaría en avanzar de ese “socialismo
asalariado” (¡que disparate!), un capitalismo de estado mal administrado, a un
socialismo participativo y democrático, que ponga al ser humano y no al estado
al centro de la sociedad, sustituya las relaciones estatales asalariadas por las
autogestionarias y cree las condiciones para el desarrollo de una nueva
conciencia social.
El bloqueo nos ha costado casi 100 mil millones de dólares. ¿Alguien podría
calcular cuánto nos ha costado la corrupción, la malversación, los desvíos de
recursos, los profesionales que se han ido, las malas decisiones provocadas por
el burocratismo del capitalismo de estado y otras consecuencias? Si nuestra
Revolución no puede exhibir hoy otros logros, esas dos son sus causas
principales. Pero si aún no hubiéramos tenido bloqueo, con el predominio de las
inoperantes relaciones estatales asalariadas de producción como en la URSS, el
desencanto, la desidia, la corrupción y todos sus males concomitantes estarían
presentes también hoy aunque tuviéramos más gangarreas que mostrar, más pitusas
que ponernos y más hamburguesas que comer, que no quiere decir que tuviéramos
más desarrollo social y económico.
El burocratismo es consecuencia natural de las deformación en el desarrollo del
estado, aparato que lógicamente tiende a la hipertrofia cuanto más poder y
decisiones concentra las cuales, en gran parte, en el socialismo deberían pasar
paulatinamente a los colectivos sociales, laborales y a las personas, en la
medidas que la natural descentralización vaya siendo asumida por los que deben
tomar las decisiones a su nivel. Un ejemplo muy claro lo tenemos en los variados
cuerpos de protección, los que, según algunos cálculos, ocupa a decenas de miles
de trabajadores.
No es el capitalismo, tampoco el socialismo, una escala de valores, un sistema
de buenas o malas costumbres, ni un código de conducta. Es un sistema económico
social de producción, con una forma específica de organizar el trabajo, un modo
de producción que constituye la base económica sobre la cual descansa toda la
superestructura que además del conjunto de instituciones que la conforman,
incluye la conciencia social, las formas de pensar y actuar de los individuos.
Donde hay “robo”, apropiación de medios y recursos, es porque quienes se
apropian de ellos no son los dueños, no se sienten dueños de esos medios y
recursos; se los “quitan” al dueño, sea el capitalista privado o estatal. Nadie
se roba a sí mismo. La separación del hombre de los medios de producción empezó
en el esclavismo, continuó en el feudalismo y la perfeccionó el capitalismo con
la “acumulación originaria” explicada por Marx en el capítulo homónimo del 1er
Tomo de El Capital, pero el capitalismo de estado, creído socialismo, llevó esa
separación al paroxismo. Nada más parecido a la “esclavitud generalizada” –modo
de producción asiático- de los egipcios o los incas, reseñadas por Marx y Martí.
El individualismo, el egoísmo, no es consustancial al ser humano que, antes al
contrario, es por su esencia un ser social que se desarrolló precisamente
gracias a la cooperación. El robo no nace con el hombre; que no roba porque
instintivamente sea ladrón, sino porque de alguna manera lo utiliza
deformadamente para satisfacer alguna carencia creada, a veces artificialmente,
por el medio en que se desenvuelve, que puede llegar a corromperlo totalmente.
El hombre no es asesino por instinto, pero mata para defenderse, porque lo
necesita o está obligado por alguna razón externa, lo que al convertirse en
sistemático llega a corromperlo. Son las condiciones materiales de su
existencia, las que determinan el comportamiento del ser humano en general. “El
ser social, determina la conciencia social”.
El capitalismo no es víctima del robo, es el principal ladrón, puesto que el
trabajo asalariado, por su propia naturaleza es un despojo, en tanto que al
trabajador le sustrae casi todo el fruto de su trabajo y porque se le impide
decidir sobre esa parte sustraída. El salario es corruptor y enajenante porque
compra al hombre. Esa naturaleza corrupta del capitalismo es la que genera el
robo y todo tipo de putrefacción donde impere como sistema el trabajo
asalariado, aberraciones que son traspasadas al “socialismo” que pretenda ser
construido con esa arma mellada principal del capitalismo. No es con represión
ni leyes voluntaristas que se resuelven los problemas del capitalismo, sino con
socialismo. Solo el hombre dueño individual o colectivo de medios de producción
es verdaderamente libre, “hombre propio, hombre de sí mismo”, dijo Martí.
Los instintos humanos no hacen buenas o malas a las personas, ni los instintos
son buenos o malos. Son las facultades con las que nacen todos los seres humanos
para poder sobrevivir en el medio y es éste el que hace que el instinto se
manifieste de una u otra forma. El medio, la formación, la educación, son los
determinantes. Con la lucha por el control de los primeros excedentes en la
descomposición de la Comunidad Primitiva, surgieron las primeras manifestaciones
de individualismo y robo, cuando los jefes de tribus empezaron a adueñarse de
los sobrantes y a administrar luego el intercambio, apareciendo entonces las
clases y las luchas entre ellas, siempre por el control de excedente. Los
propietarios explotadores, en todas las épocas, fueron los primeros ladrones.
