Cromagnon
y las tribus
Por Vicente Massot
La
tragedia por todos conocida, que tuvo lugar en un local cuyo nombre -República
Cromagnon- no es un dato menor, ha disparado la reacción de la
sociedad argentina que se indigna con los efectos y parece pasar por alto
las causas que, en definitiva, explican las razones en virtud de las cuales
189 jóvenes murieron en ese local bailable.
Es
comprensible que, ante la pérdida de tantas vidas, los familiares
de las víctimas reaccionen airados a expensas del jefe del gobierno
autónomo de la ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, el
cuerpo de bomberos y el gobierno nacional que, en realidad, poco o nada
tiene que ver en el hecho. Pero aun asumiendo la parte de responsabilidad
que pueda cargarse en su cuenta, lo cierto es que no parece pertinente
responsabilizar a ciertos y determinados funcionarios públicos
si, al mismo tiempo, se pasa por alto a la naturaleza de las tribus urbanas.
Bien
esta exigirle explicaciones al señor Aníbal Ibarra, porque
es obvio que la administración a cuyo frente revista no puede hacerse
la distraída en punto a la defección del Estado en aquello
que es de su estricta incumbencia. Pero en el supuesto que se hubiesen
cumplido las inspecciones pertinentes, de todas maneras quedaría
por explicar los ritos de la tribu rockera.
Supongamos,
sólo por un momento, que el cuerpo de inspectores -que Ibarra disolvió-
se hubiese hecho presente el mismo día que ocurrió la desgracia
en el local y hubiera detectado riesgos capaces de justificar su clausura.
¿Qué hubiese sucedido? Seamos honestos, aunque ponga en
tela de juicio un sinfín de lugares comunes: los presentes habrían
reaccionado contra los funcionarios municipales acusándolos de
represores. Al fin y al cabo, hoy está demostrado que el esforzado
cuerpo de bomberos no pudo llegar al lugar del siniestro antes porque
parte de la tribu urbana rockera -creyendo que clausurarían el
local- se interpuso en su camino. En efecto, el jueves 30, cuando ya era
un hecho que el incendio se había producido y dentro de Cromagnon
miles de jóvenes pugnaban por salir de esa ratonera humana, llegaron
al lugar los primeros patrulleros y carros de bomberos. No pudieron ingresar
porque los jóvenes que intentaban entrar al recital los consideraron
indeseables. Digamos la verdad. Si en una revista se auspiciaba el recital
de Cromagnon "con show de bengalas", y si, en ese mismo sitio,
algunos días antes, un principio de incendio ocasionado por el
lanzamiento de fuegos artificiales se había acotado, evitando la
catástrofe que sobrevino después, ¿por qué
se reincidió en la práctica suicida? Si los conjuntos rockeros
cantan "que se queme todo" y las tribus, al conjuro de esa música,
satisfacen sus ocios lanzando bengalas en un espacio cerrado e inflamable,
¿quién tiene la culpa?
No
es mi intención, ni mucho menos, relativizar la responsabilidad
de las autoridades de turno que, so pretexto de veleidades progresistas,
incentivan la contracultura. Sin embargo, hay latente, en parte de la
sociedad, sobre todo en los jóvenes, una falsa cultura del vale
todo que, tarde o temprano, nos lleva a lamentar tantos muertos. De aquellos
polvos estos lados.
No
se pueden exaltar las causas y agraviarse por los efectos.
El
autor, doctor en Ciencias Políticas, fue secretario de Asuntos
Militares (1993).
La Nacion, Miércoles 12 de enero de 2005 |
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