Mensajes
desde Cuba:
De: Natalia
R
Asunto: Polémica sobre el humor hoy en Cuba -
Revista cultural El
Caimán Barbudo
¿Humor cubano?
Es difícil conceptuar el humor. En todo caso resulta mucho más
fácil definir sus variedades dentro del amplísimo espectro que
abarca la comunicación humana. Porque el humor es, más que nada,
eso: comunicación.
Entretener y hacer reír, tanto como poner a pensar, constituyen
sus presupuestos. Todas son cualidades exclusivas de la raza
humana, lo que nos obliga a afirmar, sin temor a equivocarnos,
que si algo le corresponde sobre esta tierra al hombre, es el
humor.
La risa nerviosa originada en el subconsciente; la sátira o la
ironía; la sonrisa inteligente o la estentórea carcajada, no son
sino el efecto con que nuestra subjetividad reacciona frente al
hecho humorístico.
La comicidad, en definitiva, proviene de gestos, palabras,
situaciones, caracteres o repeticiones, pero siempre de la
capacidad del ser humano de reír —suerte de catarsis— frente a
sus propios absurdos y paradojas cotidianas. Y los cubanos no
somos —no podemos darnos el lujo de ser— menos. Este dossier
pretende responder algunas de las preguntas que el lector
pudiera tener pendientes sobre el humor facturado en Cuba,
gráfico, teatral o televisivo.
Quedan aplazadas las conclusiones: ¿tenemos o no, en definitiva,
el sentido del humor que se nos atribuye?
Lanzarme a
fondo
Adonis Sánchez Cervera
Osvaldo Doimeadiós es un hombre que prefiere el riesgo y las
cosas que lo ilusionen: "Trato de vivir a plenitud cada momento
y la plenitud empieza por ser sincero con uno mismo, así que no
me río por compromiso y cuando no tengo deseos de hacer chistes,
no los hago".
Sencillo, martiano, noctámbulo, bohemio de profesión y corazón;
nació el 26 de noviembre de 1964, en Holguín; sagitario, se crió
y creció en el reparto Alex Urquiola, más conocido por sus
moradores como "La Colorá"; y ahora despierta todas las mañanas
saludando a la calle Ayestarán, en el Cerro, Ciudad de La
Habana.
Ha obtenido innumerables premios: en festivales de humor, de
dirección; Premios Villanueva, de los críticos de la Unión de
Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), de puesta en escena;
Premios Caricato, nominado al Premio Nacional del Humor; fue
director del Centro Promotor del Humor; se le ha visto en las
tablas con el grupo de teatro El Público: La puta respetuosa,
Santa Cecilia , en Ceremonia para actores desesperados… Vive
para el teatro.
Tiene la virtud de conmovernos, hacernos pensar y a la vez
desmollejarnos de la risa: anda a cuestas con Margot, Feliciano;
y ahora Pipo Pérez le ha reservado un puesto en el espacio Deja
que yo te cuente, de la televisión cubana.
Su DVD de reciente estreno, Aquicualquier@ , que contiene un
espectáculo unipersonal que grabara en el teatro del Museo
Nacional de Bellas Artes, una galería de fotos, el making of y
cinco temas musicales, marca un cambio en la vida del actor y
también director: "Es una forma de revisitar mi trabajo de estos
años, y espero que constituya un punto de giro en los propósitos
que tengo en torno a los espectáculos de humor."
Aunque le gusta que en su ambiente de trabajo siempre haya
alegría, Osvaldo Doimeadiós es un hombre muy serio.
"Descubrí mi vocación a muy temprana edad. Describirlo me sería
imposible, pero te aseguro que son sensaciones de certeza en
algo en lo que uno cree. Fui un niño muy enfermizo y quizás todo
ese tiempo que pasaba en cama, pues lo llenaba con personajes
imaginarios y todas las fantasías que un pequeño se inventa. A
los 6 años me vinculé a la radio de mi ciudad natal: Holguín, y
mi primera experiencia fue en una versión radial de la novela
Cumbres borrascosas; interpretaba el personaje de Hindley niño.
Luego trabajé en muchos programas de la emisora de corte
infantil y también me vinculé con grupos de aficionados al
teatro. Ese fue el principio.
"En 1987 me gradué del Instituto Superior de Arte (ISA) en la
especialidad de Actuación."
—¿Por qué un artista con gran talento para el arte dramático,
escoge primero el humor?
