A
cuatro meses de la tragedia: se hizo la primera inspección ocular
luego del incendio Cromagnon, irregular hasta en los planos
Según los diputados y abogados que entraron, la configuración
del local no coincide con la presentada ante el gobierno
Aún
hoy se ven marcas de manos en las paredes y en algunas de las puertas
Quedan zapatillas y remeras tiradas en el piso
Hablan de puertas de emergencia que no eran tales
Hasta
ahora la causa era escrita, estudiada sobre planos. Por primera vez desde
la tragedia, ayer se abrieron las puertas de la disco República
Cromagnon para que los abogados de la querella y la comisión de
investigación de la legislatura porteña realizaran una inspección,
para que vieran el lugar de los hechos.
Ellos
comprobaron, entonces, que los planos que se conocían del lugar
no coincidían con lo que está realmente construido. Vieron,
dicen, puertas de emergencia que no son tales; salidas que conducen a
pasadizos laberínticos.
"Hay
manos, no huellas", dijo el abogado Juan José Vidal. Según
el letrado, en las paredes, en las puertas y en las barandas de las escaleras,
quedó impresa algo que se parece mucho a piel chamuscada.
Abogados
y funcionarios intentaron recorrer con dos miradas cada espacio en el
que hace cuatro meses murieron 193 personas. Una mirada fría para
detectar algún detalle que se les hubiera escapado a los peritos.
Otra, para tratar de revivir lo vivido por las víctimas. En ambos
casos les resultó imposible no romper en llanto.
"La
única comparación que se me ocurre es la de un campo de
concentración nazi; hasta murieron con gas", comentó
entre compungido e indignado José Iglesias, el único familiar
de una de las 193 víctimas que pudo ingresar. Entró como
abogado de la querella. Allí perdió la vida su hijo, Pedro.
Mientras
contaba que, no bien entró en el boliche, se dirigió hasta
el lugar en el que, le dijeron, Pedro se había acomodado para ver
el recital.
"Me
quedé un tiempo ahí, estático... luego pude seguir
mirando, enfriando las pasiones para racionalizar mis sensaciones y poder
hacer mi trabajo, un arma que Dios me dio", afirmó.
A
todos les llamó la atención la cantidad de zapatillas que
permanecían tiradas en el lugar. En los sitios a los que no llegaba
la luz provista por un grupo electrógeno de los bomberos, las pisaban.
Patricia
Núñez Morano, una de las abogadas querellantes, dijo que
vio un par de escarpines.
"Las
carteras y las billeteras en su mayoría están llenas; otras
parecen vacías", señaló el diputado por ARI
Fernando Cantero.
Según
el legislador, manchados de negro quedaron los documentos, las remeras
y las banderas.
Seis
padres y un grupo de sobrevivientes, que esperaron pacientes por casi
cinco horas en la esquina de Jean Jaures y Bartolomé Mitre, preguntaban,
al borde de la desesperación, a cada persona que salía del
boliche "¿qué vieron?".
"Aunque
no pueda entrar, el hecho de estar acá ya es una manera de decir
presente", explicó María Cristina Quevedo, cuya hija,
Jaqueline Santillán, periodista de 28 años, concurrió
al recital para hacer una nota para la FM en la que trabajaba. Dejó
dos hijos huérfanos.
Néstor
Soraire, cuyo único hijo, Pablo, también murió en
Cromagnon, le daba ánimos al legislador Milcíades Peña
mientras éste intentaba explicar a la prensa que "nada de
lo que figura en los planos coincide. Los carteles de salida no llevan
a la salida".
Peor
la realidad
Los visitantes, seis legisladores y miembros de las cuatro representaciones
de la querella, tenían ideas fundadas, según ellos, con
pruebas y testigos, de que la tragedia ocurrida hace cuatro meses no comenzó
con una bengala y una puerta encadenada, "sino mucho antes por connivencia
y corrupción". Ayer, despejaron algunas dudas.
"A
simple vista uno ya se da cuenta de que los papeles no coinciden con la
realidad", dijo la diputada Fernanda Ferrero (Recrear). "Es
un edificio que se utilizaba sólo para ganar plata sin prevenir
absolutamente nada. Un estacionamiento, un hotel, canchas de fútbol
cinco y la disco son la misma cosa", concluyó la legisladora.
Cantero explicó que "si los chicos lograban derribar una puerta
se encontraban con un pasillo con columnas y curvas. El lugar era una
trampa mortal."
Entre
otras irregularidades, los visitantes detectaron que los planos no incluyen
la superficie del entrepiso para tener en cuenta la cantidad de salidas
de emergencia, los matafuegos y los extractores.
"Los
pocos extractores que había estaban arrumbados bajo el escenario",
dijo el abogado Vidal. Sobre las tablas, todavía permanece una
batería y un atril de los músicos.
"Sorprendió
ver las gaseosas abiertas sobre las mesas y un diario del 30 de diciembre
de 2004", contó el abogado Mauricio Lionel Castro.
Martín
Borrelli, de Compromiso para el Cambio, se sorprendió durante la
inspección al local cuando descubrió que el estacionamiento
que funciona debajo del hotel Central Park no está habilitado.
"Allí
hay un garaje que la gente del hotel subalquiló a un particular,
que no tiene permiso habilitante. La Comisión denunciará
el hecho ante la justicia contravencional para que intervenga; es una
demostración del descontrol que había en el área
de control", dijo Borrelli.
Por
Graciela Arias, La Nacion, 5 de mayo de 2005
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