Los que quieran encontrar en la naturaleza humana, las miserias que engendra la
miseria misma, jamás hallarán soluciones a la miseria. Todo proyecto educativo,
por muy bien que esté concebido, poco podrá hacer a favor de una conciencia
socialista, si la base económica, las relaciones de producción, en la cual se
sustenta esa sociedad, no se corresponden con los fines del proyecto educativo
en cuestión, pues la práctica real social del trabajo asalariado, lleva
intrínsecas todas sus deformaciones y traspasan sus características a la
conciencia social.
Los esclavos, que eran simples medios de producción para los esclavistas, se
apalencaban y hacían cimarrones. Por las leyes esclavistas eran perseguidos y
masacrados, pero a nadie se le ocurre decir hoy que aquellas acciones de los
esclavos eran corruptas porque violaban las leyes esclavistas, o que un esclavo
revelado que ajusticiara a quien le había azotado, maltratado, abusado de su
mujer y sus hijas era un asesino. ¿Y que cosa es el trabajo asalariado, sino la
moderna esclavitud de los trabajadores, a los que algunos hasta llaman “capital
humano”?
Las leyes en una sociedad socialista deben ser para proteger a los trabajadores
y al pueblo en general, para preservar sus conquistas socialistas. Si las leyes
son para proteger al estado contra los trabajadores, estamos claramente ante un
estado burocrático que poco tiene que ver con los trabajadores y el socialismo.
El gran corrupto y corruptor, burócrata y generador de burocratismo es el
sistema estatal asalariado centralizado, que paga por emplear, se apropia de la
mayor parte de los resultados del trabajo y deja a los trabajadores con
insuficientes recursos para su reproducción y la de sus empresas. Este es el mal
de fondo, el que hay que arreglar, todo lo otro es secundario.
La superación de las lacras mentales que genera el corruptor trabajo asalariado,
pasa por el avance a un nuevo sistema superior, de la organización del trabajo,
colectivista, que valore la actividad del colectivo en forma común, que no
enfrente al trabajador en forma individual a la máquina y al capitalista y que
no ponga a unos trabajadores contra otros. Ese sistema de trabajo que Marx
identificó en las cooperativas, es el cooperativista-autogestionario, genérico
del socialismo. Son comprensibles los prejuicios contra un sistema
autogestionario (empresarial y social) por el manualismo y el dogmatismo
extranjerizante todavía existente y porque nunca lo hemos practicado: Debe
probarse.
Que estemos atascados, por las circunstancias históricas en que se dio la
Revolución, en ese “socialismo” intentado en el Siglo XX, asumido como
capitalismo monopolista de estado, no niega todos los enormes esfuerzos
realizados por nuestro pueblo ni las buenas intenciones de la dirección para
tratar de desarrollar la economía, ni ensombrece los grandes logros obtenidos a
pesar del bloqueo. Expropiamos a los expropiadores, pero no hemos restituido la
propiedad a sus auténticos dueños, despojados originalmente: el pueblo, los
campesinos y los trabajadores, todo quedó en el estado. Eso es estancamiento en
la socialización.
Resistiéndose a las desviaciones propias del capitalismo monopolista de estado
burocrático, considerado “socialismo”, no han sido pocos los que han terminado
enfrentados a la Revolución, abandonando el país o hasta integrado
organizaciones contrarrevolucionarias. Ha habido revolucionarios que ante la
impotencia, la confusión y por su propia incapacidad para comprender estas
complejas realidades, han terminado creyéndose anti-socialistas. A veces, típico
del oportunismo de algunos burócratas, se ponen trampas y se trata de empujar a
las posiciones y filas del enemigo, a quienes se les han opuesto en algunas
coyunturas: es la forma de desacreditarlos y destruirlos políticamente. Los
débiles, los corruptos y los confundidos, ceden. De los verdaderos comunistas,
ni matándonos podrán conseguirlo.
Esto ocurre también porque algunos funcionarios, equivocadamente, han estado
enfrentando, desde posiciones represivas el debate ideológico y político dentro
de la Revolución, orientado por la dirección. Ese camino de confrontación y esa
visión autoritaria de los asuntos ideológicos, que debieran tener otro
tratamiento, el correspondiente a las diferencias entre revolucionarios en el
campo de las ideas, trajo procesos dañinos y malas consecuencias en otras
latitudes y nosotros mismos guardamos amargas experiencias pasadas.
Preservar la Revolución implica socializar la apropiación. Sin ello no será
posible mantener la cohesión e integración imprescindibles entre sus fuerzas
motrices: los trabajadores manuales e intelectuales, los campesinos, los
soldados, los estudiantes y la pobrecía. Mantener, por cualquier razón, bajos
niveles de recursos para al consumo directo y altamente centralizados los
controles de los medios y las decisiones, acrecienta las contradicciones en el
seno de la sociedad.
Los que plantean postergar los cambios necesarios para cuando el imperialismo
deje su agresividad contra la Revolución son ingenuos que confían en que algún
día le “permitirán” para hacer el socialismo en las fauces del Imperio, o nunca
fueron más que ambiciosos que utilizaron el nombre de socialismo para tener
hombros en que alzarse, como previno Martí.
Estos problemas deben ser discutidos y resueltos fraternalmente sin graves
enfrentamientos en el seno revolucionario, manteniendo la cohesión, que no
quiere decir unanimidad. La experiencia enseña que el socialismo “real” sucumbió
cuando el inmovilismo terminó agrediendo a los factores del cambio. Si el
socialismo cubano ha de triunfar, también en eso ha de cambiar.
Socialismo por la vida.
La Habana, 15 de Octubre de 2008.
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