—Estando en el ISA, en el último año, junto a otros estudiantes
de mi facultad fundamos el grupo humorístico Sala-Manca, en el
que estuve hasta 1996 y que sin lugar a dudas fue una fructífera
experiencia para mi profesión. Recuerdo que desde el ISA, muchas
personas me miraban con recelo por el inofensivo hecho de hacer
humor, pero eso forma parte de prejuicios culturales heredados y
no es un fenómeno solamente cubano. Ocurre en muchas partes del
mundo. Sin embargo lo considero una fiesta desacralizadora y
vivificante, de la cual nunca voy a arrepentirme. El humor no
fue para mí una cuestión de elección, fue un hecho orgánico,
casi un reflejo y siempre he mirado la profesión del actor sin
prejuicios. En cualquier género o manifestación hacemos cosas
buenas y malas...
—El humor creo es una de las manifestaciones artísticas donde
existen más zonas vedadas, tabúes, sobre todo a la hora de
tratar temas sociales. ¿Cómo salvas estos obstáculos?
—Subirse a un escenario o aparecer en cualquier medio
audiovisual genera una responsabilidad. Pero pienso que ningún
tema o hecho debe ser un tabú, aun cuando cualquier momento
histórico o cualquier sociedad genera sus propios tabúes. La
sátira social es un hijo legítimo del humor y un hijo que no
podemos esconder. Hay que hacerlo con nuestros mejores
sentimientos y sin re–sentimientos, con conocimiento de causa, y
las cosas cuando están bien hechas no tienen discusión. Creo en
los mensajes que funcionan sobre la base del placer estético y
la cultura. Hay que llegar al límite y devolver al espectador al
punto inicial. Es simplemente un juego.
—¿Cómo definirías el humor que haces? ¿Qué es lo necesario, la
cuota, el resultado, para que Doimeadiós se sienta complacido
con una función, un chiste? Tu premisa…
—Me resulta difícil definir el humor que hago, será porque no me
gustan mucho las clasificaciones. De hecho trato de huir de
ellas. Cuando salgo a actuar, salgo a jugar y trato de
divertirme (aunque no me ría explícitamente) para que el público
disfrute, y uso recursos que son tan viejos como la comedia
misma, sólo que con la mirada en el presente. Me gustan los
juegos de palabras, el humor blanco e ingenuo, la ironía, la
caracterización de personajes, la música, etc.… No me gusta
subvalorar al público, prefiero estimular su agilidad mental, su
inteligencia. Me inclino más hacia un tipo de humor "implosivo"
porque pienso que dura un poco más en el tiempo.
"Me siento satisfecho cuando la comunicación fluye y abandono
mis tensiones. Sucede que soy extremadamente tímido y esa es la
primera barrera que debo franquear cuando actúo. Me voy contento
si percibo al público feliz."
—¿Dónde encuentras a tus personajes?
—Mis personajes me han sorprendido donde menos los esperaba, en
el juego, en las conversaciones con mis amigos o en la soledad
de la casa. A lo mejor ya habitaban en mí y no los percibía. Hay
que trabajar y trabajar todos los días, sólo así ellos vienen.
—En el tema del transformismo, los personajes femeninos de
Doimeadiós han tenido una excelente acogida: desde la simpática
Margot hasta la genial Santa Cecilia. Conociendo la
idiosincrasia del cubano, ¿por qué te interesas por esta
modalidad (por llamarlo de algún modo) y qué experiencias has
tenido en esta parte de tu trabajo, tanto para tu desarrollo
como actor como en la interacción con el público?
—Un actor tiene que ser como un mago y hacer ante los ojos de
los espectadores posible lo imposible, con su cuerpo, su voz, su
cultura, sus vivencias, por ello tiene que interpretar un niño,
un pez, un árbol, una anciana y qué se yo cuantas cosas más. He
interpretado muchos personajes en diversos géneros. Por supuesto
algunos me están vedados. No podría nunca haber sido el galán de
una telenovela, a no ser que fuera en tono de farsa, tampoco eso
me duele, porque esos personajes suelen ser aburridos. Lo que
quiero dejar claro es que nunca he mirado con prejuicios ni
machismo ningún personaje. He interpretado personajes
masculinos, femeninos, andróginos, pero no sé por qué extraña
razón los femeninos, que han sido los menos, han tenido gran
aceptación. Han sido un reto, sin lugar a dudas y quizás por
ello me he lanzado más a fondo, tal vez los he explorado más en
aras de no equivocarme, y por sobre todas las cosas los he
realizado de la manera más natural posible, sin afectaciones ni
complejos. El público es un lector voraz, que va leyendo una
caligrafía visible y otra invisible, y al que le tienes que
entrar con respeto y sin tapujos. He tenido muchas experiencias
con este tipo de personajes, pero soy dichoso porque siempre he
recibido el mayor respeto.
