El
incendio en la discoteca: la errática estrategia en el área
de verificaciones y fiscalizaciones Ocho políticas de inspecciones
en seis años
Desde De la Rúa hasta Ibarra, nunca hubo un rumbo estable; de la
centralización al Plan Cristal
El
ex presidente creó la dependencia que finalmente estalló
en manos de Ibarra, luego de dos cámaras ocultas que sugirieron
hechos de corrupción
Quiénes estuvieron a cargo de los controles
Sin una política firme y constante, cuesta creer que algún
organismo pueda funcionar adecuadamente. Y esto es, justamente, parte
de lo que sucedió con el control en la ciudad de Buenos Aires,
donde en los últimos seis años se cambiaron ocho veces la
estrategia y los funcionarios a cargo del área.
Fernando
de la Rúa, Enrique Olivera y Aníbal Ibarra no coincidieron
en los medios para alcanzar el fin de habilitar y fiscalizar correctamente
los locales comerciales de la ciudad.
Así,
desde 1999 en adelante, la errática política de control
desembocó en la virtual intervención que, desde anteayer,
conduce Juan José Alvarez.
Los
vaivenes comenzaron en enero de 1999, cuando, tras reiteradas denuncias
de corrupción, De la Rúa disolvió las direcciones
generales de Policía Municipal y de Registros y Certificaciones.
Unos meses antes de las elecciones que lo convirtieron en presidente de
la Nación, el entonces jefe de gobierno resumió ambas dependencias
en la Dirección de Habilitaciones y Verificaciones (DGVH), que
años más tarde complicaría la gestión de Aníbal
Ibarra.
En
el comienzo del mandato de De la Rúa, la estrategia de las inspecciones
dependía de la Secretaría de Gobierno, a cargo de Enrique
Mathov, y estaba centralizada.
Cuando
De la Rúa deja el gobierno porteño al vicejefe, Enrique
Olivera, éste sanciona un decreto (el 1015) que descentraliza el
poder de policía. Así, en 2000, Olivera resolvió
que alrededor de 200 inspectores debían trabajar en los centros
de gestión y participación (CGP), de manera que atacaran
los problemas que surgieran de las quejas de los vecinos. O sea: debían
ocuparse del control barrial.
Originalmente,
la lógica de la descentralización incluía la creación
de las comunas, cuya organización suponía una cuota mayor
de poder que la que históricamente tuvieron los CGP. La mayoría
de los inspectores, por lo tanto, debía trabajar en las comunas,
mientras que sólo una porción menor quedaría centralizada.
Este último grupo se ocuparía de las problemáticas
generales, como la habilitación y el control de los estadios y
de las discotecas.
En
agosto de 2000, Olivera dejó el gobierno y, en su lugar, asumió
Aníbal Ibarra, que volvió a centralizar las inspecciones,
aunque mantuvo el poder de policía en la DGVH, dependencia que
confió a Horacio Spandonari.
La
sospecha eterna
La DGVH estalló cuando en dos cámaras ocultas se sugirió
la implicación de inspectores en casos de corrupción. Ante
la crispación pública provocada por las supuestas revelaciones
-en verdad, las imágenes no ofrecieron pruebas claras sobre la
corrupción en el control y las inspecciones-, Ibarra echó
a Spandonari, intervino la dirección general y nombró como
nuevo titular a Martín Schmukler, encargado del "operativo
limpieza". Curiosamente, en enero de 2003, por decreto, Ibarra nombró
a Spandonari miembro del directorio de la Obra Social de la ciudad (Obsba).
Tras
la intervención de Schmukler, durante la cual fueron despedidos
decenas de inspectores, en mayo de 2002 Ibarra volvió a cambiar:
centralizó todo el poder de policía en la nueva Secretaría
de Control Comunal y nombró allí a la hoy diputada nacional
Silvana Giudici. Hasta entonces, las áreas de control estaban diseminadas
por todo el organigrama porteño.
Con
pocos recursos humanos para trabajar, Giudici le dio entidad a la Unidad
Polivalente de Inspecciones (UPI), conformada por profesionales que debían
trabajar en grupos de seis o siete personas. Cada equipo estaría
integrado por conocedores de diversas funciones relativas al control y
la fiscalización. Uno sabría la parte legal de la habilitación,
otro se ocuparía de la referida a los planos, un tercero entendería
de incendios y así sucesivamente.
Ya
con Fabiana Fiszbin como subsecretaria (desde diciembre de 2003 Giudici
dejó Control para ocupar una banca en Diputados), en agosto de
2004 Ibarra disolvió la UPI y creó la Dirección General
de Fiscalización y Control, a cargo de Gustavo Torres. Esta es
la dependencia que nunca envió un equipo de inspectores a corroborar
in situ que República Cromagnon estuviera en condiciones.
Desde
la tragedia del jueves 30 de diciembre, el sistema explotó y puso
en jaque la carrera política de Ibarra y de varios funcionarios
porteños más. En principio, renunciaron Fiszbin y el secretario
de Justicia y Seguridad Urbana, Juan Carlos López.
Anteayer,
luego de una ingeniería política que contó con la
aprobación -¿el permiso?- de Néstor Kirchner, de
Eduardo Duhalde y de Alberto Fernández, Ibarra nombró como
nuevo titular del área a Juan José Alvarez, hombre de perfil
más alto, ex ministro nacional de Justicia, ex ministro bonaerense
de Seguridad y ex intendente de Hurlingham.
Alvarez
llegó, echó a 27 funcionarios y prometió el Plan
Cristal, un proyecto de transparencia para el control y las habilitaciones.
Es el octavo cambio en seis años. Una demostración de que
sin una política estable no hay sistema que aguante.
Por
José Ignacio Lladós
La Nacion, Domingo 9 de enero de 2005
Demasiadas
vueltas
Fernando de la Rúa
Por denuncias de corrupción, antes de dejar la Jefatura de Gobierno
disolvió dos direcciones generales y creó la Dirección
de Verificaciones y Habilitaciones (DGVH).
Enrique
Olivera
Resolvió por decreto la descentralización de las inspecciones.
Así, la mayoría de los controladores pasó a los centros
de gestión y participación (CGP) y sólo un grupo
reducido quedó centralizado.
Aníbal
Ibarra
Eliminó la DGVH tras dos cámaras ocultas, creó y
luego disolvió la UPI, y armó la Dirección de Fiscalización,
que nunca controló Cromagnon. |