—El Público es uno de los grupos de teatro de punta a nivel
nacional. ¿Cuánto ha aportado este grupo, su director Carlos
Díaz y el teatro para tu carrera? Esa confrontación con los
códigos propios del teatro y el humor, me imagino sea muy
fructífera. ¿Cómo asumes ese cambio de atmósferas, qué traes
aquí o llevas allá, hasta qué punto se marcan las diferencias?
—Trabajar con Carlos Díaz y su compañía de teatro El Público ha
sido una experiencia definitoria en mi carrera. Lo respeto
muchísimo por su talento y trabajo, que han dejado una huella en
el teatro cubano en todos estos años. Con él he aprendido a
lanzarme a fondo, a estructurar el trabajo en toda su totalidad
y a interactuar con otros lenguajes dentro de la puesta en
escena.
"Carlos te sube la barrera todos los días un poquitico más, y si
le pones más, pues te exige más. Es una mina de asombros.
Trabajar con él es una fiesta y un juego, por eso en su grupo me
siento pleno. Santa Cecilia ha sido para mí un antes y después,
por el reto que implicó cada ensayo y cada función. Siento que
crecí con ello. Carlos sabe aprovechar para el tejido de la
puesta además de la historia del personaje, la historia del
actor, quizás por eso los recursos del humor se hayan
complementado tan bien con los dramáticos, eso da un mejor
equilibrio y abre un abanico de posibilidades. El trabajo del
actor debe ser como un río que contenga todos sus afluentes y
desemboque en el mar."
—Explícame ese antes y después de Santa Cecilia… ¿cuánto de reto
y de reconocimiento te trajo esta obra que tanto nos conmovió,
además del éxito de la crítica?
—Te confieso que nunca me motivó mucho la idea de hacer
unipersonales. Sucede que siento el teatro en compañía de otros
actores, será que así fue como empecé a hacerlo o así es como
más lo imagino. Carlos Díaz me propuso hacer ese texto y creo
que no lo pensé dos veces. Es un texto de una belleza y una raíz
inmensa, pero tenía muchas cosas en contra. Primero ya había
sido llevado a escena con mucho éxito por Vivian Acosta en los
años 90. Segundo era un personaje femenino (y no uno más) y esto
era un riesgo por el temor a repetir otros recursos empleados en
otros personajes de esta naturaleza que ya había hecho antes, y
además suponía un desgaste físico por todo el tránsito del
personaje por diferentes estados de ánimo, y por último había
que apresar en esa hora y cuarto de espectáculo muchas cosas que
tienen que ver con el alma de esta ciudad y esta nación. Pero el
trabajo no se piensa tanto. Se hace. Y decidimos correr el
riesgo y trabajar bien duro, y hay muchas cosas que técnicamente
un actor conoce desde la teoría pero que a veces el tiempo o las
propuestas en las que te involucras no te dan tiempo a
emplearlas y este espectáculo era de todo o nada. Creo que es el
reto más grande que he tenido en mi carrera. Le estaré
eternamente agradecido a Abilio por escribirlo, a Carlos por
dirigirlo y a Gilda Bello que fue la asistente de dirección por
toda su paciencia, así como a todos los especialistas que
pusieron su talento en el trabajo.
"Cada función de esta puesta ha sido un reto en si misma, y
siempre sólo pienso en vivir la plenitud de cada momento del
personaje, en llegar hasta el fondo y regresar. Es un personaje
de muchas rupturas o quizás muchos personajes habitando en uno.
"El reconocimiento vino después y por supuesto me trajo muchas
satisfacciones, entre ellas el ver a un público muy joven viendo
más de una vez la puesta, o a personas que regularmente no van
al teatro y verlos a tu lado compartiendo la experiencia. Cuando
se puso en la TV estaba muerto de miedo, porque era estar más de
una hora en pantalla, pero todavía salgo a la calle y personas
muy sencillas, que están lejos de los círculos intelectuales, se
acercan y me hablan con mucho amor de ese trabajo. Para un actor
ese es un regocijo inmenso."
—Leí de tu preocupación por la preservación de la memoria y la
ciudad. ¿Cómo te sentiste al interpretar a la ciudad misma?
—Interpretar de alguna manera esta ciudad donde uno vive, donde
respiras, es un compromiso y una responsabilidad muy grande,
sólo se logra si uno la ama y le duele. Efectivamente, aquí vivo
hace 25 años, aquí estudié mi carrera, aquí he fundado muchos
sueños y aquí tuve mis hijos... cada cosa que se pierde, cada
lugar que se olvida o se destruye es sin lugar a dudas un duro
golpe.
—De tu paso por el Centro Promotor del Humor, ¿qué experiencias
tuviste al haber ocupado posiciones opuestas: el que dirige y el
dirigido? ¿Cuánto enriqueció tu visión del género, en todos los
sentidos, y por qué ya no ejerces el cargo?
—El Centro Promotor del Humor fue un proyecto al que le
los mejores años de mi vida. Sobran las anécdotas cuando de
fundar algo se trata. Un proyecto que nació en un momento muy
difícil en nuestro país. Tocar tantas puertas, consensuar
posiciones, opiniones, y sobre todo tratar de aglutinar lo mejor
del talento nacional en el género y darle cauce. El centro
además surgió con una fórmula económica y de comercialización
diferente a lo que hasta el momento se hacía en el sector de la
cultura, y de sus resultados positivos surgieron luego otras
empresas, sobre todo en la música, bajo similares presupuestos.
Hoy hay una vuelta atrás, porque las están volviendo a convertir
en unidades presupuestadas. Ya sabes como es el son: un pasito
para alante, marcas, y un pasito para atrás… Aprendí muchísimo
en esos años y se hicieron muchas cosas significativas a mi modo
de ver: cursos de superación, festivales, encuentros teóricos,
materiales audiovisuales y sobre todo tratando siempre de
incidir en los espectáculos teatrales y en los elementos que
puedan enriquecer el trabajo de guión y la puesta en escena, las
debilidades más grandes que tiene el humor cubano actual. Llegué
al punto donde termina la pared y te das cuenta de que ya no
puedes hacer más nada. Por una parte incomprensiones y
prejuicios de cierto sector oficial, y por la otra
irresponsabilidades y acomodamiento de algunos creadores, y
comienza el perro a comerse la cola… Decidí entonces reorganizar
mi vida y dedicarle todo el tiempo a emplearme más a fondo en mi
trabajo como actor y, mira, no me arrepiento.
—¿Qué representó para tu carrera el espacio Sabadazo?
—Sabadazo fue un momento especial en la vida de este país. Para
algunos una tablita de salvación en medio de la tormenta. Para
mí la posibilidad de amplificar mi trabajo y de colaborar —¿por
qué no?— en algo tan sano como es la felicidad de las personas
que te rodean, que son once millones. Guardo momentos muy
gratos, porque este no es un trabajo en que se viaje en una sola
dirección, porque siempre te retroalimentas.
—Independientemente del teatro, el humor, ¿cuál es la rutina que
atrapa a Doimeadiós en el día a día, o cuando no hay trabajo?
¿Has sido un hombre con suerte a la hora de proposiciones de
trabajo?
—Tengo adicción al trabajo. Trabajo casi todo el tiempo y
siempre estoy involucrado en varios proyectos, pero saco tiempo
para estar con mi familia y mis amigos. Me gusta mucho leer, oír
música, ir a exposiciones, ver películas. No puedes quedarte
demasiado en tu propio ghetto. Me siento afortunado, porque
siempre tengo proposiciones de trabajo, y cuando no las tengo me
las invento.
—Cuéntanos qué pasó con el CD que hiciste con Pagola la Paga.
¿Por qué se demoró tanto? ¿No temes que esos chistes se hayan
puesto viejos, de tanto esperar?
—En el 2005 grabé un disco con Pagola la Paga para el sello
EGREM, con la producción del músico genial que es David Álvarez.
La Máquina del Tiempo, que así se llama el fonograma, salió
ahora en el 2007 y parece destinado a ser víctima de su propio
nombre. Se le ha dado una escasísima promoción en los medios, no
se por qué… Algunas cosas pudieran envejecer, pero se hizo
jugando con el tiempo, muchas cosas se pusieron en pasado y eso
a lo mejor las puede preservar de la maquinaria terrible que es
el tiempo.
—En una entrevista para La Gaceta de Cuba , del periodista
Leandro Estupiñán, corroborabas que los actores humorísticos se
subvaloran; y cito también: "Dentro de cualquier manifestación
hay una zona que siempre va a la vanguardia, otra más rezagada y
otra es de muy baja calidad. En el humor pasa lo mismo. Pero
sucede que, a la hora de juzgarlo, se hace por la zona más
rezagada". ¿Crees que algún día se reivindique el humor cubano
contemporáneo?
—Si el humor se reivindica o no, es principalmente una
responsabilidad de los humoristas, dependerá en gran medida de
su madurez y su cultura.
—Martí dijo que el humor debe ser un látigo con cascabeles en la
punta. ¿Se cumple esta máxima del Apóstol en el humor cubano
contemporáneo?
—Soy martiano y creo que al humor actual le falta, entre otras
cosas: látigo y cascabel.
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Humores compartidos
Leopoldo Luis
El vocablo "humor" proviene de la medicina griega y su teoría de
los cuatro humores del cuerpo; según la cual flema, sangre,
bilis o bilis negra, eran responsables del estado anímico. Para
tales sabios, un individuo flemático carecía en absoluto de
sentido del humor, siendo este una condición privativa del
carácter sanguíneo. Un tanto cínica resulta la tesis de
Nietzsche, atribuyendo al sufrimiento del hombre el origen de la
risa. "Reír para no llorar", diría Klatzmann. Lo cierto es que
la capacidad de reír nos hace humanos, puesto que ninguna otra
especie puede hacerlo sobre la faz de la tierra.
HUMOR DE PRIMERA MANO
Ulises Toirac no es del tipo sosegado. Tampoco vehemente o
compulsivo. Y, mucho menos, sufrido. Luce normal, común y
corriente. Alto. Flaco. Con una mirada inteligente y una forma
de expresar que revela —más allá de las categorías griegas— el
sentido del humor que lo caracteriza. Son días lluviosos, de
fines de octubre, y en los estudios de la televisión cubana se
está muy bien. El set de ¿Jura decir la verdad? sorprende por su
sencillez. Lo imaginaba más aparatoso. Aquí estarán grabando
dentro de media hora, no puedo desperdiciar un minuto. La cámara
de Linnet nos regala un flashazo…
—Ulises, ¿qué justifica una propuesta como ¿Jura decir la
verdad?, que tanto recuerda a La tremenda corte?
— La tremenda corte es un icono, pero también un referente
olvidado del humor cubano. Era importante rescatar ese estilo,
que se había ido perdiendo a partir de los 80. Hablo de nuestro
humor tradicional, el típico cubano, en una etapa en que
florecía un humor mucho más intelectual; si bien ese nivel
comenzó a bajar con el período especial. Es que el humor refleja
los problemas sociales desde la inmediatez, y las necesidades
materiales hacen que la gente deje de atender las espirituales.
En Cuba, el humor de los 90 fue de muy poco vuelo. Eso me
condujo a hacer ¿Jura decir la verdad? Trespatines y Chivichana
son tipos de doble moral. Ni ladrones ni asesinos, sino
estafadores. Una especialidad en que la doble moral resulta
imprescindible. Y en el momento en que vivíamos la utilidad de
un personaje así era evidente.
—¿Y en qué se parecen los dos programas?
—Desde el punto de vista dramatúrgico La tremenda corte era
simple y sólida: la presentación del caso, un nudo en que se
desarrollan las partes antagónicas, y el desenlace con la
sentencia del juez: eso lo tomamos. Y los antagonismos:
juez–acusado y acusado–demandantes; y la forma del acusado, en
tributo a ese gran artista que fue Leopoldo Fernández... tomamos
todo eso. Por último, los demandantes son, en ambos casos,
emblemáticos de la sociedad. Usamos una época pasada como telón
de fondo, pero el espectador percibe que los problemas son
actuales y vibra con ellos. Entre los demandantes está el
intelectual, pero también el guapo, el tipo de la calle, la
mujer pizpireta… Y llevan en sí los dramas que enfrentan los
cubanos en este mismo instante.
—Te has referido antes a la presencia de elementos del bufo en
¿Jura…
—Leopoldo Fernández fue un actor que se formó en el teatro bufo,
haciendo "el negrito". Con La tremenda corte, que empezó siendo
radial, Leopoldo perdió su identidad. No tenía que tiznarse. En
Pototo y Filomeno Leopoldo no se pintó. Tampoco cuando llevó La
tremenda corte a la televisión, en México. Sin embargo, todas
las características de Trespatines: el tartamudeo, la picardía,
la intención de enredar a la gente, la satería con las mujeres,
son del "negrito". Como objetivo–personaje, el juez es una
evolución del gallego. Y Nananina, que aquí se diluye un poco,
es la mulata; personaje que Mimí Cal hacía en el bufo. En ¿Jura
decir la verdad? se dan esos mismos elementos.
—Retomar la idea de un programa famoso del pasado…
—Hay dos teorías. Acudir a fórmulas conocidas asegura de
antemano el éxito, dice una. Segundas partes nunca fueron
buenas, dice otra. Yo digo que todo está hecho. La cuestión es
saber retomar esas claves que ya existen y renovar sus códigos.
Todo está en la honestidad con que se asume la creación, no
importa si se parece más o menos a algo. Yo no quise ponerle
trajes a ¿Jura… Quise que se pareciera al original, corriendo el
riesgo de que la gente me comparara con un clásico en la
historia del humor, no sólo cubano, sino latinoamericano. Quería
hacer un homenaje al humor cubano de primera mano, como digo yo,
el más pegado a la tierra.
—¿Por qué en televisión o teatro y no en la radio?
—En Cuba es mucho más potable hacer televisión que radio, al
menos desde el punto de vista económico. A la hora de hacer un
libreto semanal, con una dramaturgia tan cerrada, tienes que
valorar… Yo tenía una historia latente de programas de
televisión anteriores, como Sabadazo, ¿Y tú de qué te ríes? Y
entonces me pedían un nuevo proyecto. El teatro te permite hacer
la misma obra mil veces, y cada vez será única, diferente. Es
una maravilla. El encanto de las cosas que pasan en un segundo y
ya no ocurren nunca más…
—Sobre los escritores…
—Para ¿Jura … trabajan varios escritores, a diferencia de La
tremenda corte, que dependía del genio creador de Cástor Vispo.
Pero ensayamos tanto que las diferencias de estilo no resultan
perceptibles. El guión definitivo se parece más al colectivo que
a su autor. Ahora escribe Ahmed Otero, con mucho talento. El
otro escritor clave sigue siendo Baudilio Espinosa. Ambos son
excelentes dialoguistas, saben cómo habla cada personaje.
—Tú mismo escribías bastante…
—Yo soy un tipo con muchos intereses. Vivo al tanto de todo, y
si de pronto me falta algo en mi trabajo, me pongo a investigar.
Ahora mismo estoy viendo material televisivo, fotográfico. Me
fascina la música, encontrar el sonido idóneo en cada caso.
Intento armonizar, aún sin saber una nota… Leo mucho. Y dirigir
el equipo me roba tiempo. El que necesitaría para escribir mis
programas.
—¿Y la dirección de actores?
—Soy de los directores que sueltan al actor. Prefiero que busque
su propia cuerda, que vaya tanteando, que se sienta bien con su
texto. Sólo cuando veo que su tanteo no conduce a ninguna parte,
voy y le toco en el hombro. No todos los actores son cómicos;
hay actores que funcionan como pico y actores que funcionan como
pala. El éxito está en resolver eso.
—¿Existe una dicotomía entre quienes abordan el humor como medio
de vida y quienes lo asumen desde los presupuestos del arte?
— No soy excluyente. Hay quienes trabajan para ganarse la vida y
quienes trabajan para trascender. Lo que siempre ha estado mal
es el modo en que la sociedad retribuye eso. Mucha gente con
talento muere en el anonimato, en la incomprensión. La Historia
les premia tardíamente. Son artistas que sintetizan épocas,
estilos, formas vanguardistas de hacer… Y el humor no se despega
de ninguna de las otras artes. Hay humor para pensar; humor para
pensar y reír; y humor para nada más reírse a carcajadas. Todos
merecen un espacio.
—¿Se abre y cierra un ciclo con el programa, o habrá nuevas
propuestas?
—Yo apuesto por un equipo de trabajo, más que por un programa de
televisión. Y el nuestro es un grupo multidisciplinario muy
solvente. Puede terminar ¿Jura decir la verdad?, pero no va a
desaparecer el equipo.
SABER ENCONTRAR EL CHISTE
Vi nacer la carrera de Baudilio Espinosa hace más de veinte
años, cuando "las Peñas", "las Señas" y "las Leñas" hacían furia
en todo el país. De pronto le dio por encauzar la vis cómica que
de manera natural había traído al mundo, y muchos de sus amigos
palidecimos de espanto. Recién graduado de filología, ¿intentaba
eludir el servicio social reglamentario en la Casa de Cultura de
algún municipio cercano? Ahora, pasados los cuarenta, trato de
hacerlo recordar mientras se escurre entre las sábanas y alega
un excesivo cansancio.
—Comencé actuando y escribiendo a la vez —consigue decir—.
Carlos Fundora y yo hicimos una obra en un festival
universitario. Así me estrené en el humor. Después seguí
actuando cosas que yo mismo escribía, hasta que me invitaron a
actuar en proyectos de otros y a escribir para que otros
actuaran. Prefiero definirme como "humorista", que es mucho más
que actuar o escribir. Ser "humorista" representa una actitud
ante la vida. No es hacer, si no saber encontrar el chiste donde
otros no lo ven.
—Ulises me trajo al equipo como guionista —continúa—, cuando
recién salía Otto Ortiz. Menudo compromiso. Estuve haciendo un
guión semanal durante meses. Otros escribían, pero el peso mayor
recaía sobre mis hombros, es decir, sobre mi pluma. Yo no soy un
escritor prolífico, no sé si por miedo a que se me agote el pozo
de ideas. Por eso sentí alivio cuando aparecieron otros. Y me
permití asumir nuevos proyectos, trabajar en un libro de
cuentos…
—Cástor Vispo no era cubano —aclara Baudilio, en lo que se
incorpora—. Pero hizo un humor muy cubano. Era brillante y tuvo
mucha influencia sobre los guionistas radiales. Pero los
escritores de hoy crean la situación y descuidan los diálogos,
mientras en el resto del mundo ocurre lo contrario. En un
programa de humor te encuentras un nombre que da la idea, otro
que hace la historia y otro que escribe el guión. Luego cada
personaje tiene su propio dialoguista, como sucede en Friends.
Cada quien habla desde su psicología.
—No abundan los escritores de humor en Cuba —me dice con
seriedad—, pero los hay excelentes. El primero de ellos es
Eduardo del Llano, el humorista más talentoso de mi generación,
el gran retratista de nuestra sociedad. En la televisión tienes
a Otto Ortiz, Wichy García, Telo, Ahmed Otero…
—El vernáculo está muy apegado a los tipos —afirma Baudilio; y
yo pienso que al fin he conseguido motivarlo—. El costumbrismo
es más que eso: trata situaciones cotidianas, en las que hay
elementos del absurdo, del humor negro, de la sátira política.
Pero es sobre todo un humor de costumbres. ¿Jura decir la
verdad? es un programa que tiene personajes tipo, pero que no
sólo buscan la risa, sino parodiar determinadas situaciones. En
ese sentido es un programa de corte costumbrista. Lo fue La
tremenda corte. Lo fueron Detrás de la fachada, Casos y cosas de
casa y San Nicolás del Peladero. No siempre recordamos a sus
guionistas: José Manuel Carballido Rey, Marcos Behemaras,
Enrique Núñez Rodríguez…
—Suelen confundirse los términos "humor intelectual" y "humor de
referencias". No creo que un humor sea más intelectual que otro
porque esté plagado de citas —prosigue—. No me gusta hablar de
"humor inteligente". Creo que es inteligente el humor cuando
paseas al televidente por situaciones agudas, donde no sólo se
ríe, sino que siente halagado su ingenio. Un humor no es más
inteligente que otro, sino que hay una forma más inteligente de
hacer humor.
—El humor es expresión de la espiritualidad humana. Los animales
no se ríen. El sentido del humor suele estar asociado a la
inteligencia —avanza Baudilio en sus conjeturas—. El humor
cumple todas las funciones del arte como forma de la conciencia
social. No sólo la de divertir, sino la de hacer catarsis, la de
educar, la de identificar errores. La de pretender que uno viva
mejor. No es cierto que el nuestro sea un país de humoristas. Al
cubano le encanta la burla, el choteo. Pero no creo que tengamos
un especial sentido del humor. Lo que ocurre es que somos
capaces de reír con nuestra propia tragedia. Sino podemos
extirpar la burocracia, pues nos reímos de los burócratas. Es un
mecanismo de supervivencia muy laudable…
—El club de la neurona intranquila —concluye Baudilio— es un
proyecto de Gustavo Fernández–Larrea. Algo inédito, diferente,
distinto de todo lo que yo había experimentado como actor, como
escritor y como televidente. Es un programa donde el humor está
pensado como ser vivo, puesto al servicio del conocimiento y de
la comunicación humana…
UNA NEURONA GIGANTESCA
El apellido Fernández–Larrea me era familiar. Ramón —poeta
bayamés—, hacía un programa radial de mucha audiencia. Tenía un
original sentido del humor. Ahora converso con Gustavo, hermano
menor, director para televisión de ¿Jura decir la verdad? y
artífice de El selecto club de la neurona intranquila, programa
que atrajo la atención de los capitalinos durante la temporada
estival. Mariela se va por un café hasta la cocina. Aprovecho
para salir al balcón y acariciar con las pupilas los plátanos
hermosos, muy verdes, que colman el agromercado de enfrente.
"Yo trabajé como grafista en la televisión, vinculado al
deporte, y siempre me atrajo esa imagen de personas luchando por
conquistar un premio. Me encanta la competencia; sobre todo de
inteligencia, que nos distingue de los animales y de los propios
seres humanos… ¿Jura decir la verdad? recesó un período largo y
sentí la necesidad de hacer algo. Tenía una idea primaria de La
neurona intranquila ; y conocía, por el Centro de
Investigaciones Sociales de la Radio y la Televisión, que el
público estaba ávido de programas de competencia, humor e
inteligencia. Mi proyecto venía como anillo al dedo…
"Hay humor en El club… y también competencia. Depende de cómo lo
mires. Es un ajiaco. Lo que sí me propuse a conciencia fue hacer
un programa diferente, no caer en lugares comunes. Porque el
buen humor se sostiene sobre el absurdo, la lógica o la
subversión; pero siempre sobre la inteligencia.
"No hay nada nuevo bajo el sol, todo es variación de
variaciones. A veces tienes referentes olvidados que salen a la
superficie e imaginas que acabas de inventarlos. Son las formas
de expresar las que pueden ser novedosas, porque siempre hay
caminos que puedes comenzar a trillar. En eso creo. En El club
de la neurona intranquila es la forma de decir, de abordar los
temas. Hay mucho desenfado. Una intención expresa de alejar el
dogmatismo, el academicismo, manteniendo un nivel digno de
conocimiento: esa es la diferencia.
"No aceptamos que ninguna institución nos imponga un
participante. Nosotros hacemos la selección. Baudilio y yo
confeccionamos un cuestionario que no sólo mide los
conocimientos, sino también la chispa, el sentido del humor, la
capacidad de asociación. Lanzamos la convocatoria y la
divulgamos en centros educacionales, escuelas. Por eso los
participantes son estudiantes casi todos. Me sorprendió el
resultado: gente muy joven, con una vasta cultura…
"Hay algo curioso con los premios, durante años han estado mal
vistos... Hubo un programa de participación que obsequiaba
bicicletas, cosas valiosas. Era muy popular. Pues bien,
desaparecieron los regalos y descendieron los niveles de rating.
Nosotros regalamos libros, discos, afiches, cosas así; pero el
gancho está en el contenido mismo del programa. Conocer eso es
muy alentador.
"Pedí ayuda al escritor Ernesto Santana, gran amigo. Me preparó
más de mil preguntas sobre temas culturales y de conocimiento
general. Se utilizaron en la sección final. Yo mismo diseñé las
restantes. Otras fueron apareciendo por casualidad. Hay
secciones con juegos de palabras, donde se varían los nombres.
Pero el juego llega hasta un punto, y luego se da al televidente
la información con toda seriedad, incluyendo algún dato
simpático de anzuelo…
"El nuevo proyecto se reduce a veintisiete minutos. Habrá que
concentrar todo el volumen de información y eliminar secciones.
Por el momento se sacrifican la de «vestir al modelo» y la del
«puzzle». Pero no vamos a ponernos una camisa de fuerza;
incluiremos las más interesantes, según el caso. Las entrevistas
tendrán menor extensión. Se mantiene el sketch. Uno de los
conductores desaparece. Entrará una presentadora… Y habrá una
sección para que el público participe mediante carta o correo
electrónico. El selecto club de la neurona intranquila seguirá
siendo un plato diferente, y con los condimentos necesarios para
que quede sabroso. Las expectativas están creadas.
"El programa se va a transmitir por un canal de alcance
nacional, Cubavisión, y creo que va a funcionar. La inteligencia
no es privativa de Ciudad de La Habana ni de ninguna región
específica. Está en todas partes, como una neurona gigantesca,
extendida... y hay mucha gente con sentido del humor.
"No veo a El selecto club de la neurona intranquila como un hijo
de ¿Jura decir la verdad? Nunca había hecho un dramatizado. Con
Ulises y el resto del equipo me fui puliendo como director y
catador de ese tipo de humor, que a veces flirtea con lo
popular–inteligente. Pero el humor de El club… se centra en el
conocimiento, la inteligencia y la chispa. No es el mismo humor,
aunque es el que prefiero. Ambos programas están emparentados.
No sólo Baudilio y yo; otros miembros del elenco de ¿Jura…
participaron también. Ulises me apoyó. Hilario Peña y él
vinieron como invitados. Desde ese punto de vista, y desde el
punto de vista de las relaciones humanas, hay un vínculo
estrecho.
"Nunca he perseguido los premios. Son consecuencia del gusto de
quien integra un jurado. Pero ser elegido entre tantos programas
no deja de resultar satisfactorio. Y si a este Premio Caracol le
sumas la respuesta popular, puedes colegir que no fue una simple
valoración personal; que el jurado no estuvo desvinculado de la
apreciación de los televidentes. Eso me llena de contento, no
puedo decirte lo contrario. Y me compromete mucho más con el
trabajo